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JUAN FRANCISCO PÉREZ ACOSTA (+)

  PAPEL DE IMPRENTA, COCO, KARAGUATA y TEJIDOS (Industrias durante el gobierno de CARLOS A. LÓPEZ)


PAPEL DE IMPRENTA, COCO, KARAGUATA y TEJIDOS (Industrias durante el gobierno de CARLOS A. LÓPEZ)

DEFENSA NACIONAL

CAPITULO I - INDUSTRIAS VARIAS

Por  JUAN FRANCISCO PÉREZ ACOSTA

 

1. EL PAPEL DE IMPRENTA.

Cuando se oyen los diarios ditirambos al progreso en un país de evolución semiregresiva como el nuestro, no estará de más detenernos a considerar si se trata de un progreso real y efectivo o si sólo somos víctimas de una ilusión óptica o simplemente optimista.

Quiero referirme hoy al ramo de la imprenta al establecer estos puntos de vista, y no por cierto a aquélla del pasado que pertenece por entero al dominio de la historia y aún a la bibliografía, sino a la de épocas más recientes de los días de la guerra a esta parte, sin perjuicio de dedicarle después una reseña cronológica que por hoy no entra en el propósito de estas líneas, encuadradas en el lema marginal.

Cuando contemplamos los decantados adelantos de nuestra prensa que todavía no ha salido del período puramente tipográfico (madera, metal o linotipo) sin conocer aún la cincografía, la estereotipia ni los rotativos, y sin negar que ha hecho algunas apreciables conquistas materiales con el empleo de maquinarias más modernas, debemos detenernos a pensar ante todo, si ha llenado una misión nacional, si ha sido un actor constructivo o anárquico, si ha contribuido a cimentar la nacionalidad o las instituciones o, si por el contrario, ha sido sólo un factor de demolición al servicio de las facciones o de intereses puramente partidarios o personales, y por tanto fatalmente egoístas.

Pero noto que empezaba a apartarme del objeto de estas líneas que no es tratar del papel de la imprenta sino lisa y llanamente del papel de imprenta que llegó a fabricarse en nuestro país bajo los apremios de la guerra, y que constituye algo así como la materia prima del periodismo.

Y al decir esto, ya queda dicho también que siendo el papel elemento primordial del libro y del periódico, o sea, de la imprenta, no podemos ufanarnos de haber progresado en este ramo, a pesar de ser este país productor de materias primas por excelencia.

Y no sólo no hemos progresado sino que, antes bien, hemos retrocedido en esto, pues no hemos vuelto a fabricar ni emplear en los servicios públicos ni en nuestros talleres de obras o de periódicos, papel de producción nacional como el que se logró fabricar por los años 1867 y 68, entre el fragor de convulsiones apocalípticas.

Si en tiempo de paz el papel impreso es vehículo de las ideas, en la guerra es también un poderoso elemento de ataque o de defensa y un factor a veces decisivo, sin contar que entonces se le empleaba como parte integrante del aparato bélico, para preparar cartuchos o cargar los fusiles en cuyos siniestros caños han ido a parar sin duda no pocos documentos de los que hoy, faltan en nuestras colecciones públicas.

Es así como ante la escasez del papel originada por el bloqueo, el periódico oficial de la época se expresaba en estos términos, al anunciar la posibilidad de su fabricación: .El papel, tan interesante por sus diversas funciones y utilidad en la sociedad en general como en particular, por su necesidad en los trabajos administrativos y su utilidad como medida de la educación, es un artículo indispensable para cualquiera nación civilizada, y como el oro, ocupa un lugar entre las necesidades de la vida diaria de la más gran importancia., y terminaba congratulándose de poder vernos independientes de los recursos extraños mediante la nueva fábrica destinada a producir un artículo de tamaña importancia (El Semanario, núm. 737 correspondiente al 6 de junio de 1868).

