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MARGARITA MARÍA PRIETO YEGROS (+)

  LA MAESTRA DE ISLA MARGARITA - Narrativa de MARGARITA PRIETO YEGROS


LA MAESTRA DE ISLA MARGARITA - Narrativa de MARGARITA PRIETO YEGROS

LA MAESTRA DE ISLA MARGARITA

Narrativa de MARGARITA PRIETO YEGROS

 

 

Vitalina entró feliz a la grande y luminosa casa paterna en la que vivía con su abuela y su padre, luego del fallecimiento de su madre. Acaba de regresar al pueblo desde la capital, donde obtuvo su primer nombramiento como profesora de grado.

Entró por el vestíbulo alto y silencioso cuyo piso de ladrillos rojos, en ligera pendiente la condujo hasta "coty guasú" donde la abuela tomaba mate y controlaba a la servidumbre.

Ese pasillo constituía el paso a, "a su otro mundo" tejido con el aroma de de la yerba mate quemada con el azúcar para el cocido, mandiocas humeantes, mangos, mandarinas, el gallinero bloqueante más los mimos de la abuela.

Lo cruzó corriendo y, después de pedir la bendición a la anciana, le mostró la nota de su nombramiento, a la vez que le decía: - Desde esta tarde debo ir a la escuela de isla Alta -

-¡Che Dio! ¡Qué lejos! ¿Te irás a caballo?

-¡No! Caminando; "un poquito caminando y otro poquito a pie", como la tortuga Manuelita cantó mientras se dirigía a su dormitorio.

Se lavó los cabellos con agua de pacholí y cuando los tuvo secos se ató en una cola de caballo. Al terminar de almorzar se fue a isla Alta, con veinte años de ilusiones y un montón de cuadernos. Era la primera vez que iba a enseñar como titular de un grado. Bordeó el arroyo, evitando los caminos frecuentados, y después de atravesar un puentecito, que se caía y no se caía, llegó a la escuela. Eran casi las dos. El vecindario, agobiado por el calor, dormía la siesta, mientras los niños del primer grado sacaban los yuyitos del pasto, bajo la atenta mirada de la directora. Ésta, después de los saludos de rigor, presentó a la nueva maestra y regresó a su despacho.

Vitalina se quedó con los alumnos que la miraban con la curiosidad propia de los niños. Al rato, unos comenzaron a reír y se apartaron del grupo, para reírse a hurtadillas; otros más osados se acercaron y la miraron bien de cerca y, también se rieron.

-¿Qué pasa?-les preguntó Vitalina. Nadie respondió. -Tengo que saber qué pasa - insistió, recorriendo el grupo con la mirada.

Una niñita, muy pequeña, abriéndose camino con los codos, consiguió, acercándosele y, en voz baja, le explicó: -Se ríen de vos porque sos bizca, "nde resavá". Le dijo en castellano y guaraní, haciendo gala de su habilidad bilingüe.

Vitalina se rió y dijo:

-¡Ah! Se dieron cuenta que soy bizca como Bárbara Streisand.

Los niños se quedaron en silencio, muy quietos, sin entender a quien se refería la maestra. Vitalina sintió deseos evidentes de explicar que no era totalmente bizca y que podía enseñarles a leer y escribir, pero prefirió callar porque no encontraba las palabras adecuadas. Le costaba iniciarse con estos seres rústicos, precozmente burlones. Molesta por aquel silencio que no hallaba cómo romper, preguntó:

-¿Qué quieren jugar? –

-"Tuka'ê" - dijo uno.

-"Pasará, pasará"

- dijo otro. -"La araña y la mosca" - pidió un coro de niñas.

-De acuerdo, juguemos "La araña y la mosca" - dijo la maestra.

La algarabía infantil resonó en el patio de la vetusta escuela recostada contra el cerro. Jugaron hasta que sonó la campanilla.

-¿No estás enojada con nosotros, señorita? - le preguntó un alumno albino, parpadeando entre alegre y nervioso.

