CENTRO PEDRO PÁRAMO, PARAGUAY
Obras de ENRIQUE CAREAGA
CÍRCULOS, MOVIMIENTOS
20/12/2007
A la historia del arte siempre le desveló el tema del desarrollo de las formas. ¿Cuál es la fuerza interna, el principio inmanente, que sirve de eje en torno al cual crecen las formas coherentemente? ¿Existe un sentido, una finalidad en ese despliegue? ¿Cuál es la lógica de ese movimiento que obedece, sin duda, a otros modelos de racionalidad? Estas preguntas, que resultaran claves para el arte clásico y el moderno, adquieren hoy otras formulaciones, pero siguen latiendo por dentro. Es evidente que, cuestionado un modelo lineal y evolutivo, desmontado el historicismo que explica la saga de las formas como la marcha de una idea; criticado, en fin, el modelo secuencial del tiempo artístico, entonces irrumpen variables mantenidas a raya por la historia del arte tradicional: las rupturas y saltos, los retornos, las vueltas hacia atrás, los desvíos antojadizos de la forma que busca cumplir mediante caminos paralelos el anhelo de un rumbo propio.
Enrique Careaga ha trabajado obsesivamente la forma y ha inscrito este trabajo en el curso de una exploración rigurosa acerca de su proceso. Por una parte, el artista ha pulido, ajustado, organizado y compuesto sus figuras construyendo para ellas un calculado diagrama geométrico y levantando espacios levísimos, compactos, virtuales, imposibles: pura nada espacial o éter vaporoso, vacío compacto; negruras de absoluto o parajes infinitos que sostienen (por un instante, para siempre) la forma y la encuadran; la discuten a veces. Por otra parte, ha estudiado siempre la trayectoria y el destino de estas geometrías palpitantes o heladas: cuyo impulso ha requerido reajustes e innovaciones constantes.
Eric longsworth quartet alianza mayo 2010
La figura del círculo le ha servido como esquema ideal, mítico, del principio pleno y el proceso cabal: el arquetipo de la imagen cumplida y cerrada, consumada en la pureza del trazo y la verdad de su extensión exacta o su volumen rotundo y matemático. Centrado, incrustado o sumergido en un fondo nocturno o suspendido sobre el abismo, el círculo oscila, sin moverse, entre la ingravidez, que la hace flotar sobre el vacío, y el peso de su masa de luces y energías, que sugiere profundidades y volúmenes. Un disco, o una masa esférica e intensa, que tiende a expandir su propia figura y a soltar sus fuerzas en una implosión callada.
P-67 Mouvement Circulaire MOK 312
EL CENTRO PERDIDO
Pero la tensión recién descrita se relaciona ya con la obra mostrada ahora: expuesto al movimiento y a la luz, sujeto a la contingencia del afuera, el círculo o la esfera, exhiben el punto blanco, concentrado de pura luz o de ausencia. Este haz reverberante, vacío de imagen, impide la clausura del círculo y emite ondas de radiación, provoca giros helicoidales, impulsos arrojados desde un centro ausente y cegador. El esplendor de la falta anticipa, radiante, un afuera del círculo. O una mancha ubicada dentro de él que se niega a aparecer. O un espacio paralelo a su propio espacio que empuja desde un lugar invisible. Enfrentado a su otro, marcado por la diferencia (expuesto a la intemperie de lo contingente), el círculo indica ya no un desplazamiento de rotación y avance hacia una meta segura a la que apunta la historia, sino diversos movimientos que dislocan, estremecen o trastornan su propio interior con corrientes eléctricas, relampagueos, giros y contragiros, radiaciones y contracciones. Pero, también, con movimientos que empujan hacia fuera, hacia el espacio negro que a veces borronea los límites del círculo y filtra sus honduras en las vetas luminosas de su cuerpo simétrico.
P-64 Mouvement Circulaire PALM 9
La figura del círculo se ha descentrado: ha extraviado su núcleo exacto o lo ha visto convertido en foco de rayos que encandilan, que impiden mirar la matriz de la imagen, el punto del equilibrio y la radiación: el centro. Entonces, los dos protagonistas de esta historia -el círculo que estabiliza el campo de la representación y el movimiento que lo impulsa hacia un derrotero prefijado- han perdido la garantía de un eje unificador, una presencia plena, un rumbo seguro. Ahora el juego depende de azares e imprevisiones, de los antojos de fuerzas desconocidas, de la contingencia de un tiempo arbitrario. La figura ya no tiene la certidumbre circular de los ciclos cumplidos y los esquemas cerrados. Pero ha obtenido el vigor que confiere el descampado. Y puede aspirar a abrirse, por un instante, a otras luces, otras verdades que centellean afuera. A crecer con el contorno fugaz de su propia sombra.
TICIO ESCOBAR
Fuente digital : www.enriquecareaga.com/
Registro : Marzo 2011.
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