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R. ANTONIO RAMOS (+)

  LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA (Documento de R. ANTONIO RAMOS)


LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA (Documento de R. ANTONIO RAMOS)
LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA
 
 
 
LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA
 
Mientras tanto el proceso revolucionario se desarrollaba en la provincia. En mayo los preparativos llegaban a su término. Era un movimiento sincronizado. En Itapúa debía levantarse Fulgencio Yegros; en Corrientes, Blas José de Rojas; las columnas debían unirse con Manuel Atanasio Cavañas en la Cordillera, para «ocupar Asunción el 25 de mayo, primer aniversario de la revolución de Buenos Aires». (1)

La sesión del 13 de mayo del Cabildo dio la medida del éxito alcanzado por la misión de Abreu. En esos días, éste se dedicó a retribuir atenciones; a «un gran Baile» que ofreció, siguieron por imitación otros «en prueba de la alianza de los Portugueses con los Paraguayos». Abreu se disponía a partir el 15. (2) Su misión había obtenido la aceptación del apoyo portugués. Pero la documentación no menciona contactos del agente luso con los criollos, entonces ocupados en conspirar contra el poder español.

La actitud del Cabildo del 13 de mayo constituyó el toque de alarma para los patriotas. Abreu no debía partir llevando la determinación de los españoles. A estar por lo que dice Wisner de Morgenstern, Pedro Somellera, asesor de Velasco, que en tal concepto estaba informado de las cuestiones relativas a la misión del agente portugués, «alarmado por la decisión que había tomado el Cabildo, consideró que ella vendría a obstaculizar el triunfo de la revolución proyectada», comunicó «secretamente» la novedad «a los principales comprometidos para apresurar el golpe». (3) El aviso sería el mismo día 13. Enterados de los pasos de Abreu y sus entendimientos con el gobernador y el Cabildo, los complotados resolvieron precipitar los sucesos.

La noche del 14 de mayo, el capitán Pedro Juan Cavallero, acompañado de un grupo de revolucionarios, se apoderó del cuartel de la Plaza. Esa misma noche entre otras cosas, intimó a Velasco, que «asimismo no salgan de la ciudad los Portugueses que ahora poco han entrado en esta con Diputación clandestina». (4) El 15, Velasco aceptó La proposición de los patriotas después de débiles e inútiles intentos conciliatorios. El 16 de mayo, fueron designados, el criollo doctor José Gaspar Rodríguez de Francia y el español Juan Valeriano de Zavallos, adicto a la causa libertadora, como diputados adjuntos. El mismo día se constituyó el gobierno provisional y juraron los mencionados diputados, labrándose el acta correspondiente. La revolución había alcanzado un éxito completo, sin tener que vencer mayores obstáculos y sin derramamiento de sangre. (5)

La presencia de Abreu obligó a los patriotas a obrar y principalmente por la resolución del Cabildo del 13 de mayo. La nota de Cavallero a Velasco de la madrugada del 15 de mayo era bien clara y terminante, al manifestar que el cuartel, de acuerdo con los oficiales patricios y demás soldados, estaba resulto a defender la provincia con «los mayores esfuerzos», ahora que se intentaba entregarla «a una Potencia Extrangera, qe. no la defendió con el mas pequeño Auxilio que es la Potencia Portugueza. » (6)

El alférez Vicente Ignacio Iturbe portador de la nota precedente, mientras esperaba en la guardia la respuesta del gobernador, «decía muy enfadado: que no se necesitaba molestar a Portugal, pues, no carecía de auxilios», que los europeos no habían ayudado «con su dinero» a pagar a las tropas empleadas en la defensa de la provincia; que después que los paraguayos rechazaron a los de Buenos Aires «los cargos se dieron solamente a los Europeos», tratándoseles «con desprecio y peor que antes», y que intentaban desarmarlos, a fin de que sólo quedaran armados los Europeos». El ayudante de órdenes José Teodoro replicó que se trataba de armar a un mayor número de paraguayos y que él, se sabía, iría a Matto Grosso «a recibir el dinero que el capitán de Cuyabá había ofrecido». Iturbe repuso que el ayudante de órdenes «tenía mucho interés en aquella comisión» porque le daban «bastante dinero para los gastos de viaje», como a Carlos Genovés le dieron 600 pesos por conducir los prisioneros a Montevideo; que a él, Iturbe, y a los demás «no le daban semejantes comisiones, pues, solo servían para trabajar y arriesgar sus vidas, sin pagarles nada y tratándolos con desprecio; que no encontraban para gobernar y a quien dar todo que a los Europeos; y por último: que diría la verdad aunque lo matasen». (7) Por las palabras de Iturbe se puede apreciar el malestar que produjo en la oficialidad criolla el pedido de auxilio a los portugueses y el estado de espíritu contra los españoles. Velasco al contestar la nota de Cavallero negó el cargo de la entrega, «espero – decía – que ese quartel tendrá ocasión de desengañarse que jamás cupo en mi imaginación entregar esta Provincia a dominio extranjero, como se acreditará con todos los documentos en la materia». (8) La contestación no satisfizo a Cavallero porque no vino acompañada de los comprobantes originales.
 
