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ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

  MI VOTO POR EL PUEBLO Y OTROS COMENTARIOS, 1988 - Artículos de ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE


MI VOTO POR EL PUEBLO Y OTROS COMENTARIOS, 1988 - Artículos de ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE

MI VOTO POR EL PUEBLO Y OTROS COMENTARIOS

Artículos de ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE

Editorial Histórica,

Asunción-Paraguay

1988 (209 páginas)

Tapa: Martín F. Sannemann

Texto: Reproducción facsimilar del original,

Ediciones Pigmalion,  Buenos Aires, 1984 (209 páginas)

 

 

 


 

Este primer volumen contiene algunos de los artículos que se leían con singular interés en el clausurado diario ABC Color, debido al original enfoque del autor, su valentía cívica y honestidad profesional. Tales artículos, que registraban semanalmente los sucesos del país, a partir de 1977 hasta 1984, tienen hoy especial vigencia porque la mayoría de ellos sigue siendo la expresión de hechos que no se han modificado. El título del libro corresponde a uno de esos artículos, escrito en vísperas de las elecciones generales de febrero de 1983, pero aplicable a las realizadas en febrero de 1988. La reedición de este volumen -que se editó por primera vez en Buenos Aires seis meses después del cierre de ABC Color- obedece precisamente a la actualidad adquirida por los comentarios que encierran la preocupación de un profesional y de un ciudadano por la suerte del país. En una ocasión el autor ha dicho que no era un periodista objetivo, imparcial, porque estaba decididamente a favor del país. Sus crónicas sobre los acontecimientos políticos y sociales así lo demuestran, como podrá apreciar el lector de este libro, de cuya primera edición la policía decomisó casi 300 ejemplares.

 

PRÓLOGO: Un humilde labriego del Alto Paraná nos refirió que en cierta oportunidad fue detenido “para averiguaciones”. En la comisaría donde lo alojaron se le indicó que podría recuperar su libertad a cambio de una determinada suma de dinero y que, de este modo, tales averiguaciones serían obviadas. Como el hombre no traía nada consigo, se le sugirió que podía ser a cuenta de una futura cosecha, para lo cual bastaba firmar unos papeles, preparados de antemano. Cuando el campesino advirtió la maniobra, se negó rotundamente. Lo amenazaron con retenerlo hasta que se pudriera en la cárcel. En su desamparo, y reflexionando a solas, recordó que existía una defensa, accesible y posible. Llamó a su captor, advirtiéndole que si no lo ponía de inmediato en libertad, al día siguiente haría saber su caso a Alcibiades González Delvalle por medio de un amigo que lo conocía. Poco demoró para que el hombre viera de nuevo la luz del día. Había sido demorado “por error”.

Numerosos deben ser los casos de parecido resultado, en los que la labor de denuncia de un periodista significó la protección que no brindaron las autoridades políticas o judiciales en el país. Ocurría esto a finales de los años setenta, y traemos la anécdota a colación como reflejo de una deuda de reconocimiento que tantos desprotegidos compatriotas tienen -acaso sin saberlo- para con Alcibiades González Delvalle a lo largo de sus muchos años de recorrer caminos barrosos o polvorientos, para rescatar del olvido y paliar algunos males ancestrales, tan crónicos en el alma paraguaya.

Flaca y débil suele ser la memoria de los pueblos y de los hombres sin convicciones fuertemente arraigadas. La sucesión de los acontecimientos hace que a menudo ce entierren, acaso inadvertidamente, injusticias que en un momento impactaron las conciencias honradas y con las cuales muchos se sintieron identificados en la repulsa. Y sólo cuando alguien tiene el don de recordarlas, se vuelve la mirada atrás para admitir la negligencia de su olvido. Pero a menudo ya no es lo mismo. La vida, en el trajín cotidiano que impone hacer lo urgente y relegar lo importante, restringe inclusive aquellos sentimientos que si han existido alguna vez, no afloran lo suficiente como para uniformar una conciencia colectiva hacia una mayor grandeza de espíritu.

Alcibiades González Delvalle ha sido y sigue siendo, en cambio, uno de esos pocos ciudadanos que nos han ofrecido la faceta oscura de muchos sucesos, para recordarnos todos los días la interminable serie de hechos penumbrosos no resueltos, de anhelos frustrados y de ilusiones quebradas. El periodismo "barrettiano" de González Delvalle no se ha dado reposo en su afán por poner en presente las injusticias que para muchos pasaron a ser pretérito y olvido. En prosa accesible y con la contundencia de una lógica que no reclama de una profundización científica que el muchas veces no comprende, González Delvalle ha delineado en más de veinte años de periodismo la imagen del Paraguay verdadero, desgarrado por dentro en sus libertades, reprimido en sus ambiciones de mayor bienestar colectivo y postergado en el ímpetu dinamizador de sus hijos. —El dolor paraguayo " que Rafael Barrett pintara a comienzos de siglo en poco se diferencia del dolor que González Delvalle describe hacia finales de la misma centuria en comentarios sin artificios impregnados de una consecuencia infrecuente en nuestros días. Las "Moralidades Actuales" del escritor español se convierten así en diferente tono y estilo, en los principios moralizadores que el periodista paraguayo ha puesto a través de cada palabra por hacer que la ética presida, de una vez, la conducta de nuestras autoridades.

Nada de esto fue hecho sin riesgos. González Delvalle ha pagado, como varios otros periodistas, con largas temporadas de privación de su libertad. Con siete meses de prisión intermitente, es el hombre de prensa que más tiempo ha permanecido detenido -por el ejercicio de su profesión- desde que hace 140 años naciera aquélla en el Paraguay. Es que González Delvalle ha escrito siempre a cara descubierta, sin iniciales, sin seudónimos, sólo con su nombre y sus dos apellidos. Por ello, sus artículos constituyen el testimonio más crudo de lo que fueron y siguen siendo estos años en el Paraguay, enmarcados en una sociedad donde aún predominan las más irritas arbitrariedades.

Decididamente a favor del país, de su país, su campaña ha sabido captar los desasosiegos sociales entrampados en el temor colectivo de no darlos a conocer. Ha sabido decir lo que muchos pensaban pero no podían o no sabían expresar. Ha tenido el valor de poner en letras de imprenta sus verdades, por encima del albur que ello comportaba. Ha ejercido el periodismo como un oficio noble, donde contaban ante todo la honestidad de propósitos y el servicio al semejante.

Parecido periodismo, sin embargo, no fue admitido, sino muy ocasionalmente, por nuestras autoridades. Se hizo correr la especie de que era una labor aprovechada para fines propios o de proyección política. Obviamente, quienes así juzgaron y calificaron al periodismo libre del país y particularmente al que ejerciera el diario —ABC Color—, no comprendieron sus alcances o, más probablemente, se sintieron tentados y necesitados de desprestigiarlo porque aquél obstaculizaba el desenvolvimiento de determinadas actividades que no iban de la mano con la ley.

El verdadero periodismo, que es dación y servicio al lector en términos modernos, comporta cada día mayores exigencias, tanto para quienes se desempeñan en él como para los gobiernos que tienen la responsabilidad de precautelarlo. Pero algunos de éstos, como el nuestro, no han sabido estar a su altura, desatendiendo elementales cuestiones que el periodismo recogió a la búsqueda de soluciones. Corno reacción primaria, no se halló mejor camino para delegar responsabilidades que el de acusar a la prensa de desinformar, distorsionar y violar la Constitución. O alterar la verdad, a pesar de que los hechos eran como eran, independientemente de lo que la prensa opinara. Y vinieron las amenazas, las intimidaciones, el vano intento de amedrentar. Pero nada que se asemejara a la .claudicación fue el resultado de tan anacrónica práctica, como tampoco el de que el periodismo independiente amoldara su tarea a dictados circunstanciales e irrelevantes.

