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CARLOS ALBERTO VERA ABED

  ELEGÍA - COMPILACIÓN FOTOGRÁFICA DEL CEMENTERIO DE LA RECOLETA DE ASUNCIÓN, PARAGUAY - Por CARLOS ALBERTO VERA ABED - Año 2012


ELEGÍA - COMPILACIÓN FOTOGRÁFICA DEL CEMENTERIO DE LA RECOLETA DE ASUNCIÓN, PARAGUAY - Por CARLOS ALBERTO VERA ABED - Año 2012

ELEGÍA

 

COMPILACIÓN FOTOGRÁFICA DEL CEMENTERIO

DE LA RECOLETA DE ASUNCIÓN, PARAGUAY

ARQUITECTURA, DISEÑO Y ESTÉTICA SIGLOS XIX y XX

Por CARLOS ALBERTO VERA ABED

Editado con el apoyo del FONDEC

 

Fotografías: BEATRIZ SCUDERI y CARLOS VERA ABED

Diseño de tapa: CARLOS ALBERTO VERA ABED

Asunción – Paraguay

2012 (99 páginas)

 

 

Colección Charles Müller. Incluida en el libro

"Postales de la Asunción de Antaño", 2002 de Jorge Rubiani.

 

 

No son los muertos los que en dulce calma, la paz disfrutan de la tumba fría.

Muertos son los que tienen muerto el alma y viven todavía.

 

Versos atribuidos indistintamente a Antonio Muñoz Freijoo,

Ricardo Palma y Gustavo A. Bécquer.

 

 

¡GRACIAS.. !

 

            Desde aquí, a la distancia en el tiempo, una de las cosas que más han marcado mi infancia fueron las visitas que hacíamos mi madre y yo al Cementerio de la Recoleta para ver a su padre, mi abuelo, cuyos restos descansan en el panteón Moharde de la colectividad siria junto a otros paisanos y algunos parientes.

            Salíamos como a media mañana luego de encargarle a la abuela mis hermanos menores. Parábamos siempre en la misma florista, pedíamos las mismas flores de siempre y entrábamos también siempre por el mismo lugar, por el corredor de la iglesia donde yo me encargaba de espantar a las palomas corriéndolas sobre las viejas baldosas descoloridas por el tiempo, y ya salíamos cerca del panteón de Madame Lynch. Seguíamos un trecho por el caminero central, subíamos la primera escalinata, luego a la derecha unas calles, otras a la izquierda y allí se encontraba el abuelo en versión fotografía de porcelana, pegado a la pared al lado de la tía Ayía y otros paisanos. Lo recuerdo hasta ahora. Como si sus ojos claros estuvieran mirándome fijo desde esa fría y húmeda pared.

            Habiendo cumplido el ritual que incluía la limpieza de la placa, el cambio de las flores, una oración, alguna recordación, otra promesa, un reproche de vez en cuando, una intención de volver y qué se yo qué otras cosas que mamá murmuraba para sí, comenzaba la visita guiada que ella hacía para mí, para su único y exclusivo turista por el resto del cementerio.

            - Mirá, ese es el panteón eslavo. ¡Qué lindo y grande! ¿Te fijaste en la cúpula? Parece una cebolla.

            - Y ese de ahí es el de Urdapilleta. ¡Mirá que parece una catedral gótica! Este es el de la hija del Mariscal y de la Madame ¡Pobre criatura inocente! El de un poco más allá es el de Juan E. O'Leary, en su urna; el de los Riera, a la derecha; el de los Guanes, a la izquierda.

            Las tres plañideras, en su pedestal de imponente mármol negro, parecían contemplarnos al pasar por su lado. Enfrente, el panteón de los Vidovich parecía esperar que pasáramos por allí.

            - Aquel es el panteón de los militares, este el de José E. Díaz, aquella la "calaverita"...

            Cúpulas, columnas, capiteles, torres, exvotos y lápidas. Militares y civiles, héroes y villanos, famosos y anónimos, la riqueza y la pobreza, la ostentación y la frugalidad, enormes panteones y pequeñas cruces de madera con tristes estolas al viento marcando un sitio en el suelo que tenías que cuidar de no pisar. De todo un poco, así como en la vida misma.

