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JUAN FRANCISCO PÉREZ ACOSTA (+)

  ALGODÓN Y YERBA MATE (Industrias durante el gobierno de CARLOS A. LÓPEZ)


ALGODÓN Y YERBA MATE (Industrias durante el gobierno de CARLOS A. LÓPEZ)

 

 DEFENSA NACIONAL  - CAPITULO I - INDUSTRIAS VARIAS

Por  JUAN FRANCISCO PÉREZ ACOSTA

 

  5. EL ALGODÓN (ÁNTES DE LA GUERRA)

Entre las viejas industrias nacionales hay algunas como el tabaco, la yerba, las maderas y los cueros que no han pasado a la historia, aún cuando la tienen bien extensa, en el sentido de que no han dejado de existir y continúan siendo desde tiempos remotos eficiente factor en la economía nacional.

De dichos renglones, los dos primeros, el algodón y el tabaco, han sido sin duda, y vuelven a serlo ahora de nuevo, los más difundidos como que se conocen y producen en todo el país, en tanto que los otros como la yerba y la madera, bien que de gran importancia, sólo se explotan en determinadas regiones y los cueros requieren capitales y establecimientos que no se hallan al alcance de la generalidad.

Ampliamente difundido el cultivo del algodón por la inmediata y principal aplicación que tuvo en el vestuario y en la industria derivada de la hilandería, hasta las postrimerías de la guerra, decayó por completo en el período subsiguiente como consecuencia no sólo del abandono de todos los cultivos sino también de la introducción en cantidades crecientes de toda clase de tejidos, incluso los de tipo criollo que antes se producían abundantemente en nuestro territorio, y puede decirse que hasta llegó a perderse la noción de su antigua importancia.

A tal punto decayó el cultivo que cuando una empresa de renombre mundial, la casa Dell´Acqua, se propuso fomentarlo de nuevo en nuestro país llegando hasta a establecer maquinarias para tejidos y hacer importantes adelantos, sufrió un doloroso fracaso por no haber podido disponer de materia prima suficiente y tuvo que clausurar su fábrica y su casa con sensibles quebrantos, sin que el apreciable esfuerzo hecho en el sentido de revivir esta floreciente industria del pasado hubiera llegado a dejar en pos de sí otra huella que la del desaliento.

Igual suerte tuvieron otras tentativas aisladas, aunque en menor escala, realizadas para restaurar en nuestro país, algodonero por excelencia y por tradición, el cultivo de tan valioso textil, no obstante haber llegado a escribir uno de nuestros intelectuales más destacados, el doctor Manuel Domínguez, una preciosa monografía a su respecto para alentar su plantación, enumerando y encareciendo sus notorias ventajas.

Hasta se dictó una serie de leyes estableciendo premios y acordando privilegios para los cultivadores de algodón, como la del 14 de septiembre de 1884 que concedía premios en tierras y aún la exención del servicio militar, y constituía comisiones para la distribución de semilla e impresión de folletos instructivos sobre los métodos, cultivo, cosecha, etc. Otras leyes posteriores confirmaron y renovaron estos privilegios al hacerlos extensivos a otros cultivos como el café.

En vano se llenaba el país de excelentes almanaques agrícolas como el del doctor Moisés &. Bertoni. La producción de algodón disminuía en razón inversa al aumento de producción de las leyes de fomento y papeles de propaganda.

Hoy día parece que va a recuperar otra vez su anterior auge. El algodón está nuevamente de moda, no solamente en el Paraguay sino en todo el mundo. Hay actualmente una verdadera fiebre, de esas que pueden determinar un fenómeno de crecimiento y de sorprendente desarrollo.

Hoy se vuelve a hablar nuevamente del algodón con el entusiasmo de tiempos anteriores y la prensa vuelve a llenarse de decretos, de circulares, de instrucciones y de artículos tales como los que llenaban también sus columnas antes de la guerra. En proporción a nuestros actuales medios de publicidad y conocimientos en la materia, no hemos aun sobrepujado a lo que entonces ya se hizo en igual sentido.

