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EZEQUIEL GONZÁLEZ ALSINA (+)

  EL ENTREGADOR DEL CHACO - Por EZEQUIEL GONZÁLEZ ALSINA


EL ENTREGADOR DEL CHACO - Por EZEQUIEL GONZÁLEZ ALSINA

EL ENTREGADOR DEL CHACO

EZEQUIEL GONZÁLEZ ALSINA

Artes Gráficas Zamphiropolos

Asunción – Paraguay

1968 (145 páginas)

 

 

PRÓLOGO

Hay diversas formas de hacer Historia. Una, se hace para justificar posturas partidarias o a partidarios, y otra, la que busca empecinada­mente extraer la verdad de los episodios pa­sados.

El Partido Liberal se ufana en contar con una supuesta élite intelectual en sus filas. Sus historiadores, han forjado con el metal de su color, una "historia" en la que se atisban y aga­zapan invectivas a sus contrincantes y exalta­ciones delirantes a sus parciales.

 

Este drama que corroe a la intelectualidad liberal es mal endémico. El político se zambulle en la historia y crea, con sus herramientas partidarias, ‘‘su’’historia o, al menos, la histo­ria de su entidad política, enderezada a justifi­car sus errores y a celebrar en forma descome­dida sus aciertos, si los hubiere.

 

Este es un modo de hacer historia. Seca y helada, desprovista del contexto esclarecedor, sin la toma de una posición filosófica que permita desentrañar los acontecimientos y expli­carlos en, relaciones de su causalidad.

 

Los historiadores liberales, deliberadamente han manipulado sucesos, instituciones y per­sonas para empaparlos de una hermenéutica sin rigurosidad científica y lo han reducido a simples posturas sectarias.

 

Sin embargo, la historia como ciencia, es transcendente al hombre y está desligada de las minucias y las miserias humanas, siendo ella inapelable e sus majestuosos y definitivos fallos.

El pretender encubrir un hecho histórico, con la cortina de humo de un palabrerío tonto y vacuo, o trasgredir sus fór­mulas éticas en torpe e inmoral afán de aco­modarlo al gusto de cada uno, implica en sus cultores un innoble intento de mixtificación.

Pero, ante esta circunstancia, surge la crí­tica histórica. Aquella que no sólo ve cierta regularidad en el hecho histórico del cual se deducen principios generales y la arquitectura una motivación filosófica, sino que también re­mueve las escorias que ocultan la verdad. La crítica es, entonces, labor de síntesis y de inves­tigación. No se reduce simplemente a trenzar acontecimientos., enhebrándolos sobre el tiem­po en que tuvieron vigencia para reproducirlos, sino que también despeja incógnitas, y al desentrañar el oculto sentido de los acontecimien­tos vuelve a darle la plena vivencia agotada. En suma, es dialéctica. Unidad sintética entre sujeto y objeto sobre el inmenso plano del acae­cer.

 

Es, además, compulsa, contrastación de juicios. Razonamientos en líneas de batalla que avanzan impelidos por una fuerza depuradora de embustes y artificios.

Fundamentalmente, la crítica histórica es polémica. Controversia que gira en torno a la aprehensión de la verdad; búsqueda porfiada de esta en la intrincada maraña, de los argumentos ,y razonamientos ficticios. La crítica desmenuza aserciones pre-fabricadas y las destituye de la categoría de valoración que le otorga quien las baraja para dar un sentido oblicuo al hecho his­tórico.

Ezequiel González Alsina, con esta obra, irrumpe en la crítica histórica. No para hacer historicismo por su cuenta ni para nadie, sino para vaciar de impurezas y contumacias el tras­cendental episodio de la Paz del Chaco.

Hasta hace poco, un impenetrable velo de misterio envolvía las profundas razones que mo­tivaron a nuestros plenipotenciarios a suscribir un Tratado, notoriamente injusto e insatisfac­torio para nuestras aspiraciones y títulos. Se hostigó aquel pacto por la entrega de un pedazo de nuestra heredad, recuperado con el sacrificio de miles de combatientes. Y, si se toma en cuenta que aquella porción correspondió a la zona petrolífera: ¡con cuánta razón el paragua­yo ha venido inquiriendo por la vileza de esa cesión!

 

Un motivo casi baladí originó esta obra. La ‘‘enorme minucia’’ de que hablaba Chesterton, hizo explotar el secreto.

El Dr. Efraím Cardozo, redactor del sema­nario “El Radical”, con esa jactancia que le es habitual y que encubre intimas frustraciones, acometió la torpe empresa de escribir un vi­triolesco artículo contra el Dr. Ezequiel Gon­zález Alsina.