            Desde el Limonty hasta el Israelí, desde el General hasta el Internacional pasando por el Español, el Libanés y el Italiano, ella contaba mil historias y situaciones sobre la gente que poblaba el cementerio. Algunas eran ciertas, otras inventadas, me di cuenta después. Y debo reconocer que ella era muy buena inventando historias, algo que luego también sus nietos supieron disfrutar durante un tiempo, tal vez no todo el que hubiéramos querido mi madre y nosotros, pero tiempo que fue muy de ellos al fin.

            Fue así que me llevó de la mano por la vida en la ciudad de los muertos, me enseñó a no temerles - "muertos son los que tienen muerto el alma y viven todavía"-, me decía parafraseando al poeta; me enseñó a querer y respetar el Cementerio de la Recoleta por lo que contiene, por su historia, por lo que representa, por sus grandes estructuras y sus pequeñas tumbas, por sus historias anónimas y la energía que emana de él a pesar de ser un sitio de cuerpos inertes. De paso me enseñó a querer la historia, el arte y sobre todo la literatura, más aún cuando visitábamos, no lejos de ahí, al regreso de lo del abuelo, la casa de su amiga Elisa, descendiente del general Caminos, de cuya biblioteca prestaba los libros de Verne o los poemarios de Rubén Darío que ella gustaba leer.

            Pocas cosas me marcaron tanto en la vida como aquellas salidas a visitar al abuelo, hecho que ella aprovechaba para tratar de enseñarme cómo es la vida y cómo debía vivirla. Pocas cosas me marcaron tanto como la insistencia de mi madre de que nuestro norte esté siempre en ser mejores personas. Por eso hoy, desde aquí, a la distancia en el tiempo, solo me resta decirte gracias por tu ejemplo, muchas gracias, mamá...

 

 

 

PRESENTACIÓN

 

            ¿De dónde venimos y adónde vamos? Eterna pregunta que estoy seguro nos hemos hecho en más de una oportunidad. Pregunta que también nos lleva a reflexionar y cuestionar qué hay más allá de la vida: ¿Es la muerte?, ¿es un tránsito?, ¿hacia dónde?

            En cualquier cultura, desde la más primitiva a la más desarrollada, el planteamiento de preservar o proteger el cuerpo después de la vida ha generado diferentes formas y programas de arquitectura, incluso éstas al ir creciendo han dado origen a perfectos barrios o micro ciudades con características que las definen en cualquier ciudad o pueblo del mundo, al tiempo de constituirse en un programa básico y necesario.

            En este material Carlos Vera Abed nos invita y lleva de la mano, como lo hiciera con él su madre, a dar un paseo a través del tiempo y la historia de un pasado tan presente, a un espacio tan especial que todos conocemos pero con una visión de dolor y muerte. Carlos nos introduce a un espacio poético, mágico, en el que se pierde el temor a la muerte, y nos enseña a verla de otro modo, con los ojos de quien mira la belleza de la vida que continúa con la muerte en un eterno transitar.

            El cementerio de la Recoleta sugiere un viaje melancólico que va más allá de su singularidad, un paseo con los ojos y sentidos abiertos que se dejan contagiar por esta "ciudad única entre todas las ciudades", y tan bella como un ángel o sus plañideras que nos llevan a disfrutar de una estética tan especial que nos deja justo al filo del dolor y el placer.

            Presentar el producto de esta investigación tan especial me llena de satisfacción por varios motivos. En primer lugar, porque nos demuestra que hay personas que "saben ver" no sólo con los ojos sino con el corazón y el alma. En segundo, porque se originó en el Instituto Superior de Arte, ISA donde desde nuestros inicios hemos orientado y estimulado hacia la investigación que tienda a integrar las artes visuales, la arquitectura, la literatura, la música o cualquier otra disciplina, al tiempo de valorar las expresiones artísticas, y en este caso el arte y la arquitectura funeraria.

            Finalmente, por constituirse en un documento gráfico de un acervo histórico tan importante de nuestra ciudad y concretarse así un material de consulta para el conocimiento, disfrute y salvaguarda de tan importante patrimonio histórico y cultural.

            ...Y muy importante, el de disfrutar la belleza del arte.

