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BERNARDINO CANO RADIL

  EL PARTIDO COLORADO Y ALFREDO STROESSNER, 2014 - Por BERNARDINO CANO RADIL


EL PARTIDO COLORADO Y ALFREDO STROESSNER, 2014 - Por BERNARDINO CANO RADIL

EL PARTIDO COLORADO Y ALFREDO STROESSNER

 

Por BERNARDINO CANO RADIL

 

Colección 60 AÑOS DEL STRONISMO N° 4

Editorial EL LECTOR

Directores de la Colección:

HERIB CABALLERO CAMPOS/ IGNACIO TELESCA

Corrección: MILCIADES GAMARRA

Asunción – Paraguay

Mayo, 2014 (104 páginas)

 

 

 

CONTENIDO

Prólogo 9

Capítulo I

Aproximación histórica - 11

Hacia la sombra del autoritarismo. Una degeneración nacionalista - 11

El fracaso de un proyecto hegemónico democrático -  18

Reencuentro partidario: Convención del 27 de octubre de 1955 - 28

El Reencuentro Partidario visto por uno de sus protagonistas - 34

Conflicto del 21 de diciembre del 55 -  36

Convención del 4 de marzo de 1956 - 41

Capítulo II

Marco teórico que explica la dominación stronista sobre el coloradismo y la sociedad civil  - 45

Antecedentes del "Estado Pretoriano" en el Paraguay. Estado tapón y soldado agricultor (pynandi)  - 45

La crisis de hegemonía civil abrió las puertas al "Estado Pretoriano" cesarista - 49

Las relaciones entre los colorados y el dictador bajo un análisis crítico - 57

¿Cómo se consolida la dictadura? - 57

Los colorados también lucharon por la democracia - 67

La alianza de Stroessner y el coloradismo, matrimonio de mutua conveniencia - 72

El desenlace de una tensión intolerable - 83

Conclusiones  - 94

BIBLIOGRAFIA - 97

Anexo-  99

El autor - 101



PRÓLOGO

Este volumen sobre la relación entre el Partido Colorado y el régimen stronista es una serena y profunda reflexión en la que con datos más que contundentes el autor despliega un pormenorizado análisis de ese vínculo que fue uno de los puntales de un régimen que gobernó la vida de los paraguayos durante más de tres décadas.

El autor, es el destacado politólogo y docente universitario Bernardino Cano Radil, quien con un análisis pormenorizado del régimen stronista, explica su origen desde la matriz nacionalista, como un justificativo a los ojos de la ciudadanía.

El libro comienzo con el contexto histórico para luego ahondar en los aspectos teóricos que permiten caracterizar y explicar a la luz de la teoría lo que fue el régimen stronista, en ese sentido queda claro que el stronismo parte de un Estado Pretoriano, en el que el rol de las Fuerzas Armadas fueron claves y que permitió el desarrollo de un aditamento más, el cesarismo, que caracterizó al stronismo. Stroessner fue el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Presidente de la República y Presidente Honorario del Partido Colorado y su figura recibía todo tipo de lisonjeos en todos los ámbitos.

Posteriormente el autor va explicando las diversas maniobras que permitieron a Stroessner consolidar su poder y de qué forma hubo sectores en el coloradismo que pretendieron dar un último combate por la Democratización del país, pero que derrotados tuvieron que marchar al exilio al igual que los referentes de la oposición. Lo claro y concreto en la explicación del doctor Cano Radil es que si bien el Partido Colorado se vio arrollado por el régimen, fue un matrimonio de conveniencia en que ambos recibían beneficios de una alianza que se realizó a costa del respeto de los Derechos Humanos, la Institucionalidad de la República y la construcción de un régimen stronista.

Pero luego el autor aclara muy bien que el régimen logró arroparse como una Democracia, cuando los sectores de la oposición le dieron el viso de legalidad al presentar candidatos en unas elecciones cuyos resultados se sabían con varios días de antelación a las jornadas comiciales.

Este libro es un aporte que suscitará polémicas pero no puede negarse que el análisis desplegado en él, arroja luz sobre una relación sobre la cual se ha tratado de tender un manto de olvido y silencio.

Asunción, mayo de 2014

Herib Caballero


 

Primera conducción en la Fundación del MOPOCO en Resistencia

(Museo de la Justicia. Centro de Documentación y Archivo para la

Defensa de los Derechos Humanos)

 


CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO QUE EXPLICA LA DOMINACIÓN STRONISTA SOBRE EL COLORADISMO Y LA SOCIEDAD CIVIL


ANTECEDENTES DEL "ESTADO PRETORIANO" EN EL PARAGUAY. ESTADO TAPÓN Y SOLDADO AGRICULTOR (PYNANDI)

Como es bien conocido, en la mitad del siglo XX Paraguay se encontraba entre los países más pobres y aislados de la región. La miseria era generalizada, con una infraestructura casi nula, sin electricidad, caminos, ni agua potable. Desde su lejana conquista en el siglo XVI fue un Estado tapón cuya finalidad era evitar conflictos entre potencias, en este caso España y Portugal, a quien debía resistir en sus pretensiones imperialistas con sus obvias consecuencias políticas y económicas.

Su secuela en lo político fue el someter la visión de la sociedad a un concepto espartano de la vida cívica. Un modelo casi militar con intolerancia, austeridad y una pobreza digna que fue un obstáculo para evolucionar hacia una sociedad democrática que exige tolerancia entre los actores. Con intolerancia el disenso es absoluto y excluyente; la política más que nunca es la continuación de la guerra por otros medios. En lo económico, una pobreza digna que impedía la formación de élites abiertas y competitivas modernizadoras.

El país se relegó de espaldas al mundo, mirando el hermoso bosque subtropical que la naturaleza generosamente le concedió.

La pérdida de su cercanía y acceso al Atlántico, la creación del Virreinato del Río de la Plata en Buenos Aires, la aduana interior de Potosí, los impuestos confiscatorios sumados al continuo combate contra los bandeirantes, las tribus bárbaras nómades y su endémica sangría hacia el sur produjeron un primer y casi definitivo estancamiento poblacional, económico y cultural. Sin minerales, ni comercio libre, ni educación superior. Tan pobre éramos que el habitante de estas tierras se manejó sin moneda y la reemplazó con cuñas de hierro, piezas de lienzo o tabaco.

Según Oscar Creydt, tres contradicciones nos sometieron durante la conquista a la pobreza: 1) La conflictiva relación política con el absolutismo monárquico de España, el Virreinato del Perú y la ciudad de Buenos Aires. 2) La permanente confrontación con la colonización portuguesa. 3) La guerra permanente con los pueblos indígenas del Chaco y del norte, de economía cazador-predatoria. Cuando los portugueses se aliaron con los indígenas rebeldes instauraron un cerco hostil. Vivíamos sobre las armas y en ascuas. Mientras otros forjaban fortunas al tener élites con conciencia de clase burguesa, nosotros padecíamos la pobreza por condicionamiento geopolítico.

Cuando a finales de 1617 por Real Cédula se dividió en dos la Provincia Gigante de las Indias: Río de la Plata y Guayrá, nosotros quedamos al norte expuestos a bandeirantes y mamelucos para defendernos con recursos propios, mientras pagábamos impuestos para el resguardo de Buenos Aires. El sur se benefició ampliamente, al perfilarse como centro político, comercial y económico y beneficiarse con crecientes excedentes de capital. En cambio, en el norte quedó confinado el arquetipo nacional: "El prototipo del hombre paraguayo no era el noble, ni el caballero, ni el artesano, sino el agricultor soldado". (Natalicio González)

El rol de Estado tapón fue un factor decisivo en la definición de la formación social nacional. Su origen y evolución reforzó la tendencia prevalente del Estado sobre la sociedad civil. La provisión crónica y permanente de soldados restó energía y recursos para la producción y generación de riquezas. Ver los trabajos de M. Schvartzman, R. White, J.P. Benítez, Osvaldo Chaves, entre otros.

