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Roberto Amigo

  “LAS TORRES GEMELAS” - Por Roberto Amigo - Domingo, 05 de Septiembre de 2021


“LAS TORRES GEMELAS” - Por Roberto Amigo - Domingo, 05 de Septiembre de 2021

“LAS TORRES GEMELAS”

 

Por Roberto Amigo

 

La semana que mañana se inicia estará teñida por el recuerdo del atentado que, hace 20 años, cambió el curso de la historia. No somos los mismos desde aquel 11 de septiembre de 2001. Las reglas de convivencia en el espacio público cambiaron para siempre y la presencia del otro, como cuerpo, como equipaje o como idea, se volvió una amenaza permanente. El arte contemporáneo ha reflexionado sobre ese momento. En Paraguay, Osvaldo Salerno reeditó aquel impacto, cuyos ecos llegan hasta hoy, en una obra que el historiador Roberto Amigo analiza en este artículo.

 

 

 

Osvaldo Salerno. "Las Torres Gemelas", 2004-2005. Cortesía

 

Con Las Torres Gemelas Osvaldo Salerno llega al final del camino; aunque conoce de antemano los riesgos del trayecto igual lo ha seguido, sabiendo que el recorrido no es recto, lineal, sino sinuoso y que concluye en sí mismo, sin salida.

Escondido tras la autonomía de cada una de sus obras, y a pesar de su tendencia analítica, Salerno es un artista sintético: los objetos que trabaja, las ideas que desarrolla, se implantan en la matriz común establecida de antemano. Sus obras se entrelazan en una fina urdimbre, y en cada punto del tejido se fortalece el nudo interpretativo, la trama. Es sintético porque la reunión de sus obras compone un todo, cuyo resultado es de tipo intelectual. Sintético, también, en el sentido biológico: desde lo simple produce conjuntos complejos. Por eso están allí Las Torres Gemelas: para advertir que solo el acto de apropiación radical puede dar cuenta interpretativamente de la totalidad de su producción, no con la intención de su comprensión histórica, sino con la certeza que ofrece la necesaria mirada brutal sobre ella. Salerno realiza el gesto mesiánico de sacrificarse como sujeto hacedor; necesita desarmar la complejidad creciente de su práctica artística, reducirla al mínimo, ya que los elementos simples que venía controlando han dado ya las posibles combinatorias.

El azar permitió que haya encontrado un objeto de otro para hacerlo suyo, y producir el corte epistémico. Desde su pensamiento visual consolidado, el “hacer artístico Salerno”, resuelve saltar al vacío: discutir la posibilidad, validez y criterio de verdad de lo artístico. ¿Qué elementos estilísticos aceptamos como ese hacer propio?: la negación del virtuosismo técnico, la afirmación del molde y variación en la copia, la reflexión sobre la mirada y la cita, la historicidad política y sexual de los cuerpos, la conciencia del discurso institucional sobre lo artístico; y la presencia física del objeto, acorde con la necesidad de su materialización espacial.

La elección de Las Torres Gemelas, un objeto del kitsch político, para esta operación visual es central, ya que representa el atentado del 11 de septiembre de 2001, fecha que entierra definitivamente el siglo XX. Las Torres Gemelas está realizada con elementos simbólicos de la velocidad capitalista: el automóvil y la informática. En la periferia, esa velocidad se mitiga hasta envejecer obsoleta: las torres neoyorquinas son representadas con partes del radiador de un automóvil Mercury del año 1951, erguidas sobre una placa madre IBM de la década del ochenta. Aunque posiblemente la elección no haya sido intencional, ambos elementos pertenecen al tiempo en que esas industrias motorizaron la recuperación del capitalismo, luego de las respectivas crisis. Contra ellos, la factura del avioncito de madera, toscamente tallado, se incrusta en una de las torres para quedar fijo como en el instante televisivo.

 

Osvaldo SalernoLas Torres Gemelas, 2004-2005, materiales diversos, 33 x 34 x 25 cm. MAVI, Santiago de Chile, 2005. Cortesía

 

Es un artista que desdibuja el límite: siempre hay algo más de lo que creemos ver. Oculta el puñal bajo el poncho para evitar que sepamos la dirección del ataque y sorprendernos indefensos. Así, con astucia, sabe que el acto de apropiación debe ser llevado al extremo del no retorno: Las Torres Gemelas es tapa del catálogo e imagen pública de la exposición Los nombres, realizada en Santiago de Chile en 2005-2006, curada por Ticio Escobar, en la que se exhiben obras de treinta años de producción.