Alcibiades González Delvalle así lo ha comprendido. Su quehacer no se detuvo más que cuando le faltaron cuartillas, lápiz, o máquina de escribir para hilvanar sus reflexiones, lo cual ira ocurrido durante sus tres privaciones de libertad, ganadas merced a su cotidiana prédica. Tras cada una de ellas, ha sido un reincidente. "NO SOY UN PERIODISTA IMPARCIAL; ESTOY DECIDIDAMENTE A FAVOR DEL PAÍS”, ha afirmado alguna vez.

Hoy, la voz de Alcibiades González Delvalle se halla temporalmente silenciada. Hubo necesidad de amordazar al medio de prensa que hacía de caja de resonancia de sus inquietudes, para acallarla. Pero las verdades son siempre inquietas y se cuelan allí donde aparece la más pequeña grieta, la que se va abriendo hasta convertirse en brecha. Muchas fueron las brechas abiertas por González Delvalle en forma de una punta de lanza, tras la cual una conciencia pública apoye siempre su gestión, para reivindicar sus propios derechos. El periodista que se autocalificara un día como "colorado pobre'; en directa alusión a algunos de sus correligionarios que diciéndose colorados no recogieron la tradición de tantos luchadores de la causa social como Blas Garay, Ignacio A. Pane, Telérnaco Silvera y Juan León Mallorquín, pertenece a una categoría de ciudadanos que no claudica.

Muchas veces, desde lo alto, algunos francotiradores ocultos en iniciales o anónimos dispararon sobre González Delvalle calificándolo de enemigo del progreso, de no ver sino lo negativo del país, etc. La estrechez de mira no era, empero, de quien coito él buscaba aclarar los puntos oscuros, sino de quienes, sabiendo su existencia, se esforzaban por ocultarlos. Para González Delvalle, no siempre han existido términos medios. Lo bueno era bueno y, consecuentemente, lo malo, malo. Expresaba sus verdades a secas, sin rodeos ni recursos semánticos que a menudo terminan por desfigurar la esencia de lo que pretende decirse. Pero su labor no estuvo ni está limitada al ejercicio del periodismo. Una larga y sacrificada vida sindical ha puesto de manifiesto que también es hombre de acción, precisamente cuando pocos son quienes acostumbran a hacer corresponder su conducta con su prédica.

Alcibiades González Delvalle probablemente dejará de escribir por un tiempo, hasta tanto le devuelvan la columna que a él, como a tantos otros, le ha sido arbitrariamente negada. Pero lo que ha escrito ya no podrá ser borrado, pues al adoptar forma de libro, como es el caso con el centenar de artículos aquí compilados,  pasará a pertenecer a una nueva categoría de literatura, que hará posible conocer mañana lo que fue la realidad de hoy; no aquélla de los discursos y documentos, sino la verdad de quien ha compartido y comprendido los reclamos de sus compatriotas. La historia cuenta desde ahora con un elemento imprescindible para el juicio respecto de los años que nos toca vivir, ya próximos al final de una época particularmente difícil y contradictoria en la que se han multiplicado, en el Paraguay, los anhelos de justicia de un pueblo merecedor de días de definitiva bonanza económica, de justicia social y equidad política.

ALFREDO M. SEIFERHELD.

Agosto de 1984.

 

INDICE

·         El latín y "las brigadas rojas/ Música por decreto (I)/ Música por decreto (II)/ ¿Nos conviene el control de la natalidad?/ Relaciones públicas y privadas/ El problema de los coches robados/ Las "muestras gratis" resultan muy costosas/ Hay rutas que dañan al país/ ¿Cómo fabricar millonarios?/ "Oimé omboverá alambre"/ La paz es no tener miedo a los que mandan/ Se olvidaron de don Herminio/ Nuestros niños carecen de todo/ Camioneros y transportistas/ Los restos de Flores deben descansar aquí/ Nuevamente los inocentes pagan por los pecadores/ La imposibilidad del diálogo/ "Vamos a hacer cumplirla ley”/ Nuestro tránsito por la vida/ No es una cuestión de sexo el problema del tránsito/ ¿Quiénes son los indeseables?/ ¿Quién es el asesino?/ No hay paz sin honestidad/ Por el camino de siempre/ Algunos siglos de retroceso/ Un nuevo incomunicado/ El problema de la tierra/ ¿Para qué tanta tierra?/ Cristo de nuevo crucificado/ Sólo resta inclinar la cabeza/ Otra "mala hora" en Hernandarias/ Dicen que hay libertad sindical/ Un tema fundamental para el país/ ¿Qué ocurre en los tribunales? (1)/ ¿Qué ocurre en los tribunales? (II)/ ¿Qué ocurre en los tribunales? (III)/ ¿Qué ocurre en los tribunales? (IV)/ Los enemigos de nuestra cultura/ Aprendamos la dolorosa lección/  Los manoseados excombatientes/  "La barbarie anti-democrática/  Perdón, REPSA/  Se necesita mayor dedicación/  Hemos perdido la sobriedad/ ¿Qué pasa en la Facultad de Medicina?/ ¿Por el camino del exterminio?/ Un viernes inolvidable/ La representatividad obrera/ Perdónales, Walesa/ Intromisión en la central obrera/ “El que no está con nosotros…?/ La unidad nace de la democracia/ No tenemos política poblacional/  Itaipú paga poco a los paraguayos/ ¿El periodismo es una frustración?/ Capacitemos mejor a los jóvenes/ El libro como "cuerpo del delito"/ Esperábamos un discurso mejor/  La realidad en el arte y en la vida/ Veteranos obligados a vivir en la calle/ El negocio de las inmobiliarias/ No se trata deponer precio a la vida/ No predicar el odio entre paraguayos/ ¿Es culpable la directora de cultura?/ Patria querida, ¿somos tu esperanza?/ La vida y pasión de un artista/ "La tierra, un don de Dios para todos"/ ¿Por qué se duda de los comunicados oficiales?/  Nuestra indignación es puro alcanfor/  Las contradicciones de la Suprema Corte/ Contra REPSA estábamos mejor/ ¿Existe libertad de expresión?/ La zarzuela se viste de duelo/  Las brujas de Salem/ Mi voto por el pueblo/ ¿Quiénes son los herejes?/ La soledad del abogado./ Ahora casas que se queman/ Bienvenido, señor Ricord/ De nuevo lo indeseado/ ¡Qué bello cónsul!/ Los aprovechadores del miedo/ La publicidad y el alcohol/ Y también buen sueldo/ La serena voz de los obispos/ Las aguas suben turbias/ Debe haber algún error/ Cumplieron con su deber/ "Combata la pobreza, mate a un mendigo”/ ¿Estudiantes universitarios?/ La generación de la Ley 209/  Libertad de prensa y de expresión/ Los criadores de lobos/ En el nuevo período presidencial/ La Constitución Nacional/ Una recia voz de la Iglesia/  Las misiones evangélicas y los nativos/  En busca de la verdad y la justicia/ Roguemos por un año mejor/ Decir la verdad y con decencia.