 

La réplica de éste fue instantánea y agu­da. El Dr. Cardozo, atrapado “in fraganti infamia”, tuvo que aceptar, mal que le pesara, la polémica en el terreno que le impuso su conten­dor. La polémica se circunscribió por parte del Dr. González Alsina al terreno histórico, me­dio en el que el Dr. Cardozo, aparentemente, se desenvuelve con comodidad y con cierto pres­tigio, dado que acostumbra, desventuradamen­te para él, arrogarse el título de “historiador”.

La historia diplomática de la suscripción del Tratado de Paz que puso término definitivo a la cuestión chaqueña, es un episodio que ha concitado inquietantes interrogaciones. Para el pa­raguayo que hizo la guerra a punta y filo de valor, hubo siempre el sombrío presentimiento de que sus esfuerzos por recuperar la heredad fue­ron dilapidados en la mesa de negociaciones. Y, el paraguayo actual, que recibe las sugestiones de la historia, siente una especie de ruptura, una quiebra, que le abate el ánimo. Esta sensación curiosa, imprecisa, ha estado viva y palpitante en la ciudadanía.

Un proceso de dilucidación era necesario, tanto más cuanto ese capitulo siempre estuvo vigente como una permanente herida, abierta como un florón en el alma nacional.

La historia discurre por sobre los pueblos, fijándole su impronta, dándole un sentido pre­ciso de donde se extraen semejanzas y lecciones providentes. Un pueblo que se siente herido en sus más intimas estimaciones y cuando la trai­ción desgarra las sombras en las que estuviera sumergida, le provoca un choque violento y restallante.

A casi treinta años de aquellas negociacio­nes que denominamos históricamente “La Paz del Chaco”, apareció, de improviso, con toda su letal realidad, la dolorosa certidumbre de que en su seno hubo juegos turbios y actitudes rep­tantes. Ni más ni menos que el negociador para­guayo “aventuró” una sugestión que transformó radicalmente la incorruptible posición que el Paraguay había asumido hasta ese nefasto mo­mento.

 

Esta revelación que se comenta en el libro del Dr. Ezequiel González Alsina, ha, conmovido a la opinión pública por todo lo que ha hecho aflorar: villanías y claudicaciones que estuvie­ron enterradas por mucho tiempo. La verdad ha sido extraída de un pudridero de falsías y entreguismos. Pero esta es la labor del crítico, de quien se siente al mismo tiempo espoleado por el propio sentimiento nacional, que obliga a develar el misterio. Iluminar la oscuridad, apri­sionar las contorsionadas sombras chinas y someterlas al lente penetrante de la verdad, es tarea del critico y del hombre público.

Ezequiel González Alsina, por razones ob­vias y por la, jerarquía administrativa que ocupa,, ha demorado en sustanciar otros aspectos de la política nacional de 1938. Por el momento, su disección histórica alcanza al responsable principal del Tratado de la Paz del Chaco. Pe­ro, de todos modos, quedan en las páginas de este libro surgido de una polémica, los atisbos y las claves para posteriores enjuiciamientos. Hay puntos penumbrosos, actitudes que se desli­zan furtivas y que, sin dudas, habrán de re­querir también el escalpelo del crítico.

Por lo pronto, un capítulo ha sido despoja­do de su tenebrosa envoltura. Emerge la responsabilidad, hasta hoy indivisa, del   Dr. Efraim Cardozo en aquel acontecimiento. En balde es­te pretendió hacer piruetas verbales para evadirse del sofocante cerco con que, firme y per­sistentemente, el Dr. González Alsina lo fue ce­rrando en sus magistrales artículos de "PA­TRIA". Preciso y certero como jugador de ajedrez, con matemática precisión, deduciendo con lógica inflexible, disolviendo argucias como pompas de jabón y reventando en partículas la intención de escudarse tras el prestigio de diversos prohombres, Ezequiel González Alsina acorraló al Dr. Efraim. Cardozo y lo sometió al juego cruzado de su despiadada crítica histórica.

 

La excusa del historiador liberal para po­ner fin a la polémica fue ridícula Acosado, vencido, maltratado por la propia Historia el “his­toriador” desplomado de su pedestal amasado con fatuidad, inventó un torpe pre­texto. En ninguna circunstancia,  en las páginas del periódico de su partido, donde sostuvo la polémica con Ezequiel González Alsina se sintió el mínimo esfuerzo dialéctico por justificar su intervención en los hechos.

 

Y ahí quedó para siempre, quemante como un baldón, el remoquete de “Entregador del Chaco”. Lápida definitiva para quien en mala hora, amenazó con utilizar su “arsenal de ver­dades”, acometiendo la vanidosa empresa de querer pulverizar a su contendor.

