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WASHINGTON ASHWELL (+)

  GENERAL PATRICIO ESCOBAR. GUERRERO, DIPLOMÁTICO Y ESTADISTA - WASHINGTON ASHWELL - Año 2011


GENERAL PATRICIO ESCOBAR. GUERRERO, DIPLOMÁTICO Y ESTADISTA - WASHINGTON ASHWELL - Año 2011

GENERAL PATRICIO ESCOBAR

GUERRERO, DIPLOMÁTICO Y ESTADISTA

WASHINGTON ASHWELL

Prólogo de JULIO CÉSAR FRUTOS

Editorial MEDUSA

Diseño de tapa: FRANCISCO AQUINO ZAVALA

Pinturas : Prof. DIANA SEKATCHEFF

Asunción – Paraguay

2011 (205 páginas)

 

 

PATRICIO ESCOBAR, PATRIARCA DE LA PARAGUAYIDAD.

JULIO CÉSAR FRUTOS

 

         La obra General Patricio Escobar, guerrero, diplomático y estadista, rescata una inmensa documentación inédita del General Patricio Escobar, producida durante y posterior a la Guerra de la Triple Alianza que supera largo el centenar de cartas, oficios, actas y folletos que permanecían ocultos y son hasta hoy inéditos.

         De una buena parte de esta valiosa documentación el doctor Washington Ashwell hace una exégesis amena, interpretándola con prudencia, como ya es habitual en su estilo de descripción desapasionada, pero en este tema siempre conflictivo, lo hace con mayor celo. La obra de Ashwell está llamada a constituirse en una fuente insustituible de consulta de quien quiera bucear en aguas profundas en aquel suceso trágico y desgraciado que fue la Guerra de la Triple Alianza. Ella nos abre la posibilidad de conocer el pensamiento escondido de Pedro II, Mitre, Sarmiento, Pimenta Bueno, Paranhos, Tamandaré entre otros y las actitudes que ellos tuvieron con respecto a sucesos de la guerra, en la cual estuvo en diversas ocasiones el consejo y la influencia que tuvo el general Patricio Escobar en cada hecho que lleva el signo de su inspiración propiciatoria. Siempre aquella iniciativa de Escobar tuvo el norte de lograr la paz honrosa entre los involucrados en la guerra, los Aliados y el Paraguay, que hace suponer  constituía el propio y genuino pensamiento del Mariscal López en el curso de la guerra.

         Esta obra constituye una notable y esperada aireación documental inédita y notable que conforma un manantial de hechos que en gran medida gira alrededor de un actor notable y desconocido de la guerra, el general Patricio Escobar, de un intenso trajinar que se centraliza en el campo de la diplomacia de la guerra, paralelo a los actos de su condición de guerrero.

         El rol hasta hoy desconocido que cumplió Patricio Escobar durante la guerra y en el tiempo que estuvo prisionero en Rio de Janeiro es la materia atractiva de esta original obra fundada estrictamente en fuentes documentales de primera mano, que supera hasta la imaginación del fabulador, por tratarse de hechos, actos y sucesos desconocidos en la que fueron protagonistas los propios actores de la guerra, tanto de los Aliados y del grupo del anillo de influencia de Solano López, o del propio Mariscal que tenía por confidente al General José Eduvigis Díaz y al general Patricio Escobar, éste último que concluyó la guerra en Cerro Corá.

         Apropósito, es de adelantar en este prólogo, un hecho desconocido, que el Mariscal como uno de los últimos actos de su vida, designó su sucesor presidencial, al general Patricio Escobar, conocedor de que su fin en este mundo ya era de horas más horas menos, y es de suponer lo hizo al conocer la alta estima y prestigio de la que Escobar gozaba con los máximos referentes de la política regional, Pedro II y Sarmiento. Era de suponer, en el claro pensamiento que Solano López tuvo al final de la guerra que Escobar era el más y mejor llamado a salvar la patria de los tiempos tormentosos que vendrían.

         La aparición coincidente de esta documentación con otra no menos valiosa, las memorias y el diario de guerra del mariscal Francisco Solano López, editadas por el que suscribe este prologo, conforman ambas un cuerpo coherente capaz de comprender e incluso replantear algunos constructos aparentemente sagrados sobre el origen, las causas aparentes y las reales, así como el desarrollo mismo de la guerra contra la Triple Alianza.

         La obra de Washington Ashwell depara sorpresas por cuanto documentos y hechos aparecen por primera vez y pasan a constituir fuente original, exhibida francamente, aunque algunas de ellas van a constituir elementos contradictorios a algunas afirmaciones de los más reputados historiadores nacionales y extranjeros, sostenidas por mucho tiempo como verdades intocables.

         Es necesario afirmar en este sentido que la obra de Aswhell, que se publica está destinada únicamente a colaborar a descubrir la verdad histórica, en este tema tan intrincado que hasta las cancillerías de los gobiernos involucrados repiten con insistencia que los archivos permanecerán cerrados a la investigación histórica, como desconociendo que la guerra ha concluido el uno de marzo de 1870. Y que la historia de las naciones, como disciplina de las ciencias sociales, debe ventilarse diariamente para que su dinámica resulte la comprensión de los errores cometidos y la posibilidad de superarlos. Seguir con el ocultamiento de Itamaratí es un desafío incomprensible a la razón, y solo logra la reconstrucción ahistórica del mito de la caverna de Platón en la que solo estamos viendo una sombra de lo que fue aquella guerra de exterminio hacia un pueblo que quiso mantenerse al margen de las querellas internas que asolaban el panorama rioplatense.

         Y esa costumbre de ocultamiento documentario no tiene actualmente sentido en un tiempo que los países de la Triple Alianza y el Paraguay están abocados a construir una cooperación y armonía en el campo del desarrollo social y económico, el desafío mercosuriano. Debiéramos aprender de los romanos que señalaban que la verdad es dura quizá pero es la verdad, y en el caso de los paraguayos, que somos quienes hemos sufrido la pérdida territorial, el vejamen, la violación y degüello en la guerra, nos da la sensación que ese ocultamiento de los tratados de 1857 y 1865 entre otros, continúan vigentes frescamente con un colorido distinto obviamente.

         La obra tiene como dijimos diversos aportes y descubrimientos originales. Mediante ella nos enteramos que a la guerra del Uruguay debía seguir la del Paraguay, que perdonar la vida a López sería un desatino imperdonable según Mitre, que al Paraguay había que convertirlo en polvo y que el sueño de Mitre era llevarlo a López atado a los pies de su caballo como pieza rara según el mismo civilizador, y que López debía ser ajusticiado como en la Revolución Francesa. En esta obra se descubre, en fin, que en el Brasil había una corriente más conciliadora (Pimenta Bueno) con quien hubo cierto diálogo y hasta tregua en la lucha, aunque otros brasileros más poderosos en la pirámide del poder hicieron de la guerra una cacería, el degüello sistemático, el incendio y la violación de mujeres indefensas.

         La obra nos permite descubrir que fue el General Patricio Escobar el primero que reclamó al Brasil o mejor al Emperador la devolución de los documentos sustraídos de nuestros archivos, y que fue el hombre de una probidad notable que tuvo una singular ética más patriotismo para rechazar canongías, condecoraciones, embajadas y otras sinecuras, en un ejemplo paradigmático de probidad y dignidad humana.

         La obra también nos lleva a la demostración palpable que como lo advirtió Alberdi, la Argentina erraba el camino al pactar con el Imperio. Y demuestra que ante la inflexibilidad del Imperio, hubo excepciones, de quienes no llevaban la cuestión al extremo máximo en que concurría Pedro II y otros.

         Asimismo, se descubre un Sarmiento que deberá ser objeto de una paciente revisión que descubra quizá que sobre el lenguaraz que quería terminar con la nacionalidad paraguaya en el vientre de cada paraguaya, había otro hombre que supo escuchar el consejo del General Escobar y disponer el retiro anticipado de la guerra por parte de la Argentina. Descubrimos también que fue Sarmiento quien dió a la guerra su definición más exacta, cuando dijo que aquello ya se había convertido en una "cacería humana" y abogaba dentro de lo posible su conclusión. Cacería como lo adelantó Sarmiento que solo se calmó con el asesinato en una misma mañana del valiente y solitario General Roa, del vicepresidente octogenario Sánchez en su propia carreta de enfermo, del coronel adolescente que no quiso rendirse Panchito López que cuidaba el carruaje de su madre y hermanos menores y con la flagelación del Mariscal López el uno de marzo de 1870. Allí muy cerca de todos estos hechos estuvo el Grande General Patricio Escobar, el Patriarca, calificativos usado por el Mariscal, y esa es la razón que la presente obra y las que se publicaran posteriormente con la misma fuente documental supera en mucho a las realizadas en nuestro medio con anterioridad.

