EL TALISMÁN

(NOVELA) de GERARDO HALLEY MORA

Ediciones El Lector,

Asunción-Paraguay 1992

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PROLOGO: No es nueva la apreciación subjetiva existente en nuestro país con respecto a la producción intelectual y artística.

Esto ha sido dicho por muchas personas, repitiendo de que se trata de gente "bohemia", o como diríamos en otros términos "desprogramada". Sin embargo, este punto de vista causante de desconsuelo y de algún modo deprimente ofrece una curiosa dicotomía, un contrasentido porque, ciertamente, los paraguayos también admiran dentro de su conmiseración a aquellos cuya capacidad de "escribir bien", para expresarlo dentro de lo que se acostumbra a exponer, es demostrada en forma espontánea.

Por lo tanto, tampoco resulta demasiado difícil obtener el membrete o la etiqueta de ser "arandú", equivalente a posesión de sabiduría o por lo menos buenos conocimientos.

Lo cual no deja de servir de consuelo en el ambiente de pobreza cultural de nuestro medio en donde se lee muy poco, y menos aun, tratándose de autores nacionales .Se lee algo, en realidad, y eso explicaría las tiradas de decenas de miles de ejemplares de los periódicos paraguayos, y el asombroso número de páginas, a veces cien.

Esta impresionante cantidad de ejemplares puede ser un argumento para quienes se decidan a sostener que sí se lee bastante en el Paraguay.

Sin embargo, en un medio de características señaladamente indiferentes hacia el libro es natural calificar a quienes se afanan en producir literatura, de ilusos, o ser identificados como gente de poco sentido práctico.

Lo anteriores constantemente mencionado, como lo hemos dicho al comienzo, por personas destacadas del mundo intelectual de nuestro país, en una forma evidentemente sincera.

Y por lo tanto, impregnada de un inevitable pesimismo. Estas personas no se apenan del aserto relativo a la precariedad cultural de nuestro medio literario.

Es así cómo se insiste en la idea estereotipada de que, como se ha expresado, el escritor, poeta, ensayista o lo que fuese, está considerado "bohemio", con la connotación subjetiva del caso.

Esto se hace extensivo a los compositores y cultores de la música.

Además, se utiliza con un sentido peyorativo una palabra noble, "filósofo", destinada al trabajador intelectual o más simplemente al cultor de la buena lectura.

Lo cual es como un sambenito mitad amable mitad despectivo.

El análisis profundo de la cuestión sería tedioso. Digamos, sin embargo, algo que ya tuvo oportunidad de exteriorizar el autor de este libro hace algunos meses por un medio de un periódico en el que fué anunciada la edición de EL TALISMAN, y recogida algunas declaraciones del autor. Había expresado en aquella ocasión don Gerardo Halley Mora, que el consuelo de los escritores, poetas ,ensayistas y analistas de la historia grande y pequeña del país; de los investigadores sociales, religiosos y políticos, frente a la pobre respuesta de la masa de lectores, puede consistir en la idea de que el trabajo intelectual del presente está destinado, seguramente ,a lograr una mejor valoración en el futuro, en un tiempo difícilmente próximo de florecimiento de la literatura y de otras expresiones culturales.

Sin embargo, los autores nacionales persisten en el admirable empeño de seguir creando, y alimentando la existencia de una literatura paraguaya capaz de sobrevivir a las condiciones tan poco propicias como las que se menciona.

Entre ellos, don Gerardo Halley Mora, cuya trayectoria periodística y literaria le coloca entre los creadores más afinados del país, proveniente de una sólida cultura y de un profundo conocimiento del ser humano y sus circunstancias.

El autor ha expresado varias veces que nuestro país cuenta con una cantera inagotable de asuntos, argumentos, ideas y sugestiones para su elaboración  literaria imaginativa con el apoyo de la historia, así como también, en sus tradiciones, mitos y leyendas, y sagas, para el ilimitado vuelo de la fantasía.

Realizando su propia experiencia literaria, el autor ha encontrado un fascinante caudal de personajes enmarcados en un ambiente de pasiones primitivas y nobles. De la gente inmersa en el costumbrismo a veces mágico y en otras ocasiones, desolador. El extraño culto a "San La Muerte" y la figura del tallador o del pintor de santos auténticos o simplemente creados por la fe y el fanatismo sirve al autor para llevarnos de la mano al descubrimiento de que en nuestro país, la imaginería conlleva connotaciones esotéricas que son al fin transferencia cultural de la España medieval que se mestizó con nosotros y nos legó sus tradiciones. De ese "encuentro" de culturales, se originan los fetiches pagano-cristianos o paganos cristianizados en el universo de la fe popular, que alejan acechanzas y peligros o conjuran los payés del amor en rituales ingenuos o malignos. Como también el amor puro, o purificado en el fanatismo de la virtud, de algunos seres tocados, casi, por una inocencia preadánica.

EL TALISMAN va más allá del relato. Es testimonio valioso de una vivencia paraguaya como soterrada, dejada de lado o no percibida por novelistas e investigadores. Recrea costumbres pastorales cercanas en el tiempo, rescata personajes auténticos que supieron moverse en los laberintos de una concepción mágica de la vida y del destino. Todo, con una enorme cuota de amor, de compasión y de comprensión hacia las creaturas melancólicas que en las páginas del libro quedan flotando en el límite de la experiencia personal que creó retratos imborrables en la memoria, y la imaginación creadora que les devuelve su vida, y su mundo perdido.

Con su acostumbrado pulcro estilo, con la palabra exacta y la frase galana que son características del autor, Gerardo Halley Mora nos lleva a transitar por las páginas de EL TALISMAN, como por un tiempo y un espacio conocidos pero olvidados, y ahora redescubierto y vuelto a la superficie, con una poderosa carga de humanidad.

LOS EDITORES.

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Y COMIENZA LA NOVELA:

Asunción, junio de 1935.

Rumores de paz traían a todos los corazones una brisa de esperanza.

Las radios y los diarios informaban sobre las trabajosas tratativas de los diplomáticos de los países envueltos en la contienda y de los neutrales, en Buenos Aires.

Tres años duraba ya la guerra librada en la estepa semilunar del Chaco.

Ansias de paz atormentaban a los dos pueblos embarcados en la devastadora aventura.

Asunción, ciudad rústica y chata, había visto partir a sus mejores jóvenes hacia la hoguera bélica, Moloch insaciable. Había vibrado emocionada con las victorias junto con el país, pero esperaba anhelosamente con éste el regreso de los soldados.

La ciudad y los pueblos mezclaron con su júbilo las lágrimas por los que ya nunca volverían.

La gente estaba habituada a escuchar el sonido de las bombas de estruendo con que los diarios anunciaban los partes de guerra. De inmediato corría en el centro de la ciudad hacia los locales de aquellos en cuyas pizarras se escribían las noticias. En los barrios se dirigía presurosamente hacia las casas en donde contaban con receptores de radio.

Pero en aquella mañana invernal y soleada de junio no fue la explosión de las bombas de estruendo la que advertía a la población. Llenaba el aire claro, en cambio, un vasto resonar de múltiples modulaciones. Recorría las escalas de (…)