 

Ezequiel González Alsina nos ha dado una nueva prueba de su formidable talento. Sólo, rodeado de sus libros y el afecto de sus ami­gos, replicó brillantemente la leguleya argucia de su rival. El Dr. Cardozo, sin atinar a defen­derse, hizo correr la calumniosa especie de que el Dr. González Alsina se valía de la colaboración de un misterioso personaje, calificado con los más duros adjetivos. Los que estamos en "PA­TRIA", siempre tomamos a burla esta falta de puntería del Dr. Cardozo para individualizar a esos presuntos colaboradores.

Desde el primer momento, sentimos como propio el triunfo de Ezequiel González Al­sina. Cuando el trapo blanco, síntoma de ren­dición, hizo flamear el “Entregador del Chaco” en el N° 13 de “El Radical”, no fue sino la cul­minación de algo que anticipadamente ya sa­bíamos.

Se puede mentir con ligereza, pero no se puede engañar a todo un pueblo.

Valga la moraleja para el que pretendió mixtificar la Historia nacional.

En tanto, extendamos nuestra diestra cor­dial, con toda la virilidad patricia de colorados a Ezequiel González Alsina, promontorio de inte­ligencia.

ALBERTO PREDA LLAMOSAS

Asunción, Noviembre 24 de 1967.

 

 

 

INTRODUCCIÓN

No estaba en nuestro pensamiento que la parte que nos tocó en la polémica con el doctor Efraím Cardozo fuera recogida en un libro; pero el calor de los amigos y el indudable interés del tema nos han convencido de la oportunidad de hacerlo, si­quiera sea para fecundar nuevas aproximaciones a la verdad íntima y todavía mal conocida, o mal evalua­da, de la solución final del conflicto de límites con Bolivia, en los confines del Gran Chaco Boreal.

Somos los primeros en comprender que el lenguaje polémico no suele ser el más afortunado para llevar por cauce sereno la dilucidación de la verdad. Sin embargo, nuestra excusa es irreprochable: Fuimos escandalosamente agredidos por el doctor Cardozo, que reaccionó como amo feudal al que le hubieran trajinado el coto privado, cuando incidentalmente to­camos el tema, en el curso de la rutina periodística.

No podrá destruir esta afirmación el doctor Car­dozo, porque lo que decimos de manera tan simple, se prueba con mayor simplicidad todavía. Basta tener a la vista las colecciones de “PATRIA” y “El Ra­dical”, correspondientes a los meses de Octubre y Noviembre de 1967. Allí se verá cómo de aspectos diversos de la política interna en general, el doctor Cardozo, escogiendo el terreno que tal vez le pare­cía más cómodo, se parapetó en el asunto de la Paz del Chaco, con citas respetables pero aisladas y frag­mentarias, para justificar una agresión por todo lo alto, contra el Partido Colorado y contra figuras próceres del coloradismo.

Como es natural, nuestra réplica no se hizo esperar. Desde ese momento, la polémica quedaba entablada; pero cuál no sería nuestra sorpresa al comprobar que el doctor Cardozo prefirió el camino de los ata­ques personales, ensañándose particularmente con­tra nosotros, que ofendimos tan descomedidamente su vanidad, mientras, en cambio, dejaba sin respuesta lo fundamental de los cargos acumulados contra él.

En vano pretendimos que el doctor Cardozo se mantuviera en el terreno donde todo hacía pensar que estaría su mayor concentración de fuerzas. No pudi­mos conseguir que nos librara allí la batalla, a pesar de que le concedíamos todas las ventajas.

 

Una y otra vez eludió la acción en el frente princi­pal, contentándose con asegurarnos que algo o mucho puede decir sobre la Paz del Chaco, y agregando si­bilinamente que no tiene por qué callar, pero callando al mismo tiempo el meollo del asunto, que desde el primer momento hemos situado en las “sugestio­nes” del 29 de junio de 1938, que el doctor Cardozo reivindica como exclusivamente suyas, y sobre las cuales se consumó la mutilación del Gran Chaco Boreal, en perjuicio de los derechos del Paraguay, de los cuales, paradojalmente, el mismo doctor Car­dozo había sido un lúcido expositor antes de la gue­rra con Bolivia, durante ella, y aún después, como se verá más adelante.

 

Por supuesto que en el curso de la polémica no nos paralizó el complejo de estar haciendo algo inconveniente para la fraternal convivencia paraguayo -boliviana, que de treinta años a esta parte ha sido el recurso malicioso para postergar muchos escla­recimientos que deben lograrse ahora, cuando toda­vía viven destacados actores y testigos del conflicto chaqueño, y no solamente quedar confiados a recons­trucciones intelectuales y documentales que puedan hacerse en el porvenir.

