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RUY DÍAZ DE GUZMÁN (+)
- 14 de Junio de 1629
 
RUY DÍAZ DE GUZMÁN (+)


Biografía

RUY DÍAZ DE GUZMÁN, PRIMER ESCRITOR PARAGUAYO

Ruy Díaz de Guzmán ha sido considerado como parte integrante, inicial, de la historiografía rioplatense. Precursor entre los cronistas de Indias de esta zona sur del Continente su fama ha corrido aparejada a su condición de actor y testigo de hechos relacionados con la evolución de la comunidad asuncena.

No dejó más que un libro, breve y por momentos algo difuso, que por mucho tiempo fuera como el pilar de otros aportes, casi todos venidos de su misma vertiente.

Por su parte él no acordará dimensión a su obra, a la que llega a calificar de "humilde y pequeña" en cuanto a su contextura, castigando con severidad su contenido, al que supone "falto de toda erudición y elegancia".

Fue escrito, según confesión, para justificar la actuación de los españoles que "con valor y suerte emprendieron aquel descubrimiento, población y conquista, en la cual sucedieron algunas cosas dignas de memoria aunque en tierra miserable y pobre", según dice en su dedicatoria al duque de Medina Sidonia.

Aunque aclara que este intento de escribir es ajeno a su profesión de militar, considera necesario emprender el esfuerzo para evitar las consecuencias de la "lamentable tradición".

Se sabe que han llegado hasta nosotros apenas si versiones de copias hechas por terceros, pues la que el autor envió al Archivo de la Asunción, poco después de terminar el original, en 1612, fue sustraída en 1747 por el gobernador Larrazábal, sin que hasta ahora se hayan tenido noticias más efectivas. Es decir, que aquí estuvo durante 145 años, y aun para el conocimiento de aquellas versiones tuvieron que transcurrir más de dos siglos hasta que don

PEDRO DE ANGELIS convirtiera en volumen, en 1835, una de las copias, pasado a ser esa la primera edición hispanoamericana.

La segunda será la mandada a imprimir por don Carlos Antonio López en 1845, y la tercera, rioplatense, es la que le tocó patrocinar a Florencio Varela al año siguiente.

¿Se llama así, LA ARGENTINA o ARGENTINA MANUSCRITA, títulos con los que comúnmente se conoce a dicho libro? Paul Groussac, al impugnarlo, señala que en parte alguna el autor lo deja consignado, y está en lo cierto. Su denominación completa, como puede advertirse en el

texto, es: ANALES DEL DESCUBRIMIENTO, POBLACIÓN Y CONQUISTA DE LAS PROVINCIAS DEL RÍO DE LA PLATA,o sea que no aparece circunscrito a determinada zona sino a una extensión territorialmucho más amplia y que es la que históricamente corresponde.

Y si se acude a su designación moderna, más razón se hallará para aceptar su origen rioplatense. Enrique de Gandía, en el prólogo a la edición Estrada, afirma que Ricardo Rojas "ha probado" que LA ARGENTINA es el título auténtico. Desgraciadamente para sus pretensiones proteccionistas -no obstante conocer muy bien la historia del Paraguay- nada probó don

Ricardo Rojas, cuyos afanes historiográficos y aun críticos no han superado los límites de la imaginación.

Con encomiable honestidad, el filólogo argentino Dr. Angel Rosenblat -una de las autoridades en la materia- ha formulado la necesaria aclaración sobre el nombre. Refiriéndose al hecho de que el autor no acudiera ni por una sola vez a la denominación de La Argentina, indica cual ha sido el verdadero título que no es otro que el ya mencionado.

Y agrega más adelante el ilustre investigador que "el título que hasta hoy le ha dado la tradición se debe gratuitamente a los copistas e historiógrafos del siglo XVIII, que difundieron los códices en versiones muy dispares, con enmiendas e interpolaciones, por todo el virreinato, y que para emparentarla como fuente histórica con LA ARGENTINAimpresa, de

Centenera, la llamaron ARGENTINA MANUSCRITA, y aun simplemente LA ARGENTINA DE GUZMÁN.

"Comodidades de nomenclatura que han impuesto un título -agrega el Dr. Rosenblat- en que el autor no había pensado nunca y que parece inconcebible en una obra del siglo XVII, que es casi una crónica familiar".

