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LUIS SZARÁN

  UNIVERSO MUSICAL DE LAS REDUCCIONES JESUÍTICAS DE AMÉRICA DEL SUR - Por LUIS SZARÁN


UNIVERSO MUSICAL DE LAS REDUCCIONES JESUÍTICAS DE AMÉRICA DEL SUR - Por LUIS SZARÁN

UNIVERSO MUSICAL DE LAS

REDUCCIONES JESUÍTICAS  DE AMÉRICA DEL SUR

PUBLICADO POR:

LUIS SZARÁN

EL 28/09/2007

 

La tierra sin mal", la "República de Platón", "Un Paraíso en el Paraguay", "El triunfo de la humanidad", "El Estado Musical de los Jesuitas", "El país de los primeros cristianos", "La República de Dios" son algunas de las referencias escritas sobre uno de los episodios más trascendentes en la historia de la humanidad y que ha ejercido influencias definitivas en el perfil cultural de la mayor parte del continente americano. Las Reducciones Jesuíticas. Cada vez que enfrento el tema me imagino hoy que nos invitaran a crear una nueva sociedad en la luna, con seres puros, naturales, hipersensibles al mundo exterior. Con seguridad hallaríamos muchos voluntarios. Hoy día es posible estar al instante en contacto con la luna, pero trescientos años atrás salir de Europa rumbo a Sudamérica consistía por lo general en viaje sin retorno.


En un lapso de 150 años los jesuitas llegaron a crear más de 30 pueblos con una población organizada de 150.000 indios bajo un régimen administrativo estricto y de severas reglas de organización. Cada pueblo era gobernado solamente por dos sacerdotes y la cadena de poder se completaba con los propios indígenas. Luego del primer siglo de labor la fama de las reducciones estaba echada y ocupaba el interés de Europa. Pocos acontecimientos en el mundo a lo largo de la historia desde entonces, hasta el presente fueron tratados, desde los más insólitos enfoques. Los jesuitas se valieron de todos los medios para motivar a los indígenas y llegaron a construir iglesias, obras arquitectónicas de envergadura, factorías, producción agrícola y ganadera y arte en sus más variadas expresiones.


 A comienzos del 700 las informaciones que llegaban a Europa convirtieron a la Compañía de Jesús en el tema obligado de las reuniones sociales y los sueños de los jóvenes se orientaban con sus fantasías románticas a sumarse a esa legión mística de los hombres de negro. Por su parte los superiores de los misioneros desde la Provincia del Paraguay clamaban por voluntarios. Expertos en agricultura, astronomía, estrategas militares y artistas formaban parte de esa poderosa legión.


Un grupo excepcional partió de Sevilla en 1717 a bordo de una nave que los conduciría al Río de la Plata. En un lapso de solo 30 años -anteriores a la fecha mencionada habían fallecido por causas de naufragio 113 misioneros, sin contar los que eran arrastrados por las enfermedades. En ese barco se encontraban los famosos arquitectos Giovanni Batista Primoli y Giovanni Bianchi; Manuel Querini, Esteban Pelozzi, junto a otros anónimos carpinteros, sastres, astrónomos y expertos en cuestiones militares. El protagonista de esta noche emocionante Domenico Zipoli ilustre ciudadano del mundo, nacido en Prato partía rumbo a un futuro incierto.


Zipoli, luego de sus años de formación en Prato, Firenze, Nápoli, Bologna y Roma, compartiendo la más privilegiada posición como músico, junto a Arcangelo Corelli, con sus partituras a cuestas se embarcó rumbo a Córdoba. Un dato bastante curioso que pude hallar con respecto a su participación en la misión jesuítica es que entre sacerdotes y coadjutores (por lo general expertos en diversos temas) fueron incluidos de entre los 114 italianos, a lo largo del siglo y medio de vida de las reducciones, solamente 3 estudiantes. Uno de estos era Zipoli, junto a Carlo Fabenensi de Roma (establecido en C?rdoba al igual que Zipoli y luego expulsado de la Compañía en 1725 por motivos desconocidos) y Giuseppe Lavisaro (también de Roma y cuyas pistas se perdieron en Buenos Aires en 1720). Zipoli llegó al puerto de Buenos Aires en el invierno sudamericano, en julio de 1717 exactamente un año después de haber ingresado a la Compañía de Jesús. Antes de eso estuvo 9 meses en Sevilla, preparándose para el viaje, esperando una expedición para embarcarse y dejando rastros de su talento como virtuoso del órgano en la Catedral de Sevilla.