Sobre la Paz del Chaco ya se adelantaron muchas opiniones, tanto paraguayas como bolivianas, y no hay que temer que se ofenda ni al Paraguay ni a Bolivia, mientras el objeto sea aclarar, evaluar, cotejar. Si esto no pudiera hacerse de buena fe, la Historia sería una disciplina imposible.

“La Guerra del Chaco hasta Campo Vía” se titula un libro del General Juan B. Ayala, del cual extrae­mos algunos conceptos que nos parecen particular­mente oportunos sobre el punto: -“Cuando se sere­nen las pasiones y se midan los hechos y valores con la vara de la verdad histórica, para discernir consa­graciones definitivas de los hombres que actuaron en la guerra del Chaco, se buscará afanosamente a los grandes responsables del tratado de paz... “Esa hora llegará inexorablemente, NO PARA RE­VER TRATADOS NI ENCENDER NUEVAS GUE­RRAS, sino para ubicar en el plano que corresponde a quienes vilipendiaron nuestras glorias más puras y despreciaron las tribulaciones y sacrificios del pue­blo, que hicieron posible la recuperación del Chaco en tres años de sangrienta lucha”.

 

No entramos a analizar la extensión del pensa­miento del general Ayala, que lo tomamos solamente en la medida de nuestra polémica con el doctor Cardozo y en relación exclusiva con la Paz del Chaco, a la luz de sus antecedentes diplomáticos más directos. Lo demás está fuera de la cuestión que aquí se debate.

Roberto Querejazu Calvo, en su obra “Masama­klay”, editada en La Paz, en 1965, expresa un punto de vista boliviano, coherente con el anterior de nues­tro compatriota. Después de examinar los antece­dentes que pusieron fin al conflicto, con criterio que -obvio es decirlo - no podemos compartir, formula este comentario: - “Así quedó establecida la frontera que hoy separa a Bolivia y Paraguay y sobre la que, desde entonces, los contendientes de un agrio pleito diplomático de cinco decenios y de una sangrienta guerra de tres años, SE ESTRECHAN FRATER­NAL Y LEALMENTE LAS MANOS”.

No es ésta, sin embargo, la posición de otro autor boliviano, Miguel Mercado Moreira, en su reciente libro “Historia Diplomática de la Guerra del Cha­co” -La Paz, 1966-, aunque no debemos deducir de ahí que interprete el sentimiento del pueblo de Bolivia, ni las miras de su Gobierno. Así, por ejem­plo, cuando dice: -“La Historia atestigua que los pactos que atentan contra los derechos fundamentales de los pueblos, CONSTITUYEN APENAS ARMIS­TICIOS SIN TERMINO. Y este pacto, al cancelar el derecho inmanente de Bolivia a su salida propia so­bre el río Paraguay, hiere profundamente sus atribu­tos de soberanía. DE AHI LA NECESIDAD DE SU RECTIFICACION OPORTUNA”.

Nos parece innecesario aclarar cuáles ideas com­partimos y cuáles no. El sentido de las transcripciones es suficientemente explícito para evitar equívocos, y explica la legitimidad de nuestro interés por pene­trar en las más profundas reconditeces de las nego­ciaciones que arrimaron al litigio paraguayo-boliviano soluciones totalmente extrañas a la expectativa de nuestro pueblo.

Ciertamente no pretendemos haber alumbrado todo el complejo campo de las negociaciones de la Paz del Chaco, aunque tenemos la seguridad de aportar enfoques nuevos, cuyos méritos, de momento siquiera, sólo pueden medirse por las inexplicables salidas de tono del doctor Cardozo, que canceló la polémica prácticamente sin entrar en ella.

 

Como él sabe mucho del asunto; como se sabe que no dijo lo que sabe -o por lo menos todo lo que sabe, ni lo principal-, y como también se sabe que no todo lo que dijo -ni lo más importante- puede soste­nerse ya, quiere decir que su testimonio íntegro, en el libro, en la prensa, en la cátedra, debe ser tomado con riguroso beneficio de inventario, y que con él, sin él o contra él, hay que ahondar la investigación y aguzar la crítica, hasta que la verdad se imponga sin afei­tes, sin mixtificaciones, y por lo que al doctor Cardozo se refiere, libre de su enfurecida soberbia, más sober­bia y más furiosa cuando se bate en retirada ominosa, prometiendo el regreso del historiador -en substitución del polemista derrotado-, “sine ira et studio”, y también “sin prisa y sin pausa”, cuando que por allí debió haber empezado, y no ahora sino hace treinta años.