La industria del tejido de algodón, según ya se dijo, ha sido una de las más antiguas y extendidas de nuestro país. Una prueba de ello, entre ciento, es que se traían a la capital fuertes partidas de lienzo elaborado en los más lejanos departamentos, en épocas en que no había ni tan siquiera la sospecha de los ferrocarriles que hoy nos ligan con ellos. Así, y sólo para recalcarlo con un ejemplo gráfico, recordaré que en 1796, quince años antes de la independencia, desde el lejano pueblo de Itapuá se trajo a la capital unas noventa piezas de lienzo, conducidas naturalmente en carretas. Hoy ha llegado allí el ferrocarril, pero por él ni por agua ha vuelto a llegarnos piezas de lienzo de fabricación nacional sino de procedencia extranjera.

Por lo interesante del envío, vale la pena puntualizar algunos de sus detalles. Las piezas, debidamente medidas, pesadas, marcadas y clasificadas por lugares de su procedencia, en minuciosos estados, fueron expedidas por Rafael Díaz de los Ríos, quien en nota fechada en Itapuá, a 6 de octubre de dicho año (1796) y dirigida a los Ministros de la real hacienda, acompañada de dos estados, uno de quince piezas y otro de setenta y cinco, le dice que las envía en cinco carretas con diez y ocho piezas cada una, al gobernador Francisco Bruno de Zabala, y a cargo del corregidor de aquel pueblo, Pedro Mbokaja, y del capataz Roque Acosta.

En la primera carreta (conductor Juan Cayaré) se cargó las piezas que procedían del pueblo de Corpus; en la segunda (conductor Hermenegildo Pahayú), se acomodé quince de Santa Ana y tres de Candelaria; en la tercera (conductor Tomás Ibayé), las de Candelaria y Trinidad; en la cuarta (conductor Juan Ñengá), las de Jesús, Santa María y Loreto y en la quinta (conductor Pedro Arasay) todas de Loreto. El total de las noventa piezas traídas con motivo del diezmo, contenían 19.270 varas, o sea, un promedio de 214 varas por pieza.

En la larga noche de la dictadura perpetua, la, industria del tejido de algodón fue una de las pocas que quedaron en pie alimentadas por lasnecesidades del mismo aislamiento y la falta de vestuario que no podíarecibirse del exterior. El aislamiento comercial siguió después hasta la caída deRosas (1852) en que fueron abiertos los ríos al comercio y a la vida; pero nopor eso decayó el cultivo del algodón que llegó a arraigarse en las costumbres,más todavía que en el suelo. Por el contrario, el gobierno siguió fomentándoloy haciéndolo obligatorio aún en los cuarteles y campamentos militares.

Y es que el algodón no era tan sólo la materia prima más importante en la industria del tejido, sino que al igual del tabaco, de la yerba y de las maderas, llegó a ser también un factor de exportación y un rubro de la defensa nacional, que era el ideal predominante y el “leit motiv” de toda la historia patria en esos tiempos, destinándose su producto a aumentar el tesoro para la adquisición de materiales y toda clase de elementos.

De ahí que se le prestara una preferente atención en el cuadro de las preocupaciones nacionales. Cultivar la tierra y hacerla producir era, entonces sinónimo de defenderla y a la vez de engrandecerla. De ahí también que el trabajo y la producción fuesen impuestos tan obligatoriamente como el mismo servicio militar.

Entonces ya se hacía almanaques agrícolas, se impartía instrucciones que eran observadas religiosamente, se publicaba artículos ilustrativos, como los que aparecieron firmados por don Domingo Parodi sobre el algodón y se dictó diversos decretos estableciendo numerosos premios pecuniarios para los que se distinguiesen en su cultivo, ya sea en la cantidad o en la calidad.