Obra clásica y primera escrita por un autor con sangre mestiza, algunas excelencias ha guardado que le permitieran trascender y seguir ofreciendo un cuadro viviente y colorido de aquellas edades en que anduvieron mezcladas, a, veces sin solución de continuidad, la devoción y la violencia. Corresponde por eso afirmar que esas páginas suyas encierran algo más que una justificación venida de las fuentes de la historia regional. Pero aún dentro de ese espíritu ha sido estimado como de un valor más concreto que el de otros cronistas de Indias.

Esto no evita señalar que con relación a su proyección y a su influencia las opiniones, en ese aspecto, estén divididas.

Para Enrique Anderson lmbert se trata de un cronista "tardío", que cae en la tarea de recoger leyendas y adjudicar un aire de fábula a episodios reales.

Acierta, en cambio, cuando descubre la veta literaria semioculta en la obra de Ruy Díaz de Guzmán: "LA MALDONADA", reminiscencia de Andocles y el león, habría sido tomada del Libro de los ejemplos de Sánchez de Vercial, aparecido a principios del siglo XV. Lucía Miranda, a su vez, introduce en el relato un nuevo factor: el del indio que captura mujeres a los españoles, cuando que lo corriente venía siendo al revés. Y agrega que el autor "nos habla de pigmeos, amazonas, milagros, lógico, escenas llenas de color y de vida", aparte de cierta dosis de emoción y realismo.

Mientras Natalicio González recuerda que "sus relatos aparecen salpicados de alegres cuadros del paisaje tropical y que (su autor) parece sentir cierto placer en estas descripciones", el citado Enrique de Gandía destaca su calidad de "documento filológico, que es, o pretende ser, algo más que un testimonio. Reconoce que esos Anales muestran cómo se hablaba y se pensaba en el Río de la Plata y Paraguay a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, y confirma que "es un modelo como lo son muchas obras del siglo de oro español". Otros méritos pone de resalto, entre los que se cuenta el hecho de que la lengua española fuera aprendida por Ruy Díaz de Guzmán en el Paraguay, ya que nunca abandonó su tierra. Por último se duele que en la historia del español en América los filólogos lo hayan olvidado por completo.

Este libro, en apariencia una simple narración despojada de virtudes literarias, contiene anticipos que tocan al mundo de la creación pura. Empezaremos por enumerar las leyendas que allí figuran y que quieren ser algo más que un recurso de la imaginación: la de "LA MALDONADA"; la de las Amazonas, pueblo de mujeres solas y belicosas; la ya citada y muy conocida de Lucía Miranda, que entre nosotros analizara, con el propósito de hallarle verosimilitud, el Dr. Manuel Domínguez.

También pueden observarse "visiones", como aquella de los españoles, que después de haber derrotado a 400 indios, estaban "desordenados y rendidos", pero obnubilados aún por la visión de un hombre vestido de blanco, con una espada desnuda en la mano, les cegaba la vista y los paralizaba de temor. La fantasía alude, asimismo, a las piedras de colores del Guairá (que merecieron un estudio del Dr. Viriato Díaz-Pérez) para confinar en los gigantes de "monstruosa magnitud" que encontró Magallanes. Uno de ellos, cautivo, al quedar maniatado se disgustó tanto que no quiso comer y, con palabras de Ruy Díaz de Guzmán, "de puro coraje murió".

Para un final de ZOOLOGÍA FANTÁSTICA-al gusto de Borges- quedará su referencia a aquella "monstruosa culebra" o género de serpiente que ponía gran terror y espanto en todos los que la veían. Su descripción merece los honores del género: "Era muy gruesa y llena de escamas; la cabeza muy chata y grande, con disformes colmillos; los ojos muy pequeños, tan encendidos que parecían centellear; tenía de largo 25 pies, y el grosor por el medio como un novillo; la cola tableada de negro y duro cuero, aunque en parte manchado de diversos colores: la escama era tan grande como un plato, con muchos ojos rubicundos que la hacían más feroz; y lo era tanto que ninguno la miró que no se le espeluznase el cabello".

Y ¿quién era el autor de estos Anales rioplatenses? Un hijo de madre mestiza, el símbolo de un aparente conflicto de sangres y razas. Se le ha reprochado a Ruy Díaz de Guzmán su "españolismo" y hecho hincapié en su adhesión a la causa de sus ascendientes europeos.

Mas, cabe afirmar que los guaraníes -sus también antepasados, puesto que su abuela materna lo era- no concitaron su animadversión ni su ojeriza.