Según Abreu «en la noche del 14 hacia las 8 de la noche, cuando salía de la calle, encontró al teniente coronel Gamarra con una carabina y un par de pistolas a la cintura, acompañado de un soldado armado en la misma forma y un criado con farol; preguntó el mismo teniente (Abreu) qué novedades había y Gamarra le contestó que iba a ver al Gobernador, pues por las calles gritaban: alboroto en la Plaza. Volvió el teniente Abreu con el mismo Gamarra a la residencia del Gobernador a quien habiéndole preguntado Gamarra qué novedad había, contestó el Gobernador: que oyó decir que había alboroto, pero no sabía qué era. Poco después entró uno de los miembros del Cabildo diciendo: que la tropa (no pasaba de 100 hombres entre Granaderos y Artilleros que hacían la Guardia del Gobernador) se había encerrado en el Cuartel y que a nadie abría la puerta y trabajaban adentro en montar piezas de Artillería y cargar fusiles. Entonces el Gobernador le dijo a Gamarra: que fuese a ver lo que había en el Cuartel; cuando Gamarra golpeó la puerta le preguntaron quien era, a lo que contestó que era Gamarra; entonces le dijeron desde adentro: perdone mi General, que no se abre ahora la puerta; replicó Gamarra diciendo si no le conocían y le respondieron que sí y que él era también de los que pretendían desarmar los Paraguayos (sic); dijo Gamarra que lo conocían bien y que él también era Paraguay (sic); y no consiguiendo que le abriesen la puerta regresó a dar parte al Gobernador. Pasado algún tiempo el mismo Gamarra mandó a un teniente Paraguay (sic) muy conocido; al cual antes de llegar a la puerta le dieron un tiro de carabina desde una de las ventanas y regresó con esta noticia al Gobernador que perturbado y afligido preguntó al teniente Abreu qué le parecía semejante desorden, a lo que contestó: que sería bueno mandar rodear el Cuartel y no permitir que entrase ni saliese ninguna persona hasta la mañana; en cuyo tiempo si insistiese en no abrir la puerta y no se entregasen los de adentro, se atacase a tiros el mismo Cuartel. En ese instante llegó el Mayor de la Plaza Cabrera (sic) acompañado de ocho soldados con que andaba en ronda y se ofreció para ir al Cuartel, y como no se abría la puerta, dijeron los soldados que abriesen, pues eran paraguags (sic); entonces abrieron la puerta y los mismos soldados empujando para dentro al Mayor, y dándole golpes entraron todos y cerraron la puerta, maniataron al Mayor y así lo tuvieron toda la noche. El Gobernador mandó al religioso Cañete muy respetado y conocido por sus virtudes que fuese al Cuartel a fin de apaciguar aquel desorden, pero nada consiguió dicho religioso habiendo ido tres veces y la última le dijeron que se retirase a su Convento, pues ya no necesitaban de más pláticas. A las 11 de la noche llegó al Cuartel el alférez Iturbe con un papel firmado por él, e capitán Cavallero, autor de esta revolución, y otro alférez hermano del primero, en cuyo papel decían al Gobernador: que en la mañana del día siguiente 15 tenía que entregarles las llaves del Cabildo, de las Cajas Reales, de la Secretaría y del Estanco del Tabaco; debiendo luego separarse de la compañía del Gobernador su Asesor y sobrino D. Benito, el Ayudante de Ordenes D. José Teodoro y el Fiscal D. José Isalde (Elizalde), y que el Teniente Portugués Abreu no debía salir de la Ciudad ni montar a Caballo hasta segunda orden». (9)

Despedido el alférez Iturbe, continúa relatando el importante documento, «con la respuesta del Gobernador al Cuartel, dijo el mismo Velasco al teniente Abreu: que en seguida quemase las notas y contestaciones del Gobernador, del Obispo y del Cabildo a V.E., lo que inmediatamente hizo dicho teniente. Rodeado el Cuartel por los Europeos armados, éstos huyeron y desaparecieron tan pronto como se dispararon sobre ellos algunos tiros de espingarda desde el Cuartel, del cual salieron los paraguays (sic); en número de 80 al romper el siguiente día 15, arrastraron hacia la Plaza 6 piezas de Artillería, de las cuales dos emplazaron frente a la Residencia del Gobernador y las otras bocas en las calles, uniéndoseles en este momento un gran número de paraguayos; mandaron del Cuartel por intermedio del Alférez Iturbe dos notas al Gobernador para que cumpliese las condiciones que en la noche precedente le habían requerido, o de lo contrario arrasarían su residencia y la misma Ciudad; en este tiempo llegó el Obispo con varios eclesiásticos al Cuartel donde le dijeron que nada tenían que ver con él y que se recogiesen a su casa; y el Gobernador contestó que había convocado al Cabildo a fin de proceder a la entrega pretendida; pero habiéndose demorado hasta las ocho de la mañana, los oficiales del Cuartel advirtieron que si continuaba la demora mandarían abrir fuego con las piezas; inmediatamente mandó el Gobernador entregarles todo lo que querían; después de lo cual izaron una Bandera en la plaza con salva de 21 tiros de Artillería, gritando: «Viva la Unión»; una hora después publicaron un Bando hecho en el Cuartel, y mandado firmar por el Gobernador, ordenando que todos los que tuviesen armas en sus casas, y municiones de Guerra entregasen en el término de dos horas en el Cuartel, donde se pagarían por su justo precio, so pena de ser castigados con todo rigor. En consecuencia se recogió todo el Armamento que había en la Ciudad, que sería poco más o menos 150 carabinas. Siguió luego otro Bando hecho en el Cuartel y firmado por el mismo Velasco, ordenando que desde las ocho de la noche en adelante nadie saliese de su casa sin necesidad urgentísima, en cuyo caso llevarán un farol; y que las patrullas, que recorrían las calles, apresarían a todas las personas que se encontrasen conversando, siendo más de dos. Al ponerse el sol arriaron la Bandera y dispararon nueve tiros de cañón.» (10)

Así terminó el 15 de mayo de 1811 con el triunfo de la revolución paraguaya. La jornada fue intensa, pero sus resultados correspondieron a la aspiración de pueblo. Ella es gloria y guía, inspiración para quienes aman la libertad y anhelan días de prosperidad y bienestar para el porvenir de la nación.

Hemos recurrido a la transcripción del relato de Abreu, dadas su importancia y poca divulgación, y no a un resumen del mismo, para presentarlo en su expresión original y poder así apreciarlo en su auténtico significado. Su testimonio tiene un indudable valor histórico, teniendo en cuenta la presencia del enviado durante el desarrollo de los acontecimientos que culminaron con el triunfo de los criollos y el papel que desempeñó la misión portuguesa en el estallido del movimiento. Después de Cecilio Báez, que lo publicó por primera vez en español y de la traducción de Justo Pastor Benítez, usaron esta prueba documental Julio César Chaves, Efraím Cardozo e Hipólito Sánchez Quell. (11)
 
El 16 de mayo, según el mismo Abreu, se mandó llamar a los tenientes coroneles Fulgencio Yegros y Atanasio Cavañas, y al coronel Pedro Gracia. Esa mañana, el enviado portugués se presentó al Cuartel «para saber el motivo de su demora o impedimento». A su pregunta el capitán Pedro Juan Cavallero le contestó, «que pidiese todo lo que necesitase, pero que no era conveniente que saliese de la Ciudad, antes de la llegada de dichos Oficiales de la Plana Mayor». (12)