Ya un año antes se había hecho un ensayo con relativo éxito, a juzgar por otra mención que bajo el rubro “Fabricación de papel” puede verse en dicha época (El Semanario, núm. del 1º de mayo de 1867) en el que se menciona la manufactura de papel de yvyra que se ejecutaba bajo la dirección del Ministro de Hacienda don Saturnino Bedoya, actuando como operarios los heridos del ejército que se asistían en el hospital de la capital, habiendo llegado a utilizarse ya dicho producto en algunas ediciones de “El Semanario” y de “El Centinela”.

Nosotros, los de la era “constitucional” no hemos sido capaces de seguir el ejemplo productivo de nuestros mayores. No hay memoria de que ningún ministro de hacienda se haya dedicado a fabricar papel, como no fuese papel moneda. De las habilidades de nuestros antecesores sólo hemos aprendido una, al parecer: la de falsificar papel inconvertible y eso, sin haber estado como aquellos en guerra como no fuera con el sentido común.

La escasez del papel se presentaba con caracteres graves y refiere el exingeniero director de la construcción del telégrafo nacional, Roberto von Fisher Treuenfeldt, después cónsul general del Paraguay en Dresde, no ha mucho fallecido (Reminisenzen aus Paraguay y Deustche Ealender für Paraguay), que habiendo llegado a carecer de papel las oficinas públicas durante la guerra, López hizo llamar a dicho ingeniero y le dijo:  - Tenga cuidado de que no vaya a faltar papel, ante cuya orden, empezó a estudiar y preparar máquinas construidas en el Arsenal y después transportadas a la calle Paraguari (estación del ferrocarril). El karaguata daba entre las fibras disponibles buen resultado. Se lo puso en agua cierto tiempo, se lo golpeó para librarlo de las partes no fibrosas, se lo blanqueó cociéndolo con cloro primero y luego en agua limpia, y a falta de cloro, en el jugo de naranjas agrias. Hecho luego a máquina el puré, se mezcló esta masa con cola pasándola luego con cucharas sobre un tamiz puesto algo en vibración. Secada después la masa que quedaba sobre el tamiz, se la pulía pasándole cilindros calientes. Agrega Treuenfeldt que en un tamiz había grabado en forma de transparentarse en el papel la efigie del mariscal, y que mandó hacer 500 hojas de esta clase enviándolas al cuartel general. López contestó que le agradaba mucho el trabajo, pero hizo destruir dicho tamiz.

En el primero de los números citados pueden verse también detalles sobre el proceso de la fabricación. La nueva fábrica construida por el ingeniero Treuenfeldt con el concurso del dibujante del arsenal Miguel Hunter, empezó a funcionar desde fines de mayo de 1868.

Para que sea el nuevo papel enteramente criollo, dice otra referencia al mismo, no lo fabricamos de lienzos viejos (trapos) sino de una planta paraguaya que abunda sobre todo el país en inagotable número llamada “karaguata” e “yvyra” que da -también lienzos, tejidos, liña y estopa, siendo sus fibras más resistentes y más largas que las del cáñamo, algodón y lana y con un lustre especial (Véase la conferencia reciente del Dr. Franz Range, sobre .fibras vegetales., el cual menciona, además, otras plantas aproyiadas para la fa4ricación del papel.).

La maquinaria fue trabajada por el hábil e industrioso maestro carpintero del arsenal Manuel A. Báez y el maquinista John Taylor y la instalación fue confiada también a Treuenfeldt, funcionando bajo la dirección del maestro Juan Franco, un capataz, un maquinista, y ocho operarios auxiliares. Su producción fue de mil pliegos por semana, pudiendo aumentar en caso de necesidad. La dirección militar de la fábrica estaba a cargo del mayor Francisco Fernández.