Menciona a sus tribus entre las siempre amigas de los españoles, a la vez que señala la enemistad de otras parcialidades como las de tupíes y guaicurúes. Alude al aprendizaje que hiciera Alejo García de "la lengua de los carios, que son los guaraníes" y tiene una evocación para los primitivos habitantes de las islas del delta del Paraná, a los que no sin cierta razón adjudica condición bonaerense: "Llegaron al puerto de aquella ciudad -dice- tres canoas de indios guaraníes, naturales de las islas de Buenos Aires, con un principal llamado Ñamandú".

También los mestizos están presentes en él, como para obligarlo a no olvidar que desciende de ellos. Pedro Henríquez Ureña los ha filiado de esta manera: "Hombres, entera o parcialmente de raza india, se destacaron como escritores o artistas durante el período colonial, así Ruy Díaz de Guzmán". Y reconoce el maestro dominicano que -con más razón ubicándose en aquella época- "resulta difícil trazar una tajante línea divisoria entre el criollo,  como descendiente puro de europeos, y el mestizo,  como hombre de sangre mezclada". También señala que lo de criollo incluía una categoría social transmisible aun a los que tuvieran sangre india, pero que socialmente hubieran evolucionado, y advierte que "los mestizos constituían una especie de clase media naciente". Concluye acotando que "el choque más violento no se dio entre criollos y mestizos, sino entre ambos grupos y los europeos, debido, sobre todo, a la preferencia que estos últimos tenían por la provisión de puestos oficiales, en contra de lo dispuesto por las leyes".

Ruy Díaz de Guzmán recuerda a sus hermanos de raza: "Tuvieron las mujeres que les dieron los naturales a los españoles, muchos hijos e hijas". La estampa de los mancebos de la tierra, mueve en sus páginas no sólo a comprensión sino a simpatía; la descripción de aquí traza es ésta: "...son comúnmente de gran valor y ánimo, inclinados a la guerra y a las armas, las cuales manejan con mucho acierto y destreza" (...) "son también buenos hombres de a caballo de ambas sillas, y por su entretenimiento doman un potro; sobre todo, muy obedientes a sus mayores, leales con Su Majestad".

Este es el perfil de aquellos calificados de "tumultuarios", que encabezaran la rebelión de los Siete Jefes en Santa Fe, en junio de 1580; los que dieran su matiz americano a las insurrecciones comuneras de Asunción y Corrientes, siglo y medio más tarde. Ruy Díaz de

Guzmán, retocando su natural inquieto y rebelde, los ha embellecido para la leyenda cuando corregía los originales de su libro, allá en sus altos años. Y de las mujeres ¿qué opina de aquéllas que fueron como la imagen de su propia abuela, Ursula Irala, mestiza también?: "Las mujeres -expresa- son de buen parecer, hábiles en la labor y costura; nobles, de condición afable, discretas, y sobre todo virtuosas y honradas".

Y ahora surge otra pregunta: ¿Cuál es la tierra originaria de Ruy Díaz de Guzmán, tal como él la sentía? Algunos escritores de historia y literatura del Río de la Plata lo consideran argentino, sin probanza alguna, con ese espíritu de apropiación indebida que los caracteriza para cubrir la indigencia de sus precedentes coloniales, que están en el Paraguay, aunque simulen no saberlo. ¿Por qué esta situación? Simplemente porque copistas desaprensivos - como lo ha probado el Dr. Rosenblat- dieron en denominar La Argentina a su obra.

Cuando nace Ruy Díaz de Guzmán, entre 1554 y 1560, la primera Buenos Aires ha sido desmantelada ("plantaron cuatro ranchos trémulos en la costa", dice el poema fundacional de Borges) y es así que el centro civilizador rioplatense queda concentrado en la Asunción. Por aquel entonces Buenos Aires no existía y el gentilicio de argentino  sólo vivía en las estrofas de Barco de Centenera, que no aluden a zona o país alguno determinado. Desde la fundación asuncena (agosto de 1537) hasta la conocida partición propiciada por Hernandarias (1620), median nada menos que 83 años, y desde esta fecha hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata, unos 175.

Por consecuencia, el Paraguay nunca pudo haber sido "provincia argentina" o parte del territorio de ese país, como pretendieran al unísono casi y para mayor contradicción, el gobernador Juan Manuel de Rosas y los liberales porteños (Mitre, Rufino de Elizalde).