En esa misma ocasión, Cavallero expresó a Abreu, que teniendo cuatro hermanos oficiales al servicio del Rey, su madre viuda pidió a Velasco por uno de ellos para que le hiciese compañía, negándose el gobernador a acceder a la solicitud. El propio capitán Cavallero manifestó a Velasco, «que su padre, que había hecho la gran picada y el puente del Tacuary, por donde atacaron y vencieron a los de Buenos Aires, había fallecido repentinamente en aquel trabajo, y quedó endeudado, por cuya circunstancia le pedía le permitiese embarcar una partida de tabaco y yerba mate para Montevideo, pagando los fletes correspondientes». El gobernador, como en el caso del pedido de la madre viuda, tampoco accedió a este requerimiento, pero los europeos embarcaron sus mercaderías, «quedando excluidos de este recurso los paraguays (sic) ». El capitán Cavallero agregó «que por estas y otras razones los de Buenos Aires buscaron su libertad». (13)

La queja de Cavallero, semejante a la formulada por Iturbe la noche del 14, cuando éste esperaba la contestación de Velasco, era la de los criollos americanos contra el proceder de los españoles en sus dominios del Nuevo Mundo. Esta desigualdad en el trato, que constituía indudablemente una injusticia, creó en el curso de los años la antipatía entre criollos y españoles, una de las causas principales de la independencia hispano americana. En este sentido la manifestación de Cavallero era categórica al referirse a Buenos Aires. El resentimiento de los paraguayos, consecuencia de esa desigualdad, no es menos categórico en las declaraciones de los dos oficiales aludidos, autores directos de la revolución del 14 y 15 de mayo. También Fulgencio Yegros habló a Abreu de la «antipatía entre los Europeos y Americanos», mostrándole sobre el particular, a su paso por Itapúa, «un papel o Gazeta de Buenos Aires». Ya en Asunción el enviado portugués preguntó al mismo Yegros, si aquel papel decía la verdad. El jefe paraguayo le contestó que si, y sacando del bolsillo le mostró otro papel, que decía: «Eia, valientes Paraguayos, sostened lo que habéis hecho, que no faltaremos con todos los socorros en dinero, armas, pólvora, balas; ahora florecerán los Americanos libres de la opresión de los Europeos...» (14)

El ambiente era hostil al agente portugués. El 18 de mayo, día que prendieron al teniente coronel Juan Manuel Gamarra y a José Teodoro Fernández, se decía por las calles de Asunción que Abreu y sus acompañantes serían ahorcados, a fin de que no llevaran noticias. Al día siguiente se susurraba que el aludido emisario seria remitido engrillado a Buenos Aires. El 20, Abreu fue por segunda vez al Cuartel, donde se encontraban el Dr. Francia y Zeballos y «muchos Oficiales que habían llegado de diversos distritos». Allí propuso que lo mandasen matar como se decía, o lo remitiesen preso a Buenos Aires, o lo dejasen regresar a su destino, a fin de dar «cuenta de su comisión», o por lo menos de su tardanza, y que, en definitiva, decidiesen cuanto antes de su suerte. Cavallero le contestó que no se afligiese pues al día siguiente llegaba Fulgencio Yegros. Este entró en la ciudad el 21 a las cuatro de la tarde «con gran acompañamiento», siendo saludado con una salva de once cañonazos. Luego de apearse en el Cuartel, el Dr. Francia, Zevallos, Cavallero y los hermanos Iturbe fueron a visitar a Abreu, «ante quien se disculparon de no haberle saludado antes por satisfacer al pueblo que decía que él había ido a comprar el Paraguay». Terminada esta visita, Abreu, a su vez pasó a saludar a Yegros, quien le recibió «con muchos abrazos, por ser conocidos» y le prometió que el 23 podía regresar libremente con la contestación a Diego de Souza. Ese día, Abreu pasó del cuartel a ver a Velasco, quien juntamente con Francia y Zevallos le entregaron la respuesta prometida. Estos dos últimos, llamados por el agente portugués, diputados, le expresaron que Souza no tuviese preocupación por «aquellos acontecimientos, pues sólo se enderezarán a reglar mejor su gobierno». De aquí, el agente portugués pasó a despedirse de Fulgencio Yegros y de los oficiales del cuartel. «Finalmente el Teniente Abreu fue a despedirse del Gobernador Velasco, quien llorando le dio muchos abrazos y con las expresiones mas tiernas le pidió que le pusiese a los pies de V.E. (de Souza), rogando que velase y atendiese por su vida, pues, sus intenciones sólo eran de ponerse a los Píes de la Señora D. Carlota, coma legítima Sucesora de D. Fernando 7º, que V.E. (Souza) pusiese sus ojos sobre aquella Provincia aunque él, Velasco, ya no existiese; y que los papeles que conducía el Teniente Abreu bien sabia éste que le obligaron a firmar, así como muchos otros, y que el Teniente sería alguna vez uno de los testigos de que sus firmas desde esa revolución fueron forzados»..(15)

Abreu refirió también que al tercer día de la revolución, estando el alférez Iturbe en casa de una mujer, ésta le preguntó si por qué «habían hecho semejante atentado, no teniendo pólvora, ni armas con que se defendieran de los Portugueses» si allí viniesen. El alférez le respondió: «que nada les faltaría, pues en breve esperaban de Buenos Aires, por tierra, todos los socorros en dinero, pólvora y bala». (16) La declaración no deja de ser importante dado que Iturbe tuvo una actuación directa y principal en la revolución. A estar por ella, tal como informó el agente portugués, el movimiento de mayo contaba con la ayuda o colaboración de Buenos Aires, acaso como una consecuencia de los contactos de Belgrano con los criollos paraguayos después de Tacuarí.
 
La nota que el gobierno provisional entregó a Abreu para Diego de Souza estaba fechada el 20 de mayo de 1811. Sus párrafos principales dicen así: «La adjunta copia instruirá a V.E. que lo capitulado con el comandante Belgrano se reduce a la promesa de no volver a hostilizar este Territorio. Con todas estas tropas, considerando los males funestos de una guerra civil y deseando por otra parte terminar enteramente por un arbitrio prudente y el más natural las diferencias ocurridas entre esta ciudad y la de Buenos Aires, se ha propuesto adoptar un sistema de buena armonía, unión y correspondencia para el comercio y la prosperidad de ambas provincias y defender la causa común sin subjugarse una a otra, supuesto que ambas reconocen al desgraciado soberano bajo cuyos auspicios vivimos, según manifiesta el bando mandado publicar a este fin y de que igualmente incluimos a V. E. cópia legalizada... No debiendo este sistema turbar la buena correspondencia y amistad con V.E., bien se desea comprehender que las intenciones del presente Gobierno y de la Provincia son el cultivar y continuar esta misma armonía y no sólo con V.E. sino también con todos los demás jefes y Pueblos de la dominación de S.M. Fidelísima en todo cuanto sea posible y compatible con los derechos y dignidad de esta Provincia». La comunicación terminaba solicitando armas y municiones. Sin aceptar el ofrecimiento portugués, el gobierno quedaba sumamente reconocido por las atenciones y generosa voluntad de Diego de Souza. (17)