Todavía en 12 de febrero de 1867, un decreto estimulando la plantación del algodón, acordaba 322 premios, de los que 311 eran para los que presentaran mayor cantidad de algodón de su cosecha, siempre que fuese de buena calidad, y 11 especialmente para los que produjeran las mejores clases.

Los de mala calidad estaban excluidos de todo premio. Las recompensas ofrecidas variaban de $ 8.000 a $ 50, habiendo premios de cinco, de tres y de un mil pesos, y los del otro grupo variaban de mil pesos para abajo.

Diversos avisos publicados en el mes de octubre de 1868 daban cuenta de la llegada de 300 sacos de semillas de algodón procedentes de los Estados Unidos, de las clases Sea Island, análoga a la que se cultivaba en el país y Upland. Con la misma remesa llegaron cuatro gruesos volúmenes con instrucciones para el cultivo, de la obra “Working farmer”, para ser traducida y divulgada en el país.

Así, pues, todo lo que hoy día se hace en esta materia, contada como se cuenta, con mayores recursos y facilidades, es apenas un remedo, o a lo sumo una reproducción de lo que ya entonces se hacía en el viejo Paraguay.

Los minuciosos y completos cuadros generales que impresos en 1863 de los cultivos de aquel año se conservan todavía, por fortuna, acusan en el primer semestre de dicho año una existencia de 778.480 liños sembrados de algodón y en el segundo semestre, que corrió algo desfavorable, 736.331 liños, al 80 de septiembre, en que se computaba el año agrícola, y cuando estaba recién por comenzar la nueva siembra.

En el primer semestre de 1866, ya en plena guerra, antes del decreto de premios y estímulos referido, la estadística de los cultivos arroja 666.749 liños de algodón, ¡cuyo cultivo estaba todavía en pleno vigor!

Nada mejor para poner en relieve su importancia, que las siguientes correspondencias que damos en extracto, en la imposibilidad de reproducirlas in extenso.

En nota del 6 de mayo de 1863 del gobierno paraguayo (departamento de guerra) a sus agentes en Londres, los señores Juan y Alfredo Blyth, que tantos y tan buenos servicios prestaron al Paraguay, se les decía lo siguiente: -“El señor Egusquiza (agente en Buenos Aires) tiene orden de enviarles 1.500 libras de algodón limpio para ese mercado, como muestra de la primera cosecha de algunos departamentos. Si el barón (aludía a Rotschild) quisiera tomar algún interés en este artículo, no dudo que lo hará conocer ventajosamente”.

En la del 21 de septiembre del mismo año a Egusquiza le hablaba de la llegada de la semilla de algodón pedida al cónsul de New York, así como la prensa y maquinarias de desmotar que el “Paraguarí” condujo a ésta.

En otra del 6 de diciembre a los señores Blyth, se les habla del satisfactorio resultado de una muestra de algodón, habiendo sido de 120 libras esterlinas el producto neto de unos trece bultos de dicho artículo, y agrega lo siguiente: - “Todos alimentamos la esperanza de que en breve tiempo podrá el Paraguay entretener en Inglaterra un valioso comercio de esta producción cuya cultura el gobierno promueve con todos los medios a su poder”.

Y en 21 del mismo mes les escribía que era .muy satisfactoria la relación de Pérez (aludía a Jerónimo Pérez) referente al algodón del país, enviada por dicho compatriota al Ministerio de Relaciones desde Europa, dando cuenta del éxito que prometía este noble renglón”.

Tal sería en efecto, la fama que empezó a cobrar rápidamente que ya en 15 de mayo de ese año (1863) se recibió desde Montevideo, suscrita por el representante de una poderosa Compañía, una oferta con el compromiso de establecer un banco en ésta para hacer adelantos a los productores y aún a traer obreros y familias si en el país no hubiese suficientes brazos para una producción en vasta escala.

El capital de dicha compañía aunque fijado en veinte y cinco millones de francos, era en realidad ilimitado, según puede leerse en el texto de dicha propuesta que se transcribe como apéndice.

¿Fue ella tomada en consideración? También contenía la propuesta de instalar varias usinas desmotadoras en los departamentos. ¿Fue desestimada?