Por aquel tiempo el viaje de Europa al Río de la Plata se efectuaba en tres naves, partiendo juntas del puerto de Cádiz. El trayecto duraba entre 3 y 4 meses. El viaje, según testimonios de la época, fue agradable hasta la llegada a la entrada del Río de la Plata donde atravesaron una tormenta dejando a uno de los barcos sin mástil, otra fue arrojada hacia el océano y la última tan golpeada que 5 marineros cayeron al mar. Este fue el primer saludo de bienvenida al Hermano Domingo Zipoli, como ya se lo llamaría, en tierras de Sudamérica. Para calmar el impacto del viaje y ofrecer una imagen deferente del nuevo estilo de vida. Los misioneros ya establecidos organizaban para los recién llegados, fiestas con música interpretadas generalmente por los niños indígenas más vituosos y con saludos en latín, guaraní y en las lenguas de los misioneros según su procedencia europea. Luego de una breve estadía en Buenos Aires y en "agradable" tour en carreta que duró unos 30 días, atraves- en larga caravana los inmensos territorios poblados de indios nómadas, llegando a Córdoba su destino final.


Paralelamente a sus estudios de teología y filosofía, enseñaba música a los indígenas y a los negros, organizaba las actividades musicales de la ciudad y componía música para el servicio de los más de 30 pueblos de las misiones.


¿Qué habría pasado por la mente de este joven artista venerada en Roma como uno de los grandes músicos de su tiempo, para aventurarse en tan dura misión? Aventura, escaparse de alguna situación personal o soñar con un nuevo estado para la música?. Recordemos que la fama del empleo de la música en las reducciones ha sido tal gracias al trabajo de los antecesores de Zipoli como: Rodrigo de Melgarejo de España. Anton Sepp de Austria, Louis Berger de Francia, el belga Juan Vasseo y otros.


El nivel excepcional del arte musical en las Misiones llegó a ocupar la atención del propio Papa Benedicto XIV quien en su encíclica de 1749 señalaba: "Tanto se ha extendido el uso del canto armónico o figurado, que aun en las Misiones del Paraguay se ve establecido, porque teniendo aquellos fieles de América excelente índole y felices dotes naturales, así para la música vocal, como para tañer instrumentos y aprendiendo fácilmente todo lo que pertenece al arte de la música. Tomaron ocasión de esto los misioneros, valiéndose de piadosos y devotos cánticos para reducirlos a la fe de Cristo, de suerte que actualmente casi no hay diferencia alguna entre las misas y las vísperas de nuestros países y las que allí cantan".


Todas las referencias históricas, algunas tomadas desde los más ditantes pueblos señalaban al genio italiano conmoviendo a los fieles en la Iglesia de Córdoba y reclamaban sus partituras para los servicios de las iglesias de los pueblos: Música de Vísperas, Misas, piezas para órgano, himnos y hasta música para acontecimientos especiales con danza y juegos militares al aire libre. Copias de sus composiciones llegaban a los puntos más lejanos. Mensajero de lujo para el envío de partituras a la región de Moxos y Chiquitos era el Padre Esteban Pelozzi, oriundo de Rieti, compañero de viaje de Zipoli y luego superior durante 30 años en la Reducción de Chiquitos, hoy Bolivia.


En la Estancia de Santa Catalina, la más grande de todas las jesuíticas, los estudiantes pasaban sus vacaciones y Zipoli organizaba la fiesta de Santa Catalina de Alejandría todos los años, el 25 de noviembre. Los coros y orquestas de las reducciones estaban conformados por los propios indígenas, así como sus directores, los integrantes eran miembros de la casta más distinguida, por lo general hijos de los caciques o cabildantes. Era una elite de privilegiados y los únicos quienes podían participar de las comidas de los misioneros.


Pasados 232 años de la expulsión de los jesuítas de los territorios de América se ha iniciado recién en las últimas 3 décadas un proceso de restauración de los testimonios temporales. Nada ha quedado en algunas regiones, y en otras, montones de piedras o tallas esparcidas hoy en los más variados museos del mundo. La región más distante de esta Provincia es Chiquitos, con 11 pueblos. Hasta hoy región sur donde arranca tímidamente el amazonas, y con una población actual del 95 por ciento de indígenas. Hasta hace unas décadas continuaban viviendo (con la administración de los franciscanos, pero curiosamente en reducciones jesuíticas), bajo el manto de la iglesia como única autoridad civil, política y administrativa. Pueblos olvidados -tal vez fortuna- del violento y moderno siglo XX. Gracias a esa distancia parte de estos 150 años de historia se mantienen y son los más fuertes ejemplos de la utopía jesuítica. Hans Roth, arquitecto suizo se embarcó al igual que los misioneros, tras las huellas de un arquitecto y músico suizo Martin Schmid constructor de las iglesias de esas misiones y maravillado por la belleza del entorno y la posibilidad de recuperación. Se entregó como voluntario y comenzó la reconstrucción física al entorno. Entre montones de elementos desenterrados o recuperados de la selva, donde pasaban de mano en mano a través de generaciones de indígenas aparecieron los instrumentos de guerra, las armas mortales de los jesuitas.