 

**/**

 

 DECIR LA VERDAD Y CON DECENCIA

 

Los órganos de prensa oficialistas afrontan un notable déficit de credibilidad. El público no está dispuesto a creer mucho en ellos. Nadie se pelea, por ejemplo, por leer "Patria" o por escuchar "La voz del coloradismo". Se sabe que tales medios de expresión no tratan con demasiada responsabilidad las cuestiones nacionales. Distorsionan los hechos, esconden los problemas, se pierden por las ramas. Prefieren difamar, calumniar, atemorizar a meritorios compatriotas antes que tratar con seriedad la realidad del país.

Este mismo comportamiento adoptan quienes, en las reuniones o concentraciones partidarias, hacen de voceros del Gobierno. Ninguno de ellos explica a la audiencia, por ejemplo, la verdadera situación económica. En otros países, las autoridades nacionales son bien explícitas al dar cuenta al pueblo de una situación determinada.

Los voceros oficialistas tienen la obligación de contarnos la verdad. El país debe saber lo que pasa. Los medios masivos de comunicación en manos del oficialismo deben gozar de credibilidad. Sólo así es posible ganar la confianza pública. Y el público no confía en las informaciones y opiniones de los nombrados voceros oficialistas. No confían porque se les miente sin descanso y sin pestañear.

Por ejemplo, el diario "Patria" suele atribuir a alguien de ABC Color haber escrito: "Al diablo con la ley. Violémosla, metámosla en gorra". ¿Quién escribió tales desatinos? ¿Y cuándo? Naturalmente, nadie los escribió. "Patria", "La voz del coloradismo", y los demás obsecuentes de siempre, repiten la frase como si tal cosa, con la más absoluta irresponsabilidad. ¿En qué numero de ABC Color está escrito "Al diablo con la ley. Violémosla, metámosla en gorra?" ¿La firma de quién lleva tan bárbara frase? Desde luego, la firma de nadie. Es sólo una de las tantas muestras de la tergiversación interesada, de la mentira escandalosa, de la calumnia soez de quienes manejan los medios de comunicación oficialistas.

Y es por culpa de esta conducta, que van de contramano con la ética profesional, que tales medios han caído en el más absoluto desprestigio público. Nadie cree en ellos. Y con razón.

Es de lamentar también que las falsedades nos vengan a través de esos medios envueltas en rayos y truenos, sapos y culebras. No les basta mentir, como el famoso caso de "Al diablo con la ley. Violémosla, metámosla en gorra". También tienen que amenazar con tropas de asalto "para reducir a escombros" el diario ABC Color. ¡Con tropas de asalto! ¡Con fuerzas paramilitares, como el más puro acto terrorista!

¿Y la justicia? ¿Es que no creen en ella? ¿O les parece insuficiente el castigo que podría, de existir algún delito, recibir el "delincuente" que no piensa ni actúa como ellos?

¿Cómo es que en un país como el nuestro, con un pueblo pacífico como el nuestro, se puede, estar amenazando con bandas armadas para reducir a escombros un diario que predica el cumplimiento de la Constitución y de las leyes?

Amenazar con grupos paramilitares es un delito cuya gravedad se acentúa por provenir de gente del oficialismo.

Si solamente tales actitudes se tuvieran en cuenta para medir la cultura de un país, el nuestro escandalizaría a cualquier ser medianamente civilizado. Pero, por suerte, el pueblo paraguayo es distinto. Por suerte se trata de un pequeño grupo al que, dicho sea de paso, le va muy bien con esta postura, la que deja seguramente muy buenos dividendos económicos.

Los medios de comunicación y los voceros oficialistas deben recuperar la confianza de la ciudadanía. La fórmula es muy sencilla: decir la verdad y con decencia.

(15 de enero de 1984)

 

 

EL LATÍN Y "LAS BRIGADAS ROJAS"

 

         El domingo último el diario "La Tribuna" incluyó un artículo que nos resultó muy gracioso. A decir verdad, hace tiempo no hemos leído nada tan delirante. El tal artículo se titulaba "El latín, los periodistas y Senghor". Hasta tenía dibujitos con los que los siquiatras habrán pasado también un buen momento. Por ética periodística no damos el nombre de su autor. Tendrá seguramente familiares y amigos.

         El autor de la especie ha tenido que escribir varias cuartillas -en respuesta a unas pocas líneas nuestras "El latín y los Estudiantes"- para concluir que "a las Brigadas Rojas" no les gusta el latín y que "los extremistas de izquierda" balearon a un periodista por defender en Italia la enseñanza del latín. Sabemos, al contarnos la anécdota, hacia dónde quiere conducirnos.

         Si así piensan los amantes del latín, si es ésta la ideología que sustentan, no es extraño que la lengua haya caído en total desuso. Con semejantes sostenedores resulta ahora comprensible que el latín no sirva ya ni para misa.

         El que tuvo a bien referirse a nuestro artículo -aunque con bastante delirio- cree (y de éstos hay muchos) que el latín "abre las puertas de todo el mundo clásico". En todo caso, una parte del mundo clásico. Cualquiera sabe que el griego nos pondría en contacto con la fuente misma de ese mundo en lo que respecta a Occidente. ¿Y los chinos? ¿Y los egipcios? En definitiva -salvo las cuestiones jurídicas y militares- ¿qué es la cultura latina sino una copia de la griega? ¿Qué es, por ejemplo, Séneca ante Esquilo?, ¿Plauto ante Aristófanes, etc. etc.?. ¿Los dioses latinos no son los dioses griegos? ¿No han pasado las mitologías griegas a las latinas? Cualquiera sabe que los exponentes de la era clásica latina se han formado con los sabios griegos.

         La lengua francesa también puede conducirnos "al mundo clásico"; y la inglesa, y la alemana. Es cierto, el latín "es de gran utilidad para aprender las lenguas neolatinas", sirve para "sinteticidad, claridad, entrenamiento del pensamiento", sirve para todas las cosas que se le quiera encontrar... pero, ¿a quiénes? ¿A jóvenes estudiantes de la secundaria a quienes se les enseña a la disparada? ¿A modestos hijos de agricultores que tienen otras necesidades que zambullirse en "el mundo clásico"?

Nada es tan perjudicial para un país como las personas "cultas". Así, entre comillas. Perjudiciales por egoístas y vanidosas. Creen que lo poco que saben es lo único que vale la pena saberse. Viven desconectadas. Se aferran a cosas inútiles a las que dan significados pomposos. Se encaraman a planes de enseñanza que no tienen en cuenta la realidad socioeconómica del país donde se aplican. Jugar a "culto" es el peor de los juegos. También el más ridículo.

         Se exige a miles de jóvenes que visiten "el mundo clásico", que sean "cultos" sin pensarse en el sacrificio -generalmente inútil- al que se les obliga.

         Con la mano en el corazón, señores "latinistas": ¿alguien ha salido del colegio aprendiendo latín? ¿Se introdujo por esa lengua "al mundo clásico"? ¿Por qué no hay uno solo que al terminar la secundaria se acuerde de lo que le habían obligado a memorizar? Ya no hablamos de comprender. Y si la culpa no es del idioma, sino de la enseñanza, o del poco tiempo dedicado a esa enseñanza, el resultado es el mismo: no sirve.

         Se sale de la secundaria y nadie es capaz de aprovechar las ventajas que tiene el latín. Entonces llegamos al mismo resultado: no sirve.

         ¿En qué momento la mayoría de los estudiantes del país andaría paseándose "por el mundo clásico"? ¿Saben los "latinistas" en qué siglo vivimos? Tenemos que aceptar que hoy en día la cultura -la libresca- es un lujo de muy pocos. Recorramos las librerías y preguntemos precio. ¿Cuántos son los colegios que tienen biblioteca? Ni siquiera los profesores pueden actualizarse. La mayoría de ellos -y no queremos ofender, sabemos que es por cuestiones económicas- aprende de memoria un texto y con eso se defiende.