Es en términos cariñosos que se refiere Ruy Díaz de Guzmán a su región asuncena.

Nada hay de insólito en ello porque por aquellos tiempos "patria era la ciudad". En el prólogo a su libro, dice el autor: "Desde que recibí tan afectuosos sentimientos como era razón por aquella obligación que cada uno debe a su misma patria". Gandía reconoce que Ruy Díaz de Guzmán "imaginó su historia por amor a España y a su patria, el Paraguay. El mismo lo declara con palabras de un valor altísimo", y agrega: "Nótese la palabra patria.  El concepto de patria aparece por primera vez en la literatura histórica rioplatense. De ahora en adelante podrá decirse que un mestizo paraguayo fue el primero en sentir, confesar y escribir la idea de patria".

E insiste Gandía: "Damos gran importancia a esta comprobación porque es el arranque de la historia del concepto de patria en el Río de la Plata y Paraguay". O más honestamente dicho: que la idea de patria subsistente en el Río de la Plata parte del Paraguay. ¿Cuándo los historiógrafos rioplatenses reconocerán, en plenitud, esta evidencia?

Habremos de recordar, además, que igualmente cargadas de contenido emocional aparecen las descripciones que el autor hace de la Asunción, cuna de su nacimiento y regazo de sus días finales: "Está fundada sobre el río Paraguay, en la parte del Este, en tierra alta y llana, asombrada de arboleda, y compuesta de buenos campos".

Finalmente reconoce en ella condición materna: "...es abundantísima de todo lo necesario para la vivienda y sustento de los hombres; que por ser la primera fundación que se hizo en esta provincia me pareció no ser ocioso tratar en este capítulo de las calidades de ella, por ser madre de todos los que en ella hemos nacido y de donde han salido todos los pobladores de las demás ciudades de aquella provincia". Más claro, imposible: se consideraba asunceno, y en mayor medida, paraguayo. Dicho esto para aclarar intentos vecinales y tornar de tal modo insostenible la recordada tesis de Ricardo Rojas, un provinciano argentino a quien extraviaron, algunas veces, las luces porteñas.

Tal ha sido la profesión de fe nacional -llamémosle así- de aquél a quien Ignacio A. Pane calificara de "primer escritor paraguayo". Su misma obra sería exhumada por PEDRO DE ANGELIS en tiempos en que la nebulosa predominaba en torno a su lejano precedente bibliográfico, y recordado su autor con esta significativa premonición: "Nada más se sabe sobre la vida de este escritor, cuyo nombre brillará en los fastos literarios de estos estados".

Y un recuerdo final. Al aludir a las diferencias habidas entre las primeras ediciones y refiriéndose a la lengua vernácula, Florencio Varela manifestará desde Montevideo, en 1846:

"Nótase bastante variedad en los nombres guaraníes; y si hemos de estar a los informes que nos dio el impresor de la Asunción, el mismo señor López, presidente de la República Paraguaya, cuidó de la corrección de aquellos nombres indígenas".

Ningún homenaje mejor que el del presidente prócer pudo haber recibido el mestizo paraguayo Ruy Díaz de Guzmán.

NOTA: Las fuentes bibliográficas directas, utilizadas para este trabajo, leído por Radio Charitas de Asunción el 17 de junio de 1974, incluyen sólo aquellas obras que hasta esa época fuera posible consultar.

Fuente: ESCRITOS PARAGUAYOS – 1- INTRODUCCIÓN A LA CULTURA NACIONAL. Ensayos de RAÚL AMARAL. Esta es una edición digital corregida y aumentada por la BVP, basada en las ediciones Mediterráneo (1984), la edición de Distribuidora Quevedo (2003), así como de fuentes del autor.

 

 

DÍAZ DE GUZMÁN, RUY: Ciudad de Asunción, circa 1558 - 1629. Historiador, cronista y militar. De padre español (Riquelme de Guzmán, hermano del adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca) y madre paraguaya (Úrsula, hija mestiza de Domingo Martínez de Irala, una de las figuras más prominentes del Paraguay colonial), Díaz de Guzmán fue el primer historiador mestizo del Río de la Plata.-

Es autor de una importante crónica: “La Argentina” (No confundirla con el poema épico, de título similar, de Barco de Centenera, escrito en 1602) o “Historia del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata” (1612). Escrita en prosa, La Argentina es un relato de la colonización del Plata por don Pedro de Mendoza -primer adelantado del Río de la Plata y primer fundador de Buenos Aires (1536)- y circuló en forma de manuscrito durante más de doscientos años hasta su publicación en el siglo pasado bajo el título completo de “Anales del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata” (1835).-