 

Naturalmente, estos comentarios polémicos no tie­nen el aliño de un trabajo preparado para el libro. Son palabras combatientes hilvanadas al fragor de la lu­cha; pero su contenido está lejos de la improvisación. Se apoya en una abundante bibliografía que jamás ha sido contestada, y que con los autores bolivianos que se incluyen, cierran un brete por el que necesaria­mente tendrá que transitar el doctor Cardozo, si es que quiere ir a alguna parte, y si es que puede, cosa que parece imposible, salvo que se retracte fundada­mente de muchas de sus propias afirmaciones y transfiera con pruebas la responsabilidad a otros. Tre­mendo daño que sufrirá su vanidad de todos mo­dos, pero que no nos carga la conciencia ni nos quita el sueño, porque tratándose de un vicio del alma humana, nadie ha de pedirnos cuenta por los desca­labros que le causemos.

 

En cuanto al tono del lenguaje, bien se com­prenderá que después de las agresiones verbales de que nos ha hecho víctima reiterada el doctor Cardozo -y a las cuales respondimos en su oportunidad-, no cabía salirle al paso con puré de papas, ni con paños tibios. Amenazaba, y como quien amenaza busca ame­drentar, nos exigió a fondo ante la opinión pública, para que quedara descartado, sin sombra de sospecha, el mínimo atisbo de temor de nuestra parte, que diera alguna apariencia de verdad a las patrañas que acumuló sobre ­nuestra persona, en vez de responder a nuestros planteamientos, que, esos sí, son de interés público.

 

Nosotros, también “sine ira et studio”, quedamos a la espera del historiador, pero debemos confesar des­de ya, honrada y sinceramente, que tenemos muy poca fe en las ancianas novedades que ahora dice no tener por qué callar. Si hubiera sido así, no entende­mos cómo pudo escribir prescindiendo de ellas, y sies que prescindió de ellas durante tantos años, es que “su” historia es falsa o interesadamente incompleta. O sea que no es Historia.

De todos modos, hay algo definitivamente cierto: que el doctor Efraím Cardozo ha llevado al Tomo XXI de la “Historia de América del Sur y de los Pueblos Americanos” una “Historia del Paraguay In­dependiente” en cuyo capítulo sobre la Paz del Chaco ahora resulta, por propia confesión, que hay cosas que calló. Y como lo lógico es ir del hilo al ovillo, lo que cualquiera razona es que quien no lo dijo todo, miente en cuanto calla si es de la sustancia de la verdad, y que quien miente por lo que calla merece poco crédito por lo que dice, ya que éste es un decir condicionado a sus mutilaciones y, por lo tanto, de­salojado de la verdad. No hay peores mentiras que las verdades a medias.

 

Pero si el doctor Cardozo insiste en que se le crea a pies juntos, debe aceptar todas las consecuencias de lo que dice por lo que calla y de lo que calla por lo que dice. Ese ha sido el marco estricto de esta polé­mica. Por eso el doctor Cardozo la ha considerado un “escándalo descomunal”, cuando en realidad lo escandaloso resultó de que en un asunto de tanta envergadura él se entretuviera con tácticas dispersivas, que no tuvieron eco por nuestra parte, mientras en el frente crítico no hizo sino plañir y clamar socorro de vivos y muertos, hasta batirse en retirada sin intentar una acción.

Ahora la polémica está conclusa. Lo que venga después ya será otra cosa y se verá en su oportunidad. No acumulamos rencores, ni tenemos agra­vios que cobrar. Se nos buscó y se nos encontró. Eso fue todo.

El Autor


 

EL ENTREGADOR DEL CHACO

 

I

 

Con mayor razón después de los últimos exabrup­tos lanzados por el “viborezno”, le deseamos que viva mil años de vida lúcida y conciente, para que sea así de largo el purgatorio de su traición a la Patria.

Por de pronto, mientras viva, le vamos a ense­ñar que no es con baba infusa como va a librarse de quienes le hacen frente cara a cara y a la luz del sol. No será con díceres, ni con intriga barata, sino con documentación de múltiples y plurales ver­tientes, incluso con pruebas aportadas por él mis­mo, y que coinciden todas en demostrar hasta el horror “la felonía de Cardozo”, como dice Carlos Zubizarreta, hijo de Gerónimo, en carta al doctor Cristóbal Cañizá, fechada el 18 de julio de 1938.

 

No nos oirá a nosotros, que sólo concertaremos el coro de las incriminaciones. Y éstas, no serán recogidas al azar, ni traídas de los cabellos, ni para aumentarlas se recurrirá a la rica panfletería, que dice lo mismo; pero que tiene la tara insalvable del anonimato y del exceso. Nosotros no ataca­mos con armas anónimas, ni gozamos con los excesos intencionalmente malévolos.

