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AMANDA CABALLERO (RESEDÁ) (+)

  CANTANDO CON GABRIELA MISTRAL - VOZ: RESEDÁ - Año 1999


CANTANDO CON GABRIELA MISTRAL - VOZ: RESEDÁ - Año 1999

CANTANDO CON GABRIELA MISTRAL

RESEDÁ

 

Letra:  GABRIELA MISTRAL

Música:  RESEDÁ

VOZ:  RESEDÁ

DIRECCIÓN:  PATO MEDINA

País:  MÉXICO

Año: 1999

 

 

Homenaje a GABRIELA MISTRAL

A mi modo de ver e interpretar a GABRIELA MISTRAL

el poema no puede estar separado de la música.

Por esta razón, la canción dedicada a los pequeños

es un coloquio entre la madre y el hilo ya sea en el

vientre germinal, protegido entre sus brazos

o en el mundo de su cuna.    Del mismo modo el sentido

de la expresión vale para alabar a la naturaleza y a la vida

en todas sus manifestaciones. Espero haber logrado a través de estas

sencillas melodías llegar al corazón de GABRIELA MISTRAL,

como así también al sentimiento de las mujeres latinoamericanas.

                                                                                              RESEDÁ

 

 

 

 

 

ESCUCHE EN VIVO/ LISTEN ONLINE:

1.    DOÑA PRIMAVERA

Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.

Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.

Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!

Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...

No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?

¿Cómo va a encontrarlas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?

De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.

Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...

Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:

Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.


 

 

 

2.    ROCÍO

 

Esta era una rosa
llena de rocío:
éste era mi pecho
con el hijo mío.

Junta sus hojitas
para sostenerlo:
esquiva la brisa
por no desprenderlo.

Descendió una noche
desde el cielo inmenso;
y del amor tiene
su aliento suspenso.

De dicha se queda
callada, callada:
no hay rosa entre rosas
más maravillada.

Esta era una rosa
llena de rocío:
éste era mi pecho
con el hijo mío.

 

 

 

 

3.    CORDERITO MÍO

 

 

Corderito mío,
suavidad callada:
mi pecho es tu gruta
de musgo afelpada.

Carnecita blanca,
tajada de luna:
lo he olvidado todo
por hacerme cuna.

Me olvidé del mundo
y de mí no siento
más que el pecho vivo
con que te sustento.

Y sé de mí sólo
que en mí te recuestas.
Tu fiesta, hijo mío,
apagó las fiestas.


 

 

 

4.   APEGADO A MÍ

 

 

Velloncito de mi carne,
que en mis entrañas tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!

Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!

Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!


 

 

 

5.    PALOMA

 

 

En la azotea de mi siesta
y al mediodía que la agobia,
dan conchitas y dan arenas
las pisadas de las palomas...

La siesta blanca, la casa terca
y la enferma que abajo llora,
no oyen anises ni pespuntes
de estas pisadas de palomas.

Levanto el brazo con el trigo,
vieja madre consentidora,
y entonces canta y reverbera
mi cuerpo lleno de palomas.

Tres me sostengo todavía
y les oigo la lucha ronca,
hasta que vuelan aventadas
y me queda paloma sola...

No sé las voces que me llaman
ni la siesta que me sofoca:
¡epifanía de mi falda,
Paloma, Paloma!

 

 

 

 

6.    OBRERITO

 

 

Madre, cuando sea grande,
¡ay..., qué mozo el que tendrás!
Te levantaré en mis brazos,
como el zonda al herbazal.

O te acostaré en las parvas
o te cargaré hasta el mar
o te subiré las cuestas
o te dejaré al umbral.

¿Y qué casal ha de hacerte
tu niñito, tu titán,
y qué sombra tan amante
sus aleros van a dar?

Yo te regaré una huerta
y tu falda he de cansar
con las frutas y las frutas
que son mil y que son más.

O mejor te haré tapices
con la juncia de trenzar;
o mejor tendré un molino
que te hable haciendo el pan.

Cuenta, cuenta las ventanas
y las puertas del casal;
cuenta, cuenta maravillas
si las puedes tú contar...