 

            Arq. William Paats

            Junio de 2007

 

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

            Las preguntas son las de siempre: ¿De dónde venimos y adónde vamos? La incógnita es la misma de siempre: ¿Hay vida después de la muerte? ¿Y si existe cómo es?, ¿cómo vamos allí?, ¿qué nos espera? ¿Y de la muerte, qué? Para Daisaku Ikeda, maestro budista, estamos preparados para cosas tan banales como el verano o el invierno, pero para una cuestión tan trascendental e inevitable como la muerte, no.

            Es que la concepción de ella y la forma de enfrentarla varían de religión en religión, de filosofía en filosofía, de hemisferio en hemisferio. Para algunos es el tránsito a una vida mejor, para otros la promesa de un eterno paraíso; para aquellos la nada, para estos la oportunidad de un nuevo ciclo, para los de más allá un castigo, y así tanto como la forma de enfrentarse a ella.

            Algunos duelen al difunto, otros duelen a los deudos, otros se regocijan con el finado, otros piden por él, por su alma, por su espíritu en la espera de la universal y divina promesa de una mejor vida posterior a la muerte física.

            Y mientras esperamos las respuestas a las preguntas que nos devanan en algunos casos la mente y en otras el corazón; y cuya inminencia no alcanza ni siquiera a asomar, sobre esta tierra seguimos siendo presas de nuestras costumbres, de nuestras tradiciones, de nuestro folclore, de nuestro sentimiento, de nuestras creencias. Y así actuamos.

            Creamos arte funerario para el solaz de nuestro espíritu o consuelo de nuestra alma, para la expiación de algún remordimiento, alguna culpa, o como expresión meramente estética. De cualquier manera, es el lenguaje del sentimiento volcado sobre un acto y un elemento perennes.

            Creamos tumbas. Creamos necrópolis alrededor de las tumbas, ya por motivos religiosos, ya por motivos prácticos. Creamos belleza a partir de la muerte, de su ceremonia. Sin ser excluyentes en la cita ni cronológicamente ordenados, desde los conjuntos del Valle de los Reyes en Egipto, sus mastabas y las pirámides, pasando por las necrópolis tracias de los siglos V a III a.C. con sus tumbas ricamente decoradas; el mausoleo de Halicarnaso dedicado al rey Mausolo de Caria, quien dio nombre a este tipo de construcciones, en su momento la quinta de las 7 maravillas del mundo antiguo; las necrópolis americanas precolombinas, la tumba del Señor de Sipán y las momias andinas; el conjunto de Xi'an en China con la monumental tumba del primer emperador de la dinastía Qin y su sorprendente ejército de terracota; podríamos llegar hasta la más pura, romántica y perfecta expresión arquitectónica del amor representada en el Taj Mahal, en Agra, India, bajo cuya cúpula de mármol blanco, unidos para toda la eternidad, el emperador y su amada esposa descansan en paz envueltos en tenue luz.

            Más cerca en el tiempo, las necrópolis de Pére-Lachaise, Les Inválides y Montparnasse en París y algunos de sus famosos inquilinos como Napoleón, Balzac, Oscar Wilde, Kardec, Jim Morrison, Edith Piaf o Julio Cortázar; el Pantheon de Roma, tumba de Rafaelo de Urbino; la iglesia de San Lorenzo y el mausoleo de los Medici, o el Monumentale di Milano y tantas otras en una Europa repleta de fino arte.

            Más cerca geográficamente, el Cementerio Colón de la ciudad de La Habana, en Cuba; o los de la Recoleta y Chacarita de Buenos Aires y General y Recoleta de Santiago de Chile, entre otros tantos cementerios de otras tantas ciudades latinoamericanas.

            Todos son objeto y recipiente de la impronta humana, de su gesto, de su mirada. Nuestra cultura, nuestra forma de ser, nuestros años de civilización están expresados de una manera singular en las tumbas y los cementerios. En ellos volcamos nuestro afán perpetuador del recuerdo del ser querido, del sentimiento que el alma lleva consigo y busca expresar con obras en piedra. Del ser humano, el corazón y su contraparte etérea, el espíritu, están representados en la Cocatedral de San Juan de Malta, donde las lápidas de los caballeros de la Orden de San Juan enterrados allí forman el piso de la nave; en el Mausoleo de Artigas, en Montevideo, o en los cenotafios de los innumerables soldados desconocidos, ya sea en el Arco de Triunfo de París o en Arlington; en la abadía de Westminster, la iglesia del Santo Sepulcro o el Panteón de los Héroes de Asunción, y en cada tumba famosa o anónima, ostentosa o humilde que contiene un ser que fue nuestro, o del cual fuimos, y ahora existe en el recuerdo.