El entusiasmo con que fue recibido el éxito de esta iniciativa se refleja en la siguiente mención que motivó: .Hoy vemos un nuevo florón de esta corona industrial en la fábrica de papel. Y es una gloria de vernos siempre en la primera fila de adelantos y de habernos distinguido de nuestros vecinos por la independencia de todo recurso extraño., y terminaba diciendo con referencia a la aptitud de los nativos: .La prensa nacional, a quien corresponde más inmediatamente aplaudir tan importante adquisición, se enorgullece de anunciar al pueblo paraguayo que el genio nacional no reconoce límites..

Exageradas como tenían que ser esas expansiones patrióticas, máxime en aquellos momentos, no obstante haber mencionado como factor esencial de éxito la valiosa cooperación de los técnicos extranjeros prenombrados, tales afirmaciones tenían en el fondo mucho de verdad y, sobre todo, de ejemplar, y es sensible que después de más de medio siglo de ensayos penosos no hayamos logrado imitarlos en este y otros respectos, como si hubiéramos quedado definitivamente paralíticos después de haber sido puestos “knoc-out” en el escenario mundial, o fuéramos un pueblo condenado por adverso destino a permanecer eternamente en la retaguardia de la civilización y del progreso, pudiendo marchar y habiendo actuado ventajosamente en la vanguardia.

De nosotros depende volver a ocupar nuestro perdido rango.

 

2. EL “COCO” Y EL “CHAGUAR” (KARAGUATA).

En el precedente artículo de esta serie, titulado “El papel de imprenta”, que llegó a fabricarse en el país de las fibras del karaguata, quedó mencionada incidentalmente la aptitud de esta planta para líneas, estopas y tejidos. Una referencia más detallada al respecto puede verse en el interesante artículo que con el mismo título del presente se publicó en esta ciudad en fecha 17 de marzo de 1866, ya después de comenzada la guerra.

Más importante que el simple comentario es en este caso la lectura de su texto, del que entresaco, en consecuencia, algunos párrafos.

Conocidos son los filamentos consistentes (empieza diciendo) que contienen las hojas del coco y del chaguar (el filamento se llama karaguata), árbol y planta abundantes casi en todos los distritos del territorio de la república, que hasta ahora no se habían utilizado sino en cuerdas gruesas y delgadas para varios usos, y en estopas para construcciones navales.

Azara habla ventajosamente de las cuerdas del karaguata, sobre que habiéndose hecho, experimento, ha encontrado más fuertes que las del cáñamo.

El gobierno de la república, considerando que en las circunstancias anormales de guerra y bloqueo en que se halla la nación, no debíamos estar atenidos a los géneros extranjeros sino esforzar nuestra actividad e industria, buscando medio de suplirlos por producciones naturales del país que sean abundantes y de fácil elaboración, teniendo presente la experiencia de lo que ha hecho el pueblo durante el largo aislamiento de la dictadura, ha llamado la atención de las autoridades de campaña sobre la conveniencia de hacer ensayos y experimentos de reducir a telas los filamentos del coco y del chaguar (El Semanario, Nº 621).

Con este motivo, y atribuyendo al asunto la más grande importancia, se organizó una verdadera encuesta que acaso es la única que los gobiernos de aquella época, desde la independencia, dirigieron al país pidiendo el concurso de sus luces para la solución de tan vital problema. Las cuestiones propuestas a las autoridades de campaña y publicadas en la hoja oficial (con lo que quedaba entendido que iban también dirigidas al público) fueron las siguientes:

¿Cuáles son los medios y procedimientos mejores y más fáciles de extraer los filamentos de esas hojas?

¿Cómo hacer para que esos filamentos se presten a ser hilados con más facilidad y ventaja de tiempo y cantidad?

¿Por cuáles medios y procedimientos se pueden reducir esos filamentos a hilos y telas aunque sean bastos y groseros?

Agregaba este cuestionario que .los ensayos y experimentos pueden extenderse a otros puntos que los indicados, y también a otras hojas y plantas filamentosas que por su abundancia sean dignas de llamar la atención..