Sin duda alguna, lo que más revuelve el saco tóxico del “viborezno” -ahora serpiente rugosa y encallecida, pero siempre de cuidado- es el remo­quete de “entregador del Chaco”, que no inventa­mos nosotros, y que adoptamos, ciertamente, pero después de cuidadosos estudios, porque no nos gusta la agresión inútil, y porque no queremos deber a nuestra conciencia un agravio tan tremendo al pró­jimo, si es que no se ha hecho acreedor de él.

 

Sostenemos que es el entregador del Chaco. Tenemos que demostrarlo, para que se vea claro por qué trata de llenarnos de basura -incluso de la suya, indicando proximidades que nunca tuvimos con él-, y por qué busca hacernos perder el tiempo con otros temas incidentales, para demorar la estocada que espera, y que también ahora a nosotros nos urge, para fijarlo en la cuestión, en la única cuestión que vale la pena dilucidar.

 

Sobre la Conferencia de la Paz del Chaco, celebrada en Buenos Aires en 1938, leemos en su obra “Historia del Paraguay Independiente”, pág. 294, lo que sigue: "Las perspectivas para acercar los puntos de vista para el trazado de la línea interior eran muy esca­sas, y para más, comenzaban a llegar noticias de que Bolivia preparaba un golpe de mano en el Chaco, por lo cual, el 29 de junio, el delegado Cardozo sugirió que el asunto fuera zanjado en un ARBITRAJE DE EQUIDAD, presentando el si­guiente proyecto: 1º. Entre la línea de la Confe­rencia, con exclusión del litoral y las modifica­ciones que consienta Bolivia, y la línea de la con­trapropuesta paraguaya con las modificaciones que consienta el Paraguay, está radicada la verdadera zona litigiosa; 2º. Aún no ha llegado el período para laconcertación del compromiso arbitral, de modo que no cabe todavía hablar del sometimiento de zona alguna a un arbitraje de derecho. Además, el concepto paraguayo del arbitraje se opone a la determinación de zonas de arbitraje; 3º. Cabe, sin embargo, dentro del período actual de negociacio­nes directas, REALIZAR UN ARBITRAJE RA­PIDO EX AEQUO ET BONO. El árbitro juzgaría en un período breve, teniendo en cuenta tanto los títulos y derechos, como los antecedentes propor­cionados por la Conferencia y las partes acerca de las actuales negociaciones; 4º. El árbitro DEMAR­CARA UNA LINEA ENTRE LAS DOS LINEAS MENCIONADAS EN EL PARRAFO 1º; 5º. Pue­den ser árbitros, o el Presidente de la República Argentina, o los Presidentes de todas las naciones representadas en la Conferencia de la Paz, o la Suprema Corte de la República Argentina, etcétera; 6º. Paraguay y Bolivia firmarían un compromiso obligándose a aceptar el fallo del árbitro. Este com­promiso sería ratificado por la Convención Consti­tuyente de Bolivia, o por un plebiscito en Bolivia y POR UN PLEBISCITO EN EL PARAGUAY”.

 

De momento interesa destacar que por propia confesión queda definitivamente aclarado que fue Efraím Cardozo el responsable de que se cambiara la posición intransigente del Paraguay, de aceptar solamente el ARBITRAJE DE DERECHO, que se funda en la exhibición de títulos.

Pero lo más grave es que el propio Cardozo, an­tes y durante la guerra, en tres obras que vamos a mencionar, sostuvo también que no había otra sa­lida que el ARBITRAJE DE DERECHO, o sea lo contrario de lo que “sugirió” a la hora de la verdad, y que fue en definitiva la base del Trata­do de Paz.

Esas obras son, por su orden: “El Chaco en el Régimen de las Intendencias - La Creación de Bolivia”, 161 páginas con prólogo de Euse­bio Ayala, publicada en 1930; “Aspectos de la Cuestión del Chaco”, publicada en 1932; y “El Chaco y los Virreyes - La cuestión paraguayo­boliviana según documentos de los Archivos de Buenos Aires y Río de Janeiro”, 200 páginas edi­tadas en 1934. Por ellas queda probada su versación sobre el problema, su conocimiento de los derechos paraguayos, y su posición contraria a la de 1938, que marca un giro de ciento ochenta grados y que costó al Paraguay más de 100.000 kilómetros cua­drados de territorio, conforme a la tesis y a las probanzas documentadas que él mismo completara acabadamente en esas obras.

 

En la página 99 de la primeramente mencionada, que prologa el doctor Ayala, se lee este resumen del problema: - “Toda la cuestión entre el Para­guay y Bolivia se reduce, así, a un simple litigio de límites: a determinar las fronteras que separaban en 1810 allá en los confines del Chaco Paraguayo, la antigua Provincia del Paraguay, por un lado, y las provincias y entidades que constituyeron la Repú­blica de Bolivia, por el otro” – “Siendo el Para­guay sucesor de la antigua Provincia de su nombre, el pleito entre ambos países se reduce a un pleito de límites entre las antiguas provincias del Alto Perú colindantes con el Chaco Paraguayo, por un lado, y por el otro, la Antigua Intendencia del Paraguay.”