El oficio estaba hábilmente redactado. La influencia del doctor Francia era patente. Así como no se reconocía superioridad a Buenos Aires, tampoco se admitía la de la S.M. Fidelísima y se expresaba el deseo de mantener con ambos armonía y correspondencia «en todo cuanto sea posible y compatible con los derechos y dignidad de esta Provincia». Era el sentimiento de independencia que dominaba el ambiente revolucionario. Para acallar y engañar a los españoles se hablaba todavía del reconocimiento del «desgraciado soberano bajo cuyos auspicios vivimos» (18)
 
El triunvirato escribió también al comandante de Nueva Coimbra, en el mismo sentido que a Souza. El gobierno provisional, en esta forma, afirmaba su posición. Nada de sujeción, ni de reconocimiento de los derechos de S.M.F., pero sí amistad y buena armonía con Portugal, en un plano de perfecta igualdad. La influencia de Velasco quedaba descartada, surgiendo la de los patricios. (19)

El 18 de junio de 1811 contestó Diego de Souza a la nota paraguaya del 20 de mayo. Se negó a satisfacer el pedido de armas antes de consultar con su corte. Y agregó: «Con todo si en el entretanto VV. SS. dando manifiestas pruebas de su adhesión y obediencia al Señor Rey don Fernando Séptimo y a los derechos de sus sucesores y de la señora princesa doña Carlota Joaquina de Borbón quisieran restablecer el gobierno autorizado por este Monarca en la persona del honrado y benemérito señor don Bernardo de Velasco, con las condiciones que juzguen útiles a esos pueblos, y la conservación de su propio decoro, reconociendo y ratificando al mismo tiempo de una manera permanente los derechos eventuales de la misma Señora Princesa, entonces pueden contar no sólo con los socorros especificados más arriba si que también con los de la tropa de esta Capitanía y de la de Matto Grosso, que prontamente asegurarán la integridad de ese país contra las agresiones con que alguna otra Provincia pretenda perturbar la estabilidad de esta resolución tan justa y tan conforme con las leyes de España». (20)
 
De esta vez Souza descorría el velo, claramente se refería no sólo a los derechos de Fernando VII sino a los eventuales de Doña Carlota Joaquina, los cuales, una vez reconocidos, los socorros solicitados vendrían de Río Grande y de Matto Grosso. La condición exigida por el jefe portugués no daba lugar a dudas. Por tanto, las tropas ni las armas no llegaron al Paraguay. Y Souza sabia muy bien lo que hacía, dada su fidelidad a la corte de Río de Janeiro y a las pretensiones de la Princesa.

De regreso de su comisión, Abreu llegó a San Borja, el 6 de junio, donde hizo a Francisco das Chagas Santos la «narración de todo cuanto aconteció y observó personalmente» en el Paraguay. Chagas elevó la exposición, tantas veces mencionada, a su superior inmediato, el general Diego de Souza, quien al retransmitirla al conde de Linhares, el 18 de junio de 1811, dice que en su presencia la confirmó Abreu, llegado el día anterior a Bagé. Con la misma nota, Souza remitió también al influyente secretario de Estado otros documentos referentes a la provincia y agregaba: «Lamento la suerte del Paraguay, que, no obstante sus primeras medidas va a caer tajo la inmediata dependencia de Buenos Aires, porque los gobernadores no adoptaron oportunamente mi recordado plan, para expulsar del territorio del Uruguay, ayudados de nuestras fuerzas, la jurisdicción de la Junta. El caso, sin embargo, tendría todavía remedio si yo tuviese dos mil hombres más, que destinase a restablecer el antiguo Gobierno, como mucho conviene a nuestros intereses, estipulando previamente algunas convenciones, ventajosas para nosotros». Con respecto al gobernador español su juicio era el siguiente: «Velasco es hombre de bien, pero está coaccionado, por cuyo motivo me mandó prevenir, muy particularmente, no diese crédito a los papeles que asignase, sino fuesen conformes con sus antiguos sentimientos de conservar aquel Gobierno bajo la dominación del Señor Fernando VII y sus sucesores, reconociendo luego los derechos de la Princesa Nuestra Señora». (21)

Souza tuvo una apreciación equivocada de los acontecimientos. El Paraguay no cayó bajo la dependencia de Buenos Aires y para ello no necesitó del auxilio portugués. Se sostuvo sólo y así consolidó su independencia. Velasco, sin duda, no era un hombre malo, gozaba de buena reputación, que se desvaneció después de la invasión de Belgrano. Y Souza confirmó, basado en los informes verbales de Abreu, los sentimientos «carlotistas» del último gobernador español, que no deja de tener su importancia en la trama del acontecer histórico del la época.

Con la nota del 20 de mayo, los patriotas habían expresado sin reticencias la orientación de independencia del nuevo régimen: no admitir interferencia extraña, fuese ésta de Buenos Aires o de los portugueses. Los contactos de Velasco con éstos, en quienes pretendió apoyarse para defenderse del movimiento revolucionario, quedaron comprobados con la carta dirigida por Carlos Genovés a Velasco y interceptada por Blas José de Rojas.

La comunicación vino a confirmar los contactos mantenidos por el gobernador con los portugueses, que con la misión del teniente Abreu conocióse en el ambiente revolucionario. Los complotados creyeron que Velasco entregaría la provincia «a una Potencia Extranjera», Portugal, lo que no iban a permitir aunque fuese a costa de los «mayores esfuerzos». De ahí el golpe de la noche del 14 de mayo que triunfó el 15, con la constitución de un triunvirato formado por Velasco, Francia y Zeballos. Este gobierno que juró el 16 de mayo, publicó al día siguiente un bando en el cual el sentimiento de autonomía quedaba claramente enunciado. Nada de cambiar de amo. No se engañen Buenos Aires y Portugal, interesados en someter a la provincia. El movimiento «no ha tenido por causa y por objeto entregar o dejar esta provincia al mando, autoridad o disposición de la de Buenos Aires ni de otra alguna; y mucho menos el sujetarla a ninguna potencia extraña; y que todos los nominados muy distantes de semejantes ideas no han tenido ni tienen otra que la de continuar con todo esfuerzo, haciendo los sacrificios que sean posibles, a fin de sostener y conservar los fueros, libertad y dignidad de esta provincia...» (22)

Era el lenguaje de la revolución, el de la «libertad», palabra mágica que en aquellas horas augurales tenía promisorias resonancias. Los patriotas soñaban con ella como un medio de liberarse de la hegemonía española, sin pensar que pocos años después, sería ahogada por el despotismo criollo. El documento no estaba de acuerdo con los sentimientos íntimos de Velasco, pero lo firmó acaso por debilidad o por valerse de un ardid para lograr la realización de sus maquinaciones. Sería de los que subscribió por la fuerza, como expresó al teniente Abreu cuando éste se despidió de él.