         Patricio Escobar fue calificado por don Manuel Gondra, como el hombre más bondadoso que se pueda conocer, un hombre que sabiendo él mismo la estimación que le profesaba Pedro II y Sarmiento entre otros jamás utilizó su prestigio personal para obtener beneficio personal, todo lo que hizo en su vida pública, fue buscar beneficios para su patria, demostrando en su desconocida faceta, una humanidad y una patriotismo sin límites. Hoy los paraguayos nos enteramos mediante esta obra que la escuadra y el ejército brasileño no actuaron en la batalla de Curupayty por estar pendiente un planteamiento de paz realizado por el General Escobar al ejército aliado en una negociación que lamentablemente no prosperó. Ante dicha solicitud de paz recibida, acogida y alentada por el Ministro Pimenta Bueno y el Almirante Tamandaré, jefe de la escuadra próxima a hacer vomitar sus cañones sobre las trincheras de Curupayty, determinaron un cese del fuego hasta que desde Itamaratí volviera la respuesta a la propuesta del General Escobar. Lo que ocurrió en Curupayty, la suspensión del fuego, una valiosa tregua, demostró que en el Imperio existían dos tendencias o criterios para el manejo de la guerra. La respuesta de Itamaratí que volvió once meses después, fue en el sentido, que la guerra continúe sin pausas, señalando una constante, desde que existía otro segundo propósito para el Imperio, en el sentido que la guerra debía servir además para la disminución del colectivo de la gente de color, como lo expresara el canciller Pimenta Bueno, exponiendo el pensamiento de Pedro II en una carta al Mariscal López.

         La realidad sea dicha, y esta obra lo demuestra, que las propuestas de una paz honrosa que surgían desde el Paraguay chocaban con la exigencia, aviesamente excluyente, que ella podría darse en el único caso que el Mariscal López renunciara de la presidencia y el mando del ejército, con lo que los Aliados quedaban dueños del poder, los limites, la geografía y todo lo que existía en el Paraguay. Esa renuncia previa que se exigía a Solano López, era la forma de decir, que los Aliados no quisieron la paz, sino la continuidad de una guerra, sobre todo por la filosofía genocida de disminuir la gente de color en el Brasil. Como bien lo dice Escobar en una de sus obras, tanto el Imperio y la Argentina resolvieron sus problemas internos con la guerra del degüello, el incendio de hospitales, la violación de mujeres y finalmente la ocupación del territorio hasta 1876.

         La renuncia previa de Solano López para negociar la paz, era la prueba que dijeron la verdad el canciller Toribio Pacheco y los del Pacifico, que los Aliados inauguraban en América la política de injerencia, la quiebra del equilibrio de países y de hacer una guerra para cambiar un gobierno con una guerra, un crimen al derecho internacional. Una guerra no se puede justificar con el incidente del Marqués de Olínda, que como se sabe fue una represalia a hechos desdorosos ocurridos en el mismo tiempo.

         Este tipo de informes, cartas, relaciones, pactos y anécdotas y conclusiones surgen de la profusa documentación de la Colección Patricio Escobar presentada en la obra del doctor Ashwell, y en la otra presentada en la misma ocasión, la Memoria de guerra del Mariscal López, no harán sino dar nuevas pistas de investigación para descubrir la verdad de aquella guerra, a partir de fuente documental paraguaya.

         Esta obra, sin herir la modestia del autor constituye el corpus documental más completo y documentado sobre el tramo trágico e inhumano de los sucesos de la Guerra de la Triple Alianza, documentos que si estuvieron aviesamente ocultos, como parece serlo, fundaron o alentaron un antilopizmo cerril, ideologizado, que no se compadece con la verdad de los hechos, y con el derecho que tienen los pueblos en conocer la autentica verdad de los sucesos que como la guerra de 1864 - 1870, fueron la piedra millar de su destino y su pobreza.

         Debo decir en mi función dé prologuista, dos palabras sobre el general Patricio Escobar, que conforme la documentación que se publica aparece como el gran canciller durante la guerra, se debe señalar que todo cuanto hacía, llevaba el acuerdo y aprobación irrestricta del Mariscal Presidente Francisco Solano López. Lo que quiere decir que ambos buscaban la paz honrosa, digna, no la que se mendiga sino la que se obtiene por acuerdo ante tanta sangre derramada, de que Solano López y Patricio Escobar, estuvieron luchando desde la entrevista de Yatayty Corá en setiembre de 1866, y en muchas circunstancias posteriores.

         Digamos hoy que una cosa fue la guerra en tiempos de Mitre y otra en tiempos de Sarmiento. Este libro deja abierta otra perspectiva de análisis, diferente, en todo caso que estamos a hora cero de una investigación profunda y seria para descubrir la verdad histórica y de ser necesariamente justo al adjudicar las responsabilidades públicas respectivas, La obra será de suma utilidad para quienes, como el que suscribe este prólogo, que afirma que la espada de López se desenfundó por y para la libertad de un pueblo rodeado de gigantes ambiciosos, que salió de su vaina para defender un principio, el de la igualdad de las naciones, y que la mediterraneidad no era casus belli, ni la razón para que sus importaciones o exportaciones, sufran el calvario del acceso al mar, como sigue ocurriendo en pleno Siglo XXI , al punto que algunos ya dudan de la eficacia institucional del Mercosur. Esta obra de Ashwell tiene en este sentido una oportunidad palpitante, que la deuda histórica que tuvo origen en el secreto y la penumbra de tratados ruines que fueron los instrumentos que nunca honrarán a sus autores, por lo que por lo menos sea reconocida la culpabilidad de los Aliados como lo manifestara hace unos días el presidente del Uruguay en una visita fugaz al Paraguay o la presidenta de la Argentina que calificara la guerra como de la Triple Infamia, al inaugurar un regimiento en la Argentina con el nombre del Mariscal Francisco Solano López iniciando así una vía de la amistad entre los pueblos rioplatenses. En realidad ese proceso de amistad se ha concretizado de diversas maneras materiales, las hidroeléctricas de Itaipú y Yacy Reta, sean quizá sus manifestaciones materiales más sensibles, y aunque hayan sido obras iniciales de sistemas autoritarios, corresponden a las democracias darles su sentido de equidad y justa distribución de beneficios. Ese sentido de equidad y trato basado en el derecho ya estuvo presente en el ideal de Juan Bautista Alberdi, o de el canciller Pimenta Bueno, o de Guido Spano o los caudillos provincianos de la Argentina que se negaron a concurrir al incendio de la guerra injusta.

         La presente obra es una verdadera biografía política, de dos personas, el General Patricio Escobar y el Presidente Francisco Solano López, sobre un tramo de su existencia, que es la lectura que surge de la pluma documentada como es habitual en Washington Ashwell. Esa afirmación surge del hecho que en ningún caso el Presidente López, que conocía día a día la función y el rol de Escobar, lo sustituyó o trató de contradecirle, al contrario lo alentó y le llenó de homenaje y condecoraciones y hasta lo designó sucesor Presidente de la República en el último decreto, para el caso que pasara a otra vida. Es decir, que mucho o todo lo que el general Escobar hizo en el tramo de la guerra como diplomático de la paz, es pensamiento genuino del Mariscal López. La gran simpatía que Escobar gozaba entre los máximos referentes, argentinos, brasileños y uruguayos, hacia necesario su participación brillante como fue en la búsqueda de una paz honrosa que lamentablemente no la pudo conseguir. No consiguieron porque las diferentes razones de la guerra en el caso de Argentina y Brasil, pese a ser distintos, se uniformaban ante el pedido irrestricto que López previamente renunciara a la Presidencia para iniciar la negociación, implicaba secretamente una rendición y claudicación que podía conducir a la perdida incluso de la condición de Estado autónomo y soberano. Porque una guerra internacional puede hacer disminuir o amenguar la soberanía de un estado, pero nunca hacerla desaparecer para siempre. Después de la guerra de la triple Alianza, el Paraguay quedó con una población disminuida en un setenta por ciento, y un desfase sexual donde el factor femenino era de cinco a uno con respecto al masculino, en consecuencia la mujer desempeñó labores agrícolas para el sustento familiar. La reconstrucción lenta y fatigosa duró unas dos décadas, pero el Estado paraguayo ganó el estatus de una entidad que había salvado la independencia con aquellas miles de víctimas de la violencia propia de la guerra, mas el degüello y el cólera. Prestigiosos historiadores opinan desde entonces, que el 1 de marzo de 1870 culminó el proceso de la lucha por la independencia.

