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ROBERTO PAREDES RODRÍGUEZ

  STROESSNER Y EL STRONISMO - Por ROBERTO PAREDES


STROESSNER Y EL STRONISMO - Por ROBERTO PAREDES

STROESSNER Y EL STRONISMO

ROBERTO PAREDES

Editorial SERVILIBRO

25 de Mayo esq. México

Telefax: (595-21) 444 770

E-mail: servilibro@highway.com.py

www.servilibro.com.py

Plaza Uruguaya

Edición al cuidado del autor

Asunción-Paraguay

Noviembre de 2011

Hecho el depósito que marca la Ley Nº 1328/98

 

 

 

CAPITULO INTRODUCTORIO

ASPECTO METODOLÓGICO

 

Siendo el stronismo parte fundamental de la historia contemporánea del Paraguay, su correcta comprensión resulta esencial como punto de partida para la construcción de una sociedad que la supere en todos los aspectos: político, económico, social y cultural.

Estudiosos de diversas esferas han abordado el fenómeno, buscando una explicación completa y definitiva, pero las mismas no han contemplado elementos claves, por lo que se impone un análisis histórico completo, capaz de pasar por encima de aspectos anecdóticos poco o nada relevantes, así como evitar quedar prisionero de esquemas tradicionales de interpretación, para ofrecer una perspectiva que permita a la sociedad paraguaya avanzar hacia su superación total.

No se puede analizar el stronismo a partir de conceptos abstractos, independientemente de la época en que se implantó, se consolidó, entró en crisis y declinó; al margen de los contextos regional e internacional; haciendo caso omiso de la historia local.

Tampoco se puede entender el stronismo como algo estático, pues el mismo ha experimentado cambios cuantitativos y cualitativos, como resultado de su propia dinámica y de la evolución del contexto exterior. El presente trabajo recoge los procesos fundamentales que se dieron a lo largo de los casi 35 años de mandato de Alfredo Stroessner, trazando a su vez un perfil del momento nacional, regional e internacional, de modo que se arroja claridad sobre la evolución del stronismo.

 

 

 

CONTENIDO

 

CAPITULO I - El 4 de mayo de 1954

CAPITULO II - Del golpe a la presidencia

CAPITULO III - La conspiración de los “unionistas”

CAPITULO IV - Cambio de rumbo

CAPITULO V - La intentona golpista del ´56

CAPITULO VI - La reelección de Stroessner

CAPITULO VII - La huelga general del ´58 y la crisis del ´59

CAPITULO VIII - La lucha armada

CAPITULO IX - La participación liberal del ´63

CAPITULO X - La capitulación febrerista

CAPITULO XI - La crisis de los Saltos del Guairá

CAPITULO XII - La Constituyente de 1967

CAPITULO XIII - El Movimiento Independiente

CAPITULO XIV - El “boom” económico de los años ´70

CAPITULO XV - El movimiento socialista

CAPITULO XVI - La política de los Derechos Humanos

CAPITULO XVII - La Constituyente del ´77

CAPITULO XVIII - La experiencia del Acuerdo Nacional

CAPITULO XIX - Fin de fiesta y balance de la guerra sucia

CAPITULO XX - La era de la dictablanda

CAPITULO XXI - La Convención del ´87

CAPITULO XXII - La última reelección

CAPITULO XXIII - El derrocamiento de Stroessner

CAPITULO XIV - Dialéctica del stronismo

 

 

 

CAPITULO I

EL 4 DE MAYO DE 1954

 

El período político que se extendió entre 1948 y 1949 tuvo como rasgo característico la inestabilidad extrema.

Durante esos dos años se sucedieron en la Presidencia seis personajes: Higinio Morínigo, Juan Manuel Frutos, Juan Natalicio González, Raimundo Rolón, Felipe Molas López y Federico Chaves.

Higinio Morínigo había gobernado el Paraguay desde la trágica muerte del presidente constitucional José Félix Estigarribia hasta que fuera depuesto el 3 de junio de 1948; Juan Manuel Frutos gobernó provisionalmente entre el 3 de junio hasta el 15 de agosto de 1948, fecha en que asumió el presidente electo Juan Natalicio González.

En ese entonces, el internismo colorado presentaba dos corrientes fundamentales: los “guiones”, liderados por Natalicio González, y los “democráticos”, encabezados por Federico Chaves; un golpe de Estado desplazó a Natalicio González de la Presidencia el 30 de enero de 1949, siendo designado en su lugar Raimundo Rolón, quien tras un cuartelazo fue forzado a renunciar en menos de un mes, el 27 de febrero.

Entre el 27 de febrero y el 11 de setiembre de 1949 gobernó Felipe Molas López, quien asumiera provisionalmente en febrero y constitucionalmente a partir del 14 de mayo. Un golpe de Estado llevó al poder a Federico Chaves, el 11 de setiembre, quien debía completar el mandato conquistado en las urnas por Molas López.

Concluido el período de facto, en 1953 fue electo presidente constitucional, mandato que debía ejercerlo hasta 1958. Federico Chaves, nacido en febrero de 1882, contaba con 71 años de edad y su postulación para la Presidencia no fue compartida por varios sectores colorados, de donde se instaló un ambiente dominado por conspiraciones.

Un político con gran ascendencia en el seno de las Fuerzas Armadas era Epifanio Méndez Fleitas, quien en ese entonces ocupaba la presidencia del Banco Central del Paraguay. Méndez Fleitas venía desempeñando un papel relevante desde 1949 sobre todo, cuando fuera una de las piezas fundamentales para el derrocamiento de Felipe Molas López de la Presidencia y el ascenso de Federico Chaves a la primera magistratura. La influencia de Méndez Fleitas era tal, que el propio vicepresidente del Partido Colorado, Tomás Romero Pereira, tuvo que apoyarse en él para acceder a los importantes cargos que llegó a ocupar bajo la presidencia de Federico Chaves: ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, primero, y del Interior, después.

Hay que destacar que después del final de la guerra civil de 1947, la historia del Paraguay giró sobre el internismo colorado, prioritariamente, y el papel de los militares, subalternizadamente. La oposición (Partidos Liberal, Febrerista y Comunista), después de la derrota del 47, quedó desestructurada por lo que su ausencia del escenario político nacional era sensible. La plana mayor opositora, así como sus mejores cuadros y activistas se encontraban en el exilio, la mayor parte entre la Argentina y el Uruguay.

La pugna tuvo como protagonistas centrales a Juan Natalicio González, fundador del “Guión Rojo”, corriente interna de clara orientación populista, y Federico Chaves, del sector “Demócrata”, suerte de transición entre una propuesta que apostaba formalmente a la “normalización institucional”, bajo la hegemonía de la oligarquía colorada, y el populismo dominante en ese entonces.

Entre 1948 y 1949, “guiones” y “democráticos” se disputaron el poder, imponiéndose finalmente Federico Chaves, “democrático”, quien gobernó de hecho hasta 1953.

El país vivía en ese período una situación de caos generalizado: tensiones políticas permanentes, con crisis reiteradas; economía en bancarrota, con desórdenes en todos las áreas; pobreza generalizada en amplios sectores de la sociedad.

Tal era la situación, que en marzo de 1952 –de acuerdo con lo que refiere Epifanio Méndez Fleitas – la crisis económica se instaló en el centro del debate al interior del gobierno.

En ese entonces, Méndez Fleitas era Jefe de Policía, por lo que asistió a las deliberaciones, ya que el descontento generalizado, canalizado a través de las diversas corrientes internas coloradas, se resolvía con medidas represivas como el destierro de los cuestionadores.

Se solicitó la asistencia de las Naciones Unidas y del Fondo Monetario Internacional, cuyas recomendaciones nada aportaron para solucionar el problema, pues sus recomendaciones se ajustaron en lo esencial al pensamiento de quienes en ese entonces controlaban la administración del país.

Aún durante 1952, sin embargo, se dieron dos hechos trascendentales: - por una parte, la visita de Osvaldo Chaves al país, planteando como salida el desarrollo democrático. La propuesta fue tomada por Epifanio Méndez Fleitas, quien organizó un encuentro entre los principales jefes militares y el caudillo colorado. Los militares le manifestaron a Osvaldo Chávez su respaldo al propósito, por lo que finalmente se elevó la propuesta formalmente al presidente, pero Federico Chaves dijo NO y Osvaldo Chávez retornó a Estados Unidos, y - por otra parte, entre octubre y noviembre del mismo año se hicieron cambios importantes en la conducción económica, siendo designados Guillermo Enciso Velloso como ministro de Hacienda y Epifanio Méndez Fleitas como presidente del Banco Central del Paraguay.

A partir de los hechos mencionados se deduce que el gobierno de Federico Chaves en ningún momento se propuso marchar en dirección a la “normalización institucional”, por un lado, y que finalmente, y pese a las recomendaciones en contrario, se apostó en un remanejo de la política económica como factor para superar el caos, por otro.

Así, postergado el libre juego democrático como salida a la crisis, se optó por un remanejo de la política económica, cuyos frutos fueron marcadamente escasos, pues las tensiones políticas persistentes no posibilitaron avanzar.

Desde el punto de vista económico y político, el paradigma era la Argentina administrada por Juan Domingo Perón, y el principal promotor de dicho modelo en el Paraguay era Epifanio Méndez Fleitas. De ahí que desde su nueva función como presidente del Banco Central y factor determinante en el equipo económico, impulsó una suerte de satelización de la economía paraguaya a la argentina, que implicó varios acuerdos en el curso de 1953. Méndez Fleitas tuvo en Perón al modelo paradigmático, ciertamente, y Perón tuvo en Méndez Fleitas a un factor clave para la canalización en el Paraguay de los intereses argentinos, en franca colisión con los de los Estados Unidos.

Pero 1953 fue un año especial, pues el escenario fue dominado por la sucesión presidencial, asunto complejo, que dividía aguas al interior del propio sector “democrático” del Partido Colorado. Varios protagonistas se lanzaron a la arena, si bien los hechos fundamentales fueron pocos y se restringieron a los siguientes:

1) Federico Chaves sostenía que su candidato a la Presidencia era José Zacarías Arza, en momentos, y Rigoberto Caballero, en otros.

2) Epifanio Méndez Fleitas promovió una reunión de la que participaron esencialmente militares, con apenas dos civiles, donde se dio una suerte de consenso para la candidatura presidencial de Rigoberto Caballero. No obstante, Méndez Fleitas advirtió sobre las posibles pretensiones de Federico Chaves, por lo que terminado el encuentro, él y Rigoberto Caballero fueron hasta la casa de Chaves a conocer su opinión. La respuesta fue simple: “Yo me debo al partido, haré lo que el partido decida”.

3) Federico Chaves fue electo candidato a la Presidencia y se adjudicó el mandato a cumplirse entre 1953 y 1958.

Esta solución evitó un quiebre del sector “demócrata” del Partido Colorado, pues de elegirse a Caballero, Chaves iba a movilizar a los disidentes. Su designación, en definitiva, fue para los operadores “el mal menor”. Sin embargo, la pugna dejó secuelas, entre las cuales una suerte de retiro de confianza de Chaves con respecto a Epifanio Méndez Fleitas.

De ahí que como antecedente inmediato del 4 de mayo de 1954 se tiene la llamada crisis del 4 de enero de ese mismo año, que consistió en la destitución de un grupo de influyentes colorados de sus respectivos cargos públicos: Epifanio Méndez Fleitas, del Banco Central del Paraguay; Tomás Romero Pereira, del Ministerio del Interior; y Guillermo Enciso Velloso, del Ministerio de Hacienda.

Los golpeados eran personas de peso decisivo en el Partido Colorado, sobre todo Epifanio Méndez Fleitas –el poder detrás del poder–, Guillermo Enciso Velloso, presidente del Partido Colorado, y Tomás Romero Pereira, vicepresidente de la Junta de Gobierno del Partido Colorado y presidente en ejercicio.

El quiebre del 4 de enero de 1954 significó el fin del mandato de Federico Chaves, pues si el partido estaba dividido en dos, entre “guiones” y “democráticos”, un quiebre de los últimos vaciaría de poder a Chaves, como vino a demostrarse más adelante.

Se siguieron días de caos, elevándose la tensión política.

Los “chavistas” tuvieron que enfrentar a los “epifanistas”, “rigobertistas” y “zacaristas”,..., además de los “guiones”.

En rigor, Federico Chaves enfrentaba una suerte de vacío de poder, siendo común en la época que sus adversarios designasen con el nombre de “isabelinos” a sus partidarios, haciendo alusión a la amante del presidente, Isabel viuda de Vallejos, quien tendría el peso decisivo sobre el gobierno.