         Además, el término "cultura" manejamos a nuestro antojo. Es "culto" el que pellizca un poco de latín, aunque jamás se haya ido al teatro, a un concierto, etc. Frecuentemente confundimos instrucción con cultura.

         Que el autor del artículo al que hicimos referencia esté tranquilo. Los alumnos a quienes no gusta el latín -y no les gusta porque no les sirve- no son "de las brigadas rojas". Sólo que tienen otras necesidades. Necesidades de jóvenes que no quieren perder el tiempo; que quieren ser útiles; que se les mire sin vanidad ni egoísmos; que se les dé acceso a la verdadera cultura.

         (20 de agosto de 1977)

 

 

MÚSICA POR DECRETO (I)

 

         Los defensores del Decreto que obliga la difusión del 50 % de música paraguaya se valen, como del argumento más sólido, que "es nuestra expresión cultural y por eso nuestra música no debe ser postergada".

         Conviene aclarar que la música aquí no está postergada. Son los músicos-intérpretes y compositores- quienes se postergan a sí mismos, en momentos en que nada hacen por elevar su escaso, y en muchos casos nulo, nivel profesional. Convendría hacer una estadística de "compositores" que saben leer y escribir música; que hayan asistido por lo menos a un cursillo tendiente a su capacitación.

         En la cultura, como en la ciencia, no hay evolución sino rupturas. Y para que ocurran rupturas -como la que hizo José Asunción Flores- se necesita no sólo de talento sino de una sólida formación.

         Se nos dirá que para hacer una polkita no hace falta tantas exigencias. Es cierto. Pero precisamente lo que no nos lleva a ningún lado y nos tienen estancados son las polkitas. El problema no está en el público, está en los supuestos creadores y supuestos intérpretes, puesto que creadores e intérpretes por desgracia hay pocos.

         Y son a esos supuestos que el Decreto ampara injustamente y no a la música paraguaya, como se dice pomposamente.

         En cuanto a que la música es una expresión cultural, es cierto, y merece, como tal, la preocupación de las autoridades. Pero es sólo una de las expresiones culturales. Expresión cultural es también la poesía, el teatro, la narrativa, la artesanía, etc., etc.

Y cualquiera de esas expresiones -como manifestación- es tan importante como las otras.

         La música, como fenómeno artístico y cultural, no es más importante que el teatro. La música, como expresión de cultura de nuestro pueblo, no es más importante que el ñandutí. ¿De dónde sacamos, entonces, que un músico es más importante que una tejedora?. Ambos son trabajadores. Ambos hacen un producto, que es manifestación de cultura, que necesitan vender en las mismas condiciones, con el mismo amparo, con el mismo apoyo que se presta a otros productos que sean también manifestación de cultura.

         En este punto no faltará quien piensa que estamos reduciendo a mercancías las expresiones culturales. En lo que respecta a la música, vamos a recordar que existe una entidad -Autores Paraguayos Asociados (APA)- que con esta medida acrecentará sus recaudaciones. Y tampoco los intérpretes musicales trabajan "por amor al arte". Y nos parece bien. Puesto que se trata de un trabajo -tanto la creación como la interpretación- su autor tiene no solamente el derecho sino la obligación de cobrar.

         Y en esta obligación de cobrar están también los artesanos. De cobrar y de que se apoye sus esfuerzos, en tanto que son -repetimos- trabajadores de una expresión cultural. ¿Qué pasaría si estos artesanos -por ejemplo los que hacen cántaros- se uniesen y consiguen un Decreto similar al que favorece a los músicos?. Por consumir producto nacional no vamos a tirar la heladera para enfriar el agua en cántaros de barro.

         De ninguna manera el mencionado Decreto defiende a la música paraguaya. Defiende a los músicos. Y a los músicos que no sirven. Los buenos compositores se imponen por sí mismos. Repetimos que detrás de este Decreto no hubo sino intereses económicos. Con cualquier música -puesto que hay un mercado seguro- su autor ahora ganará mucho más. Y aquí está la injusticia de este Decreto. Ampara a los buenos y a los malos por igual. No hay distinción entre una melodía trabajada y otra hecha a la disparada. Si un zapatero hace un mal producto, se le rechaza, no permitiremos que el sastre nos haga un saco grande o chico, protestaremos, rechazaremos. Y si esta actitud hemos de tener con un zapatero o con un sastre, ¿por qué no con los músicos? ¿En qué el músico es superior a cualquiera de otros trabajadores?.

         Un productor de sandia, o de tomate, ve perder su producto porque en el Mercado 4 no tuvo lugar donde exhibirlo. ¿Y por qué a los músicos se les asegura el mercado? ¿Por qué esa distinción por encima de otros trabajadores, incluso mucho más sacrificados como los artesanos y los agricultores?.

         Si realmente existe el propósito de ayudar a los músicos, que se invierta el dinero necesario en una escuela de formación con profesores capaces; a los sobresalientes que se los mande por un tiempo al exterior. Muchas cosas es lo que puede hacerse pero para eso el Estado tiene que gastar y no promulgar un simple Decreto.

         Si existe realmente el propósito de ayudar a la música, que se invierta en la creación, por ejemplo, de un Instituto Nacional de la Música en donde se cuente -y se pague- con los más destacados exponentes de nuestra música para que puedan investigar, estudiar, difundir, etc. En fin, lo que hace falta es una infraestructura sólida de donde tenga que salir, solo, un movimiento auténtico. Y por auténtico, duradero y útil.

         (26 de julio de 1971)

 

 

MÚSICA POR DECRETO (II)

 

         Nunca la música paraguaya sufrió una humillación tan grave y penosa como ahora. Se la hace aparecer como si solamente por obligación se la pudiese escuchar. Y esto es una calumnia.

         Los mercaderes de la música paraguaya, en su afán de obtener unos pesos más en concepto de derecho autoral, lograron obtener la reactivación del Decreto qué obliga la difusión del 50% de música nativa. Ya dijimos anteriormente que repasando los nombres de los entusiastas de esta medida de fuerza se llega a la conclusión de que sólo con un Decreto podrían más o menos salir a flote. De otra manera, si dependiesen del talento, del trabajo y del estudio, jamás podrían figurar como "compositores" o "poetas".

         Ya nadie duda de que detrás de esta medida de fuerza sólo existe un interés económico. Es un invento de personas interesadas de que la música paraguaya no gusta, no se difunde, no se baila, etc. Es la más grande calumnia contra una de nuestras más delicadas y hermosas expresiones culturales. La música paraguaya gusta. La música paraguaya se difunde. La música paraguaya se baila.

         Y en este punto tenemos que hacer una aclaración.

         En este asunto del Decreto se confunde, muchas veces ingenuamente y otras no tanto, música paraguaya con música de paraguayos.

         La música paraguaya, cuya forma no definitiva pero muy elevada, se debe a José Asunción Flores, Herminio Giménez, Félix Pérez Cardozo, Mauricio Cardozo Ocampo, Agustín Barboza y algunos otros. Ellos supieron expresar el sentimiento de nuestro pueblo. A través de sus creaciones es posible encontrar nuestra identidad. Y a partir de ellos la música paraguaya es paraguaya porque está con sus raíces hundidas en nuestra historia, en nuestros pensamientos y sentimientos; en nuestros afanes e inquietudes; en nuestras costumbres y tradiciones. Para dar sólo algunos ejemplos, Mburicaó, India, Musiqueada cheámape, Canto de mi selva, Che trompo arasá, Che morena'mi, Yo soy purahéi, Pájaro campana, Che róga, Ysyry, etc., etc., no pueden ser sino paraguayas por su esencia, por su aroma, por su identidad con el alma y el sentir de nuestro pueblo.