         Para concluir este prologo, me parece oportuno aportar una documentación valiosa sobre la personalidad de Patricio Escobar que se resume en el pensamiento de Manuel Gondra , que se trascribe a continuación, un reportaje realizado en 1911, para ser publicado en la prestigiosa Revista del Instituto Paraguayo, que por motivos desconocidos no la publicó. A continuación la entrevista que hiciera el presidente Gondra al ex presidente Patricio Escobar, que dice así:

        

         “El general Escobar lleva hecho cuatro libros, a los que va unido éste, para el cual estoy realizando el posfacio crítico. No es difícil encontrar en el mundo, militares literatos, pues, quien más quien menos, entre ellos, han sido buenos escritores, pero no siempre literatos. Escribir, desde luego, no significa ser literato. Todos escribimos. Pero hay quienes lo hacen con el cuño de su propia personalidad, como en este caso. Porque Patricio Escobar une a su personalidad de guerrero y estadista, la sensibilidad del escritor, y por otra parte, una construcción acabada de los hechos. Hombre extremadamente modesto, motivo por el cual, (la modestia) impide hasta la fecha la edición de los cuatro libros al que va unido este, A esta modestia, va unida una bondad impoluta, casi inhumana, porque es difícil encontrar hombres de tanta bondad y es seguramente, Patricio Escobar, el hombre más bondadoso con quien cualquiera o alguien puede topetarse en tierra paraguaya. Manuel Gondra",

 

         La amistad, pese a la diferencia de edad, que Gondra sostenía con el general Escobar, lo llevó a que le sometiera a un reportaje extenso sobre temas de interés general, era el tiempo que el joven Gondra se desempeñaba con éxito en el periodismo. De gran utilidad el reportaje al abordar aspectos desconocidos y nunca abordados además. Cien años después, publicamos parcialmente dicho reportaje, al no perder vigencia la originalidad de los temas expuestos. Las preguntas son de Manuel Gondra.

 

         M. Gondra: Los miembros del Instituto Paraguayo queremos saber algo de su vida. Díganos en qué año se inició en el servicio público.

         P. Escobar: En verdad, yo estuve en servicio público desde muy joven. Cuando nos mudamos a la Asunción desde el lejano paraje de Caaguy Yuru, en San Estanislao, mi padrino el señor Presidente don Carlos Antonio López, me había dado un trabajo en el Correo y creo que fue allá por 1856.

         M. Gondra: Y, díganos; como era el hombre Carlos Antonio López.

         P. Escobar: Ah, era una buenísima persona. En verdad yo no puedo referirme a su vida intima, porque no me corresponde, pero si a la pública. Es cierto que algunas veces andaba malhumorado durante días, pero quien no se pone malhumorado de vez en cuando. Era eso si un magnífico conversador muy cueto y muy sagaz. Y sobre todo una persona que vivía demasiado quebrantado por su pueblo, aspecto que no he hallado en otro gobernante.

         M. Gondra: Es fama que mandó al paredón a muchas personas durante su gobierno, que puede decirnos al respecto.

         P. Escobar: Es cierto. El Presidente López había enviado al paredón a siete personas, y no a más. Cualquier historiador que aumente esta cifra miente. Y fueron hechos de delito común, pero que su gobierno no tuvo opositores ni oposición.

         M. Gondra: Que piensa Ud. de su catecismo y de su constitución.

         P. Escobar: No puedo responder a su pregunta por dos motivos, lo primero que cuando ellas se promulgaron era yo muy joven, y lo segundo nunca en esa época había sido político, y hombre derecho, lo cual me invalida para darle una respuesta.

         M. Gondra: Es fama que el Mariscal tomó el poder por un golpe de estado, es cierto eso.

         P. Escobar: He escuchado mucha veces ese cuento, pero no, no es cierto, es enteramente falso. El Mariscal no necesitaba de una cosa semejante para afianzarse en el poder, es más, quien otro podría sucederle a Don Carlos. El pueblo, ese mismo pueblo que votó por el no conocía a otra persona.

         M. Gondra: Como fue la administración de Solano López

         P. Escobar: Fue buena, como toda administración en época de paz, y sí se la maneja con inteligencia y con decencia.

         M. Gondra: Que piensa Ud. de la guerra en conjunto.

         P. Escobar: En mis libros ya tengo reflejado todo mi pensamiento que puede reflejarse en los siguientes términos. El Mariscal tuvo dos serios errores, el primero la campaña ofensiva en Matto Grosso, Corrientes y Uruguayana y la segunda Tuyuty el 3 de noviembre de 1867. Si no hubiéramos tenido esos tropiezos, el Paraguay hubiera ganado la guerra una y mil veces.

         M. Gondra: Que piensa Ud. de la Conferencia de Yatayty Cora.

         P. Escobar: He prometido y jurado a Dios que no había de decir nada sobre Yatayty Corá, excepción hecha en mis libros, que serán publicados después de mi muerte. Y eso lo hago pensando que el mariscal no ha violado ese secreto, el fallecido general Paunero tampoco. Y, el general Mítre, y yo no sería la excepción.

         M. Gondra: A quien de los aliados ha admirado más.

         P. Escobar: A pesar de todo lo que quiera pensarse admiré a Mitre y a Paunero. Paunero, si señor, y entre los brasileros, el Duque de San Cristóbal, José Antonio Pimenta Bueno, que era un gran ministro y persona aplastantemente instruida.

         M. Gondra: Y entre los contemporáneos.

         P. Escobar: ... Ah, a don Miguel de Unamuno, el hombre más genial de nuestros días...

         M. Gondra: Y a quien ha despreciado más en los días de la guerra.

         P. Escobar: Desprecio es una palabra que no ha entrado para nada en mi vida. No he querido si, al general Flores por su grosería. Y al general Serrano por su petulancia que podía ser fatal a cualquiera.

         M. Gondra, Que juicio le merecen los tribunales de sangre de San Fernando.

         P. Escobar: Me refiero a esos acontecimientos en mi libro pero puedo resumir los casos en las siguientes palabras, nadie puede discutir que la conspiración existió, en cuanto los métodos para reprimirla queda a criterio de cada cual lo que se pueda juzgar al respecto.

         M. Gondra: Que le hizo militar en el Partido Colorado. Hay algún nexo histórico con eso.

         P. Escobar: No, no hay ningún nexo histórico, pero si quiero decirle que en mi tiempo el liberalismo encarnaba el extranjerismo y el coloradísmo la nacionalidad, y para todo veterano de aquella época lo extranjero sonaba a crimen nacional. Esa es la verdad.

         M. Gondra: Colaboró alguien con usted en la preparación de sus libros.

         P. Escobar: Yo hice colaborar en mi empresa a los hombres contemporáneos y universales para juzgar desde otro prisma las cosas de la guerra, y así modestia aparte soy el primer paraguayo que hizo interesar a nuestra causa altos estudiosos extranjeros, Miguel de Unamuno, Ricardo Rojas, José María Vargas Vila, Rufino Blanco Fombona, Juan Zorrilla de San Martin, Gregorio Marañón, Miguel de Moraita, Máximo Lira, Juan de Dios Pesa, y el primero también que ha encaminado a la patria con los descendientes de sus grandes enemigos, Pimenta Bueno y Silva Paranhos.

         Hice colocar también a mis antiguos camarada, pero más por respeto que por otra cosa, eso preferí siempre a los eruditos extranjeros.

         Manuel Gondra: Que puede decirnos Ud. sobre la batalla de Curupayty.

         P. Escobar: Curupayty es lo más grande que se haya hecho jamás. Y en verdad, no se la debemos solamente a la decisión y al valor del general Díaz, sino también a la sabiduría con que procedieron los ingenieros, debo referirme muy especialmente a Leopoldo Mikosky, Francisco Wisnwer, Jorge Thompson, Victor Raul Croskey, Mas Von Versen, yEber Fischer Von Struenfeld y a ellos principalmente debemos la victoria de aquel día.

         M. Gondra: Qué impresión le merece la batalla, cuál fue su actuación.

         P. Escobar: La batalla me pareció desde luego lo más grande que haya visto yo en todo el curso. En cuanto a grandeza solo puede parangonársele Cerro Cora. A mí me correspondió defender la curva del Ejército, quiero decirle la parte del flanco directamente a la artillería del ejército enemigo.

         M. Gondra: Porque no actuó con motivo de Curupayty la escuadra del Imperio.

         P. Escobar: Porque precisamente a mis trabajos diplomáticos se debió la inactividad de los acorazados.

 

         Hasta aquí la cita y el magnífico reportaje de ese grande de la intelectualidad que fue Manuel Gondra, quien junto a Rui Barboza y Miguel de Unamuno, proyectaron publicar la Historia de la Triple Alianza, un proyecto iniciado que lamentablemente quedara trunco por el paso a la otra vida del General Patricio Escobar en el año 1912.Dicho proyecto cultural de envergadura ha dado sin embargo algunos valiosos frutos, muestra del cual se publican en esta edición conjunta del doctor Washington Ashwell y la de quien suscribe este prólogo, dispuestos como estamos a seguir con porfiada serenidad clamando la necesidad de exhumar la documentación oculta a la verdad, que duerme el sueño en algún blindado archivo de cancillería oficial, que alguna vez, saldrá a la luz. Y saldrá a la luz no para renovar odios sino para construir o reconstruir esa honrosa paz entre las naciones por la que con tanto afán casi sobrehumano bregó el generalísimo mas civil de la guerra don Francisco Solano López y su más fiel intérprete el general don Patricio Escobar. Porque el mensaje de ambos sigue latente, la búsqueda afanosa del equilibrio de los países del Rio de la Plata.

