VISIONES DE ÉGLOGAS
TARDE DE NOSTALGIA
Llora una campana lejana
con languidez y con unción,
La nota que suena se hermana
al ritmo ele mi corazón.
Agonizan en lejanía
los vagos suspiros del día.
En mi alma la melancolía
preludia su tenue canción.
¡Qué sombría esta hora que llega
callada y sigilosamente!
Yo siento que mi ser se anega
en la tristeza del poniente.
Cae la noche en el sendero.
En mi alma la luz se apagó.
En tanto pienso en el viajero
que hoy hacia lo ignoto partió.
LA VACA
Paró la vaca el ritmo de su paso cadente
y magnífica ungida de plenitud pagana,
diseña en el azul de la tarde aldeana
la media luna heráldica de su testuz potente.
De tanto en tanto se oye la llamada mugiente
de la tropa, que llega apagada y lejana.
Y la vaca, hierática, enmudece y se hermana
con la calma sedante y augusta del poniente.
Como un regio tesoro muestra, sus ubres llenas
que las mozas del puesto, ardientes y sensuales,
ordeñan con sus manos carnosas y morenas.
Y en el húmedo espejo de sus ojos bruñidos,
se reflejan, informes, los rojos pajonales
y la paz infinita de los campos dormidos.
EL MAÍZ
Maíz que vas creciendo con tu viril pujanza
en los surcos morenos de la tierra fecunda
tú eres siempre, el cuidado de Flora rubicunda
que te trae los días de lluvia y de bonanza.
Son para ti los cantos de la riente esperanza
y la franca alegría que al labrador inunda,
por el sacro milagro de tu ciencia profunda
que desde la espiga áurea su triunfo al viento lanza.
Y como una promesa cercana se adivina
en la dorada mies que cansada se inclina
en un dulce desmayo de mujer que se entrega.
Y si hoy eres promesa en tu tallo triunfante,
mañana ya serás en cosecha abundante
el premio que corona a la gente labriega.
CAMPO
Suenan vagas, lejanas,
con unciones cristianas
las voces aldeanas
de las viejas campanas.
La tarde sosegada.
Tiembla la brisa alada
con la nota apagada
de la tarda boyada.
Melancólicamente
se borra la iriscente
tristeza del poniente.
Y yo -en el corazón-
siento una honda emoción
de eglógica canción,.
VOCES DE ENSUEÑO
CANCIÓN DE LOS HUMILDES
Vamos amigo mío por esta calle pobre
que tiene la humildad de nuestros corazones
tremantes de emoción.
Hay en la zozobrante quietud de sus rumores
el eco tembloroso, tímido de las voces
que cuentan al oído su pena y su dolor.
Nosotros seguiremos sin temor y sin prisa
por las negras aceras, sucias y derruídas
echadas a esperar
junto a la hilera larga de las casas tendidas
en el vago cansancio de esta tarde tranquila
que tiene resonancias de voz del más allá.
Saldrán a nuestro paso los viejos mendicantes
con sus vidas grotescas, sin amores, ni afanes
que les hagan llorar y sonreír.
Sostendremos un rato sus amargos pesares
poniendo nuestros pocos ahorros semanales
en sus manos rugosas, cansadas de pedir.
Encontraremos también a aquella huerfanita
que aun guarda en sus ojos candorosos de niña
la tragedia espectral de su desolación.
Le compraremos como siempre las chucherías
-ofrecidas con gracia ingenua de chiquilla-
que toscamente hiciera su hermanito mayor.
Después nos detendremos cerca de la ventana
donde hila en estas tardes sus sueños de esperanzas
la áurea costurerita de pálido mirar.
Tú que tienes ese aire de languidez romántica
le dirás quedamente las palabras galanas
de algún estremecido madrigal.
Sonreirá ella tal vez a tu galantería.
Vibrarán los recuerdos, en su alma entristecida,
de alguna dulce historia que para siempre fue.
Revivirán antiguos motivos de alegría,
la lejana ilusión, las esperanzas idas
soñadas en la sórdida pobreza del taller.
Y al volver por las calles ya entre sombras nocturnas
no oiremos a las malas mujeres que nos buscan
por la paga irrisoria de una noche de amor.
Esas pobres mujeres tan buenas aunque impuras
que siguen su camino de amarguras en una
triste virginidad de corazón.
Y con el alma rústica de buenos aldeanos
que sienten la jocunda caricia de los campos
volveremos al tibio regazo del hogar,
en donde nos esperan con su beso adorado
el silencio apacible y el infinito arcano
de las horas ungidas de paz y soledad.
HERIBERTO FERNÁNDEZ
** Nació en Asunción en 1903 y murió en París en 1927. Poseedor de una vasta cultura literaria para su edad y de una inteligencia privilegiada, estaba llamado a enriquecer con obras perdurables las letras patrias. Con todo, ha dejado muestras de talento poético. La lozana inspiración que campea en sus primeras composiciones se mantiene, aunque un tanto atenuada, en los poemas posteriores escritos bajo el influjo del modernismo francés.
** Fue fundador y director de "JUVENTUD", en cuyas páginas se iniciaron en la vida intelectual muchos jóvenes de la generación de Fernández. En la mencionada revista y en "ALAS", escribió ensayos de crítica literaria y algunos cuentos. En busca de más amplios horizontes se trasladó a París, la capital intelectual del mundo latino, Meca de escritores y de artistas. Allí publicó dos tomitos de versos y se dedicó a traducir al castellano páginas de los maestros de la moderna literatura francesa. Poco antes de su muerte, ya presintiéndola, escribió "LOS SONETOS A LA HERMANA".
Obras. Verso: VISIONES DE ÉGLOGAS. París, 1925; VOCES DE ENSUEÑO, París, 1926. Prosa: EL ESPECTRO DE LA TRAGEDIA, cuentos (inédito). Crítica: "EL PERFIL DE UN POETA", por J. Natalicio González ("Guarania", N° 8, año 1, junio de 1934).
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Fuente: Sinforiano Buzó Gómez. ÍNDICE DE LA POESÍA PARAGUAYA, Editorial Indoamericana. Argentina, Asunción, 1952.
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