           

            El autor

 

 

 

            "Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño,

así una vida bien usada causa una dulce muerte".

Leonardo Da Vinci

 

 

 

ÍNDICE

 

Acerca de la vida y la muerte

Introducción

Mausoleos

Criptas

Esculturas      

Placas

Puertas/ ventanas

Detalles

Fuentes documentales

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

            Algunos de los cementerios ya desaparecidos fueron el anexo a la iglesia de la Encarnación, entre las calles 15 de Agosto, Juan E. O'Leary, República y el barranco de la bahía; el Cementerio de Párvulos, consagrado en la antigua iglesia de la Encarnación citada precedentemente; el Mangrullo, hoy parque Carlos A. López, que funcionó hasta 1918, y el Cementerio Español, hasta 1920, en las calles Milano (2º) entre Chile y Alberdi (3).

            Hacia el año 1725 se propuso al Cabildo de Asunción la creación de un convento recoleto a cargo de fray Pedro del Castillo, paraguayo residente en Recoleta del Pilar, Buenos Aires. Para 1729 los recoletos ya contaban con un hospicio denominado Recolección de Jesús María, la iglesia y una pequeña huerta. Con la licencia real obtenida en 1748 (4) pudo terminarse su edificación. Para 1756 contaban ya con un noviciado y una casa de estudios de gramática, retórica y mística, además de una escuela de primeras letras que funcionó desde el principio.

            En el año 1820, por orden de Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador del Paraguay (5), los franciscanos del convento de los Ángeles y de Jesús María formaron una sola comunidad en la Recoleta hasta 1824, año en que se extinguieron las comunidades religiosas.

            Para 1829, la iglesia conventual se convirtió en parroquia de la Recoleta, en tanto que el convento pasó a ser cuartel de Caballería. Ese año, nuevamente se considera la creación del cementerio, esta vez sobre los reales del convento, pero todo quedó de nuevo sin realizarse.

            Finalmente, en el año 1842, luego de la muerte de Francia, en el antiguo solar de los frailes, los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso crearon el Cementerio General de la Recoleta. La iglesia fue demolida y posteriormente don Carlos la mandó reedificar en el mismo sitio que la anterior, encargándoselo a Pascual Urdapilleta (6).

            Ahora, ¿por qué un trabajo sobre el cementerio de la Recoleta?, se preguntarán algunos. La respuesta es sencilla, porque es uno de los pocos sitios que aún mantienen su estructura arquitectónica y artística prácticamente original. Es uno de los pocos lugares que en nuestro país se ha salvado de la picota inclemente, del ansia demoledor y del sinsentido de algunos seres humanos que han demostrado suficientemente que la historia o el pasado nos les importan casi nada.

 

 

 

            QUE ES "ELEGÍA"

 

            En el año 2005, "Elegía" ha obtenido el segundo lugar en el III Certamen Internacional CampusRed, un conglomerado mundial de universidades y universitarios con sede en España tendiente a la investigación y la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el ámbito de la difusión del conocimiento a través de Internet, como trabajo en la categoría de estudiantes representando al Instituto Superior de Arte de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción. Consistía en un relevamiento fotográfico del Cementerio de la Recoleta, con el objeto de empezar a marcar el rumbo para un trabajo posterior más riguroso, más específico, que pueda brindar más detalles técnicos para la salvaguarda de este tan importante patrimonio cultural de nuestro país.

            Esa es la base de este trabajo, que pretende ser un homenaje a la belleza artística, a ese arte prácticamente perdido y a la impronta humana conservada en el principal camposanto del Paraguay. El propósito es contar con un material impreso que evidencie este acervo histórico, cultural y artístico del cual somos legítimos herederos.

 

 

            REFERENCIAS

 

(1) Jorge Rubiani, Postales de la Asunción de Antaño, Editora Intercontinental, Asunción, Paraguay, año 2002, Cap. Los cementerios, págs. 364 a 367.