         La presente obra y otras del mismo archivo verán la luz editorial como Colección Patricio Escobar, con lo que el doctor Washington Ashwell y quien suscribe el prólogo, cumplen el sueño del General Escobar, verdadero modelo de virtudes republicanas, patriotismo y probidad, verá cumplido su deseo, que sus obras sean publicadas después de su paso a la otra vida, lamentablemente esto ocurre cien años después. ¡Cuán difícil es que surja la verdad histórica, documental y legítima como en este caso!. Todo el mérito no es de los autores sino de aquellos que hicieron posible su intacta integridad material hasta nuestros días.

         La obra será polémica. Por la novedad de la documentación que se exhuma, y por la justicia que se hace al rol de Solano López en la historia nacional. Una vez más se comprueba que fue el máximo defensor de la independencia nacional en el tramo final que los países vecinos aspiraron a quedarse con parte de su territorio nacional histórico.

 

         JULIO CÉSAR FRUTOS

         Octubre 2011

 

 

 

 

         Con nuestro homenaje de reconocimiento a la historiadora argentina Liliana M. Brezzo, por su valioso aporte a la investigación y a la divulgación de nuestro pasado histórico.

         EL AUTOR

 

 

 

ÍNDICE

 

PRÓLOGO. POR JULIO CÉSAR FRUTOS 

I CAPÍTULOS IGNORADOS DE LA TRIPLE ALIANZA

Las trayectorias de Caballero y Escobar. El intercambio con Octaviano de Almeida. Las funciones de Escobar al servicio del Mariscal. La entrevista de Yataity Corá. La reunión de Curuzú. La reacción brasileña. Diálogo con Mitre. Las diversas gestiones de Escobar en procura de una paz. La batalla de Curupayty. Intercambio con Mitre. La posición brasileña. El pronunciamiento de Pedro II. La reanudación del intercambio con Mitre. El retiro de la guerra del Uruguay y el asesinato del Presidente Flores. El retiro de Mitre. El traslado de los archivos de Asunción. El contacto con Sarmiento. El encuentro de Caxías con Solano López. La ocupación y el saqueo de Asunción. Argentina se retira de la guerra. El contacto con el Conde D'Eu. Las últimas resoluciones de López. Su contacto con el Conde D'Eu. La intervención de Pimenta Bueno. Los orígenes de la guerra según Bartolomé Mitre. El Acuerdo Secreto de 1857. Las negociaciones de Paranhos con el Paraguay. El torbellino de la posguerra.

II  ESCOBAR EN RÍO DE JANEIRO

III  EL PERÍODO INICIAL DE LA POSGUERRA 

Anexo I. Diálogo Solano López - Mitre 

Anexo II. Defensa de los Saltos del Guairá

Anexo III. Biografía de Escobar por Mitre 

Anexo IV Decreto de sucesión presidencial 

CUADROS Y FOTOGRAFÍAS, SIN NUMERACIÓN

 

 

 

 

I. CAPÍTULOS IGNORADOS DE LA TRIPLE ALIANZA

 

INTRODUCCIÓN

 

         Los historiadores nacionales, en su gran mayoría, presentan al general Patricio Escobar como un lugarteniente servicial y solidario del general Bernardino Caballero, a cuya sombra crece en el periodo de la posguerra y con cuyo apoyo llega a la presidencia de la república en 1.886. Mientras Caballero luce en los anales históricos la merecida calificación de un jefe glorioso, que a fuerza de audacia y de un heroísmo temerario enfrenta continuamente a un enemigo más numeroso y mejor equipado y se convierte en uno de los grandes héroes de esa fatídica contienda, Escobar, en cambio, aparece en los relatos de esa epopeya como una figura apagada, que no gana el brillo y el reconocimiento de los jefes victoriosos. Las referencias históricas le asignan sólo el protagonismo ocasional de algunas batallas aisladas, como la evacuación y el cruce exitoso del enmarañado estero de Ypecuá, con el cual, luego del desastre de Lomas Valentina logra evadir el cercamiento y la captura de su regimiento y de un cuantioso contingente del ejército de López, un episodio refulgente pero secundario en el recuento local del continuo batallar de los combates. Luce así Escobar en nuestros anales históricos como una figura menor que no gana el brillo y el reconocimiento de los jefes heroicos, protagonista de hazañas sucesivas. Pero la rica colección de documentos, descubierta recientemente en los archivos de la Academia Paraguaya de la Historia, testimonia una historia diferente. Le atribuye a Escobar una trayectoria y un protagonismo distinto pero excepcionalmente brillante y decisivo para lo que fue el desarrollo de esa maldita guerra.

         Esa valiosa documentación, en la que basaremos este trabajo, le fue entregada por el propio Escobar a su entrañable y distinguido amigo, el doctor Ramón Zubizarreta, en 1890 el insigne fundador de la Universidad Nacional. Buscaba quizás con ello asegurar la preservación y el cuidado de ese valioso documental, por si algo le sucediera a él en el tormentoso bregar político en el que estaba involucrado.

         Por esos tiempos, hacer política era no sólo una consagración al servicio del bien público, sino también una lucha intensa en medio de riesgos y peligros continuos. La inestabilidad y la violencia dominaban el panorama nacional. Las medidas corrientes para combatir y aplastar la disidencia eran el apresamiento, el violento maltrato en las prisiones, el confinamiento en lugares inhóspitos, la deportación y la muerte. En su etapa inicial, desde 1869, el gobierno y la vida institucional del país operaban bajo el control y las directivas de las fuerzas de ocupación brasileñas que permanecieron en nuestro territorio hasta el año 1876.

         Bajo el mandato de ese régimen autoritario y despótico, la primera década constitucional fue tormentosa y violenta. De 1870 a 1880, se sucedieron seis presidentes, de los cuales ninguno pudo completar su mandato. Todo en medio de otras tantas revoluciones, golpes de estado, disoluciones de Congresos y de crímenes horrendos, como los asesinatos del Diputado Fulgencio Miltos, del Presidente Juan Bautista Gill, de su hermano el general Emilio Gill, del ex-presidente Cirilo Antonio Rivarola y de la brutal matanza del 29 de octubre de 1877 perpetrada por guardias de la cárcel contra calificadas figuras del momento que se hallaban detenidas. Acusados falsamente de un intento de fuga, fueron allí ultimados "el comandante José Dolores Molas, engrillado, con catorce heridas de bala, puñales y sables, el médico Francisco Galeano, con cinco heridas de bala, espada y puñal, el ciudadano José Dolores Franco, con cuatro heridas de bala y un bayonetazo que le atravesó el costado derecho, el reo italiano Scota, defendido por Machaín. Terminadas esas ejecuciones, se procedió a buscar al Dr. Machaín, que se encontraba recluido en otra pieza de la cárcel y había permanecido ajeno a los hechos desarrollados y se le da muerte en su pieza, con un puntazo de espadín en la yugular izquierda del pescuezo y varios balazos en el pecho", según el relato de Luis Freire Esteves en su libro "El Paraguay Constitucional". Mayor brutalidad y salvajismo resulta imposible. Acusados de tentativas subversivas, fueron igualmente reducidos a prisión, confinados a lugares inhóspitos del interior del país o deportados, Cándido Bareiro, los generales Caballero, Escobar, Genes y Serrano, el mayor Julián Godoy, el ex Senador Ángel Benítez, José Segundo Decoud y otros dirigentes civiles. Eran los riesgos regulares de todo intento en procura de un cambio del orden institucional que buscara la vigencia de una mayor libertad y la convivencia pacífica de las diversas corrientes ciudadanas que afloraban en el escenario nacional. Este tormentoso proceso termina en 1880 con las medidas adoptadas por el gobierno de Bernardino Caballero, el primer presidente que completa su mandato y el primero que entrega el poder a un sucesor designado igualmente en elecciones populares.