Como si fuera poco, insiste León Pomer, en el país guaraní era escaso el comercio exterior y la fuerza de la burguesía comercial porque sus productos no eran de alta demanda en los grandes centros mundiales, se restringían al virreinato, no más. (4)

Mientras Europa -menos España- se modernizaba, Paraguay proseguía un derrotero feudal. Supremo legado social del colonialismo español fue degradar la posibilidad de conformar una élite abierta, competitiva y económicamente moderna, en cambio colaboró para que prime la militarización de la sociedad civil y su creciente dependencia del presupuesto. Esto trajo como un corolario no deseado nuestras constantes guerras internas por espacios de poder ante la escasa producción de excedentes y la urgencia del control del espacio político público para ascender social y económicamente.

En el transcurso de nuestra historia la suma de estos caracteres fue la matriz que permitió consolidarse a Stroessner, como antes pudo hacerlo el Mcal. Estigarribia. El terrorismo de Estado, la tortura sistemática, el exilio sin término y la exclusión política fueron prácticas recurrentes del pasado y del pasado reciente. Incluso, hasta esporádicas en el presente.

Fuimos sometidos a una "pedagogía del miedo", en especial durante Stroessner, esto no es ninguna novedad. Lo realmente alarmante es la reivindicación irreflexiva de otros gobiernos "patrióticos y nacionales" como los del Dr. Francia y el Mcal. López, sin comprender a plenitud que el valor del ejemplo en la cultura política es crucial. Los pueblos tienden a repetir las conductas de sus líderes, como sucede entre padres e hijos. De allí la facilidad de la emergencia de figuras autoritarias como Stroessner, mientras no releamos la historia desde una perspectiva diferente.

Nuestros héroes pese a sus significativos aportes y sacrificios hasta el martirio nos legaron una cultura funcional al autoritarismo al ser el Paraguay una sociedad cerrada. Mediterránea en lo geopolítico y atascada en lo político y cultural. Para colmo estos paradigmas nunca fueron puestos a consideración del pueblo en justas electorales abiertas y competitivas.

Stroessner, por ejemplo, perseguía y excluía porque sus arbitrariedades no se sujetaron a un auténtico veredicto popular. Accedió al poder por un golpe de Estado y terminó su ciclo por otro. Así de simple, repitiendo lo de Franco, Morínigo y el mismo Estigarribia por su prematuro deceso. La intolerancia se enraíza en una larga tradición autoritaria, reivindicada culturalmente. Allí estuvo la fuerza de quien sometió al coloradismo y la sociedad civil por más de tres décadas.

Además, con la crisis en 1936 del Estado liberal oligárquico se introduce el estatismo intervencionista. Modelo jurídico político impuesto por la Constitución de 1940, redactada por los intelectuales más importantes del Partido Liberal, y utilizado por Stroessner hasta el hartazgo para su consolidación. Basta rememorar que en la crisis colorada de 1959 se disolvió el Congreso y la Constitución lo permitía. Febreristas, liberales y colorados cayeron subyugados por el nacionalismo integrista de derecha sea totalitario (fascismo), conservador (Zalazar y Francisco Franco) o católico (F. Franco) y compartieron legitimar la autonomía de las Fuerzas Armadas para fortalecer el Estado y desarrollar la nación. Una consecuencia natural de nuestra historia como Estado tapón.

Franco, Estigarribia y Stroessner eran militares llamados a liderar fuerzas políticas mediante conspiraciones y disputas de hegemonías. Adhieren a similares modelos de dominación, aunque la crueldad y astucia del último fue sin parangón. Distanciados ideológicamente coincidían en que era un deber de las Fuerzas Armadas modernizar el Estado nacional ante el fracaso civil.

Representan matices de una alianza cívico-militar para dirigir el Estado y controlar la sociedad civil. En esta estéril pugna de imponerse fuera de las reglas de la legitimidad, el coloradismo se alzó aparentemente con la victoria en 1947, pero tras la guerra civil, 1954, 1955 y 1959 el estamento miliar aseguró su preeminencia, hasta abril de 1996. Es el lógico orden impuesto por una cooptación vertical desde el poder, de arriba hacia abajo, con una ciudadanía desgarrada por la intolerancia, el fanatismo y las persecuciones violentas.


 

 

LA CRISIS DE HEGEMONÍA CIVIL ABRIÓ LAS PUERTAS AL "ESTADO PRETORIANO" CESARISTA

Ahora indagaremos sobre el más importante efecto del descontrol político y la falta de legitimidad de las autoridades del Partido Colorado y el gobierno nacional. Puntualizando la inevitabilidad de la revisión histórica para comprender la relación causal que explica la fuerza y la pseudolegitimidad operativa de la dominación de Stroessner. El marco teórico a utilizar es la noción de bonapartismo o cesarismo político utilizada por Marx y Gramsci.

En una lucha de fuerzas cuando A no puede vencer a B y ambos llegan a un empate catastrófico surge una tercera fuerza C que intervine desde el exterior y domina a ambas. Es nuestro caso al arbitrar el dictador la interminable interna colorada con su endémica inestabilidad, utilizando su habilidad para cooptar desde el poder solo a quienes les fueran fieles a su persona. Frente a ese panorama corría con ventaja al demostrar su capacidad al administrar y equilibrar las internas militares mediante un meticuloso pacto de privilegios y prebendas que los sojuzgó a cambio de numerosas parcelas de poder, negocios y tierras.

Esta teoría surge de una filosofía política cercana a Thomas Hobbes, quien alegaba que el ser humano teme más a la anarquía que a un orden jerárquico, aún autoritario, impuesto desde el poder. El bonapartismo (cesarismo) es una fuerza que ocupa el Estado capaz de edificar una dominación dura, casi autónoma a los sectores en pugna causantes de la anarquía. La legitimidad del poder autoritario emana del temor a vivir en una sociedad anárquica, porque la libertad de uno lo convierte en tirano del otro. Así sentían que vivían los miembros de las élites nacional y republicana tras el 47. Hobbes dijo: "La base de todas las sociedades grandes y duraderas ha consistido, no en la mutua voluntad que los hombres se tenían, sino en el recíproco temor".

Después de la Guerra del Chaco, el Paraguay se erigió en una autocracia militar (Franco-Estigarribia-Morínigo) en transición a un nuevo sistema de dominación, aún sin definir. Los soldados eran una pieza clave en la cohesión social y sus amotinamientos producían consecuencias catastróficas: violencia, sangre y muerte. Se superpuso la desmovilización general de la posguerra con Bolivia y la parcial de la Guerra Civil del 47. El alto mando militar y la dirigencia colorada debían mantener contentos a sus tropas y seguidores, cumpliendo con sus promesas, entre ellas, las reparticiones de tierras y espacios en la administración pública.

Frente a la anarquía los líderes políticos y militares, sin reglas de juego que definieran la legitimidad, solo se preocupaban por el ánimo de sus respectivos séquitos. Además, les incumbía mantener calma a la población. Estos hechos trastocan el rol ilegítimo del autoritarismo militar como ordenador de la sociedad civil, en complementario y funcional al estabilizar la sociedad. Por carencia de reglas, lentamente, construía su hegemonía que fracasó con Franco, Estigarribia y Morínigo, por ausencia de una base social orgánica amplia y fuerte y sobre todo disciplinada como le ofreció el coloradismo a Stroessner. Es esta la gran responsabilidad del partido.