(2) Cédula Real al Cabildo de Asunción. Copias de actas del Cabildo de Asunción, Archivo Nacional de Asunción (A.N.A.), Sección de Historia, año 1829. Vol. 240, Nros. 1 y 2.

(3) Jorge Rubiani, obra citada.

(4) Cédula Real al Cabildo de Asunción. Copias de actas del Cabildo de Asunción, Archivo Nacional de Asunción (ANA), Sección de Historia, año 1805, Tomo IV.

(5) Decretos del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia. Archivo Nacional de Asunción (ANA), Sección de Historia, año 1829, Vol. 240, N°s 1 y 2.

(6) Decretos del Segundo Consulado (Carlos A. López y Mariano Roque Alonso). Título: "Creación de un cementerio en la Recoleta", Sección de Historia, año 1842, Vol. 251, N° 10.

 

 

 

LAS LEYENDAS (FRAGMENTO)

 

En el báratro de sombras alocado el viento brega,

ya blasfema, ya baladra, ora silba, ora juega

con el tul de la llovizna, con las ramas que deshoja,

con la estola de una cruz;

ya sus ímpetus afloja, ya retorna, ora dibuja

del relámpago a la luz,

un fantástico esqueleto que aterido se arrebuja

del sudario en el capuz.

 

Caserón de añejos tiempos, el de sólidos sillares,

con enormes hamaqueros en paredes y pilares,

el de arcaicas alacenas esculpidas,

¡qué de amores,

qué de amores vio este hogar!,

el que sabe de dolores y venturas

de otros días, estructura singular,

viejo techo ennegrecido, ¡qué de amores y

alegrías y tristezas vio pasar!

 

            Alejandro Guanes

 

 

            Alejandro Guanes nació en Asunción en los primeros años que siguió a la terminación de la Guerra contra la Triple Alianza y falleció en la misma ciudad en 1925. Fue periodista y político; redactor de El Diario y La Tribuna por muchos años, tradujo varias obras de Edgar Allan Poe y otros autores franceses, y contribuyó con su labor a rescatar de las cenizas a su patria asolada por la confrontación de 1865 a 1870.

 

 

 

 

REFLEXIONES DE UN CENTINELA

EN LA VÍSPERA DEL COMBATE

 

(FRAGMENTO)

 

¡La muerte, idea de horror! ¿Y la esperanza

que en este ardiente corazón se agita?

¿Y mi noble ambición caerá marchita

al rudo golpe de enemiga lanza?

Ya no más amor, no más pasiones...

El porvenir me cerrará sus puertas...

Ni blandas al pasar las ilusiones

darán calor a mis cenizas yertas.

¿Y por qué he de morir? ¿La muerte acaso

a todos hiere con sus negras alas?

Entre la nube de encendidas balas

¿no podrá mi valor abrirse paso?

¡Y yo pude temblar, necio, cobarde!

Mañana cuando el sol haya apagado

su antorcha en los cela)es de la noche

¿quién osará decir que yo he temblado?

 

            Natalicio Talavera

 

 

            Natalicio de María Talavera es, cronológicamente, el primer poeta paraguayo. Nació en Villarrica del Espíritu Santo en 1837 y falleció en Paso Pucú, en el frente de la Guerra contra la Triple Alianza, en 1867, como corresponsal de guerra en el ejército paraguayo de López.

 

 

A RAÚL BATTILANA

 

Yo sé que todo sobra cuando

ya se está muerto:

palabras, flores, lágrimas, todo eso:

qué más da.

Se muere y... polvo... nada. Después

lo único cierto

es que tarde o temprano se nos olvidará.

¿Tus cantos? Pues apenas un trino

en el desierto

que el viento de la noche siguiente

apagará.

¿Tu amor? ¡Quién ama a un muerto!

Después de estar cubierto

de tierra ya no hay "antes",

"después" ni "más allá".

Hermano en el ensueño, terco de la

belleza,

un puñado de versos vuelco sobre tu

huesa

y me voy. Yo no puedo ser mejor que la

vida,

ni peor. Y me voy. Quizá, ante tu partida,

me invada un egoísta deseo de llorar

mucho... y sea poco para mi llanto

todo el mar.