         Don Ramón Zubizarreta le deja a su vez la documentación de Escobar a uno de sus hijos. Desde entonces, la colección tuvo un largo y tortuoso trajinar. De que manos pasó al mercado no se sabe. Tiempo después, la colección pasó a ser ofertada por intermediarios diversos a varios historiadores nacionales, entre ellos a Juan E. O’Leary y Natalicio González, que no la pudieron adquirir por los elevados costos pedidos. Ambos estamparon sus firmas en los documentos que le mostraron. Resulta evidente que la carpeta de los informes de Escobar a López, fue también conocida por Arturo Bray, quien fue escriba en un momento de la juventud. Transcurrió así un largo periodo cuando, el doctor Víctor Franco lo adquiere de un paciente suyo, un corredor de libros viejos, a un precio ya considerablemente más reducido y con ese material escribe y publica una corta biografía de Escobar. Viendo que ese material solo podría ser debidamente aprovechado por un historiador experimentado, Franco lo cede sin costo alguno a su amigo el doctor Manuel Peña Villamil y éste, quizás por su posición ideológica de militante activo del liberalismo, no quiso involucrarse con el tema y le facilitó la documentación al Dr. Julio César Chaves, por entonces Presidente de la Academia Paraguaya de la Historia.

         Con este material en manos, el doctor Chaves procedió a reordenarlo en una serie de carpetas, rompiendo la cronología de sus fechas y agrupando la documentación más bien según su autoría y los temas abordados en los mismos y comienza a preparar un libro que se proponía titular "Monumental Historia del Paraguay". Usaba el calificativo de monumental por la enorme cantidad de eventos por entonces desconocidos que en su versión se revelaban. El borrador de las primeras páginas de ese trabajo, junto con otros papeles y con la colección aparentemente completa de la documentación que le entregara Peña Villamil, Chaves los dejó abandonado poco después en uno de los estantes del que fuera su despacho cuando se separó y se distanció de la Academia, lo que hace suponer que o no quiso proseguir el trabajo iniciado o buscó con ello desentenderse de ese inusitado documental por sus previsibles repercusiones históricas y políticas, tanto en el país como en el exterior.

         Durante varias décadas esos documentos quedaron allí olvidados. Su contenido es realmente sensitivo, hasta podríamos calificarlo de explosivo. Revela hechos y circunstancias que cambian radicalmente la valoración y la apreciación corriente de un gran número de eventos importantes de la guerra, del protagonismo de figuras prominentes de esa arrasadora contienda, y mismo de la intervención de los países y gobiernos involucrados en ella, como asimismo de las causas y el desarrollo de esa trágica conflagración.

         Durante mi desempeño de la presidencia de la Academia, en medio de la reorganización y el reordenamiento que me tocó promover del abundante y rico material bibliográfico y documental atesorado en su biblioteca y del agregado de los restos de varias bibliotecas de ilustres historiadores fallecidos que habíamos logrado rescatar, entre ellos los de Manuel Domínguez y de Carlos A. Pastore, encontré, en un descuidado rincón de la Academia este valioso material y comencé a leerlo. Cuando pregunté su origen me dijeron que eran papeles que fueron del doctor Chaves y que habían quedado en los estantes del que fuera su despacho durante su larga presidencia de la Academia. Revisando las primeras páginas encontré que la colección era de propiedad del Dr. Manuel Peña Villamil, a quien le pedí que los donara a la Academia, cosa que aceptó gustoso. Según el inventario hecho por él para su transferencia, la colección comprendía 11 carpetas con el siguiente contenido:

-        Carpetas 1, 2 y 3: Cartas originales de brasileños al Gral. Patricio Escobar

         y de Escobar a ellos.

-        Carpetas 4, 5, 6 y 7. Gral. Patricio Escobar: Originales.

-        Carpeta 8: Gral. Patricio Escobar. (copia y originales) La conspiración.

-        Carpeta 9. Cartas de Patricio Escobar a personalidades y otros documentos.

-        Carpeta 10. P. Escobar, J. C. Centurión, Dr. B. Mitre. (copias originales)

-        Carpeta 11. Cartas originales: de argentinos y uruguayos al Gral. Patricio Escobar y del Gral. a ellos.

 

         Además de la lectura de esta documentación, comencé a hurgar el pasado y la trayectoria del general Escobar y a cotejar lo verificado en esa investigación con lo expuesto en esa fascinante colección documental. Y mi sorpresa fue grande. Era un material portentoso que presentaba una visión totalmente diferente de numerosos acaeceres y personajes de esa infausta contienda, una documentación a la que aparentemente no tuvieron acceso ninguno de los historiadores nacionales, a excepción de Peña Villamil, del Dr. Chaves, y, muy parcialmente, Arturo Bray, quien pareciera haber accedido a la carpeta de los informes de las misiones cumplidas por Escobar bajo el mandato de López, que los refiere sintética pero acertadamente en el capítulo dedicado al general Escobar de su libro "Hombres y Épocas del Paraguay".

         Conversando con el Dr. Julio César Frutos sobre este valioso material bibliográfico, le planteé la posibilidad de un trabajo conjunto para su divulgación. Incluía un total de aproximadamente dos mil quinientas páginas. Pero él me respondió terminante: Ashwell, me dijo, este es un descubrimiento tuyo, así que te corresponde a ti su presentación. Se ofreció asumir la publicación del libro o folleto que pudiera preparar y prestar su cooperación en lo que pudiera ayudar para su pronta terminación, pero nada más. Pero analizando después la gran diversidad de origen y de temas de los documentos que incluía la colección, acordamos que yo abordaría todo lo relativo a los documentos emitidos por Escobar durante la guerra y hasta su retorno al Paraguay en 1872 y que él analizaría los textos de un diario de guerra y de una memoria personal del Mariscal, ambos igualmente desconocidos e inéditos, que formaban también parte de la colección de Escobar. Acordamos además dejar para una posible tercera edición los textos de los capítulos de la memoria inédita e incompleta escrita por Escobar hacia el año 1910, sus mensajes al Congreso durante el periodo de su presidencia de la república y el análisis de su gestión gubernamental. Con estos entendimientos empezamos ambos a trabajar nuestros respectivos temas con el deseo de terminarlos lo antes posible.

         Decidí entonces dejar otros trabajos que tenía iniciados en mi computadora y me dediqué a la elaboración de mi nuevo proyecto. Desde su inicio decidí que mi objetivo sería no la descripción y la revisión del intensivo batallar de esa larga contienda, sino la presentación en forma objetiva y sumaria de los textos relativos a los principales temas y episodios abordados en la colección documental de Escobar. Era de los pocos, sino el único testimonio hasta hoy conocido de un protagonista, elaborado durante el desarrollo mismo de los sucesos de ese intrincado y trágico conflicto. Reiteramos que en este trabajo no estaremos abordando los detalles de los combates ni los detalles y consecuencias de esa guerra, sino solamente los aspectos ignorados de ella y sobre los cuales la documentación de Escobar nos ofrecía testimonios nuevos para una nueva ponderación.

 

 

 

EL INTERCAMBIO CON OCTAVIANO DE ALMEIDA.

 

         Empezaremos nuestra exposición con la relación del sensitivo contacto epistolar que desde poco antes del inicio de la guerra Escobar mantuvo con Octaviano de Almeida, un calificado miembro de la Corte Portuguesa y uno de los firmantes del Tratado de la Triple Alianza, a quien, aparentemente, lo había conocido anteriormente en ocasión de una visita que hiciera al Paraguay. Estimamos que lo abordado en este intercambio, que forma parte de la colección que manejamos, es un antecedente que explica en alguna medida la actitud conciliadora y protectora que la Corte brasileña le dispensara después a Escobar en reconocimiento a su actitud conciliadora demostrada a lo largo de las negociaciones en que le tocó intervenir.

         Prosiguiendo quizás lo abordado en algún diálogo anterior, a principios de noviembre de 1864, Escobar le envía a Octaviano una carta reprochándole su insistente patrocinio de una guerra contra el Paraguay, alegando como justificativo de esa infausta porfía viejos conflictos limítrofes que bien pudieran haberse abordado y resueltos pacíficamente mediante negociaciones diplomáticas. "Excelencia. (le dice en ella) Bien veo que el Imperio del Brasil no solamente no respetará ninguna de las advertencias paraguayas sino que tampoco se tomará el trabajo de sopesar todos y cada uno de sus justos merecimientos. Vuestra Excelencia Serenísima quiere a toda costa la guerra, y con ella, el aniquilamiento del Paraguay y a la vez, que la República Oriental del Uruguay no sea sino un simple apéndice del Imperio".

         "Mas, para su conocimiento, el Paraguay ha de bregar una y mil veces por la autonomía de la República Oriental del Uruguay, para mantener en alto la hegemonía del equilibrio de los países del Plata. Suyo affmo. Patricio Escobar".

 

         En otra carta le añade: "En verdad, poco a poco estoy sabiendo de todas las intenciones de Vuestras Excelencias Serenísimas y del peligroso emparejamiento entre los tres países, el Imperio del Brasil, la República Argentina y la República del Uruguay que empieza a declinar".

         "Vuestras Excelencias Serenísimas no quieren sino la guerra y empiezan a moverse en ese sentido y veo que la guerra no está muy lejos y Vuestra Excelencia sabe lo que va a cometer, pues una guerra en estas circunstancias y en este momento sería el fin de todo. Patricio Escobar".