En rigor, el círculo del poder estaba compuesto en ese momento por tres sectores: los “isabelinos”, la “yernada” (jefes militares, yernos de Rigoberto Caballero) y el comandante de la poderosa Primera División de Caballería, teniente coronel Néstor Ferreira.

Un eje cívico-militar había precipitado la crisis del 4 de enero, pues desde diciembre de 1953 se hablaba con insistencia de una conspiración llevada adelante por Epifanio Méndez Fleitas, que se expresaba supuestamente en pugnas por controlar las seccionales del Partido Colorado (1) y presiones para destituir al Comandante en Jefe, Alfredo Stroessner (2).

Dicho eje cívico-militar estaba compuesto por Rosa Agustín González, presidente de la seccional colorada de Luque, y por el teniente coronel Néstor Ferreira, comandante de la Primera División de Caballería.

Las acusaciones contra Epifanio Méndez Fleitas eran graves, pues supuestamente desde su posición de presidente del Banco Central estaría distribuyendo dinero en las seccionales coloradas para restar peso a los “chavistas” o “isabelinos”, gestión que presuntamente era ejecutada por Roberto L. Petit, mientras que por otra parte estaría realizando gestiones para la remoción de Stroessner de la posición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Epifanio Méndez Fleitas fue a conversar directamente con el teniente coronel Néstor Ferreira sobre el tema, entrevista que concluyó sin que se aclarase totalmente el tema. El delicado asunto se trató en sesión de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, realizada el 4 de enero de 1954. Al día siguiente, renunciaron a sus cargos Epifanio Méndez Fleitas, como presidente del Banco Central; Tomás Romero Pereira, como ministro del Interior; Guillermo Enciso Velloso, como ministro de Hacienda; y el coronel Esteban López Martínez, como Jefe de Policía.

Con ello, aparentemente quedó limpio el camino para el control conjunto de los “isabelinos” y del eje Rosa Agustín González-Néstor Ferreira. Las pretensiones del grupo eran amplias, aspirando Néstor Ferreira sustituir al Comandante en Jefe, Alfredo Stroessner, lo que se deduce de su insistencia en que Esteban López Martínez se ocupase de la Caballería.

En realidad, la crisis del 4 de enero fue el preanuncio del fin del mandato de Federico Chaves, quien a esa altura estaba totalmente aislado, pues del sector demócrata del Partido Colorado se había distanciado Rigoberto Caballero, en diciembre de 1953, y ahora Epifanio Méndez Fleitas.

Formalmente, el Partido Colorado ratificó su lealtad al presidente de la República, pero en realidad la conspiración para su definitivo derrocamiento estaba en marcha.

La jornada del 4 de mayo, que depuso a Federico Chaves, presentó las características de un “cuartelazo” más:

- Stroessner, en su condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, dispuso la detención de “Necho” Ferreira, comandante de la Caballería,

- Federico Chaves fue detenido y mantenido en la Escuela Militar como prisionero, y

- el coronel Mario Ortega, Comandante del Batallón 40, tomó la Policía de la Capital, oportunidad en que en el marco de una balacera fue herido de muerte el Jefe de Policía, Roberto L. Petit.

Más tarde o más temprano Federico Chaves iba a ser derrocado, pero el hecho que precipitó el golpe fue el siguiente: una mujer, que trabajaba como secretaria en el Palacio de López, refirió a Stroessner, su amigo, el 3 de mayo, que había escuchado que Federico Chaves le había ordenado al general Francisco Caballero Álvarez, ministro de Defensa Nacional, que dispusiese todo para el pase a retiro de Stroessner. Enterado de los planes, éste reaccionó.

La decisión estaba en el terreno del Partido Colorado, por lo que se dio la histórica sesión entre el 4 y el 8 de mayo de 1954, de donde salió la siguiente resolución:

1. Designar presidente provisional al presidente en ejercicio del partido, Tomás Romero Pereira, y

2. Oficializar la candidatura a la Presidencia de Alfredo Stroessner, para concluir el período correspondiente al 53/58.

Durante la sesión de la Junta de Gobierno del Partido Colorado se habló con fuerza de la candidatura de Rigoberto Caballero, pero de nuevo fue Epifanio Méndez Fleitas el que argumentó para una salida distinta, llamando la atención sobre el interés de Alfredo Stroessner en asumir la Presidencia. Finalmente, se optó por candidatar a Stroessner.

Así, Tomás Romero Pereira ejerció la Presidencia de la República entre el 9 de mayo y el 15 de agosto, asumiendo Alfredo Stroessner en esa fecha, tras haber sido elegido en las elecciones realizadas el 11 de julio.

Alfredo Stroessner fue nombrado Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas el 31 de mayo de 1951, interinamente, y el 13 de octubre de ese mismo año de manera permanente.

De ahí es que cuando asumió la Presidencia pasó a concentrar dos cargos claves: jefe militar, en la cadena de mando, y jefe de Estado, en lo político.

Con Stroessner –quien tejió vínculos estrechos con los Estados Unidos en su condición de Comandante en Jefe–, los militares pasaron a constituirse tempranamente en factor de control político de primer orden, lo que ya se había expresado claramente en la composición del gabinete presidido por Tomás Romero Pereira, entre mayo y agosto de 1954.

El gabinete de Romero Pereira presentó a tres representantes de las Fuerzas Armadas: general Marcial Samaniego, en Obras Públicas y Comunicaciones; coronel

César Barrientos, en Industria y Comercio; y general Herminio Morínigo, en Defensa Nacional. Bajo el gobierno inmediatamente anterior –el de Federico Chaves– todas las carteras habían sido ocupadas por miembros prominentes de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, con la única excepción del general Francisco Caballero Álvarez, en Defensa Nacional, quien sucedió en el cargo a un civil, José Zacarías Arza.

Cuando Stroessner asumió el 15 de agosto, confirmó a casi todos en sus cargos, con una única variante: en el Ministerio del Interior se designó a Tomás Romero Pereira.

Ahora bien, al margen de los aspectos anecdóticos, que fueron relativamente significativos, lo esencial entender en el inicio del gobierno de Alfredo Stroessner es que desde varias perspectivas históricas los condicionantes fueron muy fuertes y decisivos.

Desde la perspectiva nacional, el censo realizado en 1950 indicó que la población total del país ascendía a 1.405.627 habitantes, a los que habría que sumar alrededor de 20.000 indígenas.

La Población Económicamente Activa ascendía a 437.000 personas, de las que 337.000 eran hombres y 100.000 eran mujeres. De lejos la actividad agropecuaria ocupaba a la mayoría: 235.000 personas, el 54%.

El mencionado censó reveló que el 75% de la población total habitaba en áreas rurales y apenas el 25% en zonas urbanas. La capital, Asunción, que era la más poblada, tenía alrededor de 100.000 habitantes.

El grueso de la producción rural era de auto-consumo, limitándose la actividad con fines de renta a algunos pocos rubros, básicamente el tanino, extraído de los quebrachales del Chaco, la yerba mate y la carne.

La miseria era generalizada y el atraso extremadamente pronunciado. La infraestructura era escasa, sin electrificación, sin caminos transitables, sin agua potable,...; Paraguay era uno de los países más pobres de América Latina. Una válvula de escape para muchos pobres fue la migración a la Argentina, cuya economía absorbía parte importante de la mano de obra excedente del Paraguay.

La situación socioeconómica precaria se veía agravada por una realidad política aún más precaria: derrotada la oposición en 1947, sus principales líderes, cuadros y activistas habían sido forzados a emigrar. De hecho, toda la vida política paraguaya giraba en torno del Partido Colorado; todos los demás habían sido proscritos. Inclusive el sector colorado “Guión Rojo” sufría las consecuencias de la derrota coyuntural.

En cuanto a los movimientos sociales se tenía el funcionamiento de la Confederación Paraguaya de Trabajadores, CPT, cuyo secretario general durante 4 períodos consecutivos fue Florentín López, colorado, que representaba al sector sindical más dinámico, la Liga de Obreros Marítimos, LOM. Su composición era pluralista, pues tenía integrantes de otras corrientes políticas, sobre todo de los partidos Comunista y Febrerista, pero su capacidad de presión era limitada, pues sobre un total de más de 1.500.000 habitantes, apenas existían 120.000 trabajadores asalariados, entre los de los sectores de la industria, la construcción, el comercio y el transporte, y el grado de agremiación era relativamente bajo.

Por otra parte, el movimiento estudiantil tenía escasa presencia en el escenario político, en gran medida porque la intervención de la Universidad Nacional, posterior a la guerra civil de 1947, se prolongaba hasta entonces.

Los trabajadores rurales eran peso muerto, pues no existía organización alguna que los representase.

Crisis económica persistente, caos político y desestructuración social constituían los elementos dominantes de una coyuntura difícil, producto, en última instancia, de la ausencia de un factor social hegemónico, que era consecuencia, a su vez, de la sumisión del país en un atraso espantoso del cual era imposible salir. Eso favoreció la instalación de las Fuerzas Armadas como factor político de primer orden, pues se trataba de un cuerpo que al ser jerarquizado presentaba el nivel de cohesión necesario para posibilitar el disciplinamiento de todos los demás actores.

Corresponde aclarar, sin embargo, que las Fuerzas Armadas del Paraguay de entonces distaba lejos de ser las que fueran con posterioridad a la Guerra del Chaco, en cuanto a pluralidad y experiencia de la oficialidad. Se estima, en general, que el 80% de la oficialidad se había alineado contra el gobierno de Higinio Morínigo durante la contienda cívico-militar de 1947, de donde después de derrotados los “revolucionarios”, se pasó a integrar unas Fuerzas Armadas exclusivamente compuesta por colorados, cuya oficialidad, a su vez, tenía sus preferencias en cuanto a los diversos caudillos de la época. Había de todo: “natalicistas”, “molaslopistas”, “rigobertistas”, “epifanistas”, “chavistas”, “estigarribistas”,..., pero quienes por su posición y amplitud de influencia tenían mayor peso sobre los militares eran en 1954, sin sombra de dudas, Alfredo Stroessner y Epifanio Méndez Fleitas. Y esto explica, de hecho, la facilidad con que se desplazó a Federico Chaves del gobierno el 4 de mayo de 1954.

En el ámbito regional, por otra parte, el factor de mayor peso sobre el curso que adoptó el proceso paraguayo, fue aportado por el amplio desarrollo que alcanzaran las experiencias populistas en dos países vecinos, Argentina y Brasil.

En el Brasil, Getulio Vargas gobernó de manera autoritaria el país entre 1937 y 1945, impulsando transformaciones profundas en la sociedad brasileña, sobre todo marcada por una suerte de transición del agrarismo al industrialismo.

Su política tuvo dos rasgos centrales: el nacionalismo, en lo económico, y la promoción reformista de los intereses de los trabajadores, en la esfera social.

La popularidad de Getulio Vargas era tal que en 1950 volvió a la Presidencia tras triunfar en las elecciones generales, etapa en que se constituyó bajo su gestión el monopolio estatal del petróleo, (Petrobras), y se dictaron varias leyes de protección social. Sin embargo, en agosto de 1954 Getulio Vargas se suicidó, dejando una cartatestamento en la que sostenía que el imperialismo aliado a poderosos grupos brasileños de interés le impedían gobernar en sintonía con las aspiraciones populares y los principios nacionalistas a los que adhería.

En la Argentina, por su parte, el 17 de octubre de 1945 fue un momento clave que llevó a la Presidencia en 1946 al general Juan Domingo Perón.

Bajo su administración se tomaron medidas de nacionalización de amplios sectores de la economía, inclusive del comercio exterior y de la banca; se amplió la flota mercante pública y se creó la línea aérea oficial.

El proceso estuvo acompañado por la aprobación de una avanzada legislación social y el acceso de los trabajadores al 50% de la renta total.

Perón impulsó a través de su legendaria compañera, Evita Perón, una amplia campaña de beneficencia, que se orientó a paliar el estado de pobreza extrema en que se encontraba parte importante de la población argentina. Su base social de apoyo fue la Confederación General de Trabajadores, casi con 90% de sindicalización, cuya expresión más amplia fue la de los “descamisados”.

Tempranamente los diversos sectores del Partido Colorado incorporaron las banderas populistas de los regímenes de Argentina y Brasil. Sobre todo fue amplia la influencia argentina, país con el que el Paraguay tenía un intenso intercambio en ese entonces. Así, solamente para citar un ejemplo, los “pynandi” (descalzos) no fue sino la expresión local de los “descamisados” argentinos. Eso se dio, básicamente, debido a la preeminencia de la población campesina en el Paraguay, cuyo escaso desarrollo industrial determinaba la existencia de asalariados en cantidad ínfima.