         Entonces uno busca escuchar este tipo de música porque se establece una comunicación; hay algo que nos dice, que nos expresa y que nos deleita. Pero no queda solamente en un goce estético. Hay algo más detrás de esa emoción, porque es una emoción compartida entre la música y el oyente. Es un diálogo. Es un hecho social. Y el arte produce un hecho social cuando hay comunicación, la que a su vez se logra cuando el artista sabe compendiar en su creación la esencia de su pueblo, en el que se nutren su talento y su sensibilidad.

         Esta música -la paraguaya- se escucha con placer en cualquier momento. Jamás ha hecho falta, ni hará falta, que nadie nos obligue a escucharla.

         Ahora bien, está la otra, la música de paraguayos; ese producto híbrido entre bolero y guarania; entre polca y chamamé, con mezcla de ranchera y merequetengue; esa cosa ruidosa que de ninguna manera, por dignidad nacional, debemos aceptar que sea música paraguaya. Y son los autores de estos adefesios quienes -los mediocres sean unidos-, aparecen como defensores de la música paraguaya. La música paraguaya no necesita de defensores. Es demasiado hermosa y valedera como para defenderse por sí misma. Ahora la otra sí. Esa música de paraguayos, solamente a la fuerza es posible escucharla, o difundirla, que es distinto.

         (3 de agosto de 1978)

 

 

HAY RUTAS QUE DAÑAN AL PAÍS

 

         Mediante los diarios nos hemos enterado de los muchos daños ocasionados por las últimas lluvias. Las veces que cae mucha agua, las fotografías suelen ser con los mismos motivos: calles destruidas, derrumbe de murallas, de precarias viviendas, de árboles, postes, etc. No incluimos aquí los cortes de luz porque no hace falta que llueva para que los mismos ocurran. Nuestra energía eléctrica -que se la puede explotar también como curiosidad turística- tiene la ventaja de no depender de cuestiones meteorológicas para fastidiar. Le es igual la lluvia, el sol, la tormenta, el rayo, la brisa.

         Los daños mencionados suelen ser importantes pero nunca alcanzan a los que los diarios no publican, y que también son motivados por la lluvia. Nos referimos a la enorme pérdida que sufren los campesinos con las rutas clausuradas. Cuando transportan productos perecederos, éstos perecen del todo al pie de la barrera.

         Con esta cuestión de clausurar las rutas nadie sabe si existe alguna reglamentación o depende solamente del humor del encargado. No consta que deba llover tantos milímetros para bajar la barrera. Consta, eso sí, que se la puede alzar con determinadas tarjetas u otros "papeles".

         Se baja con algunas gotas de lluvia y sube con otras, que no son precisamente agua.

         No vamos a decir "dicen que". Varias veces hemos amanecido y anochecido junto a esas barreras "mágicas" envidiando a quienes, poseedores de la palabra clave, van pasando como si tal cosa. Y mientras tanto, quienes deberían tener libre el paso por estar enfermo, por tener una mercadería pronta a destruirse u otras urgencias, están allí porque deben cumplir con la ley.

         Pero el problema no se queda allí, en la barrera. Va mucho más lejos. A los dos días ya falta de todo en las localidades aisladas. Y lo poco que queda, sufre el aumento desmedido de los precios.

         Este es un asunto que debe estudiarse detenidamente. No cabe dudas de que las rutas de tierra se deterioran cuando se las utilizan mojadas. Es decir, se deterioran más rápido que estando secas.

         Seguramente el costo de reparación ha de ser elevado. Convendría, entonces, comparar ese costo con el que se registra al estar las rutas clausuradas, que equivale a paralizar el país.

         Solamente bajando la barrera en Coronel Oviedo se aíslan los departamentos de Kanendiyú, San Pedro, Concepción, Amambay, todos ellos gran centro de producción y de consumo.

         Si reparar los caminos tiene un elevado costo, al Ministerio de Obras Públicas debe salirle gratis porque no repara. Está, por ejemplo, la ruta X, la que une -o pretende unir- Salto del Guairá con la ruta III a la altura de Mbutuy. Los pobladores recuerdan -los más ancianos- que la última vez que vieron trabajar una niveladora fue en épocas del Gral. Samaniego.

         Por si a los funcionarios de Obras Públicas se les haya perdido la ruta X, les decimos que todavía la pueden encontrar, apurándose un poco, saliendo de Mbutuy hacia Kanendiyu.

         De pronto la ruta se corta, pero dando algunas vueltas es posible salir nuevamente en ella. De todas maneras deben ir preguntando. Hay muchas personas que todavía se acuerdan.

         Entonces, ¿qué es eso de echar la barrera cuando llueve? Causa mucha gracia cuando a esto se contesta que "para conservar la ruta". Entonces uno quiere hacerse otra pregunta: ¿los vehículos de los portadores de ciertas tarjetas no tocan el suelo?.

         En el Brasil, bueno, en la frontera al menos, la ruta que va de Foz a Ponta Porá, pasando por Salto del Guairá, está habilitada siempre. Después de una lluvia aparece la niveladora y deja el camino como nuevo. No se recurre al expediente de cortar la actividad del país. Y seguramente ese trabajo -el de la niveladora- debe ser más barato que paralizar inmensas regiones productoras exponiendo a los agricultores a grandes pérdidas; pérdidas que, en definitiva, se recargan al país.

         En esta cuestión de la clausura, debe investigarse también qué conexión podría existir entre los "hospedajes" y los encargados de la barrera o sus inmediatos superiores. Muchas veces, nos consta, ya han pasado las 24 horas de caer la última gota de lluvia, ya ha salido el sol hace rato, y continúa la clausura.

         (5 de noviembre de 1978)

 

 

LA PAZ ES NO TENER MIEDO A LOS QUE MANDAN

 

         En poco tiempo -demasiado poco- han salido a luz varios hechos criminales protagonizados por las mismas autoridades. Es decir, por las mismas personas que deberían evitar y castigar esos hechos. Cuando el terrorismo viene de arriba es doblemente criminal. Y su castigo debe ser ejemplar. Doblemente ejemplar.

         Para referirnos solamente a los más notorios, recordemos que el comisario de la seccional octava mató a un joven de un balazo; otro policía hizo lo mismo en Ysaty; en Ciudad Stroessner el jefe de la sección Robos y Hurtos de la Delegación de Gobierno propinó una feroz golpiza a un detenido bajo acusación falsa; en San Lorenzo, compañía Reducto, el comisario, al parecer en estado de ebriedad, atropelló el domicilio de un pacífico ciudadano y luego le golpeó y le llevó preso; en la localidad de Cerrito, Ñeembucú el alcalde amparó una acción criminal de atropello y usurpación de un inmueble; en la comisaría de Luque, un menor de 15 años fue bárbaramente golpeado; en Santa Rosa, Misiones, una mujer fue violada por todo el personal superior y subalterno de la alcaldía con el agravante de que el mismísimo Delegado de Gobierno procuró amparar a los maleantes. Y últimamente el secuestro de un comerciante que, de acuerdo a sus denuncias, ha sido obligado bajo amenazas de muerte a firmar algunos documentos nada menos que en una dependencia del Ministerio del Interior. Concretamente, en la temible "Técnica".

