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ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH

  LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY - Por ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH - FASCÍCULO Nº 13 CAPÍTULO Nº 9 - Año 2012


LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY - Por ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH - FASCÍCULO Nº 13 CAPÍTULO Nº 9 - Año 2012

LA INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY

 

Por ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH

 

LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR

FASCÍCULO Nº 13 - CAPÍTULO Nº 9

Investigación Especial Nº 8

Asunción – Paraguay

2012

 

 

 

 

            El Renacimiento y los conflictos religiosos -como la Reforma- produjeron profundas transformaciones políticas y económicas en las estructuras de las monarquías absolutas.

            La nobleza se veía afectada por el surgimiento de nuevas ideas que respondían a las ansias libertarias de las clases más oprimidas.

 

            LOS CAMBIOS EN EL PENSAMIENTO

 

            Los principios de libertad individual obligaban a replantear el valor del hombre como persona y su papel como integrante de una sociedad sedienta de cambios. Había llegado la hora de acometer contra todo tipo de opresión e intolerancia representadas por la soberanía real. Se hablaba de otro tipo de soberanía, la del pueblo. Comenzaba la larga e interminable lucha contra el absolutismo.

            Europa estaba atónita con el código libertario proclamado en la Constitución americana de 1776, inmediata precursora de las dos mayores transformaciones sociales del modernismo: la Revolución Francesa de 1789 y la revolución industrial en Inglaterra en años siguientes. Con el advenimiento de los Borbones en España se volvió imperativo realizar mejoras en la arcaica administración colonial.

            En 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata y se produjo la liberación del comercio interprovincial. A pesar de la enorme distancia, llegaron un día a la olvidada Provincia del Paraguay estos nuevos pensamientos, que lograron revivir el sueño de los criollos de verse libres alguna vez del yugo y la discriminación. No existía una sociedad contestataria y turbulenta, pero creían que ya habían sido lo suficientemente encomendados, evangelizados, reducidos y sometidos por más de 270 años y que deberían llegar la libertad.

            Algunos patricios, de los más ilustrados, pertenecientes a las familias de la élite asuncena, los Valdovinos, Rivarola, Yegros, Bogarín, De la Mora, Caballero se reunían, a cubierto de curiosos, para reflexionar sobre las noticias que llegaban de Europa y del Plata.

            La provincia estaba mejorando. Los últimos ocupantes de la Casa de Gobierno habían ganado crédito al revelarse como diligentes administradores. Don Agustín Fernando de Pinedo y Pedro Melo de Portugal y Villena se habían preocupado de la educación y de fortalecer la economía. Se reforzaron las fronteras, largamente desatendidas durante el gobierno de don Lázaro de Ribera, y con ese propósito se fundaron los fuertes de San Carlos del Apa y Borbón. Era imperioso detener la constante penetración lusitana en las fronteras del norte.

            El brigadier general Bernardo de Velazco y Huidobro era un distinguido militar de los reales ejércitos, funcionario honesto, de buen carácter, sereno y respetado.

 

Doctor José Gaspar Rodriguez de Francia.

Para algunos el mentor intelectual de la revolución de mayo.

 

 

            SE DERRUMBA EL IMPERIO HISPÁNICO EN AMÉRICA

 

            Ocurrida la ocupación de la península por las tropas napoleónicas y como consecuencia directa del impacto que sufriera el Río de la Plata con las invasiones inglesas, sobrevinieron la revolución de mayo de 1810 y la conformación de una Primera Junta, encargada de los negocios provinciales. Una de las primeras resoluciones para sujetar a las provincias del interior fue despachar una expedición militar al Paraguay.

            Conocida la noticia, se produjo un revuelo en Asunción y Montevideo. La inquietud se apoderaba de Velazco y del virrey Elio. Había en ese momento en el Paraguay tres facciones antagónicas que defendían sus posiciones económicas y políticas: la nacionalista, la porteñista y la españolista. ¿Cómo se distribuían esas simpatías?

            Los españoles tenían, naturalmente, interés en conservar los privilegios de representación de la Corona en la América española. Los comerciantes de Asunción observaban la situación a través del cristal económico. Sabían de la importancia del puerto de Buenos Aires, paso obligado para sus operaciones mercantiles. Toda interrupción en las relaciones entre las provincias de "abajo" y las de "arriba" significaba la paralización del tráfico comercial. La masa campesina, ajena a estas especulaciones, miraba con buenos ojos los esfuerzos que realizaban algunos jóvenes doctores y militares para controlar la dirección del Gobierno y devolver al pueblo su autonomía. Un sueño Largamente esperado, pues el absolutismo colonial y la opresión de las reducciones habían acallado sus voces, pero no apagaron sus esperanzas.

