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Carlos Almeida

  OBJETOS – PÁJAROS, 1997 - Obras de CARLOS ALMEIDA


OBJETOS – PÁJAROS, 1997 - Obras de CARLOS ALMEIDA

EXPOSICIÓN OBJETOS – PÁJAROS, 1997

Por CARLOS ALMEIDA

Espacio Domingo Martínez de Irala – Casa Castelví

Centro Cultural de la Ciudad – Manzana de la Rivera

Dirección de Cultura Municipalidad de Asunción

Asunción-Paraguay 1997

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ENSAMBLANDO SENTIDOS INSTRUCCIONES PARA EL USO

En tanto aceptamos algunas reglas propias del juego que nos propone hoy Carlos Almeida, el paseo por estas cuatro salas que componen la muestra puede resultamos una aventura reveladora y divertida.

Las condiciones que suponen las obras -si se nos permite el atrevimiento de la directiva- se reducen básicamente a la explicitación de principios permanentemente vigentes dentro de la elaboración del objeto expresivo.

La irrealidad manifiesta -en primer lugar- y la reunión de la materia disímil -en segundo- parecen ser algunos de los tópicos más resaltantes que podrían introducirnos a este mundo alternativo que propone Carlos.

IRREALIDAD MANIFIESTA

"Nada más lejano a la realidad que una obra", se ha dicho. Tal afirmación parece tener correlato verificable en cada uno de estos trabajos.

La artificialidad es aquí abordada a partir de dos estrategias: en el señalamiento de la impronta de la construcción (nada se oculta, los elementos mecánicos de ensamble y la sujeción están perfectamente visibles, y aún más; Celebrados!).

Podría hacerse extensivo lo anterior a los casos que abordan la recreación de elementos usualmente identificables con lo natural. Los pájaros propuestos, no obstante, revelan su carácter de estructura mecánica antes que orgánica. Su materialidad, ponlo demás, es presentada en abierta contradicción con la predecible (y en este caso deliberadamente inverosímil) función del vuelo.

En un segundo nivel, el autor apela a lo artificial por antonomasia; A las variadas analogías sígnicas. Ciertos elementos reiteran y enfatizan la atribución (arbitraria, "in-natural") del significado; La silla - reveladora excelencia de los atributos del poder... o las escaleras en alusión al exitismo, práctica extensiva en contextos como el nuestro, más propenso a aplaudir "el ruido" antes que evaluar las "nueces".

(Dentro de esta lógica, nada más faltarían -para completar los cuatro elementos- la mesa y la cama, respectivamente indicadores del Territorio y de los Sueños)

MATERIA DISÍMIL

En una primera lectura, la materia heterogénea que emplea Carlos ciertamente remite a experiencias y asociaciones surreales.

Aquí sin embargo, el sentido de la reunión del material disímil parece tener otras connotaciones. Antes que la deconstrucción de los elementos racionales (táctica propia del surrealismo) la idea parece ser la opuesta: la construcción de todos unitarios a partir de tales elementos desmembrados.

En otras palabras: No se niega la razón para articular la fantasía sino que son los propios elementos tectónico-racionales los que conducen a las posibles fantasías.

Tampoco parece haber reciclaje, no al menos en la acepción tradicional (y muchas veces oportunista) que se da al término. El autor ensambla, arma y -como ya se mencionó- construye evidenciando la huella de la labor, el gesto del ajuste.

Quizás estas construcciones, estas "máquinas de reflexión y diversión" que propone Carlitos, al igual que los juguetes que ensayáramos en alguna lejana infancia, nos revelen historias y nos ayuden a operar "funcionalmente" en un mundo de por sí heterogéneo, caótico y disfuncional.

 

 

 

 

 

AVES DE PASO

Una parte importante de la propuesta estética que plantea la obra de Carlos Almeida debe buscarse en la actitud que tiene el artista ante las objetos y ante el proceso de confección de cada pieza. Digo "confección" y pienso que es este un término que se aviene bien al trabajo de Almeida: trabajo de hechura y de armaje, de manualidad paciente de quien rehace y reinstala relaciones, objetos, sentidos. De quien inventa: es decir no crea a partir de la nada sino desde la transformación y el reciclaje, desde la faena de desmentir el destino de las cosas y de fraguar para ellas una misión distinta. El inventor fuerza el anhelo de su objeto y le asigna encomiendas nuevas que nada tienen que ve con sus naturalezas y con sus formas primeras

Y esto ocurre porque los objetos tienen una fuerza adversa en los tiempos (pos) modernos. La obsolescencia abrevia sus ciclos útiles y vulnera la nobleza de sus materias. Almeida tiene una actitud casi piadosa hacia los objetos: recoge los elementos abandonados, los desechos, los despojos y fragmentos de una civilización que precisa desechar y reponer compulsivamente sus bienes de uso y decreta por eso la inutilidad continua de cada modelo producido.