¿Por qué no se llevó a cabo tan magno proyecto, que era superior al aporte y al concurso que hoy mismo podrían prestar en esta materia nuestro Banco Agrícola y todos los actuales bancos juntos...? Probablemente al gobierno no le convenía desprenderse de un recurso que tanto prometía y con el que contaba para afrontar las eventualidades que ya por entonces se cernían amenazadoras en el horizonte, entregando en cambio a una empresa privada tan valiosos recursos.

Es una hipótesis que hacen admisibles las circunstancias y antecedentes y el sistema de rigurosa nacionalización de otros productos análogos, que como aquél destinaba el gobierno a hacerse de recursos y de elementos.

Hoy, por una combinación de circunstancias favorables aunque en parte extrañas a nuestro esfuerzo, estamos otra vez en buenas vías en materia de producción algodonera. Es de esperar que alguna vez el algodón recupere también no sólo su antigua importancia como cultivo y como fuente de riqueza, sino también su antigua función en la industria del tejido nacional.

Nota: Estos votos se han visto realizados posteriormente con la instalación de varias hilanderías y el aumento del cultivo de dicho textil.

 

 APENDICE 

Montevideo, mayo 15 de 1863.

Exmo. Sr. Ministro de Hacienda de la Repca. del Paraguay, Don Mariano

González.

Exmo. Señor:

El Sr. D. Juan J. Brizuela me ha comunicado verbalmente la contestación que V. E. se dignó dar a la carta que le dirigí en fha. 13 de abril último.

Me es sumamente honroso y satisfactorio poder entrar en relación directa con V. E. para tratar de un asunto de tanta importancia como lo es también la benévola acogida que ha tenido mi 1ª comunicación.

Antes de apersonarme a V. E. creo deber darle a conocer que la sociedad algodonera últimamente fundada en París, tiene en vista el fomento de la producción del algodón en donde se puede cultivar con éxito.

Su capital, aunque fijado en veinte y cinco millones de francos, no tiene límites, y nada es más honroso que las personas que la encabezan.

Me permito solicitar la indulgencia de V. E. por las faltas de estilo que pudiera cometer y paso a exponer en pocas palabras cuáles serán los procedimientos de la compañía.

Para fomentar el desarrollo de la producción indígena, lo primero será establecer un Banco especialmente destinado a hacer adelantos a los que se dedicarán a este precioso cultivo y dotado del capital metálico suficiente a este objeto.

Lo 2º., crear en los principales Departamentos productores, las usinas necesarias para la elaboración del algodón con todos sus accesorios hasta ponerle en estado de embarque.

Y finalmente si, como V. E. se ha servido indicármelo, hubiere falta de brazos, la compañía se haría ella misma productora, introduciendo al efecto la cantidad de familias que sea requerida en los terrenos que el Exmo. Superior Gobierno tuviera a bien concederle.

La compañía no abriga ninguna pretensión que no sea racional y si, como lo espero, me cabe la honra, de celebrar una contratación con el Exmo. Gobierno de la República, anticipo a V. E. que será con arreglo a los intereses y conveniencias de todos.

En vista de lo expuesto ruego a V. E. tener a bien decirme directamente, lo que el Exmo. Gobierno está dispuesto a hacer para estimular la compañía a implantar en el país esos valiosos establecimientos.

Y si, para economizar tiempo, V. E. se dignase comunicarme algunos datos sobre la producción de algodón en la República, acompañándolos de algunas muestras de la materia prima y de tejidos hechos con ella, le quedaría en extremo agradecido.

Siendo la contestación de V. E. conforme a mis deseos y esperanza, me trasladaré sin demora a esa Capital.

Tengo el honor, Señor Ministro, suscribirme de V. E.. Su muy atento servidor.