* * *

El 16 de enero de 1811, el secretario de Estado, Eusebio Bardaxi, desde la isla de León, sede del Consejo de Regencia, comunicó al marqués de Casa Irujo que debía «protestar solemnemente» por la entrada de las tropas portuguesas en los dominios españoles, «en el caso de que la Corte del Brasil se determine a ello por más graves, que sean los motivos qe. alegue para verificarlo: pues nunca puede haberlos para consentir semejante cosa, ni aun baxo pretexto de sujetar a los Revolucionarios de Buenos Aires...» (23)

Por su parte, el marqués de Casa Irujo transmitió esta orden a Velasco, el 8 de abril de 1811. Decía el diplomático español que por el ministro inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford, se había informado que el capitán general de Río Grande del Sur, respondiendo a un pedido de Velasco, había hecho marchar no sólo los 200 hombres solicitados sino 1000 con el objeto de cortar la retirada del ejército de Belgrano y que esas «Tropas Portuguesas se adelantaban a la demanda de V.S. para acabar con el Ex.to de los Insurgentes y que se retirarían aquellas Tropas luego que se les intimase que su presencia no era ya necesaria». El secretario de Estado, conde de Linhares, no le ha informado de este suceso y si el ministro inglés lo ha hecho, es porque quería que Casa Irujo protestase para apoyarlo y «vender a los de Buenos Ayres (cuyos intereses ha movido hasta aquí de un modo poco equívoco) la noticia de que ha hecho retirar las Tropas Portuguesas para protegerlos y salvarlos». Lord Strangford se condujo con él, respecto a la Junta de Buenos Aires, «con el mayor misterio». (24)

Casa Irujo agregaba que su situación era sumamente difícil y delicada. «Por una parte – decía – las órdenes de la Corte que acabo de recibir y de que tengo la honra de incluir a V.S. copia, son estrictas y terminantes, para q.e. oponga y aun proteste (como lo he hecho ya quando antes han manifestado alguna intención) contra la entrada de Tropas Portuguesas en el Territorio Español, por la otra si como afirma el Conde de Linhares el socorro ha sido pedido por V.S. de cuya fidelidad no puedo dudarse, con un objeto que basta echar una ojeada sobre el Mapa y algunas insinuaciones anteriores del Gov.or de Montevideo D.n Caspar Vigodet para reconocer este paso muy ventajoso: la cuestión parece ser ya diferente del modo como la há considerado la corte». Era «muy dudosa la buena fe» del secretario de Estado. El Príncipe Regente estaba muy alarmado por el progreso de los insurgentes de Buenos Aires, habiéndose, en consecuencia, «impartido órdenes para que las autoridades de las fronteras prestasen auxilio de Tropas, si se reclamase por los Gobernantes Españoles», con la «cláusula bien clara y explícita» de que esas tropas se retirarán una vez que su presencia sea innecesaria. Las circunstancias eran de perplejidad. Por eso Casa Irujo dejaba librado al «buen juicio» de Velasco la ejecución de la orden del Consejo de Regencia, recomendándole que «a todo evento V.S. se servirá despedir la Tropa Portuguesa con toda la prontitud que lo permita la seguridad de esa Prov.a, y las ventajas ulteriores, q.e las circunstancias puedan presentar, si V.S. no provehe en ello inconvenientes o malas consecuencias». (25)
 
Esta nota fue remitida por intermedio del oficial paraguayo Pedro Ortiz por vía Río Grande del Sur. Velasco no la recibió sino la Junta Superior Gubernativa. Esta respondió al ministro español el 26 de setiembre de 1811. (26 ) La nota, después de referirse a las informaciones transmitidas por Lord Strangford y a la orden del Consejo de Regencia «para no consentir de modo alguno la entrada de Tropas portuguesas a Territorio español», expresó que la comunicación había llegado oportunamente «por el íntimo enlace y conexión, q.e tienen con los negocios políticos del día». La provincia había cambiado de gobierno. Buenos Aires reasumiendo sus derechos creó una Junta e invitó a las otras provincias a enviar diputados para organizar el nuevo régimen. Velasco no aceptó la proposición y prefirió la guerra civil, que fue «escusada y dispendiosa» con su «quadro de males, ruinas y perjuicios». Velasco frustró las esperanzas con su actitud poco honrosa durante la invasión de Belgrano. Derrotado éste por la acción de los «patricios», protestó que no había venido a conquistar ni a subyugar a la provincia, haciendo «algunas proposiciones conciliadoras» para el envío de un diputado al congreso general, que unido a los demás del Río de la Plata «formase causa común para la seguridad y felicidad gral.» Velasco se mostró sordo a un avenimiento y se empeñó en fomentar la discordia y «se propuso, ó entregar esta Prov.a a los Portugueses, ó valerse de sus Tropas para tener más oprimidos, vejados tiranizados a sus habitantes, intentando de ese modo una traición a la Nación y al Rey, y una violación horrible de los D.ros de un Pueblo fiel y leal como el Paraguay. Esto es un hecho que no puede dudarse. El manifiesto adjunto publicado después de su deposición, las Copias de la Carta que en él se citan, y de otra el aviso que se tubo del Pueblo de la Cruz sobre la relación del Mayor Gral. Portuguez en S.n Borja y que también se acompaña: lo convencen suficientem.nte». Luego menciona la correspondencia cursada entre el gobernador español y el capitán general de Río Grande del Sur. Los documentos «persuaden sobradamente que entre Dn. Diego de Souza y Dn. Bernardo de Velasco habían otras inteligencias, y que el pretexto de auxilios dirigían sus líneas a otro centro. De este modo se atrajo Dn. Bernardo Velasco el común desprecio, y aún la abominación de la Provincia, qe. presintiendo sus nuevos males sin esperanza de remediar los pasados; se vió en precisión de hacer uso de sus Drchos. deponiendo a aquel Gobierno, que manifestándose inepto para su defensa, régimen y prosperidad la iba conduciendo a su última ruina. Tal fue el suceso de la revolución del día 14 de mayo y de la Junta Gral. de la Prova. que después se celebró». Inmediatamente después de la revolución se manifestó a Diego de Souza la disposición de la provincia de mantener armonía, amistad y correspondencia «con todos los Gefes y Paises de la dominación de S.M. Fidelíssima. Su contestación ha sido proponer la reposición de Dn. Bernardo de Velasco en el Gobierno, y el reconocimiento de los Drchos. eventuales de la Sra. Princesa Da. Carlota Joaquina de Borbón, ofreciéndonos para este caso Tropas contra las agresiones de otra cualquier Provincia. De esta calidad del reconocimiento de los Drchos. de la Sra. Princesa Da. Carlota, a que siempre há lihado (sic) Dn. Diego de Souza sus ofertas de Tropas y auxilios, y de su conducta en estos preparativos no menos que sus proposiciones y planes de ocupar todo el país del Uruguay y Paraná con todo lo demás apuntado deducirá mejor V.E. quales puedan haber sido sus miras e intenciones...». La entrada de Souza en el Uruguay habrá sido contra las reclamaciones de Casa Irujo. La provincia que ha jurado y reconocido los derechos de Fernando VII «no puede ver con indiferencia una invasión tan escandalosa. Su confederación con las otras Provincias del Río de la Plata y su situación misma, le precisarán a tomar medidas eficaces para su resguardo y seguridad, si el Gral. Dn. Diego de Souza no desiste de sus intentos». (27)