Y así como la fabricación de papel de las fibras del karaguata y de yvyra tuvo posteriormente buen suceso, lo tuvo también la fabricación de tejidospara vestuario. Puede leerse en el mismo número el resultado de algunosensayos en los siguientes términos:

Hemos tenido a la vista, dice, un chiripa tejido de hilo torcido del mbokaja, o filamento de coco, y una camiseta de tejido sencillo del mismo filamento, remitidos como muestras por los señores jueces de San José de los Arroyos, y de Lambaré de la capital (Apolinar Chirife). A la vista y al tacto se asemeja a nuestros tejidos de lana menos fina.

Hemos visto, agrega, el ensayo practicado por D. Vicente Urdapilleta en una cinta o especie de galón de una pulgada de ancho de hilo fino torcido de mbokaja, que presenta buena vista.

También se han hecho ensayos de teñir los tejidos del karaguata, y del coco con las materias colorantes y procedimientos conocidos en el país, y se han obtenido buenos resultados. En cuanto al karaguata, se ha presentado un cordón con borlas, teñido de grana, y en cuanto al mbokaja, muestras de tejidos, teñidos de azul y amarillo.

Las muestras referidas, prosigue, han sido presentadas a las primeras indicaciones verbales que se han hecho antes de la expedición de la circular del gobierno que se ha librado con fecha 12 del corriente; y así es de esperarse que en breve tendremos muestras de otros muchos ensayos de la campaña (como ocurrió, en efecto, según lo comprueban numerosas referencias posteriores, recibidas de casi todos los pueblos del interior), tanto más, sigue diciendo, cuanto que se ha recomendado a las autoridades que concurran a los experimentos con sus luces, sus estímulos, y hasta con su presencia en cuanto lo permitan otras atenciones del servicio público.

La circular de la referencia, de marzo de 1866, era altamente previsora, pues recomendaba no cortar los cimientos del coco ni arrancar las plantas del chaguar para sacar sus hojas, precaución que no se observa hoy día con la yerba mate ni con los naranjos que producen el petit-grain, dado el poco o ningún respeto que merecen las riquezas del país.

Otro párrafo importante en la publicación aludida, es el siguiente:

No podemos dejar de mencionar, dice, el laudable procedimiento del señor comandante del distrito militar del Mbotetey en Nioac, sargento mayor de caballería ciudadano Martín Urbieta, que en medio de las atenciones del servicio militar a su cargo, ha ensayado con buen éxito el filamento del coco en jergas para la caballería.

Hay motivo para creer que este diligente e inteligente jefe por propia iniciativa, ideó por su parte la utilización del filamento del coco aplicándolo al vestuario de su tropa, a estar a otra publicación que con el rubro de “Conocimientos útiles filamento de coco” registra el mismo órgano, dando cuenta además prolijamente del procedimiento empleado para el efecto y describiendo hasta la maquinaria construida para lograrlo (El Semanario, Nº 629 del 12 de mayo de 1866). Lo cierto es que se generalizó de tal modo que se lo llegó a conocer y usar en casi toda la república, con lo que el simbólico árbol del coco proveyó no sólo de sustento sino también de vestuario a los habitantes de esta tierra, cubriendo su hambre y su desnudez en esas horas difíciles (El árbol providencial. Artículo del autor).

Las innumeras ventajas de esta preciosa planta no pudieron menos de llamar ya entonces la atención de nuestro pueblo, como ha llamado también la de los botánicos y naturalistas contemporáneos, y así el examen comparativo de sus fibras ha comprobado ser igual en resistencia a la del mejor acero y teniendo en cuenta su peso específico, es cinco veces más resistente todavía (Fibras vegetales. Conferencia del Dr. Franz Range en el Instituto Paraguayo).