 

 

 

7.    SEMILLA

 

 

I

Duerme, hijito, como semilla
en el momento de sembrar,
en los días de encañadura
o en los meses de ceguedad.

Duerme, huesito de cereza,
y bocadito de chañar,
color quemado, fruto ardido
de la semilla de Simbad.

Duerme lo mismo que la fabula
que hace reír y hace llorar.
Por menudo y fiolera,
como que estás y que no estás...



II

Cuerpecito que me espejea
de cosas grandes que vendrán,
con el pecho lleno de luna
partido en tierras por arar;

con el brazo dado a los remos
de quebracho y de guayacán,
y la flecha para la Sierra
en donde cazan el faisán.

Duerme, heredero de aventuras
que se vinieron por el mar,
ahijado de antiguos viajes
de Colón y Gengis - Kan;

heredero de adoraciones,
que al hombre queman y al copal,
y figura de Jesucristo
cuando repartas Pez y Pan.

 


 

 

8.   MIENTRAS BAJA LA NIEVE

 

 

Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémosla caer!

Viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la Virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémosla llegar!

Ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.

Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de Dios Nuestro Señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no más su amor.

 

 

 

 

9.    EL ESTABLO

 

 

Al llegar la medianoche
y al romper en llanto el Niño,
las cien bestias despertaron
y el establo se hizo vivo.

Y se fueron acercando,
y alargaron hasta el Niño
los cien cuellos anhelantes
como un bosque sacudido.

Bajó un buey su aliento al rostro
y se lo exhaló sin ruido,
y sus ojos fueron tiernos
como llenos de rocío.

Una oveja lo frotaba,
contra su vellón suavísimo,
y las manos le lamían,
en cuclillas, dos cabritos...

Las paredes del establo
se cubrieron sin sentirlo
de faisanes, y de ocas,
y de gallos, y de mirlos.

Los faisanes descendieron
y pasaban sobre el Niño
la gran cola de colores;
y las ocas de anchos picos,

arreglábanle las pajas;
y el enjambre de los mirlos
era un velo palpitante
sobre del recién nacido...

Y la Virgen, entre cuernos
y resuellos blanquecinos,
trastocada iba y venía
sin poder coger al Niño.

Y José llegaba riendo
a acudir a la sin tino.
Y era como bosque al viento
el establo conmovido...


 

 

 

10.   ENCANTAMIENTO

 

 

Este niño es un encanto
parecido al fino viento
si dormido lo amamanto
que me bebe yo no siento.

Es más travieso que el río
es más suave que la loma:
es mejor el hijo mío
que este mundo a que se asoma.

Es más rico, más , mi niño
que la tierra y que los cielos:
en mi pecho tiene armiño
y en mi canto terciopelos...

 

 

 

 

11.    CARICIA

 

 

Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...

Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...


 


 

 

12.   RONDA DE LA CEIBA ECUATORIANA

 

 

¡En el mundo está la luz,
y en la luz está la ceiba,
y en la ceiba está la verde
llamarada de la América!

¡Ea, ceiba, ea, ea!

Árbol-ceiba no ha nacido
y la damos por eterna,
indios quitos no la plantan
y los ríos no la riegan.

Tuerce y tuerce contra el cielo
veinte cobras verdaderas,
y al pasar por ella el viento
canta toda como Débora.

¡Ea, ceiba, ea, ea!

No la alcanzan los ganados
ni le llega la saeta.
Miedo de ella tiene el hacha
y las llamas no la queman.

En sus gajos, de repente,
se arrebata y se ensangrienta
y después su santa leche
cae en cuajos y guedejas.

¡Ea, ceiba, ea, ea!

A su sombra de giganta
bailan todas las doncellas,
y sus madres que están muertas
bajan a bailar con ellas.

¡Ea, ceiba, ea, ea!

Damos una y otra mano
a las vivas y a las muertas,
y giramos y giramos
las mujeres y las ceibas...

¡En el mundo está la luz
y en la luz está la ceiba,
y en la ceiba está la verde,
llamarada de la Tierra!

 

 

 

 

 

 

 

 

Actualización: Octubre 2023

 

 

 

 

 

 

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