Además, el coloradismo, desde el 46 promovió una fuerte movilidad social civil y entre los militares al ensanchar las bases de participación del campo a la ciudad. Un novedoso fenómeno que condujo el partido al expandir la sustentación del antiguo régimen oligárquico. Resaltando que varias de estas medidas de la alianza cívico-militar trascendió lo político y abarcó cuestiones sociales, económicas y administrativas. Especialmente durante Federico Chaves y bajo el impulso de un liderazgo populista enérgico como fue E. Méndez y su "Mensaje de acero" a quien desplazaron para culminar el arraigo del futuro "Estado Pretoriano".

Ejemplos de lo expuesto fueron la distribución de tierras con el IRA luego IBR, un sistema de diferencias de cambios con criterio social, el IPS y las empresas públicas. Era una precaria lucha contra la pobreza, la desocupación, y en específico, facilitando una mayor inclusión social en una república siempre manejada por las reglas de la exclusión oligárquica. Ejemplo es este mensaje de Juan M. Frutos (h): "La reforma agraria colorada es un proceso revolucionario pacífico, nacionalista y antioligárquico. Una minoría plutocrática es cancelada en sus privilegios por los principios redentores de la justicia social".

Al no encontrarse la fórmula democrática para abrir el juego electoral en lo interno del coloradismo y menos aún a nivel nacional, pese a las buenas intenciones de algunos dirigentes, terminó por enajenar su responsabilidad de convertirse en un instrumento de formación de voluntades colectivas orgánicas legítimas en la administración del poder, a cambio de participar de la administración pública. Es el tránsito cruel de dirigentes políticos a operadores.

Sobre este tema Spengler advirtió: "Mientras tanto los partidos se convierten en obedientes séquitos de unos pocos, sobre los cuales el cesarismo ya empieza a lanzar sus sombras". Trotsky, sobre una idea de Marx acerca de Napoleón III: "El cesarismo o su forma burguesa, el bonapartismo, entra en escena en la historia cuando la áspera lucha de dos adversarios parece elevar el poder sobre la nación, y asegura a los gobernantes una independencia aparente con relación a las clases; cuando en realidad no les deja más que la libertad que necesitan para defender a los privilegiados. Con sus diferencias y matices, progresistas o retardatarias, numerosos estados aplicaron políticas cesaristas en el siglo XX: fascismos italiano y alemán, el stalinismo soviético, el gaullismo francés, el nasserismo egipcio. En América Latina, Getulio Vargas y Perón. Stroessner cae dentro de esta categoría política.

La salida cesarista es recurrente al fracasar las fuerzas legítimas convocadas a gobernar por incumplir su compromiso de construir una hegemonía y un bloque histórico capaz de administrar los intereses encontrados en la sociedad. Se plasma cuando en lugar de un bloque histórico con un proyecto nacional consensuado, se cuenta con una simple dominación social de rasgos autoritarios.

Fue la respuesta en la historia a la incontrolable lucha faccionalista de la sociedad esclavista o a las pugnas intestinas endémicas en el capitalismo europeo en los siglos XIX y XX. Existió como respuesta al canibalismo en el seno del poder soviético o a la anarquía en la República de Weimar. Julio César, Napoleón III, Stalin o Hitler son respuestas desesperadas ante el desengaño hacia quienes legítimamente deben gobernar. Enfatizando el rasgo autoritario que incluye el "cesarismo": "el régimen se basaba en realidad en una 'gran -personalidad', razón por la cual esa forma de dominación tenía una impronta de arbitrariedad muy fuerte" (Gramsci).

En nuestro caso a las luchas intestinas por ambiciones mezquinas en militares y colorados, el ciudadano no las percibía como proyección de un interés colectivo trascendente. Este vaciamiento cínico de la praxis política legitimó en su origen la dominación stronista, como acaeció con el chavismo en Venezuela. La guerra con Bolivia y la Civil del 47 instauraron un sistema político suicida y asesino. El hacer política se redujo, ante la ausencia de reglas respetadas por todos, a un crecimiento alarmante de la clientela dependiente del espacio público para el ascenso social y económico.

Los líderes emergentes, sin ser relevantes sus discursos competían por el espacio público, posiblemente para percibir beneficios privados. Estaban ávidos de autoridad, riqueza y honores. La lucha facciosa, en general, era por el tamaño del séquito y el pedazo de la torta que les tocara. Errónea práctica política que profundizó la anarquía colorada, posiblemente por no tener un adversario que confronte democráticamente. La sensibilidad política no era para la institución partidaria, ni la patria. Era mezquinamente "movimentista". Los caudillos y movimientos internos pesaban más que el todo partidario en las pujas de poder. Vicio recurrente que carcome la dirigencia hasta hoy. La excepción fue el período fuera del gobierno nacional 2008/13.

Solo basta recordar esta advertencia. En una carta abierta a sus correligionarios Juan Manuel Frutos (padre) sentencio en 1949: “Cuando la lucha no se plantea de partido a partido. Entonces se produce dentro del propio partido". Un devenir de golpes y contragolpes que acentuó la inseguridad y nos sumió en un pantano que frustro cualquier voluntad de progreso.

Por eso no pudo estabilizarse ni Rafael Franco, ni Félix Paiva ni Estigarribia, por su muerte prematura. Solo lo logró Morinigo al ser el árbitro militar del momento; sin posibilidad real cualquier presidente colorado civil desde el 47 hasta el 54. La disputa por el Estado como botín sin reglas, se tornó una viciosa competencia y sin escrúpulos, donde siempre la decisión final estuvo sujeta a los militares.

Dentro de ese orden de cosas los civiles se veían en el compromiso de recompensar a los soldados de cualquier manera y ellos requerían de un padrino civil y este último, de padrinazgos militares para perdurar. Los votos no eran el instrumento legitimador del poder, lo era la fuerza real o aparente de las distintas y cambiantes alianzas cívico/militar. Así civiles y militares tenían más apego a sus respectivos líderes que a las obligaciones emanadas de las instituciones.

Indiscutiblemente esta dinámica anarquizante ralentizaba las posibilidades de la expansión de la economía privada, reforzando la dependencia generalizada del presupuesto público. Con crecientes fenómenos de urbanización sin empleo, gradual marginalidad de los desmovilizados o los caídos en la terrorífica "llanura" esta praxis viciosa por el poder -no debe extrañar- se tornó asesina. El altísimo nivel de desempleo permitía el comprar o sobornar con facilidad. La política era un juego a todo o nada, donde recurrir a la violencia u otros medios ilegítimos resultó inevitable.

Cuando la situación descripta se generalizó no debe asombrar que la República se encamine al desastre con la instauración de un sistema progresivamente corrupto que rebaja al individuo a recurrir a cualquier medio, por más vil que sea para ascender. Naturalmente la arbitraria alianza entre el "Estado Pretoriano" y el coloradismo, administrada con mano de hierro, fue el resultado irremediable de un sistema tan perverso. Un régimen que no obstante, frente al pasado reciente se erigió como un dominio dotado de coherencia interna y lógica política. Por más autoritario, corrupto o coercitivo era mejor que el reciente pasado anárquico.

La inclusión partidaria y en algunos casos social tan generosamente abiertas regeneró un sistema jerárquico obsoleto y fue sometida a un férreo control, aunque aparentara accesibilidad. Total ningún colorado podía ya conspirar con influencia militar, al caer Epifanio Méndez. Al principio no se sintió la opresión; es más, se la idealizaba casi en forma consensuada por representantes de todas las corrientes internas coloradas y hasta no coloradas.