-¡No ¡No estoy enojada - replicó ella con vivacidad. Todos los niños le acompañaron hasta el puentecito. -¡Adiós, señorita! ¡Hasta mañana - le gritaron. Vitalina encontró a su abuela atareada en colocar los mosquiteros, como si se tratara de un recinto sagrado y, ubicándose cerca de la anciana le contó todo lo que le había pasado; las palabras le fluían como sangre de una vena rota. Interrumpió la conversación el saludo de la sacristana:

-¡Ave María Purísima!

Abuela y nieta respondieron al unísono:

-¡Sin pecado concebida!-.

-Vengo nomás a avisarte, señorita Vitalina, que el sábado comienza la catequesis. A vos te corresponde la preparación de las parejas que se van a casar.

-¡Gracias!, señorita Lidia. Estaré allí a la hora indicada. Ese sábado, Vitalina llegó puntualmente a la casa parroquial y, al dirigirse a la sala que le correspondía, rezó una oración antes de abrir la puerta. Las parejas fueron llegando una tras otra; cuando la última tomó asiento inició la lección que había preparado con esmero.

-Amor cristiano, diálogo conyugal, matrimonio...

Estaba en lo mejor de su exposición cuando, de pronto, se abrió la puerta dando paso al Cura Párroco enfundado en severa sotana negra y con cuello blanco de clérigo; la saludó con una leve inclinación de cabeza y ocupó el último asiento. Después de un rato se retiró tan silencioso como había entrado.

***

De noche, al servir la cena, la sacristana preguntó: -¿Qué tal las clases, padre Ramón?­

-¡Muy buenas todas, especialmente la de la señorita Vitalina, aunque pienso que ella, tan sin gracia, nunca conseguirá casarse...

-No olvide, padre, que "la suerte de la fea la linda la desea-sentenció la mujer.

***.

Ese año, Vitalina obtuvo la Licenciatura en Ciencias de la Educación y, contratada por su propia universidad.

Entonces, como si floreciera, se tiñó los cabellos de un color caoba iridiscente y se tos hizo cortar "a la garçon", se compró ropas y calzados modernos, aprendió a maquillarse y aceptó realizar los ejercicios recomendados por el oftalmólogo" para su estrabismo. La transformación fue visible para todos.

-¡Está "masiado" linda luego, señorita Vitalina - le ponderó la sacristana. La joven se sintió halagada.

***.

Una tardecita de primavera, después del toque vespertino del Ángelus, Vitalina escuchó dos golpes de la aldaba. Al abrir la puerta se encontró con el Cura Párroco vestido de particular.

-Vitalina, necesito conversar a solas con usted.- le dijo tajante.

-Pase, padre, pase...

-Lea esta carta - le indicó el sacerdote extendiéndole un sobre de vía aérea.

Vitalina leyó atentamente la carta que ostentaba el sello del Vaticano.

-¡Qué pena, padre! Así que nos deja - dijo al terminar de leer. El Vaticano me autoriza a retirarme del servicio eclesial, pero eso no significa que vaya a irme del pueblo, al contrario: Vengo a proponerle matrimonio.

-¿Queeeeé? - Tartamudeó Vitalina, haciendo sonar las articulaciones de sus manos. - No sé qué decirle porque me toma de sorpresa.

-Piense nomás con serenidad, pero recuerde que ya no tengo veinte años y la soledad me abruma. Regresaré el próximo sábado a conocer su respuesta y, según hablaré con su padre y con su abuelo. A la hora de cenar, la anciana preguntó a su nieta el motivo de la visita del sacerdote y de su vestimenta particular.

-Vino a contarme que ya no será Párroco. -¿Y, a dónde se irá?- insistió la abuela.

-Se quedará por aquí nomás-dijo valentina, cargando su vaso conjugo de zanahoria, sin levantar la vista.

-Y ¿Vivirá solo? Preguntó otra vez la anciana, sospechando la respuesta que no deseaba oír.