            Velazco convocó a un Cabildo abierto que se realizó en el Real Seminario el 24 de julio de 1810. En el mismo se determinó confirmar la lealtad al monarca y al Consejo de la Regencia, y declarar definitivamente rotos los lazos con la junta de Buenos Aires.

 

            MEDIDAS URGENTES

 

            El ex virrey Marqués de Sobremonte había huido de Buenos Aires en dirección a Córdoba, dejando la ciudad a merced de los invasores ingleses. Desde su exilio exigió los auxilios del Paraguay a lo que el gobernador Velazco respondió con el envío de un fuerte contingente para la recuperación de la capital virreinal.

            Esta tropa llegó tarde a la batalla para la reconquista de Buenos Aires y la expulsión de los ingleses, pero sí participó un año más tarde en los sangrientos encuentros en el sitio de Montevideo, sufriendo grandes pérdidas en la batalla de El Buceo. Los paraguayos estaban comandados por el coronel José Espínola y Peña y el sargento mayor Manuel Atanasio Cavañas. Dentro del contingente lucharon hombres que serían protagonistas de los sucesos más caros a la memoria popular, como Antonio Tomás y Fulgencio Yegros, Fernando de la Mora, Mariano e Hilario Recalde, entre otros.

            Producida la abdicación del virrey Cisneros en mayo de 1810, el ya citado coronel Peña, que ocupaba la comandancia militar de Concepción y de donde fuera expulsado, se refugió en Buenos Aires, pasándose de inmediato a los revolucionarios. Allí se dio mañas para convencer a la junta de la enorme preponderancia del partido porteñista en el Paraguay. Solo faltaba un ligero empujón para someter por completo a la provincia. Se decidió entonces la expedición de Manuel Belgrano.

            El Gobierno de Asunción organizó una junta de Guerra compuesta por los oficiales Pedro Gracia, José Antonio Zavala y Gregorio de la Cerda, y ordenó la movilización de sus hombres.

            El virrey Elío despachó desde Montevideo una flotilla para impedir el avance de los expedicionarios. Estaban en Corrientes algunos barcos paraguayos incautados por la Junta bonaerense en un intento de bloquear económicamente a la provincia rebelde y forzar su anexión. Velazco ordenó que una unidad ocupara Corrientes y recuperara dichos barcos.

            Producido el cruce del río Paraná por el ejército de Belgrano y luego de una ocupación sin obstáculos de Itapúa y Misiones, tuvo lugar el primer encuentro contra los defensores en las costas del arroyo Ca'añabé, cerca de Paraguarí. En el primer encontronazo, el ejército paraguayo fue desbaratado y el comandante De la Cuesta corrió a Asunción portando la ingrata noticia de la derrota, lo cual causó el pánico entre los residentes españoles de la capital. Velazco había abandonado el frente, replegándose a Yaguarón, donde estableció su cuartel de comando.

 

            CAOS Y CONFUSIÓN

 

            Un parte del gobernador Velazco informaba tiempo después que "17 buques se cargaron de familias y propiedades". Entretanto, en el campo de batalla se había producido una reacción de las tropas reagrupadas por Gamarra, Cavañas y Yegros, quienes derrotaron a las fuerzas porteñas y lograron su huida hacia el sur. Arrinconado en el paso del Tacuary, Belgrano fue definitivamente vencido el 7 de marzo de 1811, firmó la capitulación a orillas del citado río.

            Comenzaron allí los conciliábulos entre los jefes triunfantes y el avezado militar porteño. Este insistía en que el objetivo de su campaña había sido de auxilio y no de conquista, y con ello pudo conseguir condiciones harto favorables para él y sus comandados. Se produjo así la desocupación del territorio paraguayo.

            La victoria había exaltado el orgullo nacional a expensas del desprestigio de las fuerzas españolas y su gobierno.

 

            VELAZCO TRATA DE RECOMPONER SU DETERIORADA IMAGEN

 

            El temor de una franca simpatía de la población hacia los valientes criollos, hizo que el gobernador ordenara algunas medidas de rigor. Decretó la movilización del ejército, relevó a Cavañas del mando, dispuso el alejamiento de Fulgencio Yegros, nombrándole comandante de la lejana Itapúa, y envió a Montevideo a los prisioneros tomados a Belgrano, en abierta contravención a lo pactado en el armisticio de Tacuary.