Aclara Raúl Amaral que la primera edición paraguaya es de 1845 y que apareció con la denominación impropia de La Argentina. Agrega asimismo que la segunda edición (de 1980, Ediciones Comuneros) le restituye el título original y es, según su opinión, la más completa hasta el presente.-

(Fuente: "BREVE DICCIONARIO DE LA LITERATURA PARAGUAYA"/ 2da. Edición – AUTORA: TERESA MENDEZ-FAITH . Editorial EL LECTOR, Asunción-Paraguay 1998)

 

 

DÍAZ DE GUZMÁN, RUY: Primer cronista criollo. Si bien la más antigua crónica de la conquista del Río de Plata es la de Ulrico Schmidel y luego la de Martín del Barco Centenera, la primera de autor nacido en el país pertenece a Ruy Díaz de Guzmán.

Debió nacer entre 1558 y 1560 siendo hijo de Alonso Riquelme de Guzmán y de Úrsula de Irala, hija de Domingo Martínez de Irala y de una india a la que se bautizó con el nombre de Leonor. Riquelme de Guzmán, parcial de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, se casó con Úrsula cuando ésta tenía trece años. Alvar Núñez era tío de Ruy Díaz, de lo cual nuestro historiador se sentía orgulloso. Su obra fue dedicada a su pariente Alonso Díaz de Guzmán, duque de Medinasidonia, conde de Niebla y marqués de Gibraleón.

Desde muy joven se dedicó a las armas, acompañando a Ruy Díaz Melgarejo en la fundación de Villarrica del Espíritu Santo, en 1575. En 1580 contribuyó a sofocar el levantamiento de los criollos de Santa Fe, después de lo cual pasó al Tucumán, asistiendo a la fundación de Salta.

De regreso al Paraguay, trasladó Ciudad Real y Villarrica a lugares más cómodos y el 24 de marzo de 1593 fundó la ciudad de Santiago de Jerez. Enrique de Gandía dice que regresó luego a Buenos Aires, donde estuvo empleado en el fuerte, y con tres vecinos notables fundó el convento de San Francisco, la cofradía de Nuestra Señora de la Limpia Concepción. En 1604 se le encuentra en Tucumán y años más tarde en Charcas, donde probablemente se entregó a la lectura de los cronistas de la conquista del Perú. En 1606 pasó a Santiago del Estero como contador de la Real Hacienda, pero por disgustos con el gobernador Alonso de Ribera volvió a Charcas, donde comenzó a trabajar en su historia ANALES DEL DESCUBRIMIENTO, POBLACIÓN Y CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA, conocida por La Argentina, que terminó de escribir el 25 de junio de 1612. Es por esto que por decisión oficial, esta fecha fue declarada Día del Libro paraguayo. Otra obra fue RELACIÓN DE LA ENTRADA A LOS CHIRIGUANOS.

 En 1614, el virrey Marqués de Montesclaros le autorizó a emprender la conquista de los chiriguaná, una de las más difíciles del continente. Con poco más de 100 hombres fundó un fuerte que llamó San Pedro de Guzmán, en que se mantuvo cinco años contra los ataques de los salvajes. Un cambio de virrey lo dejó sin riquezas, por lo cual retornó al Paraguay, cansado y decepcionado, con el manuscrito de su obra -única riqueza- dice Gandía, que había salvado para él y para su patria de todas sus andanzas y aventuras.

La muerte lo sorprende en Asunción mientras ejercía el cargo de Alcalde de Primer Voto en el Cabildo de Asunción. Se había casado con doña Juana de Oviedo, y tuvo numerosa descendencia. Falleció el 17 de junio de 1629.-

Fuente: DICCIONARIO BIOGRÁFICO “FORJADORES DEL PARAGUAY” ** Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL . e-mail: arami@rieder.net.py . Coordinación General: Ricardo Servín Gauto/ Dirección de la obra: Oscar del Carmen Quevedo/ Textos: Raúl Amaral, Aníbal Benítez, Margarita Durán Estrago, José Antonio Galeano, Beatriz González de Bosio, María Graciela Monte, Pablo Daniel Molinari, Omar Quiroga, Milda Rivarola Espinoza y Luis Verón .  Asunción-Paraguay, 2001.

 

 

 



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