 

         Lastimosamente en la colección de Escobar no figuran las contestaciones de Octaviano Almeida, pero a juzgar por las réplicas y las insistencias de Escobar, las mismas no eran conciliadoras ni pacificadoras. Le dice Escobar en una de ellas: "Mucho me ha molestado la carta que me escribió Vuestra Excelencia, con tan alta dosis de orgullo que desde luego no condice con la habitual escuela diplomática del Imperio, que siempre fue tan equilibrada y razonable en este aspecto".

         "Vuestra Excelencia me escribió una larga carta, tan larga que más que una carta parece un libraco en el cual Vuestra Excelencia no hace sino una larga advertencia para el Paraguay, con la cual se nos amenaza y nos pone sobre aviso sobre una supuesta guerra. Yo se que la guerra la quieren los brasileños a toda costa. Suyo affmo. Patricio Escobar".

 

         En otra carta igualmente terminante le dice en ella: "Vuestras Excelencias, por lo que veo, desean la guerra a toda costa y han de hacerla reviente quien reviente. Más esto no es nada nuevo, sino demasiado viejo. El imperio necesita de la guerra desde hace mucho tiempo para extender sus dominios, ya que no pudo hacerlo incruentamente por oponerse a ello el patriotismo de todos y cada uno de los Gobernantes nacionales, desde Gaspar de Francia. Buenos Aires, por su parte, alberga todavía las ilusiones del extinto Virreinato del Río de la Plata y a él quiere llegar por el camino de la guerra. Suyo affmo. Patricio Escobar".

 

         Le añade luego en otra carta: "Estoy frente a la sorpresa de que la guerra se muestra más inminente cada día y en verdad le pido que no se haga tal cosa, no se trata de miedo por parte del Paraguay ni cosa parecida, sino que ¿para que una guerra?. ¿Que se conseguiría con una guerra así?. Solamente desastres".

         "Que no se haga la guerra Excelencia. Hay que evitarla a toda costa. Vuestra Excelencia con una sola conversación con el Emperador puede evitarla y en nombre de la sociedad, de todos los hombres y de la humanidad le suplico que lo haga. Suyo affmo. Patricio Escobar".

         Poco después, ante las insistentes presiones del doctor Herrera del Uruguay y de su aliado Urquiza que presidía la Confederación Argentina, el gobierno paraguayo inicia las hostilidades contra la Argentina con la ocupación de Corrientes como un medio para que sus tropas puedan llegar al Uruguay para ayudarlo contra la invasión portuguesa y bonaerense. Le escribe entonces Escobar a Octaviano de Almeida la carta siguiente, ya desde Paso Pucú en la cercanía del Río Paraná: "Excelencia: El Paraguay ha iniciado las hostilidades en territorio de la República Argentina con la ocupación de Corrientes, previa declaración de guerra y esto lo subrayo, pues Buenos Aires anda diciendo que no hemos hecho una declaración de guerra, cuando en verdad sí la hubo".

         "Mas el Imperio sabe lo que hace para tener que entrar o no en guerra con el Paraguay. Con solo haber respetado la autonomía de la República Oriental del Uruguay, también se hubiera evitado esta catástrofe que a todos nos afecta. Suyo affmo. Patricio Escobar".

 

         En otra carta le añade: "Excelencia: Estamos en plena guerra; Y quiero pedir a Vuestra Excelencia Serenísima que lo evite a toda costa, o mejor que la pare allí donde está. Las diferencias de límites con el Imperio pueden tener una solución diplomática, lo vengo diciendo. El Gobierno de Asunción puede solucionar con el Imperio cuales quiera que sean las diferencias que existan. Porque considero que la única diferencia mayor que existe son los límites y desde luego ninguna otra. Pare la guerra Excelencia, párela por el bien de toda América y de los países metidos en una lucha fratricida".

 

         Y por carta del 3 de marzo de 1865 le reitera sus argumentos: "Excelencia: (le dice) ¿Cuales son las diferencias existentes entre el Paraguay y el Imperio?. En cuanto a la navegación no hay diferencias, ni en el comercio exterior ni en otra cosa parecida".

         "¿En los límites?. ¡Sí, puede ser en los límites!, pero ello puede solucionarse diplomáticamente. El Paraguay cuenta con la inteligencia de Berges y el Imperio con la sagacidad de Paranhos para solucionar todos y cada uno de los problemas que nos apartan a todos en este momento, lo que ha de permitir un alivio fundamental. Suyo affmo. Patricio Escobar".

 

         Y ya desde Corrientes, a donde llega acompañando a las fuerzas paraguayas que ocuparon la ciudad, en abril de 1865 le escribe nuevamente insistiéndole en sus preocupaciones. Le dice en su carta: "Excelencia: Veo que es imposible entendernos, porque el Imperio necesita de la guerra, y no conozco los motivos, pero de necesitarla y de quererla veo que sí, que el Imperio necesita de la guerra".

         "Vuestra Excelencia Serenísima, con una sola conversación con el Emperador o con el Ministro de Relaciones Exteriores hubiera podido evitar esta guerra o cortarla en su propia raíz. Vuestra Excelencia Serenísima puede hacerlo sin embargo. Hágalo, piense en su patria y en su propia familia. Suyo affmo. Patricio Escobar".

 

         Poco después le añade: "Excelencia. Es probable que Vuestra Excelencia Serenísima deba arrepentirse alguna vez de no haber evitado esta catástrofe y sobre todo de haber signado el Tratado Secreto entre esos países a quienes molestaba el progreso paraguayo, y que consideraron de estricta justicia destruir al Paraguay en su matriz".

         "Vuestra Excelencia Serenísima acaso no comprenda ahora todo lo que ocurre, pero llegará el momento en que su obra, su propia obra le dará miedo, terror, por no haberla evitado, porque en sus inicios se negó hacerlo. Suyo affmo. Patricio Escobar".

 

 

LAS FUNCIONES DE ESCOBAR AL SERVICIO DEL MARISCAL.

 

         Convocada la movilización general ante el riesgo de una posible guerra, Patricio Escobar se incorpora a los 20 años, en 1863, en el cuartel de Cerro León como soldado raso. Al poco tiempo, el entonces general Francisco Solano López lo descubre por su buena caligrafía, lo asciende a cabo y lo transfiere al servicio de su comando donde lo usa inicialmente en la preparación de los listados de la tropa y en la copia de las instrucciones y órdenes que emitía. Iniciada la contienda, López lo lleva junto con su Estado Mayor a la zona de las operaciones, a Humaitá primero y poco después más al sur, al Cuartel General de Paso Pucú. Allí lo asciende al grado de Alférez y le encomienda la preparación de una síntesis de los numerosos informes y partes que regularmente recibía de los comandantes de las unidades de los distintos frentes. Enviaba Escobar centenares a López y éste ponía su firma al pie de los mismos con una escueta nota que decía "Recibido" y los devolvía a Escobar que los guardaba cuidadosamente. Escobar no ponía fecha a sus informes. Les ponía sí, en su encabezamiento, cuando los recibía de vuelta, una numeración correlativa que llegó a completar un total de 43 informes y partes de guerra con un total de 86 páginas.

         Poco después, luego de la lectura de cada informe, López comienza a llamarle a Escobar para pedirle detalles y comentarios adicionales a lo referido en los mismos y sobre sus posibles proyecciones. En ese intercambio Escobar empieza a expresarle al Mariscal sus opiniones sobre lo que estaba pasando en los diversos frentes y sobre la marcha y perspectivas de las batallas en curso o por desarrollarse. Esas entrevistas y diálogos se vuelven pronto una rutina con cada informe que recibía y Escobar empieza a manifestarse regularmente ante López, con espontaneidad y sin reservas, expresándole todo lo que él creía que estaba pasando y mismo lo que a su criterio debía hacerse en los distintos frentes. Se convierte con ello en un activo ayudante de campo que cumple sus funciones con eficacia y madurez. No era Escobar el único canal de comunicación de López con los mandos de su ejército, pero si se le reconoce que llegó a ser el único oficial con quien el Mariscal acostumbraba analizar las medidas que debían adoptarse. Sereno, prudente y cauteloso en sus juicios, y no obstante su bajo rango, Escobar se vuelve el oficial más cercano y de mayor confianza de Solano López.