L. Monnt

 

6. LA YERBA MATE

Cerraré con la yerba mate la primera serie de nuestras industrias derivadas de los reinos vegetal y animal, habiéndome ya ocupado anteriormente de los productos textiles (coco, chaguar, lana, algodón, tejidos y papel de imprenta) para continuar después con los demás enunciados que acaso ofrezcan mayor interés que los primeros.

Dejo de mencionar la producción de tabaco, del trigo y otros importantes renglones de nuestra producción agraria, lo que se hace en forma global al mencionar los cuadros de los cultivos de antes y durante la guerra, como complemento estadístico de los datos sobre el algodón.

Si éste sirvió de vestuario a nuestra población ya desde los tiempos del coloniaje, la yerba mate, una vez conocida y difundida su consumo, fue también de gran aplicación y utilidad para el sustento, sobre todo desde que los misioneros jesuíticos, dándose cuenta de su excepcional valor, se dedicaron a su explotación y comercio en gran escala, propagándola en todos estos países donde sus cualidades son bien apreciadas.

Después12 de la expulsión de dichos religiosos, una cédula real del 28 de diciembre de 1743, limitó la producción de yerba mate en las misiones a doce mil arrobas. Hoy día, también se limita la producción y cultivo en la Argentina.

Poco después (La bula de expulsión de los jesuitas fue firmada por el Papa Clemente XIV en 1773. Los hechos narrados por el autor deberían entenderse como “Poco antes de la expulsión..”) , en 22 de diciembre de 1757, el Cabildo de Asunción significaba al Rey la necesidad del estanco de la yerba para atender las necesidades de la provincia y en 8 de diciembre de 1760 el gobernador San Just, abundando en las mismas manifestaciones, decía que con esa medida se conseguiría que los forasteros no se llevasen sus beneficios, proponiendo se impusiera a los asentistas doce mil pesos anuales que serían destinados a obras públicas. No obstante, el Consejo de Indias no accedió a estas solicitaciones por haber tomado ya providencia en el sentido de evitar los abusos a que daba lugar el cambio de yerba por géneros, prohibiendo en consecuencia que se trajeran al Paraguay brocatos, tapices y otros artículos finos para esta especulación.

Al producirse la independencia, el comercio de la yerba mate fue objeto de estipulaciones especiales en el famoso tratado del 12 de octubre de 1811, encaminadas a levantar los gravámenes de que era objeto, cuyo producto en la Argentina se destinaba a hacerse de recuraos y de elementos de defensa a expensas del país productor.

Si el impuesto al té fue motivo de serios rozamientos y de abiertas rebeldías en las entonces colonias inglesas en Norte América, contribuyendo su disconformidad con el régimen aduanero británico a su respecto a producir su segregación final, la yerba mate, que es el delicioso té del Paraguay, ha desempeñado por singular coincidencia un papel análogo al fomentar, con las injustas y excesivas gabelas de que fue objeto en la Argentina, como el tabaco, la segregación definitiva del Paraguay, por las odiosas restricciones que avivaron el espíritu localista de protesta y de resistencia.

Los territorios productores de yerba mate, verdaderas minas de oro en polvo (“mineros” se llama a los que trabajan en los yerbales), fueron siemprecodiciados y disputados al Paraguay desde antes de la emancipación y susobrajes fueron objeto de frecuentes asaltos.

Una comunicación, entre tantas, del comandante de Concepción, José Miguel Ibáñez, de 6 de diciembre de 1.790, daba cuenta de un ataque de losindios a los obrajes yerbateros de esa jurisdicción, de Santiago Caballero,Antonio Álvarez y otros. Como se sabe, los malones de los indígenas en esaregión eran instigados y ayudados por los codiciosos mamelucos y en tiemposde la Junta Gubernativa, hubo que enviar contra aquellos una seria expediciónencabezada por su vocal secretario, don Fernando de la Mora, en defensa delas intereses y de la misma paciente nacionalidad, amagada constantementeen esa dirección, tanto entonces como antes lo fuera y lo siguió siendodespués.