Funcionaba porque trajo la paz y no ser relevante la persecución que sufrían epifanistas y comunistas. Un precio menor frente a las ventajas de la estabilidad, la paz y las nuevas obras públicas, aunque quienes se perfilaban como administradores de la burocracia estatal fueran diseñando una desvergonzada corrupción de tinte coercitivo. Con los años se desnudaron estos fenómenos hasta hacerlos insoportables con sus metástasis hasta la actualidad.

Así, quienes pretendían reeditar la democracia interna partidaria y nacional en pocos meses chocaron con el nuevo sistema autoritario, sin siquiera percatarse de que se cristalizaría tan cruelmente. Como recuerda el poema: "Primero se llevaron a los comunistas, pero a mí no me importó porque yo no lo era; enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era, después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista; luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó; ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde" (Martín Niemoller, un pastor alemán contemporáneo del nazismo).

Este fue el resultado del cesarismo stronista. También es interesante reflexionar con Gramsci al distinguir un cesarismo progresista y otro regresivo: "el cesarismo expresa siempre la solución "arbitraria", confiada a una gran personalidad, de una situación histórico-política caracterizada por un equilibrio de fuerzas de perspectiva catastrófica, no siempre tiene el mismo significado histórico. Puede existir un cesarismo progresista y uno regresivo; y el significado exacto de cada forma de cesarismo puede ser reconstruido en última instancia por medio de la historia concreta y no a través de un esquema sociológico".

Es progresista cuando su intervención ayuda a las fuerzas que representan el progreso a triunfar y es regresivo cuando favorece las fuerzas retrógradas. Siempre con compromisos y limitaciones, Julio César y Napoleón I serían ejemplos de cesarismo progresivo, Napoleón III y Stalin de cesarismo regresivo. El cesarismo define soluciones de compromiso; lo que seguramente nunca esperó la dirigencia colorada es que ese compromiso durara tanto tiempo.

La nueva relación gobernantes-gobernados asienta su legitimación en un líder que personifica la nación. Stroessner encarnó al Partido Colorado y era el Paraguay. Como dijera Romero Pereira "Era la reencarnación del Gral. Caballero". Es una relación que absolutiza el ordenamiento político al responder a una concepción verticalista del poder, aunque se cubra de ciertas formas electorales de aparente democracia. Con vínculos jerárquicos de subordinación de la burocracia y los seguidores hacia el líder que es la "voz del pueblo" o del partido. Sus decisiones no pueden ser rebatidas. No era sensato, ni posible oponerse a tantos blasones sostenidos por la fuerza de las armas. Una consecuencia no buscada de la perversión de un nacionalismo casi chovinista que se transformó en una ideología de dominación y encuadre popular con la dictadura.

La dirigencia colorada para sobrevivir a la anarquía dio nacimiento a un golem, este se emancipó y la condenó a un segundo plano en las decisiones del poder, pero con atrayentes beneficios económicos y de figuración política por más de treinta años. Tener presente que instaurado el líder, de él emana la nueva legitimidad que se impone a la estructura jerárquica del poder anterior, marginando al partido político, a las masas o a la burocracia de cualquier posible participación en las decisiones.

Fortalece lo anterior la nueva sociedad de masas y los medios masivos de comunicación social al cambiar la política. La movilización simultánea de un gran número de individuos relegó la argumentación racional y primó un discurso más efectista con el objetivo de llegar a creencias y sentimientos. Así los partidos de masas durante gran parte del siglo XX se convirtieron en auténticas religiones laicas. Se autorreconocían e identificaban pasionalmente y en el coloradismo este fenómeno fue exacerbado al extremo.

Además, como la legitimidad del líder, sea auténtica o fabricada, se afirma en el carisma, sienta un vínculo irracional con sus seguidores, que con facilidad culmina en culto al héroe. Como el coloradismo era un partido cimentado en los grandes héroes de la nacionalidad, Francia, los dos López y el Gral. Caballero, fue relativamente sencilla la transferencia del humor de las masas hacia el novísimo héroe, quien no carecería de ciertos atributos al ser combatiente de la Guerra del Chaco y de la Guerra Civil del 47. Y como protagonista del 26 de febrero del 49 y el 4 de mayo del 54 satisfizo la imprescindible liturgia de los ritos colorados, que son fácilmente identificables con la nación por su apropiación simbólica.

El stronismo funcionó como una variante más de "La democracia plebiscitaria" que es una variable de dominación carismática oculta; legitimada por la voluntad de los gobernados y sólo por ella perdurable. En ese sentido la democracia stronista, controlada por el régimen y diligentemente ejecutada por el Partido Colorado y otros partidos, no fue representativa, fue en forma manifiesta personal-plebiscitaria.

Todos los sectores de su extendido arco de apoyo amainaron sus disputas, hasta casi extinguirlas en lo político, social y económico. El árbitro lo era todo. Hasta ordenaba la selectiva grilla de la corrupción, reconvertida en "El precio de la paz y el progreso". Desdibujando las relaciones de Estado y sociedad civil al ser sustituidas por los vínculos del líder con los gobernados; aniquilando la concepción del Estado moderno, para retrotraerse a fórmulas más primitivas de organización política como el patrimonialista o el tribal. La bolsa e intereses del rey, en casos como estos, siempre priman en esta dominación sobre bolsa e intereses del reino.

El otro componente cesarista del stronismo es su fuerte movilidad al extender el principio de inclusión social, político y económico para quienes se someten a sus dictados. En este proceso relegan sus espacios las élites tradicionales que el líder manipula, pero jamás confía. Urgen nuevas élites que le deban todo al líder; élites que sin él no valgan nada. Esto explica el rol de los cursos en la Junta de Gobierno, las becas a estudiantes del interior de humildes orígenes e incluso el fenómeno de la militancia enfrentada al tradicionalismo.

Es un autoritarismo, casi totalitario, que anhela como una gallina con sus pollitos una pujante homogeneización de la sociedad para anular posibles diferencias. Destruye la oposición política, en especial, de las élites tradicionales que ejercen otro tipo de dominación. Este es el fundamento de los populismos, diferente a lo popular. El populismo no abarca a la mayoría, solo a los seguidores del líder de turno. La "democracia stronista" se adaptó muy bien al sufragio universal, al voto femenino y aun al voto secreto. Los ciudadanos eran convocados a pronunciarse por o contra el jefe; pero los votantes sentían en las jornadas electorales sobre sus sienes, la tenue presión de un cañón de revólver.


LAS RELACIONES ENTRE LOS COLORADOS Y EL DICTADOR BAJO UN ANÁLISIS CRÍTICO

¿CÓMO SE CONSOLIDA LA DICTADURA?

Para las relaciones de Stroessner con el coloradismo dos momentos fueron trascendentales 1954-1959 y 1987. En ese lapso el país realizó un giro geopolítico de enormes consecuencias al negociarse las bases del puerto franco de Paranaguá, el Puente de la Amistad, Itaipú, el asfaltado Coronel Oviedo-Ciudad Presidente Stroessner y el ingreso de miles de "brasiguayos".

Su primera presidencia, para completar el periodo constitucional 1953-58, arrancó el 15 de agosto de 1954. En la Convención de junio de ese año fue proclamado candidato del partido y votado en las inmediatas elecciones nacionales. En aquella ocasión le apoyó el pleno de la dirigencia colorada, máxime con la ilusión que despertó la "Unidad" del 27 de octubre. Pero en su gabinete pisaba fuerte el "Estado Pretoriano" al integrarse relevantes carteras con militares y en la Junta de Gobierno con los generales César Barrientos y Marcial Samaniego en Hacienda y Obras Públicas. En 1954 compartían escenario quienes integrarían la Junta stronista, los futuros dirigentes del MOPOCO y la ANRER, junto a expectables representantes del sector militar.