Pero también incorporaron las banderas nacionalistas de Vargas y Perón, que se expresó en la adhesión abierta a una economía con fuerte presencia estatal en el terreno de la producción, la regulación y la reglamentación de las relaciones laborales.

De manera más amplia, obviamente, hay que destacar que a partir del “New Deal” (Nuevo trato) aplicado por Roosevelt en los Estados Unidos a partir de los años 30, el intervencionismo estatal era visto como la panacea para la solución de los problemas generalizados de atraso y pobreza.

Un elemento esencial que se dio a escala internacional, y que también incidió sobre el proceso paraguayo de manera determinante aportó la profunda transformación que experimentó el orden económico internacional, que hizo que la otrora poderosa Gran Bretaña fuese desplazada de la escena como potencia hegemónica, espacio ocupado rápidamente por los Estados Unidos de América.

Dicho cambio se produjo después (y a consecuencia) de la Segunda Guerra Mundial. Ocurrió que Europa fue el escenario central de la conflagración bélica, quedando severamente castigada desde el punto de vista material y humano. Inglaterra, pieza fundamental de la contienda, también experimentó severos daños, que le resultó imposible recuperar en el corto tiempo. Estados Unidos, entonces, que se involucró activamente en el conflicto, pero cuyo espacio geográfico no fue siquiera amenazado, quedó con claras ventajas comparativas al final del conflicto, y sacó provecho de dichas ventajas, erigiéndose en pieza fundamental para la reconstrucción de Europa, y en líder incuestionable de la amplia alianza orientada a frenar la expansión de la influencia soviética, también después (y a consecuencia) de la Segunda Guerra Mundial.

En la región, concretamente, se dio la siguiente situación, a consecuencia del cambio de hegemonía central:

- En el Brasil, después del suicidio de Getulio Vargas, en agosto de 1954, desde 1956 se aplicó bajo la conducción del presidente Juscelino Kubitschek, una política desarrollista sobre la base de la más amplia apertura de la economía brasileña a la masiva penetración de capitales norteamericanos. En poco tiempo, dicha alianza temprana con los Estados Unidos, llevaría al poderoso país vecino a convertirse en la décima potencia industrial del mundo.

- En la Argentina, hay elementos inequívocos que ubican a los Estados Unidos como principal responsable en el desplazamiento de Juan Domingo Perón en 1955, hecho que se siguió de una apertura de los militares que encabezaron la llamada “revolución libertadora” hacía los Estados Unidos. Formalmente, los nuevos administradores de la Argentina, pasaron a favorecer el cambio de papeles de la época anterior a 1945: dominación norteamericana en reemplazo de la dominación inglesa. Solamente que el proceso argentino fue mucho más violento, pues el peronismo había penetrado muy fuertemente en amplios segmentos de la sociedad. Eso explica, entre otras cosas, el hecho de que Argentina haya pasado del décimo lugar en el ranking mundial de industrialización al quincuagésimo, mientras que su adversario regional, Brasil, hiciera el tránsito inverso: del quincuagésimo al décimo. Razón: alianza temprana con los Estados Unidos.

- En el Paraguay, país marginal por su escasa población, pequeño territorio y otras adversidades como la mediterraneidad, el gobierno de Chaves era visto como un aliado de Perón, mientras que Alfredo Stroessner era visto (por los Estados Unidos) como un potencial aliado.

Un año y medio después de mayo de 1954, de hecho, esto demostró ser enteramente correcto. Además, para Estados Unidos, Paraguay vendría a desempeñar un papel central en la región, como retaguardia segura de los sectores políticos aliados a los Estados Unidos.

Finalmente, hay que analizar el cambio de gobierno en el Paraguay desde la óptica de la Guerra Fría –confrontación Este/Oeste– desencadenada con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. La conflagración cambió radicalmente el mapa político mundial. A la Unión Soviética se sumaron Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Yugoslavia, Albania, conformando el llamado “bloque socialista”.

La revolución China, en 1949, amplió aún más el poderío a la “amenaza roja”, sumándose a los conflictos en Corea, Vietnam, Camboya y Laos. Estados Unidos, ante esa circunstancia, se erigió en cabeza visible de la resistencia a la “expansión roja”, participando directa e inmediatamente de la conflagración en Corea, primero, y más adelante en Vietnam.

La “cruzada anticomunista” requirió de aliados seguros, y en Paraguay, obviamente, Stroessner se presentó como el aliado más firme. Stroessner había cultivado contactos de primer nivel en los Estados Unidos, aún cuando era Comandante en Jefe, antes de 1954; no le fue difícil, por tanto, quedarse con el apoyo norteamericano tempranamente.

En conclusión y en definitiva, factores locales, de carácter general y particular-partidario, así como factores externos, regionales e internacionales, condicionaron fuertemente el proceso paraguayo, siendo el telón de fondo del golpe de Estado del 4 de mayo de 1954, que depuso a Federico Chaves y llevó al poder al general Alfredo Stroessner, quien ocuparía la primera magistratura por más de tres décadas.

 

 

CAPITULO III

LA CONSPIRACIÓN DE LOS “UNIONISTAS”

 

De raíz más bien “Guión Rojo”, pero con alto nivel de autonomía, J. Eulogio Estigarribia lideraba una corriente conocida como la de los “unionistas”, que promovían un Partido Colorado que superase la división central entre “guiones” y “democráticos”. A meses de asumir Stroessner, el caudillo colorado se encontraba preparando un golpe de Estado para enero de 1955.

El plan conspiraticio fue abortado, y posteriormente en sesión extraordinaria de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, el entonces Jefe de Policía, coronel Mario Ortega, presentó un informe completo sobre el caso, ilustrando con pormenores sobre cómo se fue montando la conspiración y quiénes fueron los principales involucrados.

Previamente, el presidente del partido y ministro del Interior, Tomás Romero Pereira, destacó la “tolerancia” con que se actuó con respecto a los implicados, asegurando que algunos seguían ocupando sus puestos en el gobierno y que solamente dos personas habían sido desterradas, una de las cuales ya había retornado.

El testimonio de Cándido Rosa Cabello, estudiante del 3er año del Colegio Militar, refirió que se realizó una “reunión el día 17 de enero, a la madrugada, por lo que para concurrir fue despertado por el sub-brigadier González.

Llegado al aula indicado ya encontró a los siguientes camaradas: sub-brigadier Bienvenido Cañete, brigadier Saturnino Hermosilla, sub-brigadier Pablo Gómez, subrigadier Brígido Soto, sub-brigadier Luis Campuzano, sub-brigadier Maglio Gómez, brigadier Agustín Segovia, brigadier Rudecindo Martínez, sub-brigadier Ciriaco González, cadete Rolando Elizeche, cadete Arnaldo Maidana, cadete Lindolfo González, cadete Carlos Berni, cadete Sixto Caje, cadete Remigio Chávez y cadete Rubén Vargas Caballero”.

 (...) “El teniente Colmán Romero se dirigió entonces a los presentes expresando que el Partido Colorado va mal y que todos los cadetes allí reunidos, que eran colorados, formarían un grupo único del partido, sin división entre guiones ni democráticos. Los mismos cadetes allí reunidos tomarían el Colegio Militar para colaborar con un movimiento subversivo a estallar, sin expresar fecha. Que este grupo de cadetes tenía que dividirse en tres partes: la 1ª, encargada de hacer entrar a todos los cadetes del Colegio en el casino; la 2ª, encargada de tomar la guardia y los puestos a cubrir; y la 3ª, tomar preso a los Oficiales encerrándolos en sus respectivas piezas”.

Después de esta explicación se formaron las tres partes del grupo. Siguió testimoniando que:

“el teniente Colmán Romero expresó que contaba con el apoyo de las siguientes Unidades: una parte del RI 14, con la misión de tomar la Policía; el RC 2 –una parte– donde se apresaría a dos oficiales que no estaban con el movimiento,..., con la misión de tomar el RC 3 con un grupo y el RC 4 con otro grupo, y ahí formar otra compañía para tomar la Aviación y otra compañía se mandaría a apostarse escalonadamente sobre la Ruta Nº 1 para preparar una celada y obstaculizar así la marcha de la Artillería”.

“Dijo también que los zapadores de Tobatí tenían la misión de tomar la Delegación de Gobierno de Caacupé, donde un señor Machado colaboraría con ellos; que unos cuantos civiles encabezados por el señor Felipe González, vecino de Loma Pytá, tenían la misión de colaborar con el movimiento si necesario fuere; que existían algunos amigos en la Artillería y otros en la Comisaría Seccional 7ª, así como en la Marina y la Dirección de Reclutamiento y Movilización; que se cortarían los cables de la Compañía Telefónica para evitar las comunicaciones de las distintas Unidades;...”

Consultado el declarante sobre quiénes eran los jefes del movimiento, dijo que en el caso político le habían dicho que era J. Eulogio Estigarribia, pero que había un general, en el campo militar, cuyo nombre desconocía.

Consultado sobre si tenía conocimiento “que en el Colegio había un movimiento a favor de Méndez Fleitas, quien había obsequiado con objetos y sumas de dinero a un cadete del que era su apoderado, existiendo numerosos cadetes que visitaban los domingos al citado señor, que éste era uno de los Directores del presente movimiento según se había manifestado en la reunión por el teniente Colmán Romero”, respondió que eso no era cierto “por no haber escuchado tales expresiones”.

Posteriormente, el Jefe de Policía leyó la declaración de Felipe Insaurralde, quien fuera destacado por el doctor

Eulogio Estigarribia para servir de enlace con el teniente Dionisio Riveros, del Regimiento de Caballería 1 “Valois Rivarola”.

De acuerdo con Insaurralde, en los primeros días del mes de enero de 1955, J, Eulogio Estigarribia le pidió que tomase contacto con el teniente Dionisio Riveros, del Regimiento “Valois Rivarola”, de la Primera División de Caballería con asiento en Campo Grande. El no lo hizo, por lo que días después Estigarribia le insistió.

A través de una amiga, tomó contacto por teléfono, diciéndole que tenía que entregarle una encomienda.

Cuando se encontraron, el 20 de enero, el declarante le dijo que el doctor J. Eulogio Estigarribia quería conversar con él, ante lo que Riveros respondió que no tenía problemas.

El encuentro entre Estigarribia y Riveros se realizó en presencia de Insaurralde, quien escuchó todo lo conversado. Estigarribia le preguntó a Riveros como se sentía él para sumarse a un movimiento militar colorado, a lo que Riveros respondió que sí. Entonces, Estigarribia le preguntó sobre las condiciones del “Valois Rivarola”, ante lo que Riveros respondió que contaba con 450 hombres, gran parte reclutas, y que aisladamente nada podía hacer, además de necesitarse de oficiales superiores, con experiencia.

¿Y si se contase con el RC 2?, le preguntó Estigarribia, respondiéndole Riveros que el mismo se encontraba en similares situaciones a las del “Valois Rivarola”.

Terminada la entrevista, Estigarribia se despidió, quedando en volver a encontrarse con Riveros dos días más tardes, el 22. Cuando quedaron a solas, Insaurralde recomendó a Riveros que no volviese a contactar con Estigarribia, pues “podía comprometerlo”.

A esa altura, y por el mismo caso, ya se encontraban detenidos dos oficiales del Colegio Militar, lo que el propio Estigarribia comentó. Sin embargo, todo indicaba que la conspiración proseguía.

El teniente Dionisio Riveros, cuya declaración también leyó el Jefe de Policía, confirmó en lo esencial lo relatado por Insaurralde, pero agregó algunos detalles, como que Estigarribia le habló de que el comandante militar sería el general Pino, entre otras cosas. Asustado, decidió dar parte sobre lo acontecido al comandante de la División. Mario Ortega leyó, además, la declaración de otro cadete del Colegio Militar, de nombre Wilfrido Soto, quien aportó algunos elementos novedosos, que hacían referencia a una reunión entre el ya mencionado teniente Colmán Romero con algunos cadetes del Colegio Militar, en la residencia particular de César Fernández, primo del declarante.

Comentó Soto que el teniente Colmán Romero les dijo que “ante la inminencia de un posible movimiento que ya estaba preparado por el señor Méndez Fleitas para derrocar al gobierno presidido por el general Stroessner y conociendo las ideas del señor Méndez Fleitas, quien se opone a la unificación del partido, era necesario contrarrestar dicho movimiento, para lo cual se preparó esta conspiración embanderándose en un partido colorado unificado, sin distinción de guiones, democráticos y grupos personalistas, citando como director político de la conspiración al doctor Eulogio Estigarribia”.