 

En la tercera de dichas obras – “El Chaco y los Virreyes”- Cardozo se afirma en la misma tesis. En el Capítulo IX, página 183, bajo el título de “El Jaurú y el Parapití”, se expresa como sigue:

“Hemos dejado concluída la comprobación documental irrebatible de la jurisdicción paraguaya en el Chaco, ejercida por los gobernantes de Asunción, conocida y acatada por los gobernantes del Alto Perú y aprobada por los Virreyes del Perú y del Río de la Plata. -Nos falta ahora determinar la extensión territorial de esa jurisdicción, en lo que se refiere al Norte y al Oeste que es donde linda­ban Paraguay y el Alto Perú. Prácticamente es éste el verdadero problema que separa a las Repúblicas del Paraguay y de Bolivia, ya que el de la posesión del Chaco, por ser tan conocida y notoria, no fue discutida por la segunda (Bolivia), sino mucho tiempo después de su emancipación. No bastando la preten­sión unilateral de un país para dar carácter litigioso a un territorio y habiendo continuado la República del Paraguay en la posesión del Chaco, reconocida por el Brasil, la Argentina, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Prusia, etc., y consagrada por un fallo arbitral, lo único qué puede ser puesto en discu­sión es la determinación de las fronteras que en los confines del Chaco Paraguayo separaban a las enti­dades coloniales que luego constituyeron las Repúblicas del Paraguay y de Bolivia. -Como se ve, en el concepto oficial el Paraguay alcanzaba en el Norte hasta el Jaurú. El Jaurú era el límite histórico de la Provincia del Paraguay. -La Intendencia de Cochabamba limitaba al Este con el Río Parapití, hasta donde llegaba, por lo tanto, al Oeste, la In­tendencia del Paraguay. El Paraguay, pues, alcan­zaba al Norte hasta el Río Jaurú y al Oeste hasta el Río Parapití.”

 

Por otra parte, en “Aspectos de la Cuestión del Chaco", que es la segunda de las tres, Cardozo proclama enfáticamente, siempre dentro de la tesis enunciada, esta conclusión que se lee en la página 7: - “La causa paraguaya es de suyo tan hermosa y tan sólida, que ella no necesita para lucir y triunfar, del insulto ni del descomedimiento.”

Pero, por lo visto, la contra-tesis que andando los años sostendría él mismo con todas sus consecuen­cias, sí necesita del insulto y el descomedimiento para defenderla, explicarla y justificarla. Sólo así se comprende el lenguaje que nos propone para la controversia, y las disgresiones escandalosas y faltas de verdad con que nos obliga a ponernos a tono con su desentono, para que no se confunda come­dimiento con amedrentamiento.

 

La “felonía de Cardozo” de que habla el hijo de Zubizarreta, que tiene que haber conocido los secre­tos de su padre -que nunca fueron tan secretos ­consiste, entonces, básicamente, en el cambio incon­sulto de la posición paraguaya en un momento excepcionalmente crítico, por la vía irresponsable de la “sugestión” del 29 de junio.

Pero quien “sugiere” algo, siempre lo hace a otro. Cabría pensar, entonces, que la “sugestión” fue hecha al presidente de la Delegación paraguaya, doctor Gerónimo Zubizarrrreta, por añadidura presidente del Partido Liberal, o que fue transmitida al Canciller Báez o comentada con otros miembros de la misma Delegación, como el doctor Higinio Arbo, juriscon­sulto experimentado, por ejemplo.

 

Sin embargo, el propio doctor Cardozo se encarga de demostrarnos que no fue así. En su ya referida obra “Historia del Paraguay Independiente” y en la misma página 294, mencionada, leemos: - “La propuesta del 29 de junio fue aceptada por Braden, QUIEN LA PRESENTO COMO SUYA EN LA CONFERENCIA DE PAZ. Zubizarreta, CONSIDERANDO QUE LA FORMULA HABIA SIDO TRAMITADA SIN SU INTERVENCION Y CONTRA SU PARECER, manifestó su formal oposición, pero aseguró que de su parte nada haría que pudiera constituir un obstáculo para el éxito del plan en el caso de que este fuera aprobado por el Gobierno paraguayo”.

 

Si Braden presentó como suya la “sugestión”, quie­re decir que fue transmitida a él; si Zubizarreta se opuso porque la sugestión había sido tramitada sin su intervención y contra su parecer, quiere decir que la desconocía, o que, cuando menos, la había rechazado antes de que rodara, y que Braden sólo pudo conocerla  por Cardozo, actuando éste a espaldas del presidente de la Delegación, presidente también de su partido, y de los demás miembros, lo que se confirma con la renuncia de Zubizarreta y con la de Arbo.