La propiedad del objeto define la autoría –se somete aquí el discutible derecho museográfico de nominar–, la posesión del objeto legitima la exhibición y la elección del dispositivo por el cual será visualizado por el público. La institución artística (reducida en el capitalismo tardío al dispositivo museográfico y al mercado) valida el acto que desnuda el “arte” como circulación del capital monetario y simbólico. Salerno se apropia de este ensamblaje de Pablo Luces Contreras sin asumir críticamente la historicidad “Duchamp” (no permite pensarlo ni como ready made ni objet trouvé). Si la inserción en el sistema erudito de las artes define la sustancia del objeto, lo extremo de la posición no es el acto de apropiación material, sino el mantener la referencia de la autoría del objeto expuesto. Simplemente procede: convirtiendo en banal cualquier comentario sobre autoría, originalidad y creatividad; toma para sí no solo el objeto y su mensaje, sino también la práctica artesanal popular y el sujeto. La apropiación es siempre arma de doble filo: puede fagocitarse a sí misma si el acto no tiene el soporte intelectual necesario. La apropiación del sujeto es aquí institucional, consiste en un doble juego sobre la autoría: al momento que la obra es apropiada y exhibida, también lo es la autoría del objeto como situación de exposición. Así, algunos de los elementos habituales de la producción de Salerno (la cita, la materialidad, la tensión conceptual, el simulacro) se radicalizan para establecer un “hacer artístico (no) Salerno”; es decir, eliminarse como sujeto manualmente hacedor en un escenario local donde el arte es valorado por la habilidad plástica original del sujeto.

 

El artesano Pablo Luces Contreras con su objeto antes de ser terminado, 2003. Cortesía Justo Pastor Arredondo

 

Las Torres Gemelas modifica el horizonte de lectura: la escena representada es fácilmente reconocible por cualquier espectador, funciona como una repetición bastarda del atentado trasmitido por los medios de comunicación. El hecho asombró por la simpleza de utilizar aviones secuestrados, en el territorio de la sofisticación tecnológica de la industria armamentista, para estrellarlos contra objetivos elegidos por su valor simbólico. La obra de Luces Contreras potencia esa sensación de la máxima ganancia visual con elementos simples, más aún al haber trabajado con desechos urbanos. Salerno sabe que ese procedimiento facilita el acto de apropiación, ya que el uso de elementos simples en toda su potencialidad visual es un aspecto de su obra, aunque en el caso del artesano popular es producto de un recurso rústico.

El acto de apropiación es paradójicamente una reducción y una ampliación de su valor. Salerno establece la predominancia del valor de cambio cuando asume el derecho de exhibir su compra como obra propia, pero en el mismo hecho le agrega valor simbólico al establecerla definitivamente en el espacio del arte erudito. No integra Las Torres Gemelas al discurso museográfico sobre lo artesanal –que conoce en profundidad– ni intenta validar el kistch político, sino simplemente modifica su cualidad. En esto consiste la radicalidad del acto: subvertir la cultura popular para transformarla en arte erudito, sin modificar su apariencia, sino su fenomenología [1].

La artesanía apropiada da cuenta del hecho establecido en nuestras cronologías, fácilmente reconocible; sin embargo, la acción de Salerno anula la literalidad del objeto al constituirse en otra “cosa” por el contexto de exhibición. Paul Virilio ha señalado el cambio que ha producido el derrumbe de las Twin Towers en la subjetividad global: desde su caída mediática todo accidente será percibido como un atentado, porque en New York se produjo una confusión inicial a causa de la utilización de vehículos que camuflaron el hecho como un accidente [2]. Si aceptamos que estamos inmersos en una nueva etapa del miedo, del “desequilibrio del terror” por el fin del esquema de guerra del siglo XX, los artistas tienen el desafío de dar cuenta de la nueva subjetividad que esta situación ha creado. La opción elegida por Salerno suma a la representación del atentado (es decir, el asunto histórico) la modificación –mediante la apropiación de obra y sujeto– de la libertad de creación como valor individual (en una coyuntura de “democratización” capitalista de las artes, aceptada por el fin de los discursos estéticos totalizadores).

Salerno usa la obra de otro como arma para atentar contra los mecanismos de legitimación del arte erudito; en este aspecto su metodología es similar a la de los suicidas. Tal vez sea arriesgado afirmar que es conceptualmente un suicidio artístico. Al apropiarse de Pablo Luces Contreras (un nombre más que sugestivo) obliga a pensar este acto como un atentado a las propias certezas y racionalidades; la obra necesariamente debe ingresar en la inseguridad de los tiempos contemporáneos, sin posibilidad de redención estética. Toda obra debe parecer un accidente, aunque sea un atentado.

 

Notas
[1] Salerno, con Las Torres Gemelas no violenta su práctica curatorial, siempre atenta al valor y percepción de las artesanías, porque ha logrado separar con claridad los campos de su acción.  Recordemos su acción fundadora en el Museo del Barro de Asunción.
[2] Paul Virilio, “El museo del miedo”, en Página 12, 8 de diciembre de 2002, suplemento Radar. Entrevista de Octavi Martí. Paul Virilio refiere a la exposición Ce qui arrive que preparaba para la Fundación Cartier de París. En 1993 analizó el primer atentado al World Trade Center, ocurrido ese año, sugiriendo ya algunas de las cuestiones planteadas luego de 2001. Véase Paul Virilio, Un paisaje de acontecimientos, Buenos Aires, Paidós, 1997.

Nota de edición
El presente texto es parte del ensayo La inminencia. Ejercicios de interpretación sobre la obra de Osvaldo SalernoCAV/Museo del Barro, Asunción, 2006.

 

Roberto Amigo (Buenos Aires, 1964) es historiador del arte, autor de numerosos ensayos sobre arte rioplatense de los siglos XIX y XX. Es el autor del guion curatorial del Museo Nacional de Bellas Artes (Asunción).

 

Fuente: www.elnacional.com.py

Sección CULTURA

Domingo, 05 de Septiembre de 2021

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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