            Para aumento de sus desaciertos, se comentaba en los corrillos que desde Yaguarón el decadente gobernador venía manteniendo correspondencia con las fuerzas imperiales del Brasil, especialmente con el comandante Diego de Souza, destacado en Río Grande, y a quien evidentemente requería auxilio.

            A la llegada de las tropas victoriosas de Paraguarí y Tacuary, se produjo una explosión de júbilo en las arenosas calles de Asunción. Arribaban Pedro Juan Caballero, Vicente Ignacio Iturbe y Juan Bautista Rivarola con los milicianos de San Pedro de Ycuamandiyú. A la tarde llegaban los valientes de San Isidro de Curuguaty comandados por Mauricio José Troche.

            Se produjo lo que temían los españoles. El pueblo clamaba por cambios y con el aumento de la autoconfianza, presionaba a sus líderes, los que pensarían en la emancipación. La eficiencia y el valor demostrados en la defensa del territorio nacional produjeron una suerte de efervescencia espiritual y las primeras muestras de descontento popular.

 

            LA CONSPIRACIÓN

 

            Don Carlos Zubizarreta nos hace un vívido relato de las actividades de los amotinados. Las reuniones se llevaban a cabo en la casa de la familia Martínez Sáenz (actual Casa de la Independencia), pues doña Petrona de Martínez Sáenz era tía de Pedro Juan Caballero y allí también se alojaba Facunda Micaela Speratti, novia de Fulgencio Yegros. Otro punto de encuentro era la casa vecina al actual Callejón Histórico y que pertenecía a los Recalde; muy cerca estaba la casa de doña Juana María de Lara viuda de Bedoya, donde vivían Vicente Ignacio y Manuel Iturbe, y en casa de los Acosta se alojaba Juan Bautista Rivarola.

            Son fáciles de entender el ánimo de los sublevados y el grado de entusiasmo que seguía a estas reuniones "secretas" aunque todo Asunción hablaba de la conspiración. Incluso se sabía del hecho en la Casa de Gobierno.

 

            SE PRECIPITAN LOS ACONTECIMIENTOS

 

            El 9 de mayo llegó a Asunción procedente de Río Grande el teniente de dragones José de Abreu con una escolta militar. Fulgencio Yegros lo había detenido durante dos semanas en la fortaleza de Itapúa, para tomarse el tiempo de comunicar a Pedro Juan Caballero de la novedad.

            Abreu se alojó en la casa del gobernador y allí mantenía largas conferencias con el mismo, en presencia de los oficiales y funcionarios allegados. Los planes de los revoltosos venían desarrollándose con normalidad, pero la presencia extranjera complicaba la situación y surgían impedimentos difíciles de zanjar porque ninguno de los comprometidos tenía la experiencia ni la sabiduría suficientes para hallar el camino adecuado.

            Así surgió la necesidad de correr a Ybyrai, a la chacra del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, hombre de luces, maduro y prudente, a quien solicitaron asumiera la dirección de la empresa.

 

            ALBOROTO EN LA PLAZA

 

            El Cuartel de la Maestranza se hallaba a corta distancia de la Casa de Gobierno y estaba a cargo del alférez Juan Manuel Iturbe. El 14 de mayo allí ingresaban Venancio y Juan Bautista Rivarola, mientras que hacían lo propio en el Cuartel de la Ribera, el capitán Pedro Juan Caballero y un reducido grupo de jóvenes. Este Cuartel, del otro lado de la Plaza de Armas, se hallaba bajo la comandancia de Mauricio José Troche. Reducidos los pocos españoles de la unidad, los criollos se declararon en franca rebelión y ordenaron echar a vuelo las campanas.

            La población acudió presurosa al inusual llamamiento, mientras que en la sede del Gobierno se tejían las más variadas especulaciones y se trataba de ganar tiempo. Comenzó así un continuo ir y venir de parlamentarios que no fueron recibidos en los cuarteles. Transcurrió la noche en medio de la general expectativa hasta que a las tres de la madrugada se presentó el teniente Iturbe frente a los corredores de la casona, portando un pliego de intimación con la firma del capitán Caballero, en el que se manifestaba:

           

            "Ahora que van a entregar la provincia a una potencia extranjera, exigimos":         Que se entreguen la plaza y las armas.

            Que el señor gobernador siga en el gobierno.

            Que aleje a sus colaboradores más cercanos.