El extenso y minucioso documento consigna claramente que las relaciones de Velasco con Souza fueron las causas inmediatas de la revolución, que la inteligencia del primero con el segundo, al solicitar auxilios de éste por su ineptitud manifiesta para la defensa provocó el suceso del 14 de mayo. Igualmente señala con franqueza que al reconocimiento de los derechos eventuales de la Princesa Carlota Joaquina ligó siempre Diego de Souza su prestación de auxilios. Y como la provincia había jurado fidelidad a Fernando VII no podía ver con indiferencia la «escandalosa» invasión del Uruguay por el capitán general de Río Grande. De ahí también las «medidas eficaces» que la provincia tomará para, precaverse de Souza, si éste «no desiste de sus intentos». La revolución expresaba así, par conducto de su gobierno, que no sólo no aceptaba los derechos eventuales de la Princesa Carlota Joaquina sino que estaba resuelta a defenderse de una penetración de Diego de Souza. La fidelidad a Fernando VII era una cortina de humo que la Junta lanzaba para no molestar la susceptibilidad de Casa Irujo y neutralizar su posible reacción, si bien que, al ministro español no podría escapársele la tendencia netamente separatista de la revolución.

* * *

Numerosas son las notas de la Junta Gubernativa en las cuales se rechazan los derechos eventuales de la Princesa Carlota Joaquina y se afirma que el motivo ocasional de la revolución fue el peligro portugués. El 27 de octubre de 1811 decía el gobierno paraguayo al de Buenos Aires: «Muy lexos de halucinarnos con los Dros eventuales, los miramos como uno de los muchos medios inventados por la ambición y el despotismo para oprimir a los Pueblos débiles, incautos, ó imbéciles, y despojar a los hombres del libre uso de los más sagrados Derechos que les dio el Hacedor universal: Jamás podrá demostrase, que un hombre pueda privar a toda su posteridad de sus mas preciosos Dros. naturales, sugetandole perpetuamente a la dependencia de una raza, ó llamase Dinastia. Este es un mostruoso absurdo, y ya vé V. S.... qe. sería preciso suponerlo, para dar entrada y fuerza a los Dros. llamados eventuales.» (28)

Yegros, Cavallero y de la Mora, integrantes de la Junta Gubernativa en ausencia de Francia, decían al gobierno de Buenos Aires, el 25 de enero de 1812, que «una de las concausas que dieron impulso a la gloriosa revolución del 14 de Mayo anterior fue la natural rivalidad, y antítesis que hay entre ésta Provincia, y los Portugueses, que poco a poco han ido usurpando nuestros terrenos, haciendas de hasta, y los mas apreciables establecimientos de Minas con muerte de muchos vecinos: seria negocio molesto reducir a epílogo las hostilidades de los Mamelucos y Paulistas. » (29)
Pero la nota del 15 de febrero siguiente es más terminante y concreta. En ella expresaban los aludidos Yegros, Cavallero y de la Mora: «su aproximación (la de los portugueses) a nuestro Territorio, fué entre otras concausas la principal que dió impulso a la feliz revolución y cambiamento de esta Prova; pues a reserva de los antiguos tiranos, que querían llevar al cabo el sacrificio de nuestra sempiterna servidumbre y tragedia, todos los demás dignos Patricios y Ciudadanos miraron con horroroso aspecto el proyecto de confederación: que se pidiese auxilio a los portugueses; la entrada, que se dió, en esta Ciudad a los embiados, y la remisión de un Representante a la Capitanía general de Cuyavá y Matogroso. » (30)

Este testimonio es terminante. Categóricamente afirma, que entre las causas ocasionales que impulsaron a la «feliz revolución», la «principal» fue el peligro portugués, concretado en el pedido de auxilio a Souza, durante la permanencia de Abreu en Asunción, y el envío de un comisionado a Matto Grosso. Y quienes hacen esta afirmación no pueden ser controvertidos, ya que Fulgencio Yegros fue el adalid de la revolución y Pedro Juan Cavallero, el jefe inmediato del golpe del 14 de mayo. En otros términos, los autores directos del movimiento emancipador son los que sostienen y subscriben esta afirmación.

La cuestión portuguesa tuvo en el Paraguay curiosas y contradictorias derivaciones. Julio César Chaves las sintetiza acertadamente, cuando escribe en su magnífica libro, El Supremo Dictador: «En el congreso del 24 de julio las autoridades españolistas se valieron del pretexto portugués para levantar un ejército que defendiese a la provincia y que combatió, no con los portugueses, sino con los porteños. Un tiempo después, las mismas autoridades españolas requirieron el auxilio de las fuerzas portuguesas. Los patriotas, por su parte, se levantaron para impedir la entrega de la provincia a los portugueses, pero triunfantes no hesitaron en pedir armas y municiones a los supuestos conquistadores.» (31)

Los españoles no se resignaron con el triunfo de la causa revolucionaria. El Coronel Pedro Gracia, disconforme con la nueva situación, decidió abandonar clandestinamente la provincia, refugiándose en los dominios portugueses de Matto Grosso. Gracia era comandante político y militar de la Villa de San Pedro de Ycuamandiyú (32) [Ykuamandyju] y había desempeñado un papel importante en los últimos tiempos de la administración de Bernardo de Velasco. Cuando éste, después del congreso del 24 de julio de 1810 partió de Asunción hacia la zona del Paraná, dejó en su reemplazo a Gracia quien en Paraguarí comandó el centro de las fuerzas que batieron a Belgrano. También estuvo presente en la victoria de Tacuarí. Según Manuel Pedro de Peña, el Coronel Gracia era enemigo de la revolución argentina del 25 de mayo y partidario del españolismo, estando «ligado íntimamente con los cabildantes» (33), que formaban el grupo hispánico reaccionario.