-¡No! Quiere casarse conmigo...

-La abuela se atragantó y Vitalina tuvo que darle repetidos golpes en la espalda para que se le normalizara la respiración.

-¿Cómo puede sucedernos esto a nosotros que somos gente cristiana, decente?-se quejó la anciana.

-Pero, abuela, el Pa'í consiguió permiso del papa para casarse­

-¿Qué Papa ni Papa! Todo el pueblo se burlará de nosotros - lloriqueó la anciana.

-¿Y acaso el pueblo nos mantiene? - replicó Vitalina, saliendo al pasillo sin pedir permiso para retirarse.

En el caserón reinaba un silencio oprimente, como si nadie viviera en los cuartos. Vitalina erizó el patio y entrando a su dormitorio, se dejó caer en la cama. Largo rato permaneció tendida añorando la presencia de su madre. De pronto sintió una llamada suave en la puerta. -Vitalina, la cena está lista.

-¡Gracias! No quiero comer nada-. -Cociné el so'o cuí que tanto te gusta­

Vitalina no respondió. Tras una breve pausa la puerta se abrió lentamente dando paso a Severiana, la antigua criada de su madre.

-¿Qué te pasa, mi hija?

Vitalina continuó callada. Severiana aguardó otro rato y después sentándose en la cama, le acarició las manos. -Escuché sin querer tu conversación con la abuela. No te preocupes, todo se solucionará. Ahora, mismo le prenderé una vela a tu mamá para que nos ayude. La débil luz del cirio iluminó el retrato de la madre, ubicado sobre la cómoda. Vitalina lloró convulsivamente. Con ánimo de consolarle, Severiana argumentó:

-Si, Don Ramón tiene buenas intenciones y el permiso del Santo Padre: ¿Por qué no aceptarías su propuesta de casamiento?

-Todo se arreglará el viernes, cuando tu papá vuelva del potrero-.

Ese fin de semana, Vitalina escuchó al atardecer el tintineo musical de las espuelas de su padre; salió a recibirlo y le ayudó a desensillar el caballo. El hombre recogió la silla de montar y la ubicó sobre un caballete, en el galpón al tiempo que le preguntaba: - ¿Qué noticias, tenemos por aquí?-.

-La abuela está enojada porque Don Ramón dejará de ser Pa'í- respondió la joven.

-Y, ¿cuál es el problema? - Preguntó el padre, acentuando las arrugas de la frente.

Vitalina aspiró el aire vespertino y respondió: - Se quiere casar conmigo -.

Ante la noticia, el hombre no manifestó emoción alguna, solo atinó a decir: - ¿Y...?

-No sé qué hacer-repuso Vitalina.

-Hace falta consultar con la propia conciencia-dijo él­-¿Y si me equivoco?-.

-Será mejor perder por haberse casado con el Pa'í que quedarse a vestir santos de por vida. No te parece, mi hijita?

-¿Podrías convencerle a la abuela? -Procurará...

A su vez, cada noche y cada mañana, al decir sus oraciones con el fervor de un niño, Don Ramón rogaba a Dios que había muerto por amor, que la respuesta de Vitalina fuera afirmativa. - Hasta el sábado, no puedo sino rezar solamente, confiar y esperar- se dijo a sí mismo.

Y...después de ese sábado Vitalina y Don Ramón se casaron en misa de esponsales, ante la vista de todo el pueblo. Los niños de la escuela de Villa Alta, alfombraron con flores el camino hasta el altar para agasajar a su maestra, y al verla salir del brazo de su flamante marido aplaudieron y gritaron:

- ¿Viva la esposa del Pa'í! ¡Vivaaaa!

 

 

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REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

POETAS – ENSAYISTAS – NARRADORES

IV ÉPOCA Nº 20 – MAYO, 2011

 

Editorial SERVILIBRO

Tel.: 595 21 444.770

www.servilibro.com

Asunción – Paraguay

Mayo, 2011 (299 páginas)

 

 

 

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