         Pronto Escobar le expresa en forma reiterada al Mariscal su deseo de ser trasladado al frente de operaciones porque quería tener una participación activa en los combates. Pero López prefiere mantenerlo a su lado. Para tranquilizarlo organiza un batallón de reserva de unos 250 hombres adscripto a su comando, cuya jefatura le encomienda. Le asigna pronto diversas misiones especiales que Escobar cumple al frente de su regimiento con diligencia y acierto. Le encarga por ejemplo, en julio del 68, llevar la orden de evacuación de Humaitá que estaba sitiada por el enemigo y cooperar con el comandante de la guarnición en la organización y el traslado de la población al otro lado del Chaco, misión que cumple con eficacia y prontitud. Desde el terreno le envía a López el informe siguiente a este respecto: "Cumplo en informar a V.E.S. mi Mariscal, que con fecha de hoy he llevado a cabo lo que V.E. me había solicitado y pude de esa manera evacuar el sitio de Humaitá, pasando por el Chaco y siguiendo hasta donde pude el curso del río Paraguay. Una vez que hube llegado hasta allí, hice la evacuación de tropas y personas que allí se encontraban, sin ninguna baja, ni heridos, sin ningún daño. Nada más, espero una nueva orden de V.E. para ser útil a la patria y a la persona de V.E. Dios guarde a V.E. muchos años. Patricio Escobar".

 

         Con vistas a la próxima batalla de Curupayty, López le ordena en setiembre de 1866 la construcción, en una sola noche, para no ser visto por el enemigo, de un puente en el cruce del riacho Espinillo, para permitir el desplazamiento rápido de la tropa que debía reforzar, en caso de necesidad, la defensa a cargo del coronel Díaz, o de vía de escape en el caso de una derrota, trabajo que con doscientos veinte hombres de su dotación lo completa en el curso de esa misma noche. A primera hora del día siguiente le entrega al Mariscal su informe que decía: "Tal como me había solicitado V.E. pudimos anoche construir el puente que V.E. me pidió y que tenía que estar listo en una única noche. Pudimos terminarlo en una sola noche, sin que haya bajas ni heridos, sin nada que lamentar. El puente y la trinchera en el sitio de Espinillo han de servir para evitar cualquier derrota de nuestro ejército. La voluntad de V.E. ha sido cumplida". Era este el estilo de todos los informes que llegó a presentarle al Mariscal: Conciso, claro y terminante.

         En forma reiterada, López le pide a Escobar su incursión clandestina en los asentamientos de las tropas enemigas que avanzaban desde el sur, para saber su dotación y su dirección, una arriesgada y reiterada labor de espionaje que le tocó desarrollar reiteradamente a lo largo de la guerra. En uno de sus primeros informes a este respecto le dice al Mariscal: "De acuerdo al pedido de V.E. anoche logré entrar en el campamento aliado y logré capturar a un soldado que dijo ser uruguayo, del que, después de mucha artimaña, conseguí que me informara que los enemigos, esto es los aliados, van a atacar mañana de mañana temprano nuestro reducto de Tuyutí. Quiere decir esto que debemos estar preparados para mañana por la mañana, donde habremos de recibir el fuerte impacto de todos los aliados".

         Lo usa asimismo de mensajero para transmitir a los comandantes de unidades órdenes verbales que no debían ser conocidas por la tropa. En otro informe le dice: "Tal como me pidió V.E. pude, en el menor tiempo que me fue posible, comunicar al Coronel Luís González que debía retroceder con el grueso de su tropa, pues si no lo hacía, era muy posible que todos murieran o sean capturados prisioneros por los poderosos enemigos, que desde luego están mejor pertrechados". La orden fue cumplida sin daño alguno.

         En medio de los intensos combates del amplio frente del sur, le ordena un día trasladarse de inmediato con su regimiento a reforzar la defensa de Laureles que se hallaba rodeada y expuesta a caer en manos del enemigo. "Pese a la cercanía del enemigo, -refirió luego en su informe- pudimos burlar no solo su posición sino también la agresión de los mismos y logramos evacuar (a las tropas cercadas) sin una sola desgracia personal, sin un solo herido ni cosa que se le parezca. Hemos trabajado para ello tres días consecutivos sin parar y esta es la hora en que la voluntad de V.E. ha sido cumplida".

         Fue luego igualmente comisionado a reforzar la defensa de Acayuazá (en julio del 68), donde "con el refuerzo de los doscientos veinte hombres de mi división -dice el informe- he logrado dominar a más de quince mil aliados precisamente cerca del paso de Curuzú Yeguá y cuando ya no se podía evitar el avance de los mismos, en una desesperada acción, que no creí desde luego que saliera bien, logré dominar la situación. Esta es la hora en que los enemigos no han pasado el sitio y en mi alineación hubieron solamente tres bajas".

        

         En la documentación de Escobar figuran, lo hemos indicado, un total de 43 informes dirigidos a López refiriéndole los detalles y los resultados logrados en las diversas acciones que éste le encomendara. Representan ellas una intervención bastante intensiva en el duro batallar de esa complicada contienda. Este es el jefe militar de quien Arturo Bray dijo que "en su actuación guerrera no tuvo los contornos espectaculares y luminosos de Caballero; que su temperamento esencialmente discreto y cauteloso, prestábase más y mejor para misiones de carácter confidencial, episodios sigilosos, callados, aventuras y toda ésa gama de actividades en sordina, que también sirven para hostigar y vencer al enemigo, pero que en razón de su propia naturaleza, han de permanecer en una discreta penumbra". Pero, como veremos seguidamente, la actuación de Escobar excedió en mucho a esas riesgosas acciones.

 

 

LA ENTREVISTA DE YATAITY CORÁ.

 

         Fue la actuación más destacada y trascendente que le tocó acometer a Escobar en esa etapa de la guerra. Estaba López, hacia setiembre de 1866, instalado en Paso Pucú en la vecindad del río Paraná, cuando las fuerzas aliadas, bajo el mando de Bartolomé Mitre, cruzaban masivamente el río. Le ordena entonces López a Escobar que al amparo de la noche fuera a infiltrarse en las inmediaciones del campamento aliado, para ver la magnitud de sus fuerzas y de ser posible detectar la intención de sus comandos.

         Al día siguiente Escobar le informa a López que, por lo que pudo ver, la concentración de fuerzas era muy grande y que aparentemente la intención del enemigo era atacar próximamente Curupayty para abrir una vía rápida para llegar a Humaitá. Allí el Mariscal, preocupadísimo, le dijo que eso sería muy peligroso porque el coronel Díaz no había completado aun las trincheras del sistema previsto para la defensa del lugar. Ante esa situación, ambos coincidieron en la necesidad imperiosa de hacer algo para detener o retardar el avance enemigo. Le pide entonces López a Escobar que bajo bandera de parlamento se presentara al día siguiente ante el ejército aliado "para hablar con algún general de alta graduación para saber, o mejor, para sonsacarle no solo la dotación que tienen sino también el camino que van a tomar en el futuro".

         Esa misma noche Escobar penetra en el campamento enemigo y desde allí le envía al siguiente día al Mariscal, con un mensajero que había dejado al borde del posicionamiento aliado, un primer informe en el que le que decía así: "Tal como prometí a VE., estuve hoy en el campamento enemigo con bandera de parlamento pero no he podido hasta el momento tener una comunicación abierta y leal con los enemigos. Fue como si desconfiaran de mí y tuvieran sus reservas. Pero he abierto el camino necesario para el diálogo y creo que estoy en vías de resolver el pedido y la orden de VE.".

         En la noche siguiente le envía otro informe que relataba sus progresos:"Hoy me puse en comunicación con el ejército aliado, personalmente, y estoy seguro que harán lo posible por aplastarnos, pues en verdad lo que se proponen es poner fin cuanto antes a la guerra, pero no desde luego sin antes destruir hasta el último de los paraguayos. En verdad, tengo la seguridad que procurarán hasta lo imposible por hacernos polvo, porque así me lo manifestó el propio general Emilio Mitre en persona. Debemos andar con cuidado de hoy en más. Dios guarde la interesante salud de V.E. muchos años. Patricio Escobar".

         En otro informe remitido el siguiente día le añadía: "He podido comunicarme hoy con Paunero, que, entre todos los Jefes aliados, es el más accesible y el más espontáneo, y a la vez el más sincero. Creo yo que este es el momento más oportuno para procurar una conferencia pues, frenadas como están las cosas, es necesario ahora llegar a algún acuerdo que pueda en verdad poner fin a tanto derramamiento de sangre. V.E. debe aprovechar este momento".

         Y en otro informe le añade: "Por mi conversación con Paunero de ayer de tarde se que el ejército aliado se prepara para la gran revancha. Creo que tienen preparado atacarnos la próxima semana. Yo le hablé sobre la posibilidad de una conferencia próxima entre V.E. y las partes enemigas en el sitio más cercano y me dijo que eso podría ser la salvación de todos juntos. Por mi cuenta se que Paunero es uno de los pocos jefes entre los aliados que en verdad no quiere la guerra, y es posible que hará la guerra sorda y más tarde la guerra radical para derrocar a Mitre, porque aparte de ser pacifista es sobradamente ambicioso".

         Según lo consignado en sus memorias inéditas, Escobar tenía el siguiente juicio respecto a la personalidad de Paunero: "Era un hombre cultísimo y de extraordinaria instrucción y al hablar de instrucción no me refiero solamente a su instrucción militar que era mucha, sino también en todos los aspectos que se refieren a la cultura general.