Todavía en 24 de noviembre de 1863, el comandante de Villa del Rosario, José Ignacio Ojeda, al dar cuenta de la gran bajante del río y de la sequía reinante, hablaba de medidas preventivas que se veía obligado a adoptar ante un posible ataque de los indios, especialmente a los obrajes de yerbales.

Estos habían llegado a tomar gran incremento, como los patentiza el informe que el entonces ministro de Hacienda, Mariano González, presentó en fecha 9 de abril de dicho año (1863), con una minuciosa relación demostrativa de los que tenían a la sazón beneficios de yerbales en exportación, siendo su parte pertinente del siguiente tenor:

“Razón que el Ministerio de Hacienda ha formado para presentarla al conocimiento del excelentísimo señor Presidente de la República, de la existencia de yerba que hay en los beneficios, con expresión del personal de cada beneficiador, según los informes que han remitido las respectivas autoridades de los lugares en que se trabaja yerba y corresponde al mes de marzo ppdo”.

 

BENEFICIADORES DE YERBA MATE EN 1863:

(Pulse sobre los textos para ver las siguientes planillas)

1. Villa de Concepción . Villa de San Pedro

2. Villa de San Isidro . Villarrica

3. San Joaquín . San Estanislao . Ihu . Carimbatay

4. Resumen

 

De la presente razón resultan treinta y nueve beneficios de yerba con el personal de ochocientos cuatro hombres que tienen catorce mil setecientos doce arrobas de yerba atacadas y diez y nueve mil trescientos veinte y dos arrobas empercheladas, haciendo en total treinta y cuatro mil treinta y cuatro arrobas.

Las comunicaciones oficiales de la época son muy optimistas respecto del buen precio obtenido por la yerba fuera del país y los pedidos que se recibía.

Entre otras cambiadas con los agentes del país en el exterior, mencionaré las enviadas en los años 1863 a 1865 a Pedro Lindor Ramayo que se encargó de colocar varias partidas en Corumbá, obteniendo el precio de $ 6 por arroba (Notas del 21 de agosto de 1863 al mismo). En oficio del 10 de septiembre se le decía que no se pudo enviar todo el pedido por la escasez del artículo, debido a la extraordinaria bajante de los ríos interiores y a la sequía, que impedían el transporte a la capital. La del 21 de enero de 1864 constata que el buen precio y demanda se mantenía y en la del 1º de enero de 1865, ante nuevos pedidos, se le manifiesta la imposibilidad de hacerle más remesas. El señor Ramayo también desempeñó la agencia de los vapores nacionales en Rosario (1864).

La importancia que llegó a, tomar el comercio de la yerba, de cuyas existencias el Estado era el comprador, se demuestra por la siguiente lista de personas que se dedicaban a venderla al fisco antes de la guerra, extraída de un gran número de documentos, sin que desde luego sea completa. Va sólo a título de muestra.

 

LISTA DE LOS PRINCIPALES VENDEDORES DE YERBA AL FISCO.

(1853 al 1865).

*. Álvarez, Ignacio; Aguayo, Salvador; Aguirre, Juan de Dios; Aquino,

Tomás.

*. Báez, Valeriano; Bareiro, Cándido; Bareiro, Francisco; Barrios, Ceferino; Barrios, Francisco; Barrios, Vicente; Benítez, Gregorio (1853); Benítez, Gumersindo; Benítez, Juan Francisco.

*. Caballero, Dámaso; Candia, José; Carísimo, Rosendo; Espínola, Francisco.

*. Falcón, Antonio; Fernández, Telésforo; Ferreira, Telmo; Figueredo Pablo; Frutos, Francisco.

*. García, Vicente; Garrido, Francisco; Gauto, Justo; Godoy, Julián; Gómez, Isidro; Gondra, José Adeodato; González, Aniceto; Gray, Domingo.

*. Hermosa, José María; Ibarra, Sebastián; Irigoyen, José Ciriaco; Iturbe, José Matías.

*. Jara, Felipe; Jovellanos, Bernardo; Jovellanos, José, Jovellanos, Pablo.