En otro artículo titulado “El coco del Paraguay”, se hace, en consecuencia, una prolija enumeración de sus numerosos usos y aplicaciones, y se afirma que no hay cosa que no tenga alguna utilidad en este árbol, que crece abundantemente y se multiplica fácil y espontáneamente, “en este paraíso que la providencia ha puesto en Sudamérica”, haciendo alarde por doquiera de su hermosura y gallardía. El cocotero fecundiza en torno suyo los terrenos cultivados y hace crecer con maravillosa lozanía las semillas que se depositan en sus inmediaciones, lo mismo que la caña y la rama, como si se complaciese en secundar el esfuerzo del agricultor, prodigándole todo su jugo nutritivo. Con sus frutas alimenta al hombre y con la pulpa el ganado. De su almendra se extrae, además, un finísimo aceite que es también de gran utilidad para las máquinas y tiene la virtud de fortalecer el cabello y preservar su caída o hacerlo renacer. Sus hermosas flores sirven de adorno preferido en los pesebres, en tanto que del interior de su tronco se extrae un líquido delicioso y dulce que es a la vez un refrescante y antídoto contra las fiebres. El gabazo es aparente para el engorde de cerdos, vacas y bueyes, sin el peligro de causarles las molestias y enfermedades que suele ocasionar la mandioca. Desmenuzada dicha sustancia interior y puesta a secar al sol y luego pisada en morteros, produce una harina tan buena como la del maíz, utilizable para chipa o tortas, que ha sido, por cierto, no pocas veces el único plato de los viajeros en los lugares desiertos del Chaco, y también lo conocieron las familias patricias de la residenta. Hasta la cáscara del árbol sirve para emparedar los ranchos del pobre y para hacer tejas y cercos, en tanto que el tronco sirve también para tijeras del techado y otros menesteres. Aún de sus espinas, a falta de agujas, se valían las laboriosas mujeres para la fabricación de sus encajes. Se utiliza igualmente en la fabricación de jabones y dulces exquisitos y sus hojas sirven de forraje. Tal el resumen de las prodigiosas excelencias reconocidas al cocotero (El Semanario, Nº 666 del 26 de enero de 1867).

Con respecto al chaguar es de mencionarse lo que casi simultáneamente se escribía (en 31 de marzo del mismo año), al poner de resalto los esfuerzos que hacía el ingeniero constructor de la línea telegráfica nacional, Roberto von Fisher Treuenfeldt, para instalar una fábrica de hilos de dicho material, aplicando al efecto los conocimientos que poseía en las maquinarias y manipulaciones del hilo de cáñamo.

“Aplaudimos, decía el articulista, el noble propósito del señor Treuenfeld, y no tenemos la menor duda de que los resultados del ensayo que trata de practicar con tanta voluntad y espontaneidad, corresponderán con sus laudables fines”.

“El señor Treuenfeld, terminaba diciendo el artículo de la referencia, ha sido siempre un hombre recomendable para nosotros, y sus conocimientos útiles dejan ya su nombre en el país; hoy con doble motivo merece nuestra estimación y le dirigimos una expresión de gratitud por sus nobles sentimientos, y sus hechos simpáticos en pro de los adelantos de la nación”

(El Semanario, Nº 623).

Ya se ha visto cómo posteriormente, llevando adelante sus estudios sobre la utilización y manipulación del chaguar, llegó a fabricar también con sus fibras papel de imprimir.

Después de la guerra, don Braulio Artecona, siguiendo tal vez sus luminosas huellas, se ocupó, asimismo, en ensayos para la explotación industrial de esta planta, que hoy, a semejanza de tantas otras riquezas, se pierde improductivamente en nuestro fértil suelo, acaso porque una extrema necesidad como la de otros tiempos, no nos obliga a pensar seriamente en extraer de su ubérrimo seno los infinitos tesoros que no se brindan a la indolencia.

Según queda expuesto, las dos plantas mencionadas, el coco y el chaguar, han sido fuente de positivos valores industriales y económicos en el pasado, y pueden volver a serlo en el presente.

 

3. TEJIDOS, LIENZOS Y PONCHOS.

La industria hilandera, en forma más o menos primitiva, pero bastante extendida, es una de las más antiguas de nuestro país y ha llegado a tener los caracteres de una verdadera industria nacional.