 

            José Concepción Ortiz

 

 

            José Concepción Ortiz, nacido en Paso Pucú en 1900, es uno de los mayores valores de la poesía paraguaya y ha incursionado en el periodismo lo mismo que en la política al frente de semanarios de este tipo. Estos versos son una elegía dedicada a su amigo Raúl Battilana, otro poeta paraguayo malogrado muy joven.

 

 

 

 

EL POMBERO

(FRAGMENTO)

 

¿No lo sientes? ¿No te espanta ese silbido

que ha salido del espeso matorral?

No es el grillo, ni la víbora,

ni el fatídico chirrido del suindá.

No es el viento que silbando se detiene

del callado cementerio en el ciprés.

Ni el arroyo en su salterio

cuyas notas se repiten con monótono sostén.

 

Es el duende que el Progreso

relegara a las estultas fantasías sin piedad...

Es el genio de las noches paraguayas

que en el prado se desliza por el medio del

chircal.

 

Es el indio. Es el Pombero

a quien llaman guaicurú

que se viste del follaje de las selvas

y el plumaje del ñandú.

 

            Ignacio A. Pane

 

 

            Ignacio A. Pane nació en Asunción en 1880 y falleció en 1920. Graduado en derecho y ciencias sociales, demostró grandes dotes para la sociología, filosofía, sicología y literatura. Incursionó en el periodismo y sus estudios histórico-sociológicos encabezaron la reparación histórica nacional de la gesta de la Guerra contra la Triple Alianza.

 

 

 

TODO ESTÁ PERDIDO

(FRAGMENTO)

 

Libre, cual brisa de la mar un día

las calles recorría en suelta vaguedad;

y en la mágica red de tu mirada

cuál siempre despiadada, perdí mi libertad.

Luego, una chispa de sonrisa ardiente

vino a encender mi mente en llamas de ilusión;

y soñando inocente como un niño,

al ganar tu cariño perdí mi corazón.

Más la hoguera también háse apagado

acaso al soplo helado de tu cruel desdén;

y hoy la dicha soñada de tu seno,

de mil placeres lleno, perdida está también.

 

Otro amor en tu pecho inmaculado,

holgándose a tu lado, su edén encontrará;

yo solo espero como bien la muerte,

pues para mí, al perderte, perdido todo está.

 

            Delfín Chamorro

 

 

            Delfín Chamorro es considerado el primer gramático paraguayo. Nació en Caaguazú en 1863 y falleció en Asunción en 1931 tras una prolífica labor como educador, gremialista, investigador y escritor de poesías de formación clásica a través de las obras de Fray Luis de León, Andrés Bello y Tolstoi.

 

 

 

FUENTES DOCUMENTALES

 

Indice de la Poesía Paraguaya. Sinforiano Buzó Gómez, Ediciones Nizza, tercera edición, setiembre de 1959, Buenos Aires, Argentina.

Efemérides de la Historia del Paraguay, "Hoy en nuestra historia". Efraím Cardozo, Ediciones Nizza, 1957, Asunción, Paraguay

Templos de Asunción 1537-1860. Margarita Durán Estragó, Biblioteca de Estudios Paraguayos, Univ. Católica, 1987, Asunción, Paraguay.

Cédula Real al Cabildo de Asunción. Copias de actas del Cabildo de Asunción, Archivo Nacional de Asunción (ANA), Sección de Historia, año 1805, Tomo IV

Decretos del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia. Archivo Nacional de Asunción (ANA), Sección de Historia, año 1829, Vol. 240, N°s 1 y 2

Decretos del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia. Archivo Nacional de Asunción (ANA), Sección de Historia, año 1830, Vol. 240, N°s 11 y 12

Decretos del Segundo Consulado (Carlos A. López y Mariano Roque Alonso). Título: "Creación de un cementerio en la Recoleta", Sección de Historia, año 1842, Vol. 251, N° 10

Decretos del Segundo Consulado (Carlos A. López y Mariano Roque Alonso). Título: "Establecimiento del Cementerio de la Recoleta", Sección de Historia, año 1842, Vol. 252, N° 4

Decretos del Segundo Consulado (Carlos A. López y Mariano Roque Alonso). Título: "Instrucción para los encargados de carros fúnebres", Sección de Historia, año 1842, Vol. 252, N° 5.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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