*. López, Benigno; López, José María.

*. Maíz, Rosendo; Mareque, José; Martínez, Clemente; Miers, Miguel; Milessi, Ramón (muchas partidas); Miltos, Benito; Moles, Domingo.

*. Núñez, Ventura; Ocampo, José Tomás.

*. Pando, Vicente; Paredes, Sebastián; Piripoty, Juan de la Cruz; Pereira, Manuel Blas; Pereira, Sinfonriano; Pérez, José María.

*. Queirolo, Angel (italiano); Quiñónez, Lázaro.

*. Ramírez; Antonio; Recalde, Eustaquio (yerba y cal); Recalde, Felipe; Recalde, Luis; Rivera, Claudio; Ríos, Casimiro; Rivarola, Felipe; Rolón, Feliciano.

*. Saguier, Fernando; Saguier, Carlos (frecuentes y fuertes partidas); Saguier Hermanos; Sánchez, Feliciano; Sánchez, Manuel; Sión, Leonardo; Sosa, Guillermo (varias); Sosa, Ignacio (ídem); Sosa, José María.

*. Téllez, Gregorio (de V. del Rosario); Uribe, Florencio.

*. Valiente, Bernardo (varias); Valiente, Daniel (yerba elaborada en las Cordilleras, a 18 reales la arroba); Velilla, José; Villa, Ciriaco; Villalba, Daniel y Juan M. (yerbas de las Cordilleras); Villalba, Cosme; Villalba, Guillermo (muchas partidas); Villalba, Juan Manuel (varias).

*. Yasucá, Laureano; Zabala, José María.

 

***

Repito que esta lista de comerciantes o simples intermediarios, no es completa y sí sólo muestra del incremento que llegó a tener este comercio.

Bien sabida es la importancia que está adquiriendo en el viejo continente donde ha sido objeto de análisis, estudios y publicaciones numerosas, preconizándose hoy día ya desde la gran guerra europea, su uso en los ejércitos, donde acaso esté llamada a reemplazar ventajosamente al mismo té del Asia.

El rey de Prusia, Federico Guillermo, fue uno de los primeros que empleó en su corte la yerba mate. En Alemania se ha hecho a comienzos ya de este siglo felices ensayos en forma de pastillas comprimidas, licores, refrescos, y otras formas de expendio, y no es difícil que llegue a ser también el té aristocrático, como lo es desde mucho tiempo atrás el té de los pobres y lo ha sido siempre el desayuno de nuestros soldados, y muchas veces el único sustento de los esforzados hacheros y de los exploradores del desierto.

La yerba mate, producto genuinamente paraguayo, es de los que tienen historia, esto es, pasado, y también un vasto porvenir.

Nota.- Sin posibilidad de mencionar aquí su extensa bibliografía, debe citarse dos estudios recientes, uno del ingeniero Francisco H. Range, en el mes de julio de 1923 en la .Revista de la Sociedad Científica del Paraguay. (Nos. 4 y 5), y titulado .Análisis del Té del Paraguay o Yerba-mate. y la reciente conferencia de don Gustavo Sosa Escalada, efectuada bajo los auspicios del Instituto Paraguayo y del Departamento Nacional de Ingenieros sobre La destrucción de nuestros yerbales.

Entre los trabajos más importantes sobre el tema merece una especial mención el del profesor paraguayo César C. Samaniego, titulado Ilex Paraguayensis, Yerba-mate-Caá.

En la Argentina, la revista Agronomía, de la Dirección de Agricultura, en su número de abril de 1941, ha publicado un trabajo del ingeniero agrónomo Enrique C. Clos, Bibliografía anotada, sobre yerba mate, con mención de 233 títulos de trabajos, sin incluir los 260 que menciona la bibliografía de la yerba mate de Sparn de 1937 (Nº 214).