         Todos los casos mencionados han pasado a los Tribunales. Esto supone que las víctimas de tales abusos están dispuestas a defender sus derechos y procurar el castigo de los delincuentes. La gravedad de estos casos es doble: el hecho en sí mismo y que sus autores estén investidos de autoridad. Una autoridad de la que no son dignos. Una autoridad al servicio de la mera delincuencia. Es decir, una distorsión peligrosa que debe ser castigada para no seguir tragando a más víctimas.

         De estos casos tenebrosos nace un hecho positivo: que hay una mayor conciencia en la población de sus derechos; que no está dispuesta, así porque sí, dejarse avasallar e intimidar por cualquier mandón. Desde luego que no en todos los casos la justicia ha de salir victoriosa, por ese laberinto de cosas que la rodean, pero buscarla ya es significativo. Desearla es saludable. No acabarán: autoridades abusivas, pero es peor agacharse mansamente a ellas. Se volverán más feroces. Buscarán intimidar, extorsionar, silenciar. En la medida en que les sale bien sus malas acciones buscarán multiplicarlas. En la medida en que se las silencia cometerán otras. No hay malas autoridades, sino víctimas silenciosas. Y aquí sucede un hecho común. Esas víctimas se callan por temor a otras consecuencias. Y entonces se vuelven cómplices de una acción criminal de la que, a su vez, son víctimas.

         El caso de Santa Rosa es un caso ejemplar. Cuando el Delegado de Gobierno se puso a favor de los violadores, el pueblo salió a la calle a reclamar justicia. Entonces no hubo más remedio que optar por la justicia. Si las voces no se hubieran alzado, si el clamor no hubiese salido de las casas para recorrer el país, es probable que todo habría quedado en la nada. Y lo que hubiera sido peor, la víctima estaría hoy seguramente en el Buen Pastor pagando los delitos que le atribuyó el Delegado de Gobierno de Misiones.

         Cuando las malas autoridades andan sueltas no puede haber tranquilidad. Ella se altera con la prepotencia, la injusticia, la soberbia embrutecida. Antes que nada, la paz es no tener miedo a los que mandan.

         (14 de enero de 1979)

 

 

SE OLVIDARON DE DON HERMINIO

 

         La Sub-secretaría de Informaciones y Cultura de la Presidencia de la República organiza un homenaje a don Félix Fernández para el día 1º de marzo próximo, por ser el autor de la letra de la conocida canción "Cerro Corá", cuya melodía pertenece al maestro Herminio Giménez.

         De don Félix Fernández ya hemos hablado y con admiración, en varias ocasiones. Creemos que, con Darío Gómez Serrato, es el mayor poeta viviente en nuestra lengua nativa.

         El homenaje que ha de tributarse a don Félix nos parece justo; pero hubiese sido por la totalidad de sus obras, por su notable contribución al enriquecimiento de nuestra poesía. No se le hubiese fraccionado, máxime cuando "Cerro Corá" es la obra menor de don Félix. Se entiende. Parece ser la primera producción poética del autor, de cuando era adolescente, según nos ha confesado varias veces. Claro que la edad nada tiene que ver con la creación artística o literaria. Pero "Cerro Corá", comparada con las posteriores obras, sin duda es un poema de principiante.

         De todas maneras, la Sub-secretaría de Informaciones al parecer no ha tenido en cuenta méritos literarios sino el motivo del poema. Es decir, el canto a Cerro Corá. Igualmente nos parece válido el homenaje, pero a condición de que se incluya también al autor de la música, el maestro Herminio Giménez.

         "Cerro Corá" no se recita. Se canta. Nació a la luz pública con música. Con una de las más inspiradas músicas compuestas en nuestro país. Posiblemente el poema no habría sido conocido, o tendría muy poca difusión, de no haber recibido el soplo de la música. De todas maneras, poema y melodía viven juntos. Son inseparables. Ambos son como una plegaria nacida del corazón de la patria para abrazar a los héroes.

         "Cerro Corá" letra y música, música y letra, es nuestra expresión artística popular más digna del recuerdo que evoca. Como el Aquidabán, es el murmullo que nos trae las voces de quienes se cubrieron de muerte y de gloria en aquel calvario patrio.

         "Cerro Corá" es indivisible. Escuchando sólo la melodía, uno repite sus versos. Recitando sólo los versos, uno va poniéndole la melodía. Ya no se puede fraccionar. Entonces ¿por qué se pone a un lado al autor literario y a otro lado al autor musical?. ¿Por qué se reconoce el trabajo de uno y se ignora el trabajo del otro? ¿Qué significado tiene dividir en dos "Cerro Corá?".

         Esto no es todo.

         Se le pone a don Félix Fernández, una persona honesta e integra a toda prueba, en una situación sin duda molesta. Recibirá el premio por un trabajo. Un trabajo que vive y vivirá mediante también otro autor.

         Hay más.

         En época del presidente Higinio Morínigo se promulgó un decreto por el que se declaraba "músicas nacionales" a "India", Campamento Cerro León" y "Cerro Corá".

         Por todas estas consideraciones y muchas más, el homenaje de la Sub-secretaría de Informaciones y Cultura de la Presidencia debía haberse extendido también al maestro Herminio Giménez.

         (27 de enero de 1979)

 

 

 

NUEVAMENTE LOS INOCENTES PAGAN POR LOS PECADORES

 

         Hemos vivido una semana agitada. Agitadísima. Dos diarios independientes fueron obligados a callarse y un abogado está pagando caro la osadía de los fernandinos de alzarse en defensa de sus derechos. Estos casos nos hicieron acordar que estamos viviendo aquí y ahora. Nos despertaron de golpe -o a golpe- de un breve sueñe.

         Nos asombra lo que se hizo en contra de "La Tribuna" y "Ultima Hora". Ya se habló mucho respecto a la libertad de expresión, ese derecho fundamental del hombre. Pero está la otra cuestión, la del estómago, sobre la que monseñor Rolón se refirió. No solamente suspendieron a dos diarios. Hay cientos de canillitas que se quedaron sin un céntimo. Es decir, sin medio de subsistencia. La resolución ministerial procuró explicar de alguna manera el cierre de los diarios. ¿Pero qué explicación se puede dar a los cientos de niños que estaban comiendo de la venta de diarios? ¿Con qué argumentos se podría justificar la penosa situación por la que inocentemente están pasando?

         Desde luego que la libertad de expresión no significa la libertad de ofender, calumniar, difamar. Si tales cosas se hicieren están las leyes que castigan esos actos. Si alguien se cree ofendido por informaciones erróneas o aviesas debe acudir a los tribunales en donde se adoptarán las medidas que corresponda. Y esas medidas serán las únicas válidas. O por lo menos las únicas legítimas.

         Pero sencillamente dejar en la calle a cientos de personas por creerse que la prensa se extralimita, es algo tremendo. No son las informaciones las que deben molestar sino los hechos que dan lugar a las informaciones. Para acabar con la publicación de ciertos acontecimientos no se debe reaccionar contra la publicación sino contra esos acontecimientos. Si la prensa denuncia una irregularidad, en cumplimiento de uno de sus nobles fines, deben investigarse esas irregularidades y castigar a los autores. No a la prensa. No a los periodistas. Y junto con ellos, totalmente ajenos a todo, a los canillitas: En definitiva son estos niños quienes más sienten el golpe.