“En su alocución (De Colmán Romero) manifestó que dentro del Cuerpo de Cadetes había un sector mayoritario partidario de Méndez Fleitas, tal es así que algunos cadetes reciben obsequios, sumas de dinero y hasta sueldos del mencionado señor y en la Policía figuraban...”

Consultado Soto sobre si en algún momento se dijo o aclaró que el movimiento estaba siendo liderado por el señor Méndez Fleitas, el respondió que en las reuniones de las que él participó no se trató del asunto del modo en que estaba formulado en la pregunta, pero que personalmente llegó a la conclusión de que lo que se buscaba era el derrocamiento del general Alfredo Stroessner.

En ese momento de la sesión extraordinaria de la Junta de Gobierno, el presidente de la misma, Romero Pereira, preguntó al comandante Mario Ortega si cuántas declaraciones tiene, y si las que ha leído son la totalidad o sólo las de algunos.

El Jefe de Policía respondió tener en su poder todas las declaraciones sobre el caso, aclarando que en cuanto a los del Colegio Militar se tiene constancia de tres reuniones...

Y agregó:

- Hay aquí, señores miembros, la deposición de 18 cadetes y están extractadas en las declaraciones de Soto y Cabello... Por otra parte, yo tengo entendido que hay algunos cadetes más, porque esos puestos de campaña eran numerosos. El cadete Ciriaco González fue el que más despertó a todos y distribuyó a todos, y es uno de los principales responsables -.

Romero Pereira preguntó a Ortega si el expediente podía ser examinado por cualquier miembro de la Junta de Gobierno, ante lo que el Jefe de Policía respondió afirmativamente.

Inmediatamente después, el titular de la Junta dijo que él quería que las declaraciones se leyesen ante todos los miembros, de modo que se entienda por qué el contenido del pronunciamiento del Ministerio del Interior, del cual también era titular, responsabilizó a J. Eulogio Estigarribia del encabezamiento de una conspiración.

Se abrió un breve debate sobre el tema, con posterioridad, del que participaron algunos pocos miembros de la conducción del partido. Epifanio Méndez Fleitas, el primero en intervenir, admitiendo que había un hecho concreto de intento de subversión del orden, recomendó el estudio a fondo por parte de la Junta de Gobierno, considerando que “aunque el partido no sea un órgano de administración directa del proceso político, es responsable en general, política e históricamente de la conducción gubernativa”.

Propuso, en consecuencia, que el partido manifestase su total solidaridad con el gobierno ante las graves circunstancias. Promovió, además, el repudio al intento de subversión del orden y la paz pública.

Tomás Romero Pereira, quien en comunicado del Ministerio del Interior, había divulgado la responsabilidad de J. Eulogio Estigarribia en la conspiración que se venía gestando, expresó que el pronunciamiento del partido debía tomar aunque fuera parte del comunicado y mencionarlo, ya que se trataba del Ministerio del Interior del gobierno de Alfredo Stroessner.

El pronunciamiento fue elaborado, aprobado y firmado por todos los miembros de la Junta de Gobierno del partido, pero antes de concluir, Virgilio Cataldi, miembro de la conducción partidaria, llamó a los conductores del partido a impulsar la unidad del coloradismo, mencionando concretamente que algunos dirigentes estaban ausentes, sensiblemente, como los casos de Ramón Méndez Paiva y Ángel Florentín Peña, entre otros.

La intervención de Cataldi llamó la atención sobre la ausencia en las instancias de conducción del partido y de dirección del gobierno de muchos hombres con mucha capacidad.

Como es posible deducir de lo narrado, tempranamente hubo disconformidad de ciertos sectores con la manera excluyente con que se manejara el gobierno de Alfredo Stroessner en sus inicios, que mantenía una política que había sido común entre los colorados desde que retornaran al poder en 1947: la exclusión de las corrientes adversas por las dominantes.

En el caso del gobierno de Stroessner, que acababa de subir al poder en agosto de 1954, luego del golpe del 4 de mayo, la primera conducción partidaria siguió siendo integrada exclusivamente por “democráticos”, lo cual no era compartido por todos.

Los excluidos ya presionaban por su incorporación desde mayo de 1954, mientras que existían corrientes, como la liderada por J. Eulogio Estigarribia, que exigían una suerte de arreglo general, que permitiese la incorporación de todas las corrientes.

El principal obstáculo para la unidad era, sin lugar a dudas, Epifanio Méndez Fleitas, quien desde la privilegiada posición de director del diario “Patria”, órgano oficial del partido, desarrollaba una campaña sistemática de hostigamiento a todos los sectores adversos.

En ese momento, por supuesto, el peso de Méndez Fleitas sobre el partido y sobre el gobierno era muy grande, por lo que resultaba literalmente imposible aplicar una línea diferente.

De todos modos, a juzgar por los datos entregados por los implicados que habían sido detenidos, el intento de golpe había sido de envergadura, revelando un rasgo que sería una constante en la historia política inmediata en el Paraguay: Stroessner debía enfrentar a adversarios colorados fuertes, con ascendencia sobre sectores de las Fuerzas Armadas, frente a los cuales las acciones de los opositores parecían inofensivas.

 

 

CAPITULO V

LA INTENTONA GOLPISTA DEL ´56

 

El Partido Liberal, que había gobernado el Paraguay entre 1904 y 1936, tuvo como último momento cumbre de su historia última la elección de José Félix Estigarribia en 1939, año en que realizó una convención partidaria en condiciones normales. Desde 1940, sin embargo, y aún bajo el gobierno de Estigarribia, soportó los decretos Nºs 1.447 y 3.992, por los que se estableció la tregua política, medida que se orientó a pacificar los ánimos, pues la pugna entre los dos partidos tradicionales era extremadamente fuerte, creando un ambiente político caótico.

Pero la tregua política resultó el golpe menor, pues el 25 de abril de 1942, por decreto Nº 12.246 se disolvió el partido y se canceló su personería jurídica.

Dicho decreto fue respaldado por el Consejo de Ministros, firmando el mismo, además del entonces presidente Higinio Morínigo, los ministros Luis Santiviago, Luis Argaña, Rogelio Espinoza, Aníbal Delmás, Francisco Esculies, Ramón E. Martino, Vicente Machuca y Gerardo Buongermini.

Las consideraciones del mencionado decreto no ahorraron argumentos para satanizar al Partido Liberal, atribuyéndosele hechos inclusive de antes de la fundación del partido, como por ejemplo responsabilidad en la conspiración de 1820 contra José Gaspar Rodríguez de Francia, actitud favorable al intento de ocupación del país anunciado por Simón Bolívar en 1826, estímulo a Rosa en la Argentina para la invasión de la “Provincia del Paraguay” y cooperación con la escuadra norteamericana en 1852, entre otras imputaciones. En general, el decreto caracterizó al Partido Liberal como enfrentado a la paraguayidad, siempre subordinado a las potencias extranjeras.

La iniciativa de promover un gobierno de coalición para administrar el país, en junio de 1946, abrió las posibilidades para una reinserción del Partido Liberal a la vida pública nacional, pero hubo oposición a su incorporación, por lo que Morínigo gobernó sobre la base de una alianza entre militares, colorados y febreristas. El 14 de agosto de 1946, sin embargo, la Comisión Directiva del Partido Liberal retornó el exilio y en diciembre realizó su convención, en la que condenó el decreto 12.246 así como a sus firmantes, a los que declaró enemigos del pueblo paraguayo y del Partido Liberal.

Más de 10 años de llanura –17 de febrero de 1936/15 de diciembre de 1946– sin embargo, había llevado al partido a una situación de sensible debilitamiento, si bien no caben dudas sobre que se trataba aún de una de las principales fuerzas políticas del país.

Los sucesos que se desarrollaron entre el 9 y el 13 de enero de 1947 consistieron en el distanciamiento del Partido Febrerista del gobierno de coalición y la integración de un gobierno homogéneamente colorado. Se hablaba hasta el cansancio en todas las instancias acerca de “normalización institucional” y “asamblea nacional constituyente”, pero lo cierto y lo concreto es que las divergencias se agudizaron, derivando ello en la guerra cívico-militar de 1947, en la que los liberales se aliaron con los febreristas, los comunistas y los militares institucionalistas, terminando derrotados todos en agosto de 1947.

La derrota implicó severos golpes, como ser la prisión y el destierro de la gran mayoría de sus cuadros y activistas.

Con ello, el Partido Liberal pasó a tener una presencia marginal en el escenario político nacional, limitando su participación a esporádicos pronunciamientos, así como a actos de agitación clandestina. El debilitamiento se acentuó.

Inmediatamente después del Reencuentro del Coloradismo, que unió a todas las facciones, pero del cual quedó excluido poco tiempo después el “epifanismo”, un sector amplio en ese entonces, se abrió la posibilidad concreta de la incorporación del Partido Liberal a un proceso de liberalización política.

Por el Partido Liberal, quienes manejaron la posibilidad del entendimiento fueron José P. Guggiari, presidente del Directorio, residiendo en Buenos Aires, Argentina, y Gerónimo Riart, prominente exponente del partido.

Había expreso interés en la normalización del proceso político paraguayo en el Vaticano, así como en los Estados Unidos, el Brasil y la Argentina, por lo que sirvió de intermediario para las gestiones el Nuncio Apostólico en Paraguay, Luiggi Púnzolo, representando a todo el bloque internacional mencionado.

El Nuncio Apostólico conversó directamente con el presidente Alfredo Stroessner sobre el delicado tema, pero el presidente decidió derivar el tratamiento del tema al Partido Colorado, argumentando que la resolución del tema escapaba a sus posibilidades.

Ante esa circunstancia se abrieron conversaciones directas con el presidente del Partido Colorado, Tomás Romero Pereira, pero la negociación no prosperó, por lo que a partir del segundo semestre de 1956 el Partido Liberal, así como las otras fuerzas políticas interesadas en principio en un gran entendimiento, cambiaron de actitud con respecto al gobierno.

Cabe consignar que cuando Stroessner llegara al poder, no era mal visto por los partidos de oposición, quienes argumentaban que cuando se dieran represiones masivas en la época de Federico Chaves y él era comandante de la Artillería en Paraguarí, presionaba por evitar que en la zona se diesen abusos y detenciones masivas.

Pero ante el fracaso de las negociaciones orientadas a encontrar una salida que implicase la normalización, y estimulado por la división interna del Partido Colorado, que tornaba débiles a los gobiernos que se sucedían uno atrás de otro; así como por el descontento amplio en el seno de la juventud estudiantil, sobre todo la universitaria, que soportaba una intervención desde 1947, el Partido Liberal, con la participación más limitada de los demás partidos, bajo el liderazgo del coronel Alfredo Ramos, planeó un golpe militar para derrocar a Stroessner.

Nacido en 1903, con poco más de 50 años, Ramos era un militar de extensa carrera, participando de los preparativos para la defensa del Chaco en los años 20 y con destacada actuación durante la contienda con Bolivia, donde al terminar era comandante de la Segunda División de Caballería.

En 1940 Alfredo Ramos era comandante de la 1ª Región Militar, cuando el general Higinio Morínigo, en su condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, dispuso su reclusión por el tiempo de 18 meses. Durante la contienda cívico-militar de 1947 participó activamente para el derrocamiento de Morínigo, siendo considerado juntamente con Rafael Franco, uno de los conductores militares del movimiento.

Es decir, Ramos tenía trayectoria en las Fuerzas Armadas que lo habilitaban a liderar emprendimientos como el que se planteó en 1956, para el 4 de diciembre.

Pero además de Alfredo Ramos, otro jefe militar importante que estaba vinculado al proyecto era el coronel Ramón L. Paredes, quien fuera responsable de la destitución del coronel Rafael Franco, en 1937, y uno de los principales propulsores de la candidatura de José Félix Estigarribia a la Presidencia, en 1939. Para apoyar el proyectado golpe de noviembre, el coronel Paredes se instaló en la ciudad de Clorinda, Argentina, frente a la capital paraguaya.

Entre los dirigentes políticos del movimiento se encontraban Benjamín Vargas Peña y Soteras, entre los liberales, en primera línea, y en segunda línea dirigentes más jóvenes, como Carlos Levi Ruffinelli, Manuel Pesoa, Ranulfo Gill y otros.