Los indígenas solo querían tocar y cantar la música de Zipoli. Son los únicos manuscritos que llevan su "marca de fábrica". Hasta uno de sus biógrafos a poco de la expulsión de los jesuitas en 1767 había escrito "quien haya oído una sola vez algo de la música de Zipoli jamás habrá alguna otra cosa que le agrade: es como si al que come miel, se le hace comer algún manjar y le resulta entonces molesto y no le agrada".


Zipoli falleció en 1726. En ocho meses y medio de vida en tierra sudamericana escribió el conjunto más valioso del repertorio colonial o llamado barroco latinoamericano. ¿Cómo quedaron estos manuscritos?. A pesar de la expulsión de los jesuitas, muchas misiones siguieron funcionando como tales, algunas con otras congregaciones, otras administradas por el poder civil. En lo que hoy es Paraguay la última existió como organización hasta 1848. Los indígenas guardaban como secreto de estado las tallas jesuíticas y los músicos de capilla en la selva pasaban a sus hijos el tesoro del maestro "Zipuli" como lo recordaban 200 años después. Tuve el regalo de Dios, de poder contactar hace 15 años con estos maestros de capilla sin iglesia, y a pesar de que ya no sabían leer las notas musicales y en los instrumentos hacían solo mímica, eran los celosos guardianes de un tesoro oculto y mágico y que producía el milagro de los sonidos en perfecta armonía.


Luego de su fallecimiento varios de sus alumnos continuaron con su labor, muchos eran esclavos negros de las rancherías de las Estancias y de Córdoba.


En el Archivo Nacional de Buenos Aires se encuentra un único documento de música una original composición de Julian Atirahu, formado a su vez por uno de los alumnos de Zipoli).


Con sus 37 años de edad, Zipoli comenzó a sentir las fuerzas físicas en disminución. No olvidemos las pestes que azotaban esas regiones (solo al año de su llegada a Córdoba en 1718 una peste arrasó con 20.000 personas, siendo la población total de la zona 120.000). Debilitado por la tuberculosis fue trasladado a la Estancia de Santa Catalina, en las sierras de Córdoba, lugar de vacaciones y de reposo de los estudiantes y sacerdotes. Quedan testimonios y documentos de sus últimos momentos en dicho lugar donde finalmente falleció...


La nota necrológica escrita por el español Pedro Lozano (con quien compartía una habitación en la Estancia) decía "Dio gran solemnidad a las fiestas religiosas, con no pequeño placer de los españoles como de los neófilos, y todo ello sin posponer los estudios en lo que hizo no pocos progresos, así en el estudio de la filosofía como en el de la teología. Enorme era la multitud de gentes, que iba a nuestra iglesia con el deseo de oirle tocar tan hermosamente".


En 1770 la Estancia de Santa Catalina pasó a manos particulares y fue centro de una lucha de poderes y revoluciones que se prolongaron por otros 150 años. Actualmente bajo propiedad privada y en manos de descendientes de los primeros propietarios, aunque la Iglesia y el Cementerio son Bienes Culturales de la Nación Argentina. A comienzos del siglo se produjo un derrumbe de una parte del sector de la torre derecha y cayó sobre el cementerio, produciendo el hundimiento las lápidas de los jesuitas. Los propietarios de entonces no encontraron mejor solución que cubrir los restos con más tierra, lo conviertieron en un hermoso jardín. Años más tarde vecinos del lugar recordaban a los hoy ilustres hombres de la historia, como el hermano Domingo Zipoli y decidieron testimoniar su lugar de reposo. Allí encontró la paz, en la selva, y entregó los años más valiosos de su vida, para hablar a los hombres con un lenguaje musical, sereno, de profundas emociones, que conjugaba a la perfección con la utopía de buscar un "Paraíso en la Tierra".


Luis Szarán,

Asunción, Paraguay 2003

Fuente: artículo
 
 
publicado por LUIS SZARÁN
 
 
 
 
 
 

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