Durante el largo período de su aislamiento e incomunicación con el mundo, circunscritos sus habitantes a sus propios medios, ella fue la única que pudo proporcionar vestuario a la población y naturalmente, llegó a adquirir gran desarrollo y un cierto grado de perfección de que da buena cuenta el festejado “ao po´i” (ropa fina).

Ya antes de la época de Francia, la Junta Gubernativa del Paraguay auxilió al ejército de Artigas en el Uruguay con vestuarios de lienzo de fabricación nacional.

Nuestro insigne prócer Fernando de la Mora, encerrado de por vida en un calabozo por su ex-colega y rival, el Dictador Perpetuo, distraía su largo e interminable suplicio tejiendo camisitas para su hijita recién nacida, Jovita, a quien nunca llegó a ver, ni cuando, el día de su bautismo pidió la gracia de conocerla, así como para su otra nena Saturnina Rosa que el 2 de julio último ha cumplido 104 años y conserva aún, junto con la vida, el recuerdo de tan preciosas prendas. (Era en 1928).

Este ramo de las industrias domésticas, como queda dicho, llegó a tomar gran incremento, produciéndose no sólo tejidos comunes en gran cantidad sino además finos encajes y bordados.

Muy buenos pañuelos listados se tejía desde los tiempos de Francia, y a principios de 1867, ya en plena guerra, doña María Coronado Figueredo, de Villarrica, recibió del Gobierno un premio de cien pesos por su habilidad en ese ramo, aparte de la honrosa mención que le dedicó el periódico oficial de entonces (Véase El Semanario - número 667, del 2 de febrero de ese año).

En los datos publicados por el autor de estos apuntes sobre el trabajo de los militares, se hace mención de una fuerte partida de .lienzo guaraní. proveído para vestuario al campamento de Humaitá en 1853.

En 23 de diciembre de 1864, por intermedio del sargento de urbanos de Itá, Manuel Franco, se envió al mayordomo del mismo pueblo, don Raimundo Aquino, una suma de dinero para la compra de 450 varas de lienzo y picote, hilado y tejido allí.

Casi en igual fecha (17 de diciembre de 1864) se adquirió igualmente hilados y tejidos de lienzo y lana del pueblo de Tobatí, donde ya en el año 1802, Rudecindo Arepocó había vendido otras partidas análogas. Una vez estallada la guerra y establecido el bloqueo, tuvo que apelarse exclusivamente a los recursos y al ingenio propios para seguir proveyendo de vestuario a las tropas y a la población. Diversos materiales llegaron a utilizarse para los hilados y tejidos, a más del algodón y de la lana, como ser el coco, y el karaguata de que ya se ha hecho detallada mención en el precedente artículo, a lo que debe agregarse ahora que, aparte de los tejidos de vestir que se logró fabricar del filamento de coco, también se hizo una resistente arpillera para el enfardaje de tabaco, de mejor calidad que la importada.

Por su parte los felices ensayos obtenidos del karaguata en esta materia, determinaron al gobierno a dirigirse a sus agentes en Londres donde empezaban a conocerse otros productos paraguayos, pidiendo en nota del 5 de febrero de 1863 cotización para dicho artículo. También ha llegado a ser famosa la industria de los ponchos de diversas clases, comunes y finos, de que aún se conserva vestigios y es de esperar que no se pierda por completo, pues tanto por su buena calidad como por la firmeza de los colores que ha resistido victoriosamente la acción del tiempo y que, según técnicos autorizados, es superior a las mejores materias tintóreas conocidas, están hoy tan buenos como cuando salieron de manos de nuestros inteligentes campesinos.

El poncho “para´i” y “sesenta listas” que se trabaja aún en cantidades limitadas, goza de justo renombre y es realmente digno de admiración.