Con esos trozos amputados el artista desanda y reanda el camino moderno. Levi Strauss llama bricolaje a ese procedimiento a partir del cual se mezclan distintas piezas sueltas para montar un objeto nuevo, distinto. Dice que esa operación está en el fondo de los mitos y, por lo tanto, del arte. Bueno, los bricolajes de Almeida tienen el sentido de contradecir la fragilidad de los tiempos modernos: los objetos inútiles son colocados en una nueva dimensión que trasciende la lógica de la caducidad y busca afirmar la vigencia resguardándola en el puro juego de las formas. Pero, ya lo veremos, el reordenamiento nuevo significará sólo una etapa de una serie de sustituciones a lo largo de un engranaje que precisa alimentarse de sus propios desechos. Quizá Almeida critica acá las veleidades de un tiempo demasiado infiel a sus propios frutos; quizá se limite a señalar con nostalgia la índole transitoria de los signos que escriben nuestro presente; el carácter fugaz del vuelo de las aves pasajeras.

Los bricolajes también tienen el sentido de afirmar un momento que está en el origen de la modernidad (modernidad en sentido amplio ahora: como periodo que empieza en el Renacimiento). El momento preocupado por la alquimia mecánica; por la capacidad de articular, montar, construir milagrosamente un producto desde elementos dispersos, contradictorios. El sueño de imponer una racionalidad producida, calculada: un orden que puede estar inspirado en la regularidad del cosmos pero que, filtrado por la sensibilidad y el entendimiento, deviene método y sistema propio.

Acá se accede a otra preocupación moderna: la articulación meditada de momento dispersos produce una estructura. Y esa estructura necesita ser expuesta en su coherencia y la limpieza de su ensamblaje. Las obras de Almeida buscan exhibir sus nervaduras y revelar los principios según los cuales organiza y combina sus elementos. Y necesitan recordar el estatuto mecánico y manual, inventivo, de esos armajes. La estructura creada es una disposición posible entre un número infinito de alternativas combinatorias. Por eso Almeida no usa pegamentos; las piezas están atornilladas: pueden ser desarmadas y rearmadas en otro armazón y adquirir, entonces, otro valor y otro sentido.

Pero las obras que presenta Almeida no son meras construcciones vueltas sobre sus propios mecanismos y sus distribuciones internas. La reflexión sobre el uso reciclado y la obsesión por el no-uso de una maquinaria inventada apuntan a una poética del juego y el humor (el humor negro a veces) y se abren a connotaciones diversas que complejizan la imagen. Los treinta y cinco pájaros construidos con varillas de paraguas, con zunchos de embalajes, con tiras metálicas, recuerdan didácticos esqueletos de pterodáctilos armados en museos abstractos. Pero también aluden a los proyectos de máquinas voladoras de Da Vinci: son inocentes bocetos y son metáforas agresivas, puras sombras punzantes que planean en bandadas espectrales.

Los objetos confeccionados con desperdicios -casualmente encontrados, afanosamente buscados-remiten a los mecanismos trabajosos de las cajas de música; a las maquetas minuciosas, afiebradas, de un constructor delirante; a instrumentos autosuficientes de cálculo y medición, a perversos dispositivos arqueológicos obstinados en revelar el último secreto. Por un lado queda el sosiego de un orden reconstruido; de una ecología posmoderna capaz de reciclar los residuos expulsados del reino del Progreso. Por otro, la paradoja inquietante de un tiempo que a fuerza de tanto cambio ya no puede ser transgredido y termina reiterando sus formas y soluciones: repitiéndose en ordenamientos provisionales, inseguros. El bricolaje recoge piadosamente las sobras tempranas de la sociedad carnívora. Pero el nuevo esquema de sentido que inventa es siempre pasajero: Las piezas no están soldadas ni adheridas definitivamente entre sí y pueden, en cualquier momento, convertirse en momentos de otros discursos: las aves esenciales y terribles de hoy pueden volver a su destino nimio de puro residuo olvidado o convertirse en partes de objetos intrincados, inútiles. Fugaces.

TICIO ESCOBAR - Marzo, 1997.

 

 

 

 

 

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