A raíz de los sucesos del 21 de diciembre del 55 cae Méndez Fleitas y la Junta ratificó su solidaridad y confianza al Presidente de la República en la Convención de marzo del 56. Momento de otra "Unidad Partidaria" con nueva Junta de Gobierno, sin el epifanismo, que ratificó todo lo actuado en lo partidario y gubernamental, exaltando hasta el hartazgo al inaugurar la consigna: "Seguid a Stroessner".

Estuvieron presentes casi todas las corrientes para apoyar al futuro dictador. Fueron convencionales Osvaldo Chaves, Waldino R. Lovera, Bernardo García, entre otros y electos miembros de la Junta José Zacarías Arza (titular) y Osvaldo Chaves y W. Lovera (suplentes). Hasta ese momento parecía ir todo bien, pese a perfilarse oscuros nubarrones al quitar lentamente sus uñas el dictador y avanzar en el clientelismo, la corrupción y, especialmente, en la persecución de la disidencia.

Un año después, el 16 de marzo de 1957 se sondeó a los principales líderes republicanos quienes consintieron en apoyar su reelección. T. Romero Pereira los convocó en Cerro León, Cuartel General del Mcal. F. Solano López en la Guerra de la Triple Alianza, y se lanzó la primera piedra con un ritual nacionalista y el espléndido decorado de los héroes patrios.

Firmaron el "Acta de Cerro León": Tomás Romero Pereira, Juan E. O'Leary, Rigoberto Caballero, Crispín Insaurralde, J. Eulogio Estigarribia, J. Bernardino Gorostiaga, Ezequiel González Alsina, Ángel Florentín Peña, Marcos Queranta, Pastor Filártiga, Domingo Montanaro, Leandro Prieto, Gustavo Storm, Fabio Da Silva, Juan Ramón Chaves, José A. Moreno González, Augusto Saldívar, Enrique Zacarías Arza, Marcial Samaniego, Raúl Peña, Edgar L. Ynsfrán, Hugo Peña, Waldino Ramón Lovera, César Barrientos, Raúl Sapena Pastor, Francisco Jiménez y Núñez, Teodosio Zayas y Luis Martínez Miltos.

Primera conducción en la fundación del MOPOCO en Resistencia (Museo de la Justicia. Centro de Documentación y Archivo para la defensa de los Derechos Humanos)

Lo convenido en Cerro León se ratificó en la convención extraordinaria de octubre de 1957 y la elección en febrero de 1958. Incluso en aquel momento un sector del Partido Liberal se ofreció a participar, pero lo desecharon.

En la disidencia colorada firmaron o adhirieron al Acta de Cerro León Waldino Lovera, Osvaldo Chaves, Bernardo García (en su quinta se fundó el MOPOCO), Mario Mallorquín; D. Bécker Gutiérrez, Virgilio Cataldi, Evaristo Méndez Paiva, Rubén Duarte, Miguel Á. González Casabianca, Luis O. Boettner, Nelson Rolón, Fulgencio Aldana, entre otros fundadores del MOPOCO y la ANRER. Al mismo tiempo emprendieron la resistencia, que al carecer de apoyo militar quedó en la nada. El 27 de octubre de 1957 en una Convención Extraordinaria, Stroessner, fue proclamado candidato por unanimidad.

En marzo de 1958 en la Convención Ordinaria para renovar las autoridades de la Junta de Gobierno en la lista figuró Stroessner en primer término y ocupó la Presidencia Honoraria. Nunca se lo relevó del cargo. Fueron electos miembros de la Junta en esa oportunidad Luis O. Boettner, Mario L. Mallorquín, Waldino Ramón Lovera, Virgilio Cataldi y Enrique Riera.

Un año después ante la impotencia de conquistar apoyo militar, los disidentes colorados en vista de la incipiente dictadura dieron un paso público, que concluyó por dividir al partido. Tomaron esta decisión por creer que su protagonismo partidario despertaría la simpatía de militares democráticos. Eso nunca ocurrió. Cabe subrayar que algunos dirigentes cifraban sus expectativas ya en el futuro Gral. Rodríguez y otros comandos, menos identificados con el dictador. No se concretó nada. La crisis adquiere tal magnitud que el 19 de agosto, la embajada norteamericana envió un despacho a Washington: "no es nada seguro que el Presidente sea capaz de mantenerse en el poder hasta ese año (1963) ‘‘.

En 1959 la Junta de Gobierno recibe la conocida "Nota de los 17" por su número de firmantes que íntegramente eran miembros de la Junta y parlamentarios. Fue un célebre documento por el cual se solicitó a la conducción partidaria que "adopte una resolución a favor de una inmediata normalización institucional del país" mediante tres pasos: 1) el levantamiento del estado de sitio; 2) la promulgación de una ley de amnistía general; 3) la vigencia plena de las libertades de prensa, de reunión, de asociación.

Esta propuesta, un auténtico canto del cisne republicano, dividió aguas al interior del coloradismo. Allí emergió el futuro stronismo como "Unidad Granítica" de exdemócratas y ex guiones a la cual le enfrentó el grupo de los 17. Una alianza de epifanistas, algunos zacariistas y los "verticalistas" de Waldino Lovera. Como siempre sucede en los procesos autoritarios, tras la depuración nace la unidad sin disenso.

El reclamo democratizador se presentó a la Junta el sábado 21 de marzo del 59 y lo suscribieron: J. Zacarías Arza, Osvaldo Chaves, Evaristo Méndez Paiva, Luis O. Boettner, Mario L. Mallorquín, J. Virgilio Cataldi, Enrique Riera, Fulgencio Aldana, D. Bécquer Gutiérrez, Carlos M. Ramírez Boettner, Faustino Centurión, Fulgencio Aldana, Miguel Ángel de la Cueva, Arsenio Vasconcellos, Eladio Montanía y Julio C. Vasconcellos.

De esta lista algunos permanecieron en el país y no apoyaron la dictadura, pero en su mayoría firmaron la "Declaración de Resistencia", asamblea constitutiva del MOPOCO: Luis O. Boettner, Mario L. Mallorquín, J. Virgilio Cataldi, Enrique Riera, J. Zacarías Arza, Osvaldo Chaves, E. Méndez Paiva, Fulgencio Aldana y D. Bécquer Gutiérrez.

Por resolución de la Junta de Gobierno del 24 de marzo de 1959 se aceptó el pedido. Increíble; y se sugirió al Ejecutivo la cesación del estado de sitio, la amnistía general y la derogación de las leyes represivas. Un programa genuino de normalidad institucional y restauración del Estado de Derecho seriamente lesionado.

Incluso, ese 1o de abril el Presidente en la sesión de apertura de la Cámara de Representantes anunció que se tomarían todas las medidas para asegurar el proceso de normalidad institucional, tal como lo había pedido la Junta de Gobierno y explicitando su predisposición dispuso el levantamiento del estado de sitio (Dec. Ns 4287, Abril-59).

Pero astuto, poderoso y sin escrúpulo a mediados de mayo dispuso un significativo aumento del pasaje (de G. 3 a G. 5). Este golpe al bolsillo fue contestado en forma inmediata por colorados, opositores, estudiantes y dirigentes de la CPT que ya eran perseguidos por su histórica y heroica huelga del 27 de agosto de 1958. (5) La provocadora suba del boleto produjo la huelga estudiantil de 1959. Se la reprime violenta y sangrientamente. La acción más salvaje se produce en las inmediaciones de la Plaza Italia, donde es agredido, por ejemplo, el diputado Miguel Á.