El plan de operaciones era amplio, pues existían personas del interior de las Fuerzas Armadas que estaban involucradas en el complot. Así, por ejemplo, la ocupación de la Caballería iba a ser facilitada por un oficial de apellido Paredes, que estaba complotado con los conspiradores. Se iba a simular que en un camión volvían algunas personas de un partido de fútbol, y parando frente al acceso de la Caballería, como si tuviera problemas, iban a descender sus ocupantes para copar la guardia de la unidad militar, con la cooperación del oficial mencionado.

Planes similares existían con respecto a la aviación. De todas estas operaciones iban a participar complotados que vendrían desde Luque, siendo coordinados por Ranulfo Gill.

Pero además de las unidades citadas, había planes concretos para la toma de otras unidades militares.

El plan fracasó, por varios motivos: desde comentarios indiscretos de algunos de los involucrados, que hizo que informaciones valiosas llegasen a oídos de la policía de Stroessner, hasta el acceso de la misma policía a informaciones que les proporcionara la Embajada de los Estados Unidos, por entonces a cargo del contraalmirante Aghiton, quien estaba trabajando en el montaje de una amplia red de espionaje para el Cono Sur con sede en Paraguay.

Un número de alrededor de 3.000 personas fueron detenidas con relación al caso, siendo algunas brutalmente torturadas, como el caso concreto de Carlos Levi Ruffinelli, a quien se le sacó algunas uñas. Decenas fueron enviadas con posterioridad a campos de concentraciones, como el caso de Manuel Pesoa, quien fuera remitido al campo de concentración de kilómetro 180, Chaco, junto con Ranulfo Arturo Gill y otros referentes opositores.

La viabilidad de un golpe de Estado para derrocar a Stroessner quedó en duda, tras ese episodio, que sin duda fue de gran envergadura, pero que se desmontó sin grandes inconvenientes.

La cuestión fue de tal manera, que casi una semana antes del 4 de noviembre ya se inició la represión, estando la policía de Stroessner en poder de una importante masa de informaciones precisas sobre el caso.

En esa época, Domingo Laino se encontraba prestando su servicio militar como cimeforista, por lo que se comprometió con el alzamiento, debiendo estar al frente de casi un centenar de jóvenes comprometidos.

Ya próximo al 4 de diciembre, realizó un viaje a Buenos Aires para entrevistarse con el coronel Alfredo Ramos. Laino portaba una comunicación confidencial para el jefe militar, que llevó en el lugar destinado a una de las “ballenas” del cuello de la camisa.

Ramos lo citó para dos días después, y durante la entrevista que mantuvieron, Laino le hizo algunas preguntas que inquietaban a los complotados jóvenes:

- Disculpe, coronel, pero hay unas inquietudes entre los jóvenes que me gustaría aclarar-.

- ¿Qué inquietudes?-, preguntó el militar.

- La gente quiere saber cuáles son los planes para el país, de darse el triunfo del golpe-.

- Es sencillo. Dígale a sus compañeros que después de tomar el gobierno se impulsará el proceso de democratización del país y la institucionalización de las Fuerzas Armadas-.

Obviamente que las propuestas de Ramos no respondieron a la pregunta del estafeta, por lo que se preocupó sobre lo que iría a decir a sus compañeros, luego de retornar a Asunción.

Sus compañeros estaban ansiosos por conocer acerca de los planes del jefe militar, por lo que pidieron un informe pormenorizado sobre lo que se había conversado.

La respuesta fue clara y contundente: “A juzgar por lo conversado, no hay planes serios para gobernar el país”.

La intentona liberal del 4 de noviembre de 1956 fue un gran fiasco, siendo descubiertos los complotados antes del desarrollo del golpe. Así, casi una semana antes del 4, ya se anunciaba por Radio Nacional que había existido un intento de golpe de Estado y se daba la nómina de los implicados, que estaban siendo buscados por los efectivos policiales.

Desde una perspectiva realista el intento de golpe de Estado que fuera abortado en noviembre de 1956 no pasó de una movida ingenua de la oposición liberal, sobre todo.

Sus posibilidades de éxito eran escasas para no decir nulas, pues el poder de Stroessner y del Partido Colorado se estaba consolidando.

Para dar un ejemplo esclarecedor simple: no existían condiciones parecidas a las de 1947, como ser presidente sin legitimidad (1), Fuerzas Armadas profundamente divididas (2) y ascenso de la lucha política-partidaria (3).

No solamente no había un programa bien desarrollado y definido acerca de lo que debía hacerse en las diversasesferas; no existía ambiente social propicio, ni existían estructuras políticas adecuadas para sacar provecho de un eventual triunfo. Su desarrollo y efímero éxito hubiese terminado en una verdadera carnicería, que hubiese significado mayor retroceso en todos los ámbitos.

No obstante, los partidarios de la “línea dura” aprovecharon la intentona para desatar una fuerte campaña tendiente a mantener la exclusión de los demás partidos del juego político. “El que no es mi amigo, es mi enemigo”, “el que no está con nosotros, está contra nosotros”, “no habrá colorado pobre”,..., y otros lemas igualmente excluyentes, se emplearon hasta el hartazgo para predisponer a la confundida población a enfrentar al “malón franco-liberocomunista”, que presuntamente se erguía como una amenaza para “la paz, el orden y el progreso”.

Cabe consignar, sin embargo, que el coronel Alfredo Ramos retornó al Paraguay, aún bajo el mandato de Stroessner, en 1968, casi 12 años después de la frustrada intentona golpista. Y en Paraguay fue electo senador por el Partido Liberal, primero, y concejal municipal, después.

Una última aclaración sobre el episodio: la conspiración para el golpe del 4 de noviembre no fue una “intentona liberal”, simplemente, como sostuvieron los colorados, sino que una suerte de réplica en menor escala de la alianza opositora que funcionara cuando la contienda cívico-militar de 1947. Había involucrados de extracción febrerista y hasta comunistas. Así, solamente para citar un caso, participó de la intentona el militar de tendencia febrerista Américo Villagra.

 

 

CAPITULO VII

LA HUELGA GENERAL DEL ´58 Y LA CRISIS DEL ´59

 

Si bien la Confederación Paraguaya de Trabajadores, CPT, que fuera fundada en 1951 presentaba corrientes pluralistas a su interior, era claro que en ella había predominio colorado, lo que se explica en gran medida por el hecho de que la CPT fue una suerte de prolongación de la Organización Republicana Obrera, ORO, que bajo la conducción de Enrique Volta Gaona, entre otros, promovió el Partido Colorado en los conflictivos años 1947 y 1948.

Tan claro era el predominio colorado, que como ya se explicó, en su 5º Congreso de 1957 la CPT levantó la propuesta de reelección de Alfredo Stroessner.

La influencia colorada, sin embargo, no era de un solo signo, expresándose en ella los intereses de las diversas corrientes internas del partido, lo cual resulta fundamental contemplar para entender el trasfondo de la huelga de 1958, movilización que se dio en el marco de un complejo juego de intereses.

El conflicto que desembocó en la huelga general se dio en torno de un aumento salarial solicitado por los trabajadores, pero el movimiento no tuvo un carácter meramente reivindicativo, pues estuvo fuertemente condimentado con ingredientes políticos de alta potencia:

1. Los activistas comunistas y febreristas vieron en la movilización la posibilidad de provocar un cambio político.

2. Los colorados “epifanistas” pensaron que era una oportunidad para poner fin al gobierno de Stroessner. De ahí que su líder, Epifanio Méndez Fleitas, mantuviera en el exilio una entrevista con dirigentes de la CPT, a quienes apoyara en su iniciativa.

3. Fracciones del oficialismo colorado también demostraron simpatías por el movimiento, pues había una pugna interna: Stroessner planteaba realizar cambios en su gabinete, que consistirían esencialmente en aumentar la presencia de militares en el gobierno, a costa de los dirigentes del Partido Colorado.

El conflicto se instaló un poco antes de asumir Stroessner

su segundo mandato, y si bien era propósito del presidente designar a Mario Mallorquín como ministro de Justicia y Trabajo, terminó nombrando a César Garay, amigo de Edgar L. Ynsfrán, a sugerencia del poderoso ministro del Interior. Ocurrió que Mario Mallorquín fue portador de la notapropuesta

de la CPT, en la que se pedía la constitución de una comisión con representantes del gobierno, del Partido Colorado y de la CPT para el estudio del salario básico.

Poco tiempo atrás se había llegado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, FMI, que Stroessner no estaba dispuesto a ceder, y que establecía el cambio a 168 guaraníes por dólar, en el marco de un “plan de austeridad”, uno de cuyos puntales era una suerte de congelamiento salarial.

La CPT tenía en ese entonces alrededor de 300 sindicatos, entre los que se destacaban por su fuerza y arrastre la Liga de Obreros Marítimos, los sindicatos de las tanineras, los ferrocarrileros y los de los frigoríficos. Una serie de peculiares económicas de la época determinaban esa situación:

- La Liga de Obreros Marítimos, LOM, era poderosa, pues prácticamente todo el comercio exterior, ventas y compras, se hacía a través del río Paraguay, por lo que existía una amplia flota, que empleaba a miles de trabajadores.

Además, por su propia actividad, los trabajadores de la LOM tenían permanentes contactos con dirigentes obreros extranjeros y con exiliados paraguayos, lo que les daba un nivel de conciencia diferente, más amplio y elevado.

Contaba con 32 sindicatos; Florentín López, afiliado a la LOM, fue secretario general de la CPT por cuatro períodos consecutivos, desde su fundación en 1951 hasta el 5º Congreso Obrero de 1957.

- Las tanineras Puerto Casado, Puerto Sastre, Puerto Pinazco y Puerto Guaraní, por su parte, estaban aún operando con fuerza, constituyendo una de las actividades de exportación más importantes de la época. Ubicadas en el Chaco, en una posición geográfica relativamente aislada, sus trabajadores, sin embargo, presentaban varias ventajas: alta combatividad, construida a lo largo de una experiencia de décadas de lucha, y un elevado nivel de conciencia, ya proveniente de la propia composición de la colectividad, ya derivada de los permanentes trabajos de capacitación que habían realizado y realizaban con cierta sistematicidad los anarquistas, los comunistas y los febreristas, a lo que hay que añadir el efecto positivo de los contactos frecuentes con los trabajadores de la LOM. Los cuatro sindicatos vinculados a la explotación del tanino estaban sólidamente organizados.

- Como la red vial era escasa, casi inexistente, el ferrocarril era el medio de transporte fundamental –además del fluvial–, tanto de pasajeros como de cargas, por lo que los ferrocarrileros constituían una fuerza especialmente fuerte.

- País agropecuario, el Paraguay disponía de una ganadería vasta, que se trató de explotar industrialmente, lo que significó la instalación de frigoríficos, cuya consecuencia social fue la ampliación de la masa trabajadora manufacturera. Para tener una idea aproximada del peso que el sector podría tener, basta referir que solamente uno de los sindicatos del ramo, el del Frigorífico San Antonio, tenía 1.800 afiliados; casi el total de sus alrededor de 2.000 trabajadores.

Fuera de esto, no existía prácticamente ningún bolsón de desarrollo industrial en el país, lo que a su vez determinaba la escasa expansión de la clase propiamente obrera, lo que a su vez se expresaba en un bajo nivel de organización, de movilización y de conciencia operaria, desde una perspectiva general.

Poco antes de desencadenarse la huelga se intentó un acuerdo entre la central sindical y el gobierno. Así, el 26 de agosto, en asamblea general realizada en el local de la CPT, se constituyó una comisión negociadora, integrada por dos representantes del Consejo de Delegados de la central (Generoso Vivero y Fortunato Osorio) y dos representantes del Comité Ejecutivo (Vicente Cortessi y Luis Ramírez).

Un encuentro con César Garay, ministro de Justicia y Trabajo, terminó en un desacuerdo total. El gobierno propuso un aumento del 5%, lo que se rechazó.

Se produjo, entonces, una entrevista de los dirigentes sindicales con el presidente Alfredo Stroessner. El encuentro se realizó en la residencia presidencial, Mburuvichá Róga, oportunidad en que Stroessner abrió el diálogo:

- Todos los que estamos aquí somos colorados...-, comenzó diciendo, pero se calló pues Cortessi le había demostrado con una mueca que no era así, y aclaró: - Todos, menos los que están detrás-, refiriéndose a Fortunato Osorio y a Generoso Vivero. Se aclaró que ambos eran febreristas y la conversación prosiguió.

- ¿Ustedes no pueden hacer algo para evitar esto?-, preguntó el presidente, visiblemente preocupado.