Los ponchos “criollos” hechos también en el país, tuvieron mucho empleo en el ejército. Ya en 1856 cuando empezó a aumentarse su efectivo a raíz de la amenaza de la escuadra brasileña del año anterior, el Estado mismo fue el principal cliente de los industriales paraguayos. Van a continuación algunos ejemplos entresacados de un gran número de documentos que lo comprueban:

Marzo 15 - el Estado compra a Braulio Fretes 18 ponchos a 12 reales cada uno, y el mismo mes 44 más a Ramón Corvalán y José Gregorio Molinas, mayordomo de Paraguari, 8 al mismo Fretes y otros 12 a Juan Miguel Nerino.

Y dando un salto de una década, encontramos siempre la misma industria, al servicio de las necesidades públicas. Para muestra, unos botones:

1864, noviembre 28 - Varias partidas de diversos dueños de Atyrá, abonados por conducto del sargento de urbanos de dicha localidad, Francisco Bernal (72 pesos).

Noviembre 26 - 35 ponchos de Yaguarón, abonados por intermedio del sargento de urbanos local, Martín Villalba (175 pesos).

Diciembre 23 - 40 ponchos más comprados en Yaguarón ($ 349); 4 en San José (12 pesos) y 2 en Caazapá el día 26 (8 pesos).

1865, enero 7 - 3 ponchos de Carapeguá (12 pesos); 49 de Villarrica el día 21 ($ 148); 59 de Yaguarón, el día 23 ($ 295); 8 a Tomás Falcón el mismo día a cinco pesos cada uno; 3 a Cándida Ayala ídem., y en febrero 15 del mismo año, 19 más de Yaguarón por intermedio de Dolores Yaharí.

Una vez descubierta la utilización del coco en los tejidos que eran de calidad intermedia entre los de algodón y lana, se llegó a fabricar asimismo ponchos utilizando dicho material. Así, del industrioso pueblo de Piribebuy que hasta hoy día goza de fama en este renglón, se remitió a la capital 62 ponchos del filamento del mbokaja.

No deja de ser curioso que se utilizara así mismo el filamento del “kapi´ipororo”. La necesidad aguza el ingenio y entre los donativos enviados por el no menos industrioso vecindario de Itauguá para socorro de los soldados y heridos, en octubre de 1867, figuraba una partida de camisetas hechas de “kapi´ipororo. (una especie de paja brava).

Esta es la mejor confirmación del viejo aforismo filosófico de que “querer es poder”. Con buena voluntad se puede hacer milagros, máxime en un país lleno de riquezas naturales, inexplotadas ciertamente, pero que sólo esperan el mágico “fiat” para surgir del seno de la nada.

 

4. TEJIDOS DE LANA.

En la enumeración de la industria de los tejidos hechos en el país ocupa también un lugar digno de mención, en escala ascendente de importancia, la lana, que ha desempeñado importante papel en la fabricación del vestuario, si bien no haya llegado a tener el desarrollo que cupo a otros productos similares.

Superior al coco y al karaguata, cuyas aplicaciones recién empezaron a conocerse en los últimos años pre-bellum y no alcanzaron por lo mismo tanto perfeccionamiento ni extensión, la lana, aún cuando no llegó a la importancia que en este orden tuvo el algodón en nuestros viejos telares, ha sido también un factor que no puede menos de ser tenido en cuenta en los tiempos que fueron.

Hoy mismo, con el desarrollo de la ganadería, no ha recuperado aún el papel que tuvo en las aplicaciones directas que exigieron entonces las necesidades del país y sus peculiares condiciones, ya que la cantidad que hoy se produce se exporta como materia prima de ajenas industrias fabriles y no se utiliza en cantidades apreciables ni siquiera en la industria doméstica.

La ganadería y la agricultura, según es sabido, llegaron a tener importancia también en los tiempos pasados en nuestro país cubriendo casi toda la extensión habitada del territorio nacional; pero entonces, lo mismo que ahora ocurre, el ganado lanar productor de esta materia estaba representado por una proporción mucho menor que el vacuno, y así las cantidades de lana aplicables a la industria del tejido no podían tener sino una importancia relativa.