González Casabianca, quien denunció la agresión ante la Cámara. Una vez más, muchos eran colorados y formaron filas en el MOPOCO o la ANRER.

Ante esta salvaje represión, donde actuaron militares de la Caballería vestidos de policía y de civil para reprimir, según relato de Bernardino Cano Yegros, un gran sector de la dirigencia colorada reaccionó. El 29 de mayo de 1959 la Cámara de Representantes aprobó una declaración de repudio por la represión policial por 36 votos a favor contra 21 y responsabilizó al Jefe de Policía, Tte. Cnel. Ramón Duarte Vera, pasando los antecedentes a la Justicia Ordinaria. La sesión fue presidida por el Vpte. Io de la Cámara, Waldino R. Lovera, pues el titular, J. Eulogio Estigarribia, no asistió por orden presidencial.

A la declaración de la Cámara se sumó la convocatoria de la Juventud Colorada a un acto de repudio y el Comité Central instaló un "cabildo abierto" frente a la Facultad de Derecho. La represión adoptó perfiles crueles e inéditos. Sin ambigüedades, la Juventud Colorada enfatizaba que se instaló plenamente una dictadura en el país, señalando como principales responsables a cuatro personas: Stroessner, Romero Pereira, Edgar Ynsfrán y Ramón Duarte Vera. Las movilizaciones se sucedieron unas tras otras.

La respuesta del Ejecutivo fue contundente. El 29 de mayo dictó el decreto N° 4.846 que restableció el estado de sitio y ordenó la detención de varios dirigentes colorados, acusados como responsables de las movilizaciones. Ese mismo día, por otro decreto, el N° 4845, disolvió la Cámara de Representantes, acto autorizado por la Constitución del 40, iniciando la persecución más larga y sangrienta de nuestra historia. Particularmente se persiguió con saña a los colorados, incluidos sus familiares que fueron al exilio o los torturaron. El decreto de disolución de la Cámara se antidató al 29 de mayo para anular la sesión de repudio. Un genuino Golpe de Estado.

El 2 de junio el ministro del Interior, Edgar L. Ynsfrán, denunció un movimiento desestabilizador respaldado por colorados y el 3, T. Romero Pereira se pronunció: "Contra correligionarios que persistían en no incorporarse con franqueza en la corriente de la unidad con otros que actuaron de manera poco clara en la crisis obrera...". Avaló plenamente todo lo actuado por el Gobierno. Su mensaje certificó el nacimiento del coloradismo stronista. Se fortaleció la dictadura y los disidentes quedaron nuevamente huérfanos de apoyo militar. Se eliminó el último vestigio de oposición dentro del coloradismo hasta fines de la década del 80.

Entre diciembre de 1955 hasta junio de 1959 se derrotó por completo el movimiento democratizador colorado. El stronismo dio un salto cualitativo para consolidar su régimen excluyente y cerrado; violento y represivo. Los principales protagonistas disidentes de ambas jornadas fueron colorados y al ser su destino la prisión y el destierro junto a centenares que se les sumó, se concluyó por domesticar por completo a la dirigencia, inclinando la balanza del poder interno partidario hacia los sectores menos democráticos y más permeables a un modelo político excluyente similar al reivindicado por el guionismo, aunque no estén vinculados.

Tras la crisis, el Presidente de la República conforma una nueva Junta convocando a una Convención Extraordinaria el 19 de setiembre. Allí culmina su atraco y se nomina una Cámara de Representantes totalmente digitada y que le responderá incondicionalmente.

Con el Ministerio del Interior a cargo de Edgar L. Ynsfrán, verdad o mentira, lo más probable puras tabulaciones para justificar su accionar frente al dictador, se dibujaron algunas supuestas conspiraciones. Lo concreto era que de parte del coloradismo disidente, raleado Méndez Fleitas, no quedó ningún líder con capacidad para articular una revuelta militar. El control sobre el aparato castrense era completo. No obstante, con el objetivo de desarticular o debilitar prominentes figuras partidarias o directamente aterrorizar a quienes pudieran hablar a hurtadillas se habló de un "trabajo" de los tres yernos de Rigoberto Caballero, hijo del fundador del partido, (Couchonnal, García de Zúñiga y Clavell) y de los capitanes Napoleón Ortigoza y Ortellado.

Una dominación no se mantiene en forma permanente por solo el ejercicio de la fuerza física, aunque debe estar latente y sentirse permanentemente. Una población para que una dictadura funcione debe someterse psicológicamente. Uno de los mecanismos conocidos es la generación progresiva de cuatro estadios emocionales: incertidumbre (sobre el futuro), angustia paralizante, desesperanza (por impotencia) y, finalmente, resignación y entrega. El objetivo es recrear una práctica cultural tan común, que se convierte en una adaptación y resignación natural enquistada en el inconsciente. El sometido no percibe el sometimiento, es su estado normal de consciencia. Termina por convertirse en aquello que refleja sus reacciones y conductas. Entonces dejamos de simular y terminamos moldeando nuestro yo, lo que verdaderamente somos.

El miedo selló el "Estado Pretoriano" neocolorado-stronista, sacrificando su autonomía el Partido Colorado, en los cuarteles se encontraba la fuerza decisoria. En el nivel partidario se conformó una dirigencia que lucró con los beneficios de la administración pública, sus negocios particulares y sus negociados también. A quienes no aceptaron someterse o venderse los fue dispersando con nombramientos en el exterior, destituciones y rotaciones. Un estado de cosas que duró treinta años y que intimidados, sometidos o sobornados aceptaron los colorados y les fue funcional a los Estados Unidos con su "democracia sin comunismo" en plena Guerra Fría.

Se convocó a elecciones con candidato único y en las próximas justas electorales con astucia logró obtener la participación de los liberales: P.L. y P.L.R. Posteriormente, capitula el Partido Revolucionario Febrerista en 1964. Se diseña en 1967 una Constitución para perpetuar al "único líder" con la simpatía y plena participación de los partidos políticos de la oposición, pese a los miles de exiliados y presos políticos donde su mayoría eran comunistas y colorados disidentes. Esta legitimación, objetivamente, fue una maniobra maestra. De un plumazo la imagen de una dictadura militar se esfumó al exponer un pluripartidismo semi-abierto y una oposición rentada que rotaba según sus mezquinos intereses.

Para 1968 hincó sus rodillas el coloradismo y los partidos Liberal, Liberal Radical y Febrerista. El empresariado nacional, la central obrera y la Iglesia. La capitulación fue general y le brindó años de oxígeno hasta la bonanza de Itaipú. Nació la "democracia del redil" (Osvaldo Chaves). Esta derrota de la disidencia colorada y su orfandad militar para revertir la situación culminó en una catastrófica derrota para la civilidad.

Desde allí el régimen tuvo vida propia hasta agosto de 1987. El Partido Colorado que entre 1904 y 1947 luchó denodadamente por la apertura democrática y la libertad de prensa, una vez en el gobierno y asumido stronista reprodujo con creces los vicios que tanto denunció. Responsables políticos principales fueron Romero Pereira, Edgar Ynsfrán y Ramón Duarte Vera.


LOS COLORADOS TAMBIÉN LUCHARON POR LA DEMOCRACIA

Esta dictadura fue por derecho propio la más larga y profundizó sistemáticamente el ostracismo y la deportación como arma de control de la disidencia. Generó olas migratorias y exilios prolongados que hasta mediados de 1970 tuvieron como destino y acogida a los países más cercanos: Argentina, Brasil y Uruguay. Con posterioridad, el auge de las dictaduras militares regionales la compelió a radicarse en los Estados Unidos o Europa.