 

Sigamos con el “viborezno” en la radiografía de su auto-confesión: - “El Canciller Báez resolvió aceptar el plan en gestación y el primero de julio, Zubizarreta recabó que se le desligara de la negociación, admi­tiendo postergar el envío de su renuncia para no crear dificultades que pudieran hacer fracasar la negociación en trámite. DESDE ESE MOMENTO LA NEGOCIACION QUEDO A CARGO DE CARDOZO”.

Divide y vencerás. Tal lo que ocurrió contra los derechos del Paraguay en la Conferencia de la Paz del Chaco, mediante la “sugestión” del secretario de José P. Guggiari cuando los sucesos del 23 de Oc­tubre de 1931, que pusieron umbral de sangre mártir a la guerra de la reivindicación. La presión se coló a través de la grieta abierta por la “felonía de Cardozo”, y desde ese momento la suerte quedó echada. Así acompañó desde su prólogo luctuoso hasta su final sin gloria el proceso político-diplomá­tico del conflicto armado con Bolivia, que corrió divergente y con signo opuesto a la sublime Epopeya de la defensa nacional, protagonizada por el sacrificio y el valor del pueblo paraguayo.

 

Sobre la “sugestión” de Cardozo, documentada por él mismo, escribe el febrerista Juan Stefanich, en su libro “El 23 de Octubre de 1931”, página 218, lo siguiente: “Creíase generalmente que el autor y gestor de las bases de arreglo final era el Embajador norteamericano, Braden. Pero no es así. No es el norteame­ricano Braden sino el paraguayo Efraím Cardozo, el autor y gestor del último capítulo que cerró con una derrota diplomática paraguaya el largo martirologio nacional en la defensa del Chaco”.

Y si mencionamos a Stefanich, es porque éste era Canciller, cuando Cardozo, exilado en su madriguera de Buenos Aires, acusaba el entreguismo del régimen febrerista, por la firma del Acuerdo del 9 de enero de 1937, que permitió a Bolivia recuperar práctica­mente el camino internacional.

Entonces, desde las columnas de “La Razón”, el lenguaje de Cardozo era este: “El ejército paraguayo deberá arriar sus pabellones y retroceder muy atrás de las posiciones históricas reconquistadas a sangre y fuego, después de tres años de inmensos sacrificios. Se perdería la fiscalización absoluta del camino inter­nacional, llave maestra de la seguridad paraguaya presente y futura” – ‘El camino Villa Montes-Boyuibé cuya posesión y control absolutos, adquiridos a costa de torrentes de sangre, le valen tanto o más (al Para­guay) que cien pactos de no agresión . . .” – “. . . obli­gado a retroceder, no derrotado; pero sí vencido” (el Paraguay). –“¿Se perdió acaso una nueva guerra?”. El que esto escribía en 1937, es el mismo que “sugiere” la entrega de 1938, divide a la Delegación paraguaya, provoca la renuncia de su presidente y de otro miembro conspicuo, salpica con todo al Conduc­tor de la Victoria, fomenta la presión de los intereses extraños pendientes del arreglo y agobia al Partido Liberal con otra hipoteca intransferible, porque en esos entretelones ya no estuvo el pueblo, como en el Chaco, sino el partido solo, en el ejercicio unilateral del poder.

 

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BIBLIOGRAFÍA

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5. Efraím Cardozo, Efemérides de la Historia del Paraguay, 1967.

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8. Juan José Soler, Hacia la Unión Nacional, 1943.

9. Marco Antonio Laconich, La Paz del Chaco - Un Pueblo Traicionado, 1939.

10. J. Isidro Ramírez. La Paz del Chaco - Defensa de la Línea de Hitos, 1942.

11. Juan B. Ayala, La Guerra del Chaco hasta Campo Vía, 1958.

12. Estevao Leitao de Carvalho, A Paz do Chaco, 1958.

13. Alejandro Audivert, Cuestión de Límites entre el Paraguay y Bolivia, 1901.

14. Alberto Preda Llamosas, Paraguay-Bolivia - Cuestión de Límites, (inédito).

15. Roberto Querejazu Calvo, Masamaklay, 1965.

16. Miguel Mercado Moreira, Historia Diplomática de la Guerra del Chaco, 1966.

17. La Conferencia de Paz del Chaco, recopilación de documentos, 1939.

18. Colección del diario "Jornada", 1938. 19. Colección del diario "El País", 1938. 20. Colección (le la revista "Cultura", 1945.

21. Recortes del diario "La Razón", de Buenos Aires, 1937.






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