         Y esto crea una situación difícil, muy parecida a la extorsión. Si todo el peso del castigo ha de ser sobrellevado por los canillitas, cualquier periodista pensará varias veces antes de publicar alguna información que podría irritar a algunas autoridades. Y ya vemos que lo que molesta es la publicación, no las irregularidades. En este sentido son varios los hechos que quedan pendientes. Que están sin aclararse.

         La sanción a un diario independiente es contra todos los diarios independientes. Es contra todos los periodistas independientes. Cuando se cumpla el término del castigo impuesto a "La Tribuna" y "Ultima Hora", seguirá igualmente la amenaza, la que origina a su vez, algo muy feo: la autocensura. Ningún periodista querrá sentirse culpable de que, como en el caso de los canillitas, haya inocentes que cargan con el castigo.

         (24 de junio de 1979)

 

 

APRENDAMOS LA DOLOROSA LECCIÓN

 

         El asesinato de Somoza debe servirnos de lección. De ahora en más, tenemos que ser selectivos en la concesión de nuestra hospitalidad y prestar mayor atención a las voces unánimes.

         Nuestros parlamentarios con mucho acierto calificaron de "agresión al Paraguay" el atentado de la avenida España. Pero esa agresión se inició el mismo día en que Somoza pisó tierra paraguaya. Desde ese instante hubo en el país expresiones de protesta de todos los sectores. Fue una justa y generalizada indignación por la presencia de un hombre que traía consigo el odio de su pueblo y de otros pueblos. Nos hemos tapado los oídos ante esas protestas, y Somoza se estableció en nuestro país. Y aquí tenemos la consecuencia. Hemos permitido que se hiciera un tajo en el corazón de nuestra pacífica costumbre. Sordos a la generalizada repulsa, dimos ocasión para que explotara la violencia en un país que la rechaza.

         Sería ingenuo no haber pensado en la posibilidad de un atentado. Somoza no era un hombre cualquiera. No era un dictador de la galería del folclore latinoamericano. Era distinto. Y además estaba condenado a muerte, como en su oportunidad relataron los periódicos. La ejecución de esa condena se intentaría en cualquier momento y en cualquier parte. Es decir, ahí donde Somoza se encontrare. Por desgracia, residió en nuestro país. Y aquí está la consecuencia. No tendríamos que haber cargado con semejante bulto porque somos un pueblo amante de la tranquilidad, sin vocación ni entrenamiento para la violencia. Seamos hospitalarios, pero no imprudentes.

         Se dirá que ahora para nada sirve ya el "tendríamos que... ". Sirve. Con esta experiencia, nunca más nuestro país debe abrirse a quien pudiera traer consigo la posibilidad de ocasionar violencia.

         Los excesos que se atribuyen a Somoza hubiesen sido razón suficiente para pensar que sus enemigos no lo iban a dejar en paz. Y por imprevisores, ahora tenemos un país con sus fronteras clausuradas; un miedo generalizado, con o sin motivo, pero miedo al fin: operación "rastrillo" de la Policía, que jamás hemos visto, y todo eso que estamos viviendo en estos días. Es una lástima. Nuestro país no se lo merecía. Los antecedentes de Somoza no hacían recomendable su presencia entre nosotros. No los tuvimos en cuenta, y aquí están los efectos.        

         Somos demasiado generosos con las personas que en otras partes no tienen cabida. Nuestra hospitalidad no distingue entre deseables e indeseables. Es hora de que comencemos a distinguir, a seleccionar a precaver. Nuestra vocación pacífica no tenemos que exponerla por nadie, menos por las personas cuestionadas por su conducta. La tranquilidad de nuestro país tiene que ser defendida por encima de cualquier consideración.

         Esa generosa hospitalidad nuestra debemos ahora encausarla con ánimo de que tenga mejores frutos para el país. Sigamos abriendo nuestros brazos para cualquiera que no pueda generar violencia, para todo extranjero que no sea fugitivo de la justicia. Y no sólo extranjero. También para los compatriotas debe nuestro país abrir sus puertas. Compatriotas que se ven forzados a vivir afuera pudiendo estar entre nosotros y que de ninguna manera su presencia tendría los efectos que estamos comentando.

         El asesinato ocurrido en la avenida España salpicó a todo el país. Que nos sirva, pues, de lección, y quiera Dios que nunca más vuelva a ocurrir un hecho igual.

         (21 de setiembre de 1980)

 

 

NO PREDICAR EL ODIO ENTRE PARAGUAYOS

 

         Aunque ya estamos medio curados de espanto, nos llenaron de estupor las expresiones del director del Departamento de Educación Primaria del Ministerio respectivo, Dr. Carlos Ortiz Ramírez, emitidas por "La Voz del Coloradismo" y reproducidas el viernes último por el diario "Patria".

         Ortiz Ramírez, sin detenerse a pensar sobre la delicadeza de sus funciones, se despachó contra gran parte del pueblo paraguayo, conformada por febreristas, liberales, colorados disidentes, democristianos.

         ¿Qué tipo de educación estamos dando a los niños y a los jóvenes de la patria? ¿Estos niños y estos jóvenes no merecen otra cosa que escuchar desaciertos?

         Ortiz Ramírez, en una parte de su disertación, dijo: "Este partido -por el febrerismo- que merece el calificativo de traidor a la patria por exigir el abandono de nuestras tropas el camino internacional, permitiendo la ocupación boliviana, y la entrega de los prisioneros antes de la firma definitiva del Tratado de Paz". Es evidente, con estas palabras, que el Dr. Ortiz Ramírez leyó muy a la disparada la historia del Paraguay. Pero, por ahora, esto no viene al caso. Eso de llamar traidor a un partido político nos parece un despropósito de dimensiones gigantescas en boca de una autoridad educacional. ¿Cuántos hijos de febreristas, buenos hijos de la patria, estarán cursando en la primaria?, ¿cuántos hijos de liberales, los que también fueron fustigados por Ortiz Ramírez, estarán en todas las escuelas del país?

         En otro párrafo de su "enfática afirmación"   -como dice "Patria"- Ortiz Ramírez expresa: "Es bueno que sepan estos mercaderes de ideologías foráneas y fariseos de la conducta límpida del pueblo paraguayo, llámense comunistas, liberales en sus distintas denominaciones o de rencillas familiares, febreristas, demócratas cristianos o Mopocos, que..."

         Nadie se salvó.

         Con la mano sobre el corazón, ¿debe ser éste el lenguaje de un director nada menos que del Departamento de Educación Primaria del Ministerio de Educación? ¿Se puede perder tanto el sentido de la realidad? ¿Es licito insultar tan descabelladamente a los escolares, hijos de padres que no son del partido político al que parece pertenecer el Dr. Ortiz Ramírez?

         Si todos los paraguayos, menos una parte del Coloradismo, son "mercaderes de ideologías foráneas", "fariseos", "traidores", ¿para qué se procura que haya más escuelas? Pensamos que los traidores a la patria no se merecen los beneficios de una educación gratuita. ¿O las escuelas están para evitar que los niños cometan el "pecado" de los padres?

         El Art. 55 de la Constitución Nacional dice en su primer párrafo: "Todos los paraguayos tienen derecho a ocupar funciones y empleos públicos, sin otra condición que la idoneidad". Con la filípica de Ortiz Ramírez, no hay esperanzas de que los maestros afiliados a los partidos Febrerista, Liberal, Democracia Cristiana, puedan alguna vez ocupar un cargo en el magisterio, por más capaces que fuesen. Porque si son "mercaderes", "fariseos", "traidores", se entiende que es remota la posibilidad de pertenecer al Departamento de Educación Primaria del Ministerio de Educación.