Días después de la revolución Gracia abandonó la provincia, dirigiéndose al norte. El 27 de mayo cruzó el río Apa con dirección a Miranda. (34) La orden de prenderlo antes de pasar la frontera llegó tarde. (35)

El gobierno paraguayo, sin descuidar su correspondencia con Matto Grosso, mantenía sus recelos contra los portugueses del norte, José Vicente Urbieta comisionado para entregar comunicaciones oficiales en Miranda, recibió órdenes que con ese pretexto inspeccione «aquella fortaleza» y observe «el mobimento de los Lucitanos.» Urbieta fué tratado con toda deferencia por las autoridades de Miranda, permitiéndosele ver y observar la tropa, los armamentos y las fortificaciones del fuerte. La guarnición se componía de 221 soldados. El comandante expresó al comisionado paraguayo; «que en otros tiempos havian estado con poca jente, y sin preparatibo alguno por la mutua union y alianza en defender una misma causa, pero que en el día el Gral. havia reforzado las guardias por haver llevado el Corl. dn. Pedro Gracia la noticia de que la Asunción del Paraguay estaba sujeta a la junta superior de Buenos Aires, y que con este motibo tuviesen por cierto, que en breve se dirigirian los Paraguayos contra ellos. Asi mismo que lo auxiliase habia suplicado el dho. Corl. con quinientos hombres, y demas necesarios para tomar los puntos de Villa Rl. e Yquamandiyú, ambos importantes, a S. M. fidelisima, pero el Gral. unicamte. habia ordenado se procurase la paz y la union con los Españoles fronterizos, y en los casos de ser imbadidos defender unicamente el puesto.» (36)

La intriga de Gracia estaba bien orientada, buscando una reacción de los portugueses, que no podían mirar con indiferencia la sujeción del Paraguay por Buenos Aires y con la agravante de que anunciaba un ataque a los dominios de S. M. F. Ambas afirmaciones eran falsas y los propios portugueses no le atribuyeron importancia, como se desprende de la actitud pacífica que asumieron. Urbieta desvaneció esas imposturas, manifestando al comandante de Miranda que tanto la capital de Asunción y la mente de su «sabio y superior Gobierno» no intentaban «separarse del sistema antiguo en orden a conserbar los legítimos Dros. del Señor Dn. Fernando 7º y en su virtud de ningn. modo sujetarse, á la Junta de Buenos Ayres y que las noticias comunicadas pr. el expresado Corl. eran indignas de aceptación por opuestas, a los comprobantes, que habia puesto en manos de él. En vista de esto se significó muy satisfecho, y grato, comunicando en él mismo día esta noticia al Gral de Matogroso á fin de extinguir la sizaña que se habia sembrado entre ellos». (37)

El 11 de junio de 1811 Gracia llegó a Coimbra. Le acompañaban los capitanes Juan Antonio Ferreira, su cuñado, y Agustín Segundo Gracia, su hijo, el Teniente José Antonio Ferreira y los soldados Agustín Ribas, José Domingo Barrios, Francisco de Paula Barrios y José Domecq. En el Paraguay dejó su esposa e hijas. Se proponía llegar hasta la corte de Río de Janeiro. Las autoridades portuguesas de Matto Grosso, Goyaz y Minas Geraes atendieron cordialmente a los fugitivos, facilitándoles, a cuenta del erario real, todos los medios para su traslado a la corte, sin perjuicio de observarles cuidadosamente por el recelo mutuo que existía entre españoles y portugueses. (38)

Desde Sabará, Basilio Teixeira Cardozo de Saavedra Freire informaba al conde de Palma, que Gracia no era sospechoso y que por el contrario era «muy fiel a la causa de su legítimo Soberano el Señor D. Fernando. 7º y a nuestra Augusta Princesa la Señora D. Carlota, como inmediata sucesora y legítima Regente de los Estados de dicho Señor Rey, a falta o impedimento del mismo Señor y sus sucesores, descendientes y hermanos varones, siendo éste el motivo verdadero, que le obligó a buscar la Corte del Brasil, en el estado revolucionario en que se encontraba la Provincia del Paraguay, cuando su salida; esta es lo que él publica y dice, y me parece concorde con todas las largas conferencias que mantuve con él; por tanto, hasta me parece, que lejos de ser sospechoso, puede ser útil para el conocimiento que se desea de aquel país. » (39)
El conde de Palma confirmó el anterior informe en su comunicación al conde de Linhares, fechada en Villa Rica, el 20 de diciembre de 1811, en la cual afirmó, después de una larga conversación con Gracia, que éste parecía ser «un hombre sensato y sinceramente aferrado a la causa de los verdaderos patriotas», para agregar textualmente; «reconoce los Derechos eventuales de la Princesa Nuestra Señora, a la Corona de España, se muestra admirador de las buenas cualidades del Virrey Elío, deplorando, sin embargo, la última Convención hecha entre éste y la Junta de Buenos Aires, porque reconoce la falta de buena fe de la misma Junta, la cual quiere solamente ganar tiempo, para obtener fuerzas y por ese medio destruir de una vez el partido de dicho Virrey que defiende la buena causa.» (40)

* * *

Portugal no insistió en su intento de apoyar al Paraguay con sus tropas. Libre este país de la dominación de Buenos Aires, ya no fue preocupación de la Corte portuguesa. La política lusitana perseguía que el Paraguay no cayese bajo la hegemonía argentina y esa política fue seguida con firmeza por el Brasil. Era un medio de evitar la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata. La Corte portuguesa y después el imperio del Brasil no pusieron en tela de juicio la independencia del Paraguay, una vez producida su separación definitiva de España y de Buenos Aires. El Brasil fue de los primeros países que la reconoció y cuando el dictador Rosas, la desconoció, el imperio instruyó a sus representantes en América y Europa para que gestionasen el reconocimiento de la independencia del Paraguay. (41)

El «carlotismo» en el Paraguay sólo encontró apoyo entre los españoles. Los patriotas no admitieron ni reconocieron los derechos eventuales de la Princesa de Portugal. En la Argentina, en cambio, los patriotas, encabezados por Belgrano, fueran los que buscaron a doña Carlota Joaquina para instaurar con ella una monarquía constitucional con tendencia independentista. Este intento se desvaneció después de los sucesos del 25 de mayo de 1810.
 