            Que no salga ningún barco del puerto.

            Que no salgan de la ciudad los portugueses y

            Que se espere la llegada de los otros jefes revolucionarios, que entonces se establecerán la firma y modo de gobierno que convenga a la seguridad de esta provincia'".

 

            Ante el silencio y la indecisión de las autoridades españolas, los jefes rebeldes ordenaron desplegar frente a la casa de Velazco dos piezas de artillería, traídas del cuartel de la Maestranza. Enfrentado a tan serios argumentos, el gobernador cedió e hizo expedir un bando pidiendo la calma y tranquilidad a los preocupados habitantes.

 

            LA IDEA DE LA AUTODETERMINACIÓN

 

            No estaba muy clara la idea de la emancipación. Se había reaccionado ante circunstancias que llevaban a pensar que había llegado el momento de las decisiones. No existía un criterio definido sobre las motivaciones del movimiento.

            Mientras el pueblo y la tropa invadían la histórica plaza al grito de "Viva la unión", se pensó en un primer momento que el objetivo era la alianza con Buenos Aires. Pero muy pronto las proclamas del nuevo gobierno aseguraban la completa lealtad a Fernando VII.

            Ni siquiera los próceres tenían el horizonte muy iluminado. Algunos se manifestaban simpatizantes de los porteños, otros monárquicos y algunos nacionalistas de ultranza, partidarios de la república.

            Todos estos datos nos inducen a pensar que los primeros pasos de la revolución se dirigían a evitar mayores complicaciones con los porteños y con los monárquicos de Montevideo. Urgía consolidar la presencia de los criollos en la Casa de Gobierno y conservar las relaciones amistosas con los vecinos dentro de límites aceptables.

            Los próceres que participaron de la conspiración para la independencia fueron:

            Fulgencio Yegros

            José Gaspar Rodríguez de Francia

            Pedro Juan Caballero

            Mariano Antonio Molas

            Vicente Ignacio Iturbe

            Fernando de la Mora

            Antonio Tomás Yegros

            Juan Bautista Rivarola

            Fray Fernando Caballero

            Manuel Atanasio Cavañas

            Mauricio José Troche

            José Agustín Molas

            Francisco Xavier Bogarín

 

 

Convento de la Merced

 

 

            EL TRIUNVIRATO

 

            Don Bernardo estaría en adelante secundado por dos patricios de confianza: el doctor Francia y Valeriano de Zevallos. Transcurrieron los primeros días en un ambiente de mutua desconfianza. El gobernador estaba muy presionado por sus connacionales y por el portugués Abreu, y prudentemente buscaba ganar espacios hasta la llegada de algún auxilio exterior.

            Entretanto, fue convocado un nuevo Cabildo para el 17 de junio y mientras se aproximaba esta fecha, cayó en manos de los jefes criollos una nota enviada a Velazco por un español, el capitán Carlos Genovés, en la que este recomendaba al destinatario solicitar la inmediata intervención de Carlota Joaquina, hermana del destituido rey español y cuya corte estaba instalada en el Janeiro.

 

Teniente Coronel Fungencio Yegros

 

 

Capitán Pedro Juan Caballero

 

 

Doctor Fernando de la Mora

 

 

            JUNTA SUPERIOR GUBERNATIVA

 

            Se precipitaron una vez más los acontecimientos, pero ahora la situación se manejaba desde adentro. Se llevó a cabo el Congreso de junio. Participaron cabildantes de todas las corporaciones, civiles, militares y eclesiásticas, provenientes de todas las compañías de la provincia. La asamblea fue presidida por el doctor Francia y por el capitán Zevallos.

            "La Provincia del Paraguay, volviendo de su letargo y de la esclavitud, ha reconocido y recobrado sus derechos, y se halla hoy en plena libertad para cuidar y disponer de sí misma y de su propia felicidad".

            Se percibía claramente el discurso francista en estas primeras manifestaciones.

            Molas propuso -y fue aceptada- la idea de deponer a Velazco y constituir una Junta Superior Gubernativa, la que fue presidida por el teniente coronel Fulgencio Yegros e integrada como vocales por el doctor José Gaspar de Francia, el capitán Pedro Juan Caballero, el doctor Francisco Xavier Bogarín y don Fernando de la Mora.