         "El mismo leía en varios idiomas y como Elizardo Aquino tenía su propia biblioteca en su tienda de campaña y era el único que entre todos los jerarcas argentinos quería en verdad la paz".

         "Paunero era un hombre altísimo, elegante, de modales finísimos y vestía siempre con una extremada elegancia, su muerte ocurrida en 1871, fue para mí un golpe tremendo".

         "El general Wenceslao Paunero era, por cierto, el hombre más indicado para la paz. En varias oportunidades procuró hacer la paz con el general Mitre, lo aconsejó, lo acosó, procuró con él y no lo logró".

         Ante la información y la sugestión recibida de Escobar, López decide procurar un encuentro con Mitre. Para el efecto le extiende a Escobar una especie de carta poder en la que le presenta como un coronel y por la que le encomienda gestionar una entrevista con Mitre, a quien López conocía desde su pasada mediación en los campos de Cepeda de noviembre de 1859, con la que logró la firma del Pacto de San José de Flores entre la Confederación Argentina comandada por Urquiza y el Gobierno de Buenos Aires presidido por Mitre, consiguiendo con ello la unidad y la pacificación de la familia argentina. Debía Escobar proponerle a Mitre un encuentro en un lugar intermedio entre los asentamientos de ambas fuerzas para estudiar conjuntamente las posibilidades de una paz. Con este mandato Escobar vuelve al campamento aliado, llega hasta Mitre y le entrega la propuesta del Presidente López que decía así:

         "Cuartel General del Ejército Paraguayo en Campaña, Paso Pucú, a los seis días del mes de Setiembre de 1866. Su Excelentísimo señor Presidente de la República Argentina y Comandante en jefe de los Ejércitos de la Alianza, Generalísimo Doctor Don Bartolomé Mitre. Cuartel General del Ejército Aliado. E. S. D. Confidencial".

         "Excelencia: Confiando que la sangre derramada hasta el presente y hasta aquí, es ya suficiente para lavar las afrentas con que cada uno de los beligerantes se creyera agraviado, y por esa misma noticia, invito a Vuestro Excelentísimo Señor a una Conferencia de diálogo entre las partes, con la señal, lugar y hora que diga Vuestro Excelentísimo Señor; sobre el particular espero de Vuestro Excelentísimo Señor una grata respuesta. Dios guarde la interesante salud de Vuestro Excelentísimo Señor muchos años más. Firmado: Francisco Solano López".

         Tanto Mitre como Escobar coincidieron en que el encuentro podría llevarse a cabo en Yataity Corá, un punto intermedio entre los asentamientos de sus respectivas fuerzas, y que el mismo se realizara el día 12 de setiembre próximo. Para el efecto Mitre le manda a López la respuesta siguiente:

         "Excelencia: Exactamente en el día de hoy del seis de Setiembre he recibido la atenta de V.E.S. en que me habla de una reunión conjunta que pueda poner fin a la guerra, mediante el acuerdo de una paz igualmente decorosa para los contendores, y en respuesta de su atenta declaración de hoy, creo conveniente de mi parte citar a Vuestra Excelentísima Señoría para el punto y sitio de Yataity Corá, punto intermedio entre las líneas para el día doce de setiembre del corriente, a las nueve de la mañana. Atentamente: Bartolomé Mitre, Presidente de la República Argentina, Generalísimo de sus Ejércitos y Comandante en Jefe del Ejército Aliado en Campaña".

         En el mismo día, López le hace llegar a Mitre su acuerdo. Escobar era el mensajero de ida y vuelta de este intercambio. Decía su nota: "Al Exmo. Señor Brigadier General don Bartolomé Mitre, Presidente de la República Argentina y General en Jefe del Ejército Aliado. Gran Cuartel General de Paso Pucú".

         "Acabo de tener el honor de recibir la contestación que V.E. se ha dignado dar a mi propuesta de entrevista de esta mañana, y agradeciendo a V.E. la aceptación que de ella hace, me conformaré con el proceder que V.E. propone y me haré el deber de no faltar en la hora indicada. Dios guarde a V.E. muchos años. Francisco Solano López".

         Según la versión de Escobar, Mitre le envía además a López otro mensaje personal diciéndole que para ese encuentro estimaba conveniente la participación de solo dos delegados por cada lado. Con esta exitosa gestión, Escobar se vuelve la mano larga de López, es decir el único diplomático que dialogaba y negociaba cosas con el enemigo, papel delicado y utilísimo que seguirá cumpliendo a lo largo del conflicto.

         Equivocadamente Juan E. O'Leary, en el "Álbum Gráfico de la República del Paraguay" de 1911, afirma que "de lo que se dijeron en aquella memorable conferencia, poco o nada se ha llegado a saber. Todo quedó en el misterio". La documentación de Escobar da por el contrario una detallada relación.

         Mitre llega al lugar de la conferencia acompañado de Paunero y López de Patricio Escobar. Lo destaca el propio Escobar en unas memorias inéditas, escritas poco después de la guerra, en la que refiere al respecto: "Otro de los capítulos que merece especial atención en lo que respecta a su importancia es la Conferencia de Yataity-Corá, que en el fondo es una cuestión palpitante aunque nadie fue testigo de ella, nadie, excepto yo, y digo esto, modestia aparte, pues no se trata de una jactancia personal sino de un hecho de por sí importante que un paraguayo sin merecimientos como yo, haya sido testigo de toda la conferencia por parte del Paraguay y el general Paunero lo haya sido por la Argentina y nadie más, excepto Mitre y Francisco Solano López".

         "En aquella soledad tremenda donde se desarrolló la entrevista, no solo no había nada que paliara en algo el inmenso silencio sino que el silencio mismo pareció prestarse para las decisiones tomadas. Cualquiera que no sea Solano López ni Mitre, ni Paunero ni yo, puede dar cuenta exacta de cuanto se dijo bajo el alero de aquella tienda de campaña en la mañana estival del 12 de setiembre de 1866, cuando la muerte hizo un alto en los campos desolados y desesperados de la guerra. Porque lo que entonces se dijo no fue beneficioso para nadie, pues, de los temas trascendentales sobre aquellos acontecimientos que eran el motivo de la entrevista, y sin llegar a un acuerdo, se pasó a analizar historias antiguas, leyes filológicas y guaraníticas, los jesuitas, y en fin, un sin número de letras muertas sobre el pasado que no podían conducir a la paz ni a nada que se le parezca. Ningún historiador honrado del mañana puede decir que allí se buscó afanosamente la paz, porque se engañaría, pues los fervientes deseos del Mariscal pronto fueron vencidos por la perorata histórica de Mitre que desde ningún punto de vista conducía a la paz ni a cosa parecida. Por ende, se piensa que aquello tuvo para el Paraguay un solo beneficio, y fue que ese paréntesis hizo que pudieran terminarse los atrincheramientos de Curupayty, nervio principal de nuestras posteriores victorias, que aunque pocas e insignificantes, se justificaban en aquel momento, porque proporcionaron un propicio aliento para los soldados, y, desde luego un motivo, el más primero, para procurar una auto exigencia en materia castrense y militar".

         De acuerdo a lo referido en el acta del encuentro, López inició el diálogo con el siguiente planteo: "Señor (le dijo a Mitre), es suficiente ya la sangre hasta aquí derramada. Incluso desconocemos los motivos por los cuales fuimos a la guerra, porque en principio era la defensa de los intereses del Uruguay, ha variado a convertirse en una absoluta provocación por parte vuestra al Gobierno del Paraguay".

         "En vista de la necesidad de la paz que alienta la República del Paraguay, y en la presencia oficial del Excelentísimo señor Presidente (de la República Argentina), yo Francisco Solano López en mi calidad de Presidente de la República, conjuntamente con mi mejor oficial el Coronel señor Patricio Escobar, ponemos a consideración de V.E. los puntos básicos para la paz que son los que siguen: 1) Retiro de las tropas aliadas más allá del río Paraná; 2) Indemnización parcial pero mutua de los daños de guerra, 3) Reconocimiento de la soberanía paraguaya; 4) Tratados de paz, amistad, navegación y límites con los países aliados; y 5) Permanencia del Excelentísimo señor Mariscal, ciudadano Francisco Solano López en la Presidencia de la República del Paraguay y en la Comandancia General del Ejército Paraguayo sea en la guerra como en la paz". El acta, redactada por Escobar al final de la reunión, fue firmada por López y Escobar. Al pie de la misma, Mitre puso su firma con un agregado que decía "para estudió". En medio de las conversaciones, Mitre le sugiere a López que debiera ascender a Escobar a general para que tenga una representación más ponderable ante los jefes y directores de la alianza, cosa que pronto lo hará López.

         Una versión del diálogo mantenido durante la entrevista, redactado por