- No –respondió Cortessi–, porque éstos son los que deciden; son los que tienen el control de los sindicatos-.

Stroessner asumió dos actitudes diferentes durante la conversación: primeramente, trató de intimidar a los dirigentes sindicales, pero como los mismos se mantuvieron firmes en sus reclamos, después pasó a adoptar un tono conciliador, prometiendo inclusive cambios políticos, entre los cuales la vuelta del líder febrerista, Rafael Franco, en ese entonces en el exilio.

No hubo entendimiento. El presidente insistió en seguir hablando, pero los dirigentes sindicales optaron por retirarse: eran las 23:30 del 26 de agosto; el inicio de la huelga estaba programado para las 00:00 horas del día 27.

La CPT reclamaba un aumento salarial de 50% de aumento, que el gobierno había rechazado, concediendo 5%, con lo que en asamblea realizada el 26 de agosto, alrededor de 4.000 trabajadores ratificaron la convocatoria a una huelga general por tiempo indefinido; jornada que se inició el 27 y que se extendió por 14 días, siendo definitivamente derrotada en el marco de una represión violenta y generalizada, que dejó como saldos negativos inmediatos la prisión y el exilio de centenares de dirigentes sindicales, así como la intervención de la central obrera.

La entrevista del grupo negociador de la CPT con Stroessner reveló una realidad que nunca fuera debidamente explicada: existía una clara dualidad de poder en la central obrera, donde mientras el Comité Ejecutivo, controlado mayoritariamente por los colorados, estaba dispuesto a un acuerdo, el Consejo de Delegados, controlado por activistas opositores, se endurecía.

El nivel de divergencia fue tal, que aunque el Consejo de Delegados propusiera un aumento salarial del 50% como reclamo principal, el Comité Ejecutivo de la central propuso al gobierno un incremento del 29,11%; ninguno de los porcentajes se aceptó, pues el gobierno estaba con la firme determinación de no conceder más que el 5%.

Pero no se trató de una divergencia de cúpula apenas, pues en el marco de los preparativos de la movilización los sindicalistas miembros del Consejo de Delegados llegaron a formar estructuras paralelas de conducción del movimiento, previendo inclusive un esquema para el caso de una fuerte represión; ante esa eventualidad entraría a dirigir la jornada el “Comité de Salvataje”, como efectivamente ocurrió.

Y la dualidad a la que se hace referencia queda inequívocamente demostrada en la expresión de Cortessi durante el encuentro con Stroessner: “..., son ellos los que controlan los sindicatos”.

A las 00:00 horas del día 27 se desató la histórica jornada obrera: un poco antes, tropas de las Fuerzas Armadas y efectivos de la Policía ya habían procedido a cercar el local de la central obrera. Solamente en el local de la CPT fueron detenidos 300 dirigentes y activistas sindicales en la mañana del día 27. Para la tarde había 600 detenidos.

Algunos pocos datos ilustran sobre lo que fue la huelga general de agosto de 1958, en términos de movilización y acatamiento:

1. Durante el primer día, la paralización tuvo un acatamiento masivo en todos los sectores industriales, comerciales y de servicios esenciales.

2. El día 27, al ser cercado el local de la CPT, los trabajadores se concentraron frente al local de la Liga de Obreros Marítimos, LOM; había entre 4 y 5.000 personas.

Ese día se tenía que realizar una concentración pública en la Plaza Uruguaya, pero desde el amanecer el lugar público estuvo cercado por fuerzas militares y policiales.

3. Además de la fuerte movilización en la capital, los trabajadores directos e indirectos del tanino se manifestaron con energía: el paro en el Norte fue masivo.

4. En el marco de rumores sobre la inminente caída del gobierno, las calles de la capital fueron literalmente inundadas por vehículos militares y policiales, que trasladaban soldados y policías a los puntos críticos, o que llevaban decenas de detenidos.

5. Los trabajadores que estaban movilizados se refugiaron en establecimientos religiosos: en la Iglesia San Roque y sobre todo en Don Bosco, donde estuvieron miles, bajo el cerco y hostigamiento sistemático de los policías.

6. La paralización comenzó a ceder de manera sensible a partir del tercer día, en que algunos sectores volvieron a trabajar. Sin embargo, la medida de fuerza se mantuvo firme hasta el día 8 de septiembre, cuando después de que los dirigentes del “Comité de Salvataje” llamaron a levantar la huelga, desde el 9 de septiembre se normalizaron todas las actividades.

7. Los sectores empresariales nucleados en la Federación de la Producción, la Industria y el Comercio, FEPRINCO, se manifestaron abierta y terminantemente contra la medida de fuerza, alentando la represión.

8. El Partido Colorado llamó a sus afiliados a cerrar filas en torno de la organización, manteniendo la disciplina. Justificó la negativa del gobierno a conceder el aumento y caracterizó la movilización como “desestabilizadora”.

No obstante, manteniendo un doble discurso, habló de la necesidad de mejorar la calidad de vida de los trabajadores.

9. El Partido Liberal –esencialmente conservador– condenó la movilización obrera.

Desde el punto de vista histórico, la derivación más trascendental que tuvo la movilización del 58 fue la intervención de la Confederación Paraguaya de Trabajadores, CPT, decisión tomada y puesta en marcha apenas un día después de iniciada la huelga. Enrique Volta Gaona fue nombrado interventor, contando con la colaboración inmediata de tres dirigentes de la CPT que dieron las espaldas a sus compañeros, ya todos presos.

Se trató de Rodolfo Echeverría, Juan Duré Castillo y Luis Ramírez, que se convirtieron en colaboradores inmediatos de Volta Gaona.

Todas las dirigencias legítimas de los sindicatos fueron decapitadas de un solo plumazo, pues la primera determinación tomada por el interventor Volta Gaona fue la de “convocar, a partir de esta fecha (28/VIII/58), a los Sindicatos, Gremios y Organizaciones de Trabajadores de la República, con el fin de realizar asambleas generales libres y democráticas para designar las Comisiones Directivas de sus respectivos centros”.

La consecuencia más negativa de la histórica jornada fue, de lejos, entonces, la intervención de la central sindical, que inauguraría el inicio de un férreo control gubernamental sobre el movimiento obrero, cuya operacionalización traería en el corto, mediano y largo plazos, la desorganización de la clase obrera, y la imposibilidad de la misma, por tanto, de incidir sobre el curso del proceso nacional.

De todos modos, resulta de fundamental importancia precisar los alcances de dicha intervención, pues los detractores acostumbran maximizar el tema y los apologistas minimizarlo.

Intervenida la CPT no se calmaron las aguas, pues el peso que tenían en el movimiento obrero los febreristas y los socialcristianos, no se podía obviar. Enrique Volta Gaona, entonces, planteó una negociación con los socialcristianos, nucleados desde 1957 en el Movimiento Sindical Paraguayo, MSP. Los dirigentes del MSP le hicieron una contraoferta a Volta Gaona: ellos entrarían de nuevo a la CPT toda vez que también entrasen los febreristas. La propuesta se aceptó.

En 1959 se realizó, en el marco de las negociaciones referidas, un “Congreso normalizador”, pasando a integrar la nueva directiva de la central 5 socialcristianos y 5 febreristas. Ellos fueron: Efigenio Fernández, Raimundo Pizzurno, Antonio Román, Vicente Machuca y Augusto Maidana, del MSP; y Fortunato Osorio, Albino Arriola, Generoso Vivero y José Ibarrola Sosa, del febrerismo.

El acuerdo se hizo al amparo de una consigna simple pero categórica de Stroessner: “Todos, menos los comunistas”.

Así de simple.

El 31 de diciembre de 1958 fue de fiesta para la oposición a Stroessner, pues se produjo el violento cambio de gobierno en Cuba, cuando Fidel Castro consiguió derrocar al dictador Fulgencio Baptista, quien huyó del país esa noche. La izquierda y los sectores democráticos consideraron que el triunfo de la guerrilla en Cuba señalaba el fin de las dictaduras en América Latina.

El hecho es digno de comentar brevemente, pues el desarrollo del proceso cubano determinó cambios adversos en la política norteamericana. Ocurrió que los guerrilleros de la Sierra Maestra, encabezados por Fidel, tuvieron la simpatía estadounidense hasta el derrocamiento de Baptista, pero su radical condena cuando el nuevo gobierno cubano se resistió a subordinarse a los intereses norteamericanos, y de manera más definitiva su combate abierto desde que la nueva administración cubana comenzara a aproximarse a la Unión Soviética. Estados Unidos –gobernado por entonces por el general David Eisenhower– había dado un respaldo sin reservas a Stroessner, pues en 1958 visitó el país el vicepresidente de los EE.UU., Richard Nixon, manifestando su respaldo a la política anticomunista de Stroessner, esencial para los estadounidenses en el marco de la Guerra Fría.

Sobre la visita de Nixon al Paraguay corresponde hacer dos precisiones fundamentales, por su relevancia:

1) La misión que trajo al vicepresidente estadounidense a Paraguay, entre el 4 y 5 de mayo de 1958, fue la de inaugurar la sede del Centro de Inteligencia para todo el Cono Sur en Paraguay. Se debe tener en cuenta que terminada la Segunda Guerra Mundial se inició la Guerra Fría –enfrentamiento Este-Oeste– por lo que desde 1947 funcionara en los Estados Unidos la Central de Inteligencia, CIA, de tenebroso papel en el marco del apoyo a los regímenes dictatoriales, por décadas aliados de primer orden de los gobiernos norteamericanos.

2) En la víspera de la visita, el 3 de mayo, varios liberales: Manuel Pesoa, Rafael Ferreira Villanueva, Rodolfo Ferreira y dos funcionarios de la agencia de despachos aduaneros de Ferreira Villanueva, fueron detenidos y llevados al Departamento de Investigaciones, bajo la acusación descabellada de estar preparando un atentado contra Nixon. Del interrogatorio de los mismos participó un militar norteamericano, uniformado, quien golpeó fuertemente a Pesoa durante el incidente. Fiel muestra de la subordinación paraguaya a los Estados Unidos en cuanto a la política de seguridad.

La política paraguaya era tan fiel a los Estados Unidos, que aún antes de la llegada al poder de Fidel Castro, los representantes paraguayos ante los foros internacionales ya denunciaban el carácter comunista del nuevo líder cubano, recordando inclusive la participación del mismo en el “Bogotazo”, Bogotá, Colombia, en 1948.

No obstante, las presiones por una apertura política en el Paraguay se incrementaron sensiblemente a comienzos de 1959. La dinámica actividad de los opositores en el Río de la Plata influyó fuertemente en algunas corrientes coloradas, dentro de Paraguay, quienes el 12 de marzo de 1959 elevaron una nota al gobierno, solicitando la más amplia apertura política.

La nota, llamada “de los 17” por el número de firmantes, era de responsabilidad de miembros de la Junta de Gobierno del Partido Colorado y de algunos parlamentarios. El debate quedó abierto, pues los integrantes de la “línea dura” imputaban a los “chavistas” la iniciativa y les sacaba trapos sucios, como ser el hecho de haber gobernado durante cinco años, entre 1949 y 1954, y no haber democratizado.

Pero pese a que se consideraba “precipitada” la propuesta, la misma fue aprobada. Quedaba evidenciada, de hecho, que la unidad promovida en el marco del Reencuentro de octubre de 1955 no era sólida. Además de estar excluido el “epifanismo”, otras corrientes comenzaron a cuestionar cada vez con mayor radicalidad el presente. Así, solamente para citar a algunos prominentes dirigentes de la época, la iniciativa aperturista tuvo el respaldo de José Zacarías Arza y Osvaldo Chaves, quienes subscribieron un documento que presentó cuestionamientos aún más generales.

La osada propuesta dividió aguas al interior del Partido Colorado, alineándose la mayoría de los “chavistas” y los principales referentes “guiones” con el oficialismo, a los que se enfrentaron además del “grupo de los 17”, los “zacariistas”, los “epifanistas” y los “verticalistas”, sector liderado por Waldino Ramón Lovera, en el que militaban, entre otros, Enrique Riera y Miguel Ángel González Casabianca.

Se decidió la apertura y se levantó el Estado de Sitio, inaugurando las sesiones de la Cámara de Representantes Stroessner, el 1º de abril de 1959, con un discurso en que se anunció claramente la libertad política “sin condescendencias ni debilidades”.