NOTAS
 
1. Julio César Chaves. Belgrano en el Paraguay. La Plata, 1960, páginas 34 y 35.
 
2. Informe cit.
Wisner. ob. cit., pág. 28.
Cardozo, ob. cit., pág. 378.
 
3. Wisner, ob. cit., pág. 28.
 
4. Báez, ob. cit., págs. 134 y 135, Cavallero a Velasco, 15 de mayo de 1811.
 
5. Ramos, ob. cit., pág. 17.
 
6. Ib. Ib.
 
7. Informe cit.
 
8. Báez, ob. cit., pág. 131. Velasco a Cavallero, 15 de mayo de 1811.
 
9. Informe cit. Según Chaves, el Mayor de la Plaza Cabrera seria «probablemente el mayor Juan de la Cuesta, lugarteniente de Velasco que huyó del campo de Paraguarí». Vide: La Revolución Paraguaya de la Independencia. Relato y Biografías de los Próceres. Introducción, comentarios y notas de Julio César Chaves. Editorial Asunción, 1961, pág. 36.
La Nota dirigida a Velasco que llevó Vicente Ignacio Iturbe estaba firmada sólo por Pedro Juan Cavallero.
 
10. Informe cit.
 
11. Refiriéndose al movimiento de mayo, Chaves anota: «Poco o nada ha quedado escrito sobre aquel suceso transcendental. De todos los que actuaron sólo Molas y Somellera dejaron unas cortas líneas. Fue providencial que el teniente José de Abreu estuviera esa noche en Asunción; su extenso informe, publicado por primera vez por Cecilio Báez, es el único testimonio con que contamos para reconstruir el golpe del 14 y 15». La Revolución..., cit., nota 19, pág. 35.
H. Sánchez Quell. Estructura y función del Paraguay colonial. Buenos Aires, 1944, Cap. VII.
Efraím Cardozo. La revolución de la independencia. La República del Paraguay en su Sesquicentenario 1811-1961 de Raúl Monte Domecq. págs. 33 y sgts. Id. Id. Afinidades entre el Paraguay y la Banda Oriental en 1811. Montevideo, 1963, págs. 22 y sgts.
 
12. Informe cit.
 
13. Inf. cit.
 
14. Inf. cit.
 
15. Inf. cit.
 
16. Inf. cit.
 
17. Báez, ob. cit., pág. 145.
Ramos, ob. cit., pág. 18.
 
18. Ramos, ob. cit., pág. 19.
 
19. Ib. Ib.
 
20. Revista do Archivo Público do Río Grande do Sul, N12 páginas 35 y 36.
Báez, ob. cit., pág. 146.
Ramos, ob. cit., págs. 19 y 20.
 
21. Informe de Abreu cit., Extracto de la nota del 18 de junio en el Archivo Histórico de Itamarati, Lata 181, maço 6. Copia en nuestro poder por gentileza de Helio Vianna.
 
22. El Paraguayo Independiente Nº 1. Asunción, 26 de abril de 1845.
Carlos Antonio López. La emancipación paraguaya. Asunción. 1942, página 38.
 
23. Benjamín Vargas Peña. Paraguay – Argentina. Buenos Aires, 1945, página 76.
 
24. Ib. Ib., págs. 73 a 76. Casa Irujo a Velasco, Río de Janeiro, 8 de abril de 1811.
 
25. Ib. Ib. Nota cit.
 
26. Vargas Peña, ob. cit., págs. 81 a 85. La Junta Gubernativa a Casa Irujo, 26 de setiembre de 1811. El oficio esta subscrito por Yegros, Francia, Cavallero y de la Mora. La firma de Bogarín no aparece.
 
27. Ib. Ib., nota cit.
 
28. Vargas Peña, ob. cit., pág. 90. La Junta Gubernativa al Triunvirato de Buenos Aires, 27 de octubre de 1811. Ver también notas del 25 de enero de 1812, pág. 111 del
 
29 de enero de 1812, pág. 113; del 15 de febrero de 1812, pág. 127. Sólo en la primera aparece la firma de Francia, las tres ultimas, en ausencia de éste de la Junta, están subscriptas por Yegros, Cavallero y de la Mora.
 
29. Ib. Ib., pág. 110. La Junta Gubernativa al gobierno de Buenos Aires, 25 de enero de 1812.
 
30. Ib. Ib., pág. 126. La Junta Gubernativa al gobierno de Buenos Aires, 15 de febrero de 1812. Lo subrayado es nuestro.
 
31. Chaves, El Supremo..., cit., pág. 106.
 
32. Molas, ob. cit., pág. 105.
 
33. Molas, ob. cit., pág. 153.
 
34. A.N.A. Vol. 3.406. N. E. Francisco de Quevedo al triunvirato, Villa Real, 15 de junio de 1811.
 
35. Ib. Ib. Ib. Santiago Cavallero a Francisco de Quevedo, Arroyo Cane, 12 de junio de 1811.
 
36. A.N.A. Vol. 2.406 N. E. José Vicente Urbieta a Juan Manuel Gamarra, Villa Real, 3 de setiembre de 1811.
 
37. Nota anterior cit.
También Bernardo Velázquez fue comisionado a llevar oficios al fuerte de Miranda. Su informe coincide con el de Urbieta. Ver nota a Gamarra, fechada en Naranjaty, el 12 de setiembre de 1811. Archivo Nacional de Asunción, Vol. 3.406 N. E.
 
38. Instituto Histórico y Geográfico Brasileño. Documentos relativos a la llegada y viaje del coronel Pedro Gracia, Lata 117 – Mss. 2052.
 
39. Ib. Ib. Ib. Nota del 17 de diciembre de 1811.
 
40. Ib. Ib. Ib.
 
41. R. Antonio Ramos. O Brasil e a independencia do Paraguai. Revista Brasileira de Política Internacional Nº 9. Río de Janeiro, março de 1960.
.
 
 
 
Fuente:
 


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)


 




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