 

 

7. MÁS SOBRE LA YERBA MATE.

El informe del Ministerio de Hacienda sobre los beneficios de yerbales, cuyos cuadros se ha dado a conocer, correspondiente al año 1863 en que tan notable incremento tuvieron los trabajos rurales, como lo evidencian las estadísticas agrícolas de dicho año, publicadas con anterioridad, si bien incluía los plantíos y árboles frutales, no comprendía las plantas de yerba por donde los cuadros de la referencia complementan un importante renglón de la producción nacional de aquella época.

La yerba y el tabaco principalmente, eran los rubros que suministraban mayores recursos para la adquisición de elementos y materiales, y últimamente también empezaba a contribuir el algodón.

En recientes publicaciones se ha hecho mención del obsequio de una partida selecta de yerba que el gobierno de Asunción dispuso enviar a &. M. Guillermo I, rey de Prusia, con quien por otra parte, se gestionaba la adquisición de cañones Erupp, por intermedio del representante del Paraguay en Francia don Gregorio Benítez y del cónsul en Berlín, barón Alfredo du Graty, y a este respecto, es digno de recordación que en nota del 6 de febrero de 1864 del gobierno paraguayo a sus agentes en Inglaterra, en relación con la obtención de recursos a base de productos nacionales, se les decía lo siguiente: “He tomado nota de la solicitud muy oportuna y prudente que ustedes han dirigido a la casa Rotschild y de su contestación sobre la venta de tabaco (y a la que también se había encargado de colocar y financiar la cosecha de algodón, según se recordará). El mismo artículo (tabaco, agrega la nota) se ha vendido en Bélgica y Alemania con notable ventaja y rapidez habiendo sido encargado dü Graty de Bruselas”.

Y hecha esta digresión incidental para acentuar el importante papel que en esos momentos jugaba la producción paraguaya en Europa y también en el Río de la Plata, para allegar medios a la defensa nacional, en cuya misión la yerba ha tenido siempre un alto exponente, va otra lista de beneficiarios de yerba del año 1855, correspondiente al departamento de San Pedro, según un parte de la respectiva autoridad, datado en 21 de mayo de dicho año y suscrito por Hermenegildo Quiñónez, el cual hace ver que existía ya por entonces en esa jurisdicción una buena cantidad de obrajes de yerbales que, con el competente permiso, explotaban Ramón Milesi, José Tomás Ocampos, Bernardino Denis, Ramón Candia, en sociedad con Dámaso Sosa, Antonio María Córdoba en sociedad con José de Mata López, José Domingo y Pablo López, Cayetano Bazán con Francisco Riveros (¿Rivera?), Vicente e Isidro Ferreira, Vicente Castillo, Dámaso Caballero, Eduardo Villalba, José Antonio Fretes, Benigno Díaz en sociedad con Apolinar Riera y con Francisco Franco, y José Joaquín Reyes.

Cuando la epidemia del cólera apareció en el curso de la guerra, hizo publicar (15 de enero de 1868) unas “instrucciones prácticas para el cuerpo médico del ejército”, al pie de las que se lee la siguiente advertencia:

“Nota.- La coca de Bolivia, y la yerba mate del Paraguay han obtenido gran mérito terapéutico y profiláctico; quiera Dios algún día descubrirnos el antídoto de este mal asombroso”. Trasladamos esta indicación textual de dicha circular a nuestra autoridad sanitaria.

Y a los que, despreciando el prosaísmo de la vida, prefieran las nobles expansiones del espíritu, se pueden recetar algunas poesías que fueron dedicadas al mate, lo mismo que al cigarro y que vieron la luz en aquellos tiempos ya lejanos en que la yerba y el tabaco fueron los grandes aliados de la patria.

Fuente:

CARLOS ANTONIO LÓPEZ.  OBRERO MÁXIMO.

LABOR ADMINISTRATIVAY CONSTRUCTIVA.

Obra de

JUAN FRANCISCO PÉREZ ACOSTA

Edición digital a cargo de BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY

sobre la base de la edición 1948 de EDITORIAL GUARANIA

ASUNCIÓN-PARAGUAY.






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