El mensaje agradó a algunos y desagradó a otros. Así, en carta a Romero Pereira, Natalicio González desde México sostenía que el mensaje de Stroessner “ha empleado el estilo que debiera predominar en nuestra propaganda”. El “grupo de los 17”, sin embargo, entendió que el mensaje era duro, y que no estaba acompañado de medidas fundamentales, como la destitución de Edgar L. Ynsfrán del Ministerio del Interior, y de Ramón Duarte Vera, de la Jefatura de la Policía.

La tensión fue en aumento. En la segunda quincena de mayo el gobierno dispuso el aumento de los pasajes, lo que provocó una reacción fuerte de los “verticales” y del Comité Central de la Juventud Colorada, quienes incidieron sobre la “Declaración Nº 2” de la Cámara de Representantes, que decía ser necesario “que el Poder Ejecutivo de la Nación considere la autorización conferida a la ANDE para modificar el precio de los pasajes en los automotores de dicha empresa que atiende el servicio de pasajeros dentro de la capital, adoptando su tarifa anterior y dejando subsistente el precio de los pasajes nocturnos vigentes”.

A la declaración de la Cámara de Representantes se sumó la convocatoria a un acto público del Comité Central de la Juventud Colorada y de los centros estudiantiles, la mayor parte controlados por los colorados. El mitin se realizó en la Plaza Italia, fue masivo y la policía reprimió con fuerza, resultando heridos muchos manifestantes.

La situación era tal, que hasta el ministro Edgar L. Ynsfrán y el presidente Alfredo Stroessner, recibieron quejas de altos dirigentes partidarios y altos funcionarios públicos, cuyo blanco de críticas era la actitud extremadamente violenta de Duarte Vera, Jefe de Policía. Ese fue el caso concreto, por ejemplo, de Juan Manuel Frutos, presidente de la Corte Suprema de Justicia, cuyo hijo y cuyos nietos habían sido golpeados en la Plaza Italia.

Las movilizaciones se sucedieron una tras otra, acompañadas de fuertes represiones. Los dirigentes juveniles pedían abiertamente la destitución de Ynsfrán y de Duarte Vera, así como apertura política sin restricciones.

La respuesta de Stroessner resultó contundente. El 29 de mayo de 1959 dictó el decreto Nº 4.845 mediante el cual disolvió la Cámara de Representantes, dictó un segundo decreto Nº 4.846 por el que se estableció de nuevo el Estado de Sitio, y ordenó la detención de varios dirigentes colorados, sindicados como responsables de los sucesos.

El 2 de junio, casi inmediatamente, Edgar L. Ynsfrán, en su condición de ministro del Interior, presentó un informe sobre los sucesos y las determinaciones ante la Junta de Gobierno del Partido Colorado, informe que recibió el respaldo de la conducción partidaria.

El 3 de junio, un día después, el presidente del Partido Colorado, emitió un mensaje en que sostenía que “una confluencia de los correligionarios que persistían en no incorporarse con franqueza en la corriente de la unidad, con otros que actuaron de manera poco clara en la crisis obrera, trajo la certidumbre de que nuevos problemas se presentarían a breve plazo. La Junta apeló de nuevo a la persuasión, pero antes de ceder y desaparecer, esa confluencia cobró forma y se localizó en la Cámara de Representantes”.

(...) “Comenzó por el establecimiento de sectores definidos: mesurado, reflexivo, embuido de gran sentido de responsabilidad el uno; agresivo, ligero de juicio y temperamental el otro. El Parlamento, en estas condiciones, pronto quedó imposibilitado para cumplir sus funciones trascendentes y superiores; y desplazado de su verdadera esencia, forzando mayorías artificiales, se lanzó a formular declaraciones fuera de su competencia, a proyectar leyes en materias para las cuales carece de iniciativa constitucional, a rechazar otras absolutamente necesarias y a usar los fueros parlamentarios para salvaguardar actividades contrarias a la ley y a la disciplina partidaria. Estos excesos, sistemáticamente tenían origen en el sector pasional e irreflexivo, y fueron, también sistemáticamente, combatidos y en ocasiones contenidos por el otro, hasta que una serie de sustituciones con suplentes, en razón de que los titulares se alejaban para cumplir otras misiones, dio la mayoría a aquellos, con los resultados consiguientes”.

El presidente del Partido Colorado, Tomás Romero Pereira, en tono mesurado pero claro y contundente, respaldo sin reservas las medidas adoptadas por Stroessner y su entorno administrativo, mientras que el ministro del Interior, Edgar L. Ynsfrán forzaba la vinculación de las protestas con los comunistas, asegurando que se había evitado un mal mayor.

De hecho, días después de la decisión de elevar el precio de los pasajes y del mitin de la Plaza Italia, el Comité Central de la Juventud Colorada y los centros estudiantiles convocaron a una concentración frente a la facultad de

Derecho, desde donde marcharían hasta frente al Cabildo, para declarar una suerte de “Cabildo abierto”, que entre otras cosas iba a disponer la destitución de Duarte Vera de la Policía y de Edgar L. Ynsfrán del Ministerio del Interior.

La manifestación fue salvajemente reprimida, con muchos heridos y contusos, atropellando la policía a través de la “montada”. La marcha hasta el Cabildo no se concretó, retornando los manifestantes en dirección al Colegio Nacional de la Capital, donde fueron sitiados por la Policía, primero, y dispersados a garrotazos, después.

De ese modo se puso fin a una campaña interna fuerte que tuvo como protagonista central a la Juventud Colorada, que sin ambigüedades señaló como responsables de la dictadura política a cuatro personas: Alfredo Stroessner, Tomás Romero Pereira, Edgar L. Ynsfrán y Ramón Duarte Vera.

 

 

CAPITULO VIII

LA LUCHA ARMADA

 

Como antecedente inmediato de la lucha armada para derrocar a Alfredo Stroessner, Edgar L. Ynsfrán –en informe presentado ante la Junta de Gobierno del Partido Colorado– ubica como antecedente mediato el 26 de febrero de 1959, fecha en que en la localidad de Angostura, un grupo de 50 personas atracó un puesto de la Guardia de Seguridad.

Aclaró Ynsfrán que ciertamente el hecho no puede catalogarse de “Guerra de guerrillas”, ya que faltaron los presupuestos para que el mismo pueda considerarse como tal, pero sí consiste en el antecedente más claro sobre la búsqueda de desplazamiento de un gobierno a través de acciones armadas.

También el controvertido ex ministro del Interior de Stroessner ubicó como antecedente los sucesos de octubre de 1959, en el marco de la visita al Paraguay del presidente argentino Arturo Frondizi. Presuntamente, y con directa participación de la alta oficialidad del Ejército argentino, se trazó un plan para la entrega de armas de guerra a paraguayos, para la realización de una operación tipo “comando”. Las armas consistían en fusiles, ametralladoras, bazookas y granadas.

Los guerrilleros tenían que llegar uniformados de marineros hasta Puerto Bouvier, Argentina, desde donde –después de recibir las armas– debían cruzar hasta San Antonio, abordar unos camiones y dirigirse hasta la residencia del ministro del Interior y la residencia presidencial, para un ataque directo.

Un gendarme argentino, que nada sabía acerca de los planes, descubrió las armas y presentó informes a sus superiores. Las mismas fueron confiscadas y los responsables fueron detenidos, lo que provocó un escándalo de amplia difusión en el seno de la opinión pública argentina.

Frondizi había sido electo con el apoyo de Perón, por lo que tenía mucha resistencia entre los militares argentinos.

Por otra parte, el gobierno de Stroessner no era bien visto por los militares que lideraron la “revolución libertadora” contra Perón, en primer lugar, debido a que el Paraguay otorgó asilo político al caudillo argentino, y resistió todas las presiones que se realizaron para evitar su entrega; en segundo lugar, por la “marcha hacia el Este”, giro geopolítico que aproximaba fuertemente al Paraguay del Brasil, cuestión que no era bien vista sobre todo por el que por entonces era considerado mayor estratega geopolítico argentino, Isaac Rojas.

Lo cierto y lo concreto es que los militares argentinos cooperaron directamente con sectores de la oposición paraguaya, para armar y entrenar a algunos guerrilleros.

Tanto se hablaba de guerrilla a finales de 1959, que ni bien partió Frondizi de regreso a la Argentina, el ministro del Interior Edgar L. Ynsfrán encabezó una comitiva para visitar “in situ” los lugares presuntamente escogidos para las acciones armadas.

El grupo expedicionario liderado por Ynsfrán estaba compuesto, entre otros, por el cónsul de los Estados Unidos, Charles J. Kolinsky; el Delegado de Gobierno de Misiones, Hilario Gómez Núñez; el teniente coronel Lorenzo Laterza, en representación del Estado Mayor; Enrique Barrail, sub secretario del Ministerio de Obras Públicas, acompañado del norteamericano Eddy Borjeson; Koone, de la Misión de Operaciones de los Estados Unidos, dos médicos y un periodista.

La comitiva se dirigió hasta Alta Paraná, subiendo después hacia el Norte, recorriendo más de 1.000 kilómetros en una semana.

Los hechos que se dieron entre noviembre y diciembre, sin embargo, confirmaron que se estaba en vísperas del desarrollo de acciones armadas en diversas regiones del país.

Así, en noviembre, un grupo intentó invadir la ciudad de Encarnación desde Posadas, Argentina, pero como el gobierno ya estaba advertido sobre la intención, la guardia fronteriza había sido reforzada, por lo que apenas un pequeño grupo llegó a cruzar hasta Encarnación, dirigiéndose posteriormente hasta Capitán Meza, para retornar de nuevo a la Argentina. En el mencionado grupo se encontraba el que luego vendría a ser legendario comandante de la guerrilla, Juan José Rotela, del Partido Liberal.

Poco tiempo después, entre el 10 y el 12 de diciembre, otro grupo de alrededor de 20 hombres desembarcó al norte de Puerto Presidente Stroessner y ocupó por un breve tiempo la ciudad de Hernandarias, para luego marcharse en dirección a Itakyry. De ambos casos, el que más preocupó al gobierno fue el del Alto Paraná, por lo que el presidente designó como responsable de los trabajos de control al teniente coronel Gregorio Morínigo, y como ayudante al entonces joven activista colorado, Leandro Prieto Yegros. Las operaciones dirigidas por Morínigo fueron exitosas, llegando a capturar a 10 guerrilleros, quienes fueron enviados a la capital.

Pero los sucesos de finales de 1959 resultaron tímidos amagos frente a los hechos que se dieron en 1960, verdadero año de las guerrillas en el Paraguay.

A fines de abril se tuvo la noticia de la aparición de grupos armados en la zona de Alto Paraná, que por entonces formaba una nutrida selva hasta Caazapá. El gobierno paraguayo manejó la información de que con ayuda directa de militares argentinos, guerrilleros paraguayos habían sido llevados hasta la ribera, cruzando el río y ocupando sorpresivamente la localidad de Carlos Antonio López.

Después abandonaron la aldea y volvieron a aparecer en Tava´í, como a 100 kilómetros de distancia. Era el 30 de abril cuando el Ministerio del Interior manejó informaciones fidedignas sobre incursiones armadas en territorio paraguayo. Inmediatamente se dispuso todo para reaccionar.

Alfredo Stroessner, en su condición de Comandante en Jefe, dispuso la formación de dos destacamentos. El primero, comandado por el entonces coronel Patricio Colmán, a quien se asignó como jefe de Estado Mayor al coronel Albornoz. El segundo destacamento se ocuparía de cubrir todo el río Paraná, desde Puerto Presidente Stroessner hasta Encarnación y estaría al mando del general Hipólito Viveros.

La guerrilla –cuyos jefes políticos se encontraban entre Buenos Aires, Argentina, y Montevideo, Uruguay– fue apoyada sistemáticamente a través de emisiones radiales de agitación permanente, que operaban en ciudades fronterizas como Clorinda, Formosa, Resistencia, Posadas, Paraí y El Dorado.

Para Stroessner y su entorno, el principal responsable fue el Comandante en Jefe del Ejército argentino, general Carlos Severo Toranzo Montero, que veía a Stroessner como “brasilerista” y amigo de Perón.

Desde una perspectiva más lejana, la guerrilla estaba inspirada en la revolución cubana triunfante, liderada por Fidel castro, que derrotó al ejército del dictador Fulgencio Baptista.

Elementos estimulantes decisivos y de primer orden, por supuesto, fueron los sucesos de 1958 y 1959: huelga general, represión violenta e intervención de la central sindical; movilizaciones estudiantiles, represión, clausura de la Cámara de Representantes, fuerte ruptura en el Partido Colorado.