El Estado era también un cliente obligado para los productores de lana a fin de invertirla en la preparación de vestuarios, y de todos los puntos de la república se remitía a sus almacenes por medio de las autoridades locales las partidas disponibles de los vecindarios.

Van a continuación, por vía de muestra, algunas operaciones de este ramo correspondientes a las postrimerías del año 1864, que parece ser cuando empezó a tomar incremento la industria lanar, no habiendo hallado anotaciones de importancia en los anteriores, lo cual no significa afirmar que no hubiesen existido en absoluto, puesto que las indicaciones y anotaciones de nuestros archivos públicos, según lo he demostrado en un estudio especial consagrado al asunto, son sumamente deficientes y se necesitarían muchos años de pacientes y laboriosas investigaciones para ponerlas en orden y hacer posible una consulta completa de cualquiera de los puntos que con nuestra antigua documentación tenga atenencia.

Los ejemplos de la referencia son los siguientes:

El 28 de noviembre de dicho año (1864) se abonó a Dolores Insfrán, juez de paz de la Trinidad, el importe de dos partidas de lana, probablemente de los animales sacrificados para el consumo de la capital, así como también al jefe de San Lorenzo del Campo Grande.

En diciembre 6, al de Acahay, el importe de 56 arrobas de lana ($ 168); en 7 del mismo, al de Caraguatay, 55 arrobas (110 pesos); el 15 por 115 arrobas de lana traídas de Quiindy (230 pesos); en la misma fecha, de Areguá, 24 arrobas (72 pesos y medio); en 16 y 18 pequeñas partidas procedentes de San José y Capiatá; el 19 se adquirió una partida de 60 arrobas y 21 ponchos de Carapeguá por intermedio de José Ignacio Vielma y el mismo día, 52 arrobas y pico de Pirayú (157 pesos con 7 reales); el 23 compró el gobierno 30 arrobas y 10 libras procedentes de Yaguarón ($ 94,1) y 28 venidas de Piribebuy ($74).

En 5 de enero siguiente (1865) llegaron 23 arrobas y 23 libras de Hiaty ($ 71,6).

No se incluye, naturalmente, las partidas de propiedad del fisco procedentes de sus numerosos establecimientos ganaderos.

Las peripecias de la guerra y las que con ella tuvo que sufrir la ganadería explican también que no haya logrado prosperar tanto esta industria, lo que de otro modo hubiera ocurrido indefectiblemente dado el tenaz empeño con que se acometían los trabajos encaminados a proporcionar los artículos de necesidad con la mayor prescindencia posible de los recursos extraños.

Diversas materias colorantes, también de procedencia nacional, se empleaban con éxito en la elaboración de los tejidos de lana contribuyendo a hacerlos vistosos a la vez que útiles. Entre otras deben mencionarse las siguientes, extraídas de diversas plantas silvestres de nuestra rica flora, como ser: el kangai, que proporcionaba hermosos colores granate y amarillo, el bien conocido ysypo-ju, que, cual su nombre indígena lo dice, suministra también un fino color amarillo, así como el mbuyg, el yryvu retyma que produce el negro y el azul y otros cuya enumeración fuera larga e innecesaria por ser conocidos generalmente todavía de nuestros campesinos. Los tejidos de lana han sido también un capítulo remarcable que, puede decirse, ocupa el lugar intermedio en la vieja indumentaria nacional, cuya cúspide ha sido indiscutiblemente el algodón que cerrará la serie de las industrias textiles.

 

Fuente:

CARLOS ANTONIO LÓPEZ.  OBRERO MÁXIMO.

LABOR ADMINISTRATIVAY CONSTRUCTIVA.

Obra de

JUAN FRANCISCO PÉREZ ACOSTA

Edición digital a cargo de BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY

sobre la base de la edición 1948 de EDITORIAL GUARANIA

ASUNCIÓN-PARAGUAY.






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