         Con su discurso por "La Voz del Coloradismo", Ortiz Ramírez está comprometido a "sanear" las escuelas. A partir de ahora, si en realidad siente lo que dice y es coherente con sus pensamientos; deberá "limpiar" las escuelas de "traidores a la patria".

         Y, finalmente, ¿cómo queda el principio constitucional de no predicar el odio entre paraguayos?

         (21 de febrero de 1982)

 

 

 

¿EXISTE LIBERTAD DE EXPRESIÓN?

 

         La libertad de prensa es una parte de la libertad de expresión. La libertad de prensa se limita a los periodistas y a quienes desean hacer uso de los medios masivos de comunicación. La libertad de expresión es un derecho de todos los habitantes del país, de la ocupación o profesión que fuere. Es un derecho irrenunciable e intransferible. Todos los ciudadanos, de acuerdo con la Constitución, están protegidos en su derecho de expresar sus ideas y pensamientos. Eso significa que nadie debe ser castigado por haber hecho públicas sus inquietudes.

         Sin embargo, existe la generalizada creencia de que solamente los periodistas pueden utilizar la libertad de expresión. Y por culpa de esa creencia, muchas personas renuncian a sus derechos en favor de los periodistas. Es así que pretenden que otros hablen por ellos; que otros muestren la cara y alcen su voz hasta en las más mínimas cuestiones.

         Pero aparte de esa creencia, tenemos el caso de las personas que tienen miedo para hablar; miedo para quejarse hasta de las cosas más insignificantes. O, peor aún, impulsadas por el miedo no sólo se callan, sino hasta mienten y disfrazan sus verdaderos sentimientos y opiniones sobre determinadas cuestiones, por insignificantes que fuesen.

         El miedo al castigo, que podría ser la pérdida del empleo, de algunos privilegios, de algunas comodidades, hace que la libertad de expresión sea la menos utilizada. O la peor utilizada. Y esta circunstancia beneficia solamente a algunos; a aquellos que, de funcionar realmente la libertad de expresión, verían ventiladas quien sabe cuántas malas acciones.

         Muchas personas, autorizadas o meros patrones, utilizan muy bien nuestro miedo para sustraernos del derecho que todos los ciudadanos tenemos a la libertad de expresión. Con una amenaza constante, sistemática y efectiva, se nos tiene al margen de una de las libertades fundamentales: expresar nuestras inquietudes, exponer nuestras quejas, decir nuestros pensamientos.

         Respecto a la libertad de prensa, diremos que ella no significa solamente que el periodista escriba con alguna libertad sobre hechos que interesan al país. Significa también que las denuncias periodísticas sean tenidas en cuenta por las autoridades respectivas.

         De nada sirve que la prensa goce de algunas libertades -o una mera tolerancia- para publicar hechos irregulares o difundir sus opiniones, para que luego se queden en el canasto de papeles.

         La libertad de prensa significa que las autoridades intervengan en los hechos que denuncia la prensa. Si solamente se denuncia, y a nadie le importa, la libertad de prensa es puro formalismo, es una mera cáscara, es un simple escapismo.

         Si los diarios revelan, por ejemplo, hechos concretos de corrupción administrativa, de abusos de autoridad, en fin, de cualquier caso que configure delito, la libertad de prensa se concreta recién cuando las autoridades respectivas han tomado intervención en la denuncia periodística.

         ¿Acaso es completa la libertad de expresión -la tolerancia- cuando, por ejemplo, se demuestran los negociados de REPSA en perjuicio del país, y nadie mueve un dedo por investigar lo denunciado? ¿Acaso significa "libertad de expresión" demostrar, por ejemplo, que una autoridad policial, como el comisario mayor José Ignacio Irrazábal, jefe de una gendarmería volante del Ministerio del Interior, ha cometido una serie de delitos y nadie se molestó en investigar nada?.

         Con la indiferencia hacia las denuncias periodísticas, y él miedo para hablar, la libertad de expresión y la libertad de prensa son meros pretextos para demagogias baratas.

         (30 de enero de 1983)

 

 

 

QUÉ BELLO CÓNSUL !

 

         En el mismo instante en que se prohibió al Dr. Laíno descender del avión que lo condujo a su patria, el "Bello cónsul" estaba firmando autógrafos en el Palacio de Justicia, como una estrella cinematográfica. No creemos que hayan sido alquiladas, para el efecto, las mujeres que le rodeaban. Estamos seguros que fue un acto espontáneo de admiración y simpatía. Siempre fuimos así. Los delincuentes y los "chantas" ejercen sobre nosotros una extraña fascinación.

         Cuando la doctora Sarah Riva de Vasconsellos estaba agonizando, a consecuencia de su admirable actitud de protesta, hemos leído en los periódicos algunas cartas y opiniones condenando la determinación de la nombrada profesional en su lucha por la justicia. Se la reprochó querer influir sobre los jueces y de que su postura podría ser imitada por los demás presos para obtener su libertad. Estas buenas señoras no pensaron que jamás un delincuente acude a la huelga de hambre para ser liberado. Sencillamente porque tiene conciencia de su delito. No hay antecedentes, en nuestro país de que un asesino, por ejemplo, o un ladrón, haya rechazado alimentos para de esta manera abandonar el penal.

         Pero hay otra cosa. En un país donde tan pocas ganas se tiene de protestar por el ultraje a los derechos, más bien debe causarnos gozo el hecho de que alguien levante su voz. Y, sin embargo, en vez de animarle en esa actitud, lo que procuramos es hacerle callar. Y entonces sucede que ni protestamos ni dejamos a nadie protestar. Es por eso que tenemos una tierra fértil en irregularidades.

         La mentalidad de esas personas que criticaron a la doctora Vasconsellos, es moralmente la misma que pidió autógrafo al "Bello cónsul".

         Somos nosotros los culpables de que los delincuentes y los "chantas" hayan tomado nuestro país como un paraíso. Aquí viene cualquiera y con cualquier cosa nos deslumbra. Hace poco, un director de teatro uruguayo subió al escenario y pidió que se importasen críticos, porque un comentario -hecho con respeto y hasta con cariño- le pareció que no elogió suficientemente su trabajo. ¿Alguien protestó por esta afrenta al país? Nadie. Sólo el periodista Antonio Carmona lo hizo. El tal director nunca haría en su país una acción semejante. ¿Y por qué la realizó aquí? Porque nosotros le hemos creado la atmósfera, le hicimos el ambiente para tal comportamiento. Y esa misma mentalidad que aplaudió la soberbia embrutecida del director teatral uruguayo, es la que se tiñó de rubio, de la cabeza a los pies, para agradar al "Bello cónsul".

         En fin, hay demasiados casos que pintan de cuerpo entero nuestra actitud complaciente con los delincuentes y los "chantas". Y también muchos casos que denuncian nuestra dureza con los compatriotas que son útiles.

         El caso del "Bello cónsul" es uno de los tantos. Es cierto que sigue siendo inocente de los cargos que se le imputan en nuestro país. Pero es cierto también que de Alemania han venido versiones responsables sobre hechos delictivos que habría cometido. Y no obstante esas versiones, igual sé le han abierto todas las puertas. Esas mismas puertas que están cerradas para los compatriotas honestos que deambulan por el mundo sin posibilidad de asentarse en su patria.

         Los tribunales han impedido hasta ahora que el "Bello cónsul fuese extraditado. Sin embargo, jamás han impedido que un paraguayo honrado fuese expulsado de su patria.

 

         27 de marzo de 1983

 

 

 

 

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