A diferencia de lo que ocurriera cuando la intentona golpista del 4 de noviembre de 1956, las condiciones generales del país se presentaban propicias para el desarrollo de una lucha guerrillera con posibilidades de éxito; de eso también era consciente el gobierno, que se dispuso a utilizar todos los medios a su alcance para quedarse en el poder.

Para el gobierno de Stroessner, obviamente, resultó clave la directa participación de especialistas del gobierno estadounidense en el combate a los movimientos armados.

Dos movimientos armados se empeñaron por desalojar del poder a Stroessner a balazos:

1) El Movimiento 14 de Mayo, en el que confluyeron básicamente liberales y febreristas, y

2) El Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA, dirigido por el Partido Comunista Paraguayo, liderado por entonces por Oscar Creydt.

Con una diferencia de meses, ambos movimientos introdujeron columnas guerrilleras desde la Argentina en el año 1960.

En abril se introdujo la columna del 14 de Mayo, cuyos jefes políticos se encontraban en la Argentina, y entre los que se destacaban Benjamín Vargas Peña, liberal, y Arnaldo Valdovinos, febrerista. Desde el punto de vista estrictamente político-militar se destacó la figura del comandante Juan José Rotela.

El grupo de Rotela tenía planeado ganar la serranía del Yvyturuzú, al igual del grupo del FULNA, pues se consideraba que el terreno era el más propicio para la mantención de la guerrilla. Eso también sabía el gobierno, por lo que la persecución apostaba a evitar que los mismos se estableciesen ahí.

Los primeros enfrentamientos entre los guerrilleros del 14 de Mayo y las fuerzas gubernamentales se dieron en la zona de Tava´í, logrando los efectivos policiales, con el apoyo de milicianos colorados, impedir que los guerrilleros ocupen la localidad. Ínterin, el coronel Patricio Colmán organizaba sus fuerzas, sobre la base de tropas regulares del Regimiento de Infantería 14, RI 14, fuerzas para-militares de la Guardia de Seguridad, milicianos y oficiales de la Policía de la Capital.

Un hecho que se dio ciertamente fue la dispersión de los integrantes de la columna de Juan José Rotela, desistiendo varios del emprendimiento, y buscando por tanto retornar a la Argentina. Mientras tanto, algunos buscaron mimetizarse en las localidades vecinas, pues la movilización para el control fue grande.

Los jefes militares y civiles de la lucha anti-guerrillera se trasladaron a la zona de Tava´í a mediados del mes de mayo. Ellos eran Patricio Colmán, el coronel Albornoz y Edgar L. Ynsfrán. La persecución se tornó implacable, presentándose bajas en ambos bandos.

Los guerrilleros trataron de dirigirse de Tava´í a San Juan Nepomuceno, trayecto en el cual tuvieron más bajas, debido a los enfrentamientos constantes.

Cuando solamente quedaron alrededor de 11 guerrilleros de la columna de Rotela, Ynsfrán fue avisado sobre que el comandante guerrillero se estaba alejando de San Juan Nepomuceno con destino a Caazapá. El ministro del Interior se dirigió rápidamente a la zona, disponiendo las fuerzas gubernamentales de modo a evitar que los mismos escapen.

Fue de avión hasta San Juan Nepomuceno a entrevistarse con el coronel Patricio Colmán, y al retornar por tierra a Caazapá, en Ñumí recibió la llamada telefónica del alcalde de Charará, de nombre Niño Troche, quien le informó que los guerrilleros habían sido localizados.

El dato suministrado por Troche era preciso, por lo que Ynsfrán llamó al Delegado de Gobierno de Villarrica y pidió que le enviase un fuerte contingente de combate, que nunca llegó.

Se tuvo que esperar al día siguiente, hasta la llegada de Patricio Colmán, para iniciar una persecución sistemática.

Los trabajos concretos de búsqueda fueron conducidos por el teniente Garbet. De ese modo, a fines de julio, se desarticuló totalmente la columna del 14 de Mayo.

Entre finales de mayo y comienzos de junio, por otra parte, penetró en el territorio paraguayo otro grupo armado, del FULNA, que trató de ganar también la serranía del Yvyturuzú, pero como en la región estaban operando las fuerzas gubernamentales, resultó relativamente fácil que sus integrantes fuesen aniquilados, aún antes de la desarticulación del grupo de Rotela.

De acuerdo con los cálculos oficiales, las bajas de los dos movimientos armados ascendió a alrededor de 100, mientras que el gobierno asumió haber sufrido unas 50 bajas.

En el marco del combate a los movimientos armados, el Comandante en Jefe, es decir Alfredo Stroessner, dispuso que los prisioneros fuesen aniquilados. Esto parece haber tenido su origen en el asesoramiento norteamericano –agentes de la Central de Inteligencia Americana, CIA o el Pentágono– cuya línea de acción en situaciones similares era la de matar prisioneros.

No obstante, en el marco del combate a la guerrilla se habló hasta el hartazgo de los excesos de las fuerzas gubernamentales, sobre todo de Patricio Colmán, a quien atribuyen haber ordenado que algunos prisioneros fuesen arrojados vivos desde aviones en pleno vuelo.

Se habló, también, de brutales torturas que se practicaron en los prisioneros antes de ser eliminados, torturas y asesinatos que deliberadamente se habrían realizado en presencia de pobladores curiosos, de modo a crear un clima de terror. Era una forma de mostrar lo que les esperaba a los que osasen desafiar al gobierno.

Se habló, también –y es probable que haya sido así–, de haber aprovechado la represión a las guerrillas para golpear de paso a adversarios colorados, de corrientes contestatarias.

Y en ese sentido, hay testimonios terribles, que denuncian hechos cuya perpetración solamente pudo ser planeada y ejecuta por mentes enfermizas.

Hay que dejar constancia, aún, que el gobierno no actuó aisladamente. Además de utilizar todo el peso del aparato estatal, con lo que se tuvo un enfrentamiento desigual, se contó con la cooperación de los Estados Unidos en el asesoramiento del gobierno (Hay testimonios que confirman la participación directa de algunos “técnicos” norteamericanos en los trabajos de persecución), y se contó, finalmente, con la ayuda de elementos argentinos del peronismo y del propio gobierno, para suministrar informaciones valiosas al gobierno de Stroessner.

Pese a que se declaró la derrota de los movimientos armados, hay que dejar constancia, sin embargo, que la columna Mariscal López de la zona de Cordillera resistió hasta comienzos de los años 70. De hecho, su comandante Arturo López, con nombre de guerra “Agapito Valiente” recién fue muerto en mayo de 1970, en un episodio dramático, pues también costó la vida al jefe militar de la lucha antiguerrillera: el ya entonces general Patricio Colmán, quien fue gravemente herido por “Agapito Valiente”.

Ocurrió lo siguiente: “Agapito Valiente” había sido entregado por quien lo estaba trasladando en la valijera de un taxi. Patricio Colmán quiso matarlo personalmente, pero al abrir la puerta de la valijera “Agapito” le disparó en la región de los genitales, produciéndole la herida que después lo llevaría a la muerte. Insólito.

Retomando el tema fundamental, resta decir que de acuerdo con el informe presentado ante la Junta de Gobierno del Partido Colorado por Ynsfrán, el 7 de julio de 1965, hubo acciones armadas limitadas por varios años más, acompañadas de medidas represivas sistemáticas. No fue ciertamente de la envergadura del gran susto de 1960, pero prosiguió. Dice el trecho transcripto:

- 20 de junio de 1960: Un grupo de 10 maleantes políticos al mando de un supuesto Comandante “Agapito Valiente”, seudónimo del dirigente comunista Arturo López, atraca un baile de clubes campesinos de Barrero Grande, desarman a seis civiles y dos Comisarios Rurales y se apoderan de una radioemisora de propiedad del dueño de casa. Fue la primera manifestación de la supuesta Columna “Mariscal López”, del FULNA.

- 19 de marzo de 1961: El dirigente colorado Fidencio Pérez, tenaza líder anticomunista es acribillado a balazos de noche, en instantes en que regresaba a su casa, por elementos del FULNA, en Piribebuy.

- 7 de febrero de 1961: Maleantes políticos de una supuesta columna “Curupayty”, al mando de Patricio López, seudónimo del dirigente comunista Rosendo Gaona Zárate, atracan amparados por una tormenta la Alcaldía Policial de Itacurubí del Rosario.

- 5 de abril de 1961: La misma Columna atraca la Alcaldía de la Colonia General Elizardo Aquino.

- 15 de julio de 1961: Se descubre un vasto trabajo de formación de grupos armados en la Compañía Naranjaty, de Concepción, actividades dirigidas por Alberto Miers (muerto) y el ex teniente de Infantería Olegario López.

- Mencionamos también como antecedentes el atraco a Coronel Bogado del 1º de abril de 1958, así como los atracos del 12 de diciembre de 1959 a Encarnación, Hernandarias e Itakyry,... - 19 de noviembre de 1964: Se captura al primer guerrillero comunista de la Columna “Mariscal López” y Comisario Político de la misma, Romilio López.

En su presentación, Ynsfrán refería hechos inclusive de la época, 1965: detenciones, allanamientos, conspiraciones,...

Hay que advertir, sin embargo, que sus informes no siempre se ajustaban a la realidad. Así, por ejemplo, aseguraba que Juan José Rotela tenía formación marxista, cuando que en realidad el Comandante Rotela había sido durante toda su vida un liberal doctrinario.

Una información complementaria clave para comprender todo lo que implicó el debate sobre la lucha armada en el Paraguay es la siguiente:

Después de recuperar su libertad, algunos de los participantes de la intentona golpista del 4 de noviembre de 1956 se reintegraron a la actividad política.

Como el Partido Liberal había quedado prácticamente desestructurado en todo el país, en conversaciones que involucraron a Gerónimo Riart, José de la Cruz Franco, Benjamín Velilla, Ernesto Gavilán, Fernando Levi Ruffinelli y Manuel Pesoa, surgió la idea de la reorganización, y en el marco de la misma una definición clara acerca del método de lucha a ser empleado: lucha armada o lucha cívica activa.

Con mucha responsabilidad, la Comisión Política decidió formar una Comisión Militar para que se expidiese sobre la delicada cuestión, la que quedó compuesta por el coronel Raúl Fernández Decamilli, el capitán de navío José Bozzano, el coronel Alcibiades Irrazabal, el teniente coronel Julio B. Jara y el mayor Sindulfo Barreto.

El dictamen se emitió tres meses después, para cuya elaboración final habían sido consultados también otros jefes militares, como el coronel Ramón L. Paredes y los mayores Eustacio Rojas, Hermes Saguier y Sergio Nardi, entre otros.

La conclusión era contundente: “una invasión traída del exterior no era factible y un alzamiento al interior de las Fuerzas Armadas tampoco, en razón de las purgas continuas llevadas adelante por el régimen de Stroessner; además, el apoyo a éste, diplomático, informativo y militar, por parte de Estados Unidos de América, con acompañamiento del Brasil”.

La copia de dicho dictamen se arrimó a Alejandro Arce, Justo Prieto y Carlos Pastore, pero, no obstante, los dirigentes del Directorio de Asunción y los comités de frontera, no desistieron de derrocar a Stroessner por medio de las armas.

De todos modos, es importante manejar el dato de que el Partido Liberal tenía opiniones divididas con respecto al tema de la lucha armada a partir del referido dictamen, por lo que mientras algunos promovieron la lucha armada, otro impulsaron la lucha cívica activa. Corría el año 1958.

 

 

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STROESSNER, ALFREDO. Mensajes y discursos. Subsecretaría de Informaciones y Cultura. Volumen I (1954/1959). Asunción, Paraguay. 1979.

STROESSNER, ALFREDO. Mensajes y discursos. Subsecretaría de Informaciones y Cultura. Volumen II (1960/1964). Asunción, Paraguay. 1979.

STROESSNER, ALFREDO. Mensajes y discursos. Subsecretaría de Informaciones y Cultura. Volumen III (1965/1972). Asunción, Paraguay. 1979.

STROESSNER, ALFREDO. Mensajes y discursos. Subsecretaría de Informaciones y Cultura. Volumen IV (1973/1978). Asunción, Paraguay. 1979.

STROESSNER, ALFREDO. Mensajes y discursos. Subsecretaría de Informaciones y Cultura. Volumen V (1979/1981). Asunción, Paraguay. 1981.

VOLTA GAONA. ENRIQUE. La revolución del 47.

Publicaciones de las FF.AA. Asunción, Paraguay. 1988.

YNSFRAN, EDGAR. La operación durmiente y su actual vigencia. Ministerio del Interior. Asunción, Paraguay. 1966.

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
EDITORIAL
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