 

Capitán Vicente Ignacio Iturbe

 

 

            LAS RELACIONES CON BUENOS AIRES

 

            El Congreso de junio ordenó enviar un diputado al Congreso General de las Provincias del Plata, pero al mismo tiempo resolvía suprimir los impuestos de sisa y arbitrio que se cobraban en beneficio del puerto de Buenos Aires. Esta determinación fue tomada como un verdadero desafío y un agravio a la obediencia de la autoridad porteña. Se cortaba el aporte de una importante contribución que beneficiaba a la gran ciudad, pero que causaba grandes atrasos al desarrollo de la empobrecida economía guaraní. Los miembros de la junta comprendieron muy rápidamente que era imposible romper lanzas con los porteños. La estratégica posición geográfica de Buenos Aires permitía ejercer el control del Río de la Plata, puerta de entrada y salida de todo el comercio provincial. Estaba en sus manos regimentar el tráfico en beneficio propio. Los patriotas paraguayos entendieron que había que iniciar una política de coqueteo con los porteños para entablar relaciones sin atar lazos de ninguna índole.

            El 20 de julio la junta paraguaya envió una nota a su símil de Buenos Aires, explicando los propósitos de la revolución y manifestando sus condiciones para su unión con la provincia porteña, "siempre y cuando se respetaran sus derechos".

            En agosto llegó la nota de respuesta de aceptación de la amistad y las condiciones del Paraguay, lo que de hecho significaba un reconocimiento implícito de la independencia. Anunciaba el envío de una comisión mediadora compuesta otra vez por Manuel Belgrano y Echeverría.

            Es que Buenos Aires nunca perdía la esperanza de someter al Paraguay y reafirmar su autoridad. Encontraba que el medio más útil era la asfixia económica mediante la clausura de la navegación.

            Llegó Belgrano, esta vez en misión pacífica, y se las tuvo que entender con el mismísimo doctor Francia. Ya no eran los ingenuos militares de Tacuari, de cuya voluntad dispuso con facilidad. Se firmó el llamado Acuerdo de Octubre, en términos tan vagos en lo referente al comercio, impuesto y límites que no condujo al mejoramiento de las relaciones. La independencia no fue reconocida y Belgrano retornaba una vez más derrotado.

            El doctor Francia había impuesto su decisión de no propiciar ningún tipo de concesiones mientras no se reconociera oficialmente la independencia. Era extremamente hábil para manejar a sus pares del Gobierno, a quienes trataba con displicencia.

            La situación del Paraguay era muy conflictiva. Los monárquicos de Montevideo habían impuesto un bloqueo a las provincias emancipadas y llegaron a incautarse de algunas embarcaciones. Buenos Aires tomó medidas de represalia aumentando los aranceles y el control de la mercadería paraguaya en los puertos de Corrientes y Santa Fe. El Brasil, aprovechando la confusión generada por la revolución de 1811, llevó a cabo intentos de ocupación de las posiciones paraguayas en el Alto Paraguay.

 

Casa de los Gobernadores

 

           

            CONGRESO DEL 30 DE OCTUBRE DE 1813

 

            Este Congreso se realizó en el templo de La Merced y participaron del mismo más de mil congresistas. Se resolvió no enviar diputados al Congreso de las Provincias y se aprobó un novedoso sistema de gobierno compuesto por dos cónsules, Fulgencio Yegros y José Gaspar de Francia. Se adoptó la denominación de República del Paraguay. Cada cónsul tendrá a su cargo la mitad del ejército y la presidencia será ejercida por cada cónsul por cuatro meses. Quedaba oficialmente establecida la independencia nacional, quedando definitiva la separación de España y Buenos Aires.

            Muy pronto surgieron las divergencias. Francia contaba con el apoyo de la masa campesina, pero los comerciantes de Asunción eran francos partidarios de una apertura comercial y política con Buenos Aires. Don José Gaspar era figura prominente en la Junta y manejaba la situación con astucia e inteligencia. Le era imperioso alejar de ella a todos los que pudieran interferir en la administración de sus órdenes.

            Recurrió para el efecto a presionar a los demás miembros mediante una táctica de renuncias y vueltas condicionadas en las que obtenía el desalojo de sus adversarios, a

quienes acusaba de porteñistas. Así pudo separar a Fernando de la Mora, quien años después moriría en prisión, y en una segunda oportunidad anular la presencia de los militares que habían llevado a cabo el golpe de mayo.

            En 1814 otro Congreso lo eligió Dictador por cinco años, pero antes de transcurrido ese tiempo, el Congreso, en 1816, lo nominó Dictador Perpetuo de la República del Paraguay.

 

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Fuente digital: www.abc.com.py

Registro: Agosto del 2012

 

 

 

 

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