Tras "La declaración de Resistencia" del MOPOCO en marzo de 1960, las autoridades del Partido Colorado en el país sufrieron un fuerte sacudón y actuaron. Ese mismo mes aprueban una resolución de la Junta de Gobierno donde se expulsa a todos los disidentes que la suscribieron, a excepción de Méndez Fleitas, que también la firmó, pero ya fuera expulsado el 23 de diciembre de 1957 por atacar al gobierno nacional, la unidad partidaria y buscar la división de las Fuerzas Armadas en sus publicaciones desde Montevideo.

La Junta de Gobierno que expulsó a los colorados la integraron: J. Bernardino Gorostiaga, presidente y los miembros: Tomás Romero Pereira, J. Eulogio Estigarribia, Climaco Fernández, Domingo Montanaro, Juan R. Chaves, Rigoberto Caballero, Hermenegildo Olmedo, Teodosio Zayas, Pastor C. Filártiga, César Barrientes, Marcial Samaniego, Ezequiel González Alsina, J. Augusto Saldívar, R. Sapena Pastor, Edgar L. Ynsfrán, Gustavo Storm, Antonio E. González, Rosa Agustín González, Enrique Volta Gaona, J. Leandro Oviedo y Bacon Duarte Prado. Suplentes: Raúl Brugada, Alberto González, R. Ramírez Pane, Honorio Campuzano y J. Manuel Frutos (h).

Este "cuadro de honor" fue responsable del sometimiento al dictador y cómplice de sus actos. Sin embargo, nunca tuvo poder de decisión, por su subordinación ignominiosa. Se redujeron a administrar el partido, olvidando convenientemente cuando esa misma Junta decidía.

Retomando al texto del MOPOCO, con certeza un abierto desafío al poder táctico vigente. Muchos colorados vibraron y respondieron al llamado, pero sin apoyo militar por la creciente consolidación del "Estado Pretoriano", no pasó de ser un manifiesto más y los condenó, reiteramos, al exilio más prolongado de la historia nacional.

El MOPOCO reivindicó la representación del pueblo colorado: "La Junta de Gobierno del Movimiento Popular Colorado, reunida en sesión plenaria en la ciudad de Resistencia, capital del Chaco, República Argentina, resuelve, en breve síntesis Reafirmar de modo inapelable la decisión del coloradismo de proseguir la lucha contra la tiranía de Stroessner hasta su derrumbe en una lucha sin tregua, ni renunciamientos ni transacciones. Que la permanencia de Stroessner en el gobierno es incompatible con el coloradismo y deberá buscarse un gobierno provisional que levante el estado de sitio, dicte una amnistía general y derogue las leyes y decretos restrictivos a las libertades públicas. Buscando el coloradismo la creación del Estado de Derecho, arbitrando y convocando a una Asamblea Nacional Constituyente. Exhortando a los correligionarios de la república para que en el momento de las decisiones unan y coordinen, con mayor fuerza, su acción contra la tiranía. La firman: J. Zacarías Arza, Luis O. Boettner, Waldino R. Lovera, Mario L. Mallorquín, Osvaldo Chaves, Epifanio Méndez, Enrique Riera, Pedro A. Caballero, Virgilio Cataldi, Martin Valiente Gómez, E. Méndez Paiva, Bernardo García; Julio César Kolberg, Nelson Rolón, Fulgencio Aldana, Hugo César Recalde, Miguel A. González Casabianca, D.Becker Gutiérrez, Rubén Duarte y Raimundo Domínguez.

Todos fueron expulsados por rebelión. Desde ese instante la Junta de Gobierno del MOPOCO y después de la ANRER se erigieron como antagonista de su homóloga en el país. El documento golpeó con fuerza porque la mayoría de quienes lo suscribieron por años ocuparon funciones del mayor relieve en la conducción partidaria, la administración pública y en la diplomacia, renunciando a importantes cargos.

Si bien una mayoría de afiliados al coloradismo, y en menor medida a otros partidos, se beneficiaron con la dictadura, también hubo colorados comprometidos con los principios de su partido, que la enfrentaron. El coloradismo durante esta larga noche casi sin fin pobló las cárceles y ofrendó sus desaparecidos como el Dr. Agustín Goiburú (MOPOCO) o Bienvenido Argüello (ANRER). A modo de ejemplos de afiliados colorados que honran las fosas comunes de tumbas NN en nuestro país. (6)

Bienvenido Argüello, un obrero y joven dirigente del Comité Central de la Juventud Colorada de la ANRER, en mayo de 1975 fue detenido, preso, incomunicado y torturado en Investigaciones. Se le aplicó picana eléctrica en las partes más sensibles del cuerpo. Azotes y humillaciones sin límites. Muerto en la sala de tortura hasta la fecha continúa desaparecido.

Ahora hablemos del MOPOCO. El Movimiento Popular Colorado, más conocido como MOPOCO, era un movimiento interno del Partido Colorado, fundado en 1959 para combatir la dictadura. Tuvo origen, básicamente, con la integración de dirigentes jóvenes del Comité Central de la Juventud Colorada y la disidencia liderada por Epifanio Méndez. Tras su exilio en Resistencia (Argentina) concretaron un primer congreso en marzo de 1960 y fue electo presidente José Zacarías Arza. En 1973, el MOPOCO y el "epifanismo" se separarían, ya que este último fundaría la Asociación Nacional Republicana en el Exilio y la Resistencia (ANRER). Lamentablemente, nunca se entendieron a plenitud.

Si bien tomó estado público su lucha con la Declaración de Resistencia de 1960, ya el 11 de setiembre de 1959 en el documento "El MOPOCO define su posición ante la dictadura" denunció el Golpe de Estado del 30 de mayo de ese año en contra del "proceso de normalización democrática" y que bregará por la "libertad dentro y fuera del Partido". Otro importante documento fue "La tortura erigida como sistema” del 10 de octubre de 1959 en el cual abiertamente responsabiliza a Stroessner por las torturas con ayuda de técnicos extranjeros. Estos documentos fueron firmados por importantes dirigentes del coloradismo.

Sus principales reivindicaciones eran democráticas: libertad partidaria y nacional, respeto a la soberanía popular y valoración ética de la política. Incluso durante la convención de 1962 en el país, todavía algunos militantes se atrevieron a testimoniar una última participación del movimiento en la sede partidaria, buscaban levantar la sanción sobre sus dirigentes. Por supuesto sin ningún éxito. A partir de allí solo el ostracismo para la disidencia colorada dentro del país.

En cuanto a la ANRER fundada por Epifanio Méndez Fleitas por su protagonismo requiere una breve semblanza de su líder. Fue síntesis del intelectual, luchador y caudillo querido por sus seguidores. En momentos difíciles del coloradismo y cuando soportaba los efectos del divisionismo, se erigió en un jefe político de gran arrastre y predicamento; pero también despertó suspicacias al sentir otros dirigentes arriesgar sus respectivas posiciones.

Las intrigas poco a poco dieron resultado y a fines de 1955 emprendió el viaje hacia el exilio del cual no retorno. Fue miembro de la Cámara de Representantes, Jefe de Policía entre 1949-52 y Presidente del Banco Central 1952-1955. Vicepresidente y miembro fundador del MOPOCO y presidente de la ANR en el Exilio y la Resistencia.

