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Jorge Ocampos Roa

  ONIROMANTES DE JORGE OCAMPOS - Comentario de VICKY TORRES


ONIROMANTES DE JORGE OCAMPOS - Comentario de VICKY TORRES

 

 

 

 

Pasta acrílico - 100 cm. x 80 cm.

Año 1997 - pág. 205 del libro "Ars Longa" de Vicky Torres

( comenta sobre el artista en la pág. 108 )

gentileza de la Editorial Arandura

También figura en el libro "GENTE DE ARTE producción de los `90"

 

 

 

COMENTARIO

"ONIROMANTES", DE JORGE OCAMPOS

 

Los sueños están estrechamente emparentados con el arte, ambos -arte y sueño- con el misterio, con aquello que, por extra„ y radicalmente diferente, sugiere la realidad de otros mundos o la omnicomprensión de mundos distintos en un cosmos totalizador que, al mismo tiempo, aterra y embelesa: cielo e infierno confundidos. Desde siempre, los sueños han formado parte de la preocupación de los hombres. Las antiguas civilizaciones contaban con especialistas en descifrar su significado. El bíblico José, que debió su fortuna en el Egipto de los faraones a su habilidad de oniromante, es el más viejo antepasado conocido de Freud y los freudianos de nuestro siglo, aun cuando estos puedan encontrar sus más claros antecesores en ciertos clásicos de la interpretación de los sueños, como Artemidoro de Efeso. Y es que los hombres siempre hemos visto en los sueños, como en el arte, la posibilidad de penetrar en el misterio y revelar al mundo sus secretos. No es extraño, por lo mismo, que en el arte haya estado siempre, de una y otra forma, presente el sueño. Lo está de una manera evidente en las magníficas y misteriosas formas de Hieronimus Bosch y lo está, aún de una forma más explícita y clara, en los surrealistas, tan influidos por lo onírico como por las partes más oscuras del inconsciente.

 

Sin ser surrealista, ni pretenderlo, Jorge Ocampos ha tratado de penetrar en los misterios del sueño desde su quehacer de pintor. No del sueño en tanto que espacio libre de todos los tabúes e inhibiciones en el que campea por sus fueros el inconsciente, sino en tanto que simple acto de dormir. El pintor no representa aquello que sus personajes sueñan, viven, ven o imaginan mientras sueñan, sino a estos arrojados sobre hamacas y vencidos por el sopor; pero no por ello el acto mismo de dormir crea una atmósfera menos misteriosa y atractiva. Las diversas posiciones que sus personajes adoptan en los cuadros de Ocampos -tumbados, sentados, de pie apoyados sobre algo, una azada, por ejemplo- cobran en el espacio ordenado de sus cuadros un sentido diferente al usual y nos permiten entrever en el horizonte teñido de colores fortísimos algo de lo que en ese momento pasa, como una sombra o como un destello, por sus mentes. En algunos cuadros, algo de ello está explicitado (un toro, por ejemplo), aun cuando sea en aquellos en los que nada está sugerido, en los que nuestra propia imaginación de observadores de sueños puede más fácilmente convertirnos en oniromantes.

 

Oniromante es, en efecto, el adivino o intérprete de los sueños, el título de la muestra que Jorge Ocampos nos presenta en la Galería Latina no alude a su función de pintor ni a la función de los demás artistas, sino a la propia capacidad adivinatoria del observador de sus cuadros. Jorge Ocampos establece, así, una tácita complicidad con el observador, un acuerdo que todos -artistas y observanos vemos obligados a respetar. No son, en efecto, oniromantes sus personajes. Tampoco lo es él. Él hace que los oniromantes seamos nosotros, los espectadores: intérpretes del arte y del sueño al mismo tiempo. En otras palabras, en Ocampos, arte y sueño devienen, en cierto modo, sinónimos. Para él, el arte es una cierta forma de soñar la realidad.

 

Ya hemos señalado en otra ocasión que «la estética de Ocampos se funda en la fuerza, en la violencia con que desnuda sus interiores, en la furia con la que hurga en sus raíces». Ahora queremos ir un poco más allá. A ello nos obliga un cambio notorio en su forma de trabajar. El Ocampos de Oniromantes ha hecho aún más gruesa y trabajada la espesura de su trazo; ha mantenido el fondo pulido sobre el que lo aplica y ha decidido añadir colores fuertes a los ya fuertes colores que le habíamos conocido. Quiere forzarnos a penetrar en sus misterios. La osadía del pintor no parece tener límites, pese a su juventud (o, tal vez, por ella). Más que una exposición, la de Ocampos es una saludable invitación a penetrar en el mundo de sus obsesiones. Hoy son los sueños; mañana serán cosas que aún somos incapaces de adivinar. No importa. La invitación está hecha, y nosotros esperamos que el camino de Ocampos no se vea interrumpido por el conformismo ni las concesiones.

 

FUENTE DEL COMENTARIO E IMAGÉN DE OBRA:

 

ARS LONGA. Por VICKY TORRES

Arandurã Editorial

Asunción-Paraguay 2004

(429 páginas)

 

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

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