El MOPOCO y la ANRER en el exilio se mantuvieron activos participando en seminarios y debates. También publicaron periódicos como FIRMEZA, PATRIA LIBRE, EMANCIPACIÓN PARAGUAYA, DESTERRADO YO'Á Y TETAGUÁ ARA donde atacaban duramente la dictadura.

El coloradismo organizado en el exilio no contó con la fuerza suficiente para derrocar al dictador. Se dieron intentos aislados además de gestos valientes y heroicos, pero al carecer del apoyo militar estaban condenados al fracaso hasta la división de las Fuerzas Armadas en 1987. Tras el 2 y 3 de febrero de 1989 ambos reingresaron en las filas de la ANR al juzgar que su lucha por la democracia finalizó. No pudieron acceder a una participación electoral relevante.

 

 

 

 

CONCLUSIONES

Es complejo analizar un período histórico donde participamos en una de las trincheras que finalizó hace tan corto lapso de tiempo. Pero hay síntomas que desnudan la realidad, por más problemática que se exponga.

El primero, es que Stroessner, salvo quienes se beneficiaron en forma directa, por sus excesos cuando perdió el poder, careció de partidarios en la dirigencia política colorada que lo reivindicaran públicamente.

Segundo, quienes buscaron en su eslogan "Paz y Progreso" una simpatía electoral, no conquistó dentro del coloradismo numerosos admiradores, ni seguidores.

Tercero, la "militancia combatiente stronista hasta las últimas consecuencias" nunca se reorganizó como grupo político identificado, menos aún luchó bajo su bandera.

Cuarto, pese a este oportuno abandono de su figura, el coloradismo, después de sus 35 años de dictadura emergió vacío ética y doctrinariamente, pero controlando el más formidable aparato electoral del país y con la dirigencia nacional con mayor oficio para ejercer el gobierno.

Estos síntomas testimonian que el stronismo como ideología de dominio en el coloradismo no contó con numerosos adherentes, era solo un espacio de súbditos y cómplices unidos por intereses y miedo. Caído el "César" sencillamente buscaron otros líderes.

Stroessner, padre del personalismo más abyecto de la historia nacional, como cualquier otro en la "historia universal de la infamia" recreó y legó un estilo político tenso, jerárquico y sin escrúpulos. Un modelo que pervive hasta hoy, aunque no esté la figura del dictador y que nos costará varias generaciones superar.

Legó un modelo de hacer política como mecanismo de ascenso social y económico sin pasión, ni principios, ni vocación de servicio al prójimo. Es el político operador que sueña con acceder al espacio público no para ayudar al bien común, sino para apropiarlo con beneficios privados. Es la política como confrontación y su mayoría de espacios de poder, sin incorporar su otra dimensión de integración, similar al modelo de dominación de ciertos círculos conservadores de la élite norteamericana conocida como los neocon.

Es un estilo político mediocre, agresivo e intolerante que nos condena al atraso. Sin la pasión de construir una sociedad mejor. Es un uso empobrecido y empobrecedor. Es la política limitada a articular el poder vista en oposición a la producción, productividad, competitividad, inclusión y mayor equidad. Es el sálvese quien pueda. Es la política reina de todo, pero buena para nadie, salvo el mezquino protagonista que por estas reglas logra ascender.

Este sentir de la política en amplios sectores del coloradismo y de otros partidos es en gran medida una práctica cotidiana y viene de los tiempos de "mi general". En el fondo, pese al barniz democrático continúa autoritaria al aprenderse durante una dictadura tan extensa, aunque se diga lo contrario. Acontece que la forma de hacer política de los principales actores se aprendió durante el autoritarismo y capaz que sueñen, en su inconsciente, muchos con emular la concentración de mando de "mi general" al ser parte de su sensibilidad.

Esto explica el porqué los movimientos internos son tan poderosos, y no pueden reconstruir una institucionalidad mayor que la facción que controla el líder o cacique de turno. De allí la mera retórica del discurso, que nadie siente y se sabe que no dice verdades. Retórica sin consistencia, ni línea teórica coherente. Son algunas de las consecuencias de tan largo maridaje entre dictadura y política.

Una acción política impotente de superar la lógica de sumar poder a cualquier precio, el beneficio privado y el pase de facturas para quienes no se subordinen. Pese a ello, nuestra ciudadanía avanza y fue capaz de una doble alternancia pacífica por primera vez en su historia, donde el coloradismo retomando su tradición republicana entregó el gobierno nacional ante su primera derrota cívica en las urnas.

Pese a estos vicios denunciados, el Partido Colorado en la reciente llanura demostró una gran capacidad de agiornamiento y adaptación a los cambios democráticos. Comprendió la necesidad de institucionalizarse, el respetar el disenso interno y la necesidad de contar con elecciones limpias y transparentes. La sombra del autoritarismo, aparentemente, quedó atrás en sus prácticas cotidianas, su gran desafío es retornar a sus añejos principios republicanos donde la política sea un instrumento para mejorar la calidad de vida de la gente y soñar con un país mejor.



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Weber Max, Economía y sociedad, FCE, México, 1987 y El sabio y la política, Eudecor, Córdoba, 1966.



ANEXO

TESTIGO DE LA CAÍDA DE EPIFANIO MÉNDEZ

Sobre estos acontecimientos un testigo viviente, que fuera estafeta entre los protagonistas, el contador Mesde Osta, hermano del Comando de la Artillería, el Capitán Geraldo Osta. Cuenta que en esa época vino Natalicio desde México y le pidió reunirse con Epifanio en casa de Víctor Morínigo. Allí se encuentran y le dijo Natalicio que estuvo con el Presidente Stroessner y éste solo se dedicó solo despotricó contra él. Recomendándole que si podía, se apure en actuar con sus amigos militares porque de lo contrario el Presidente lo destituiría.

Así el 16 de diciembre de 1955 en casa de Méndez se reúnen el dueño de casa, el Mayor Candía, los capitanes Mario B.Ortega y Geraldo Osta ante la inminencia del desenlace de la tensión con Stroessner. En la reunión también participó Mesde Osta que rememora el compromiso del Comandante de la Caballería de controlar a los capitanes Cubas Barbosa y Andrés Rodríguez impugnadores de su autoridad al responder en forma directa al Presidente.

Que acaecida la crisis interna de la unidad detuviera a los complotados y enviara un mensajero, el Teniente coronel Domínguez para que salga hacia Asunción la artillería, ya comprometida. Mientras tanto, el Mayor Mario B. Ortega, desplegaría la policía sobre la capital. Se sublevan Cubas y Rodríguez, Candía no los detiene y no envía al mensajero hacia la artillería. Se le habla a Candía y pide unas horas, y en ese lapso reacciona el Comando en Jefe y lo envía al Capitán Argaña a la artillería para ordenar su apresto hacia Asunción y neutralizar el despliegue de tropas que sí hizo el Jefe de Policía.

Concluye su relato señalando que si Candía no hubiese sido pusilánime, renunciaba Stroessner ante su mayoría militar y la Junta de Gobierno en pleno adheriría a la nueva situación de hecho, sin lugar a dudas. Que Méndez no pudo hacer nada más, ante el fracaso en su resolución del Mayor Virgilio Candía. La jefatura del movimiento militar hubiese sido del Gral. Couchonal, quien aceptó en su presencia.

En más de una oportunidad, el autor le interrogó a Epifanio porque no reaccionó militarmente el 21 de diciembre y él siempre le dijo que no hubiese podido sobrevivir ni un minuto a la responsabilidad de haber derramado sangre. Hubo que esperar más de tres décadas para que se presentara un nuevo liderazgo político en el Estado Pretoriano para deponer al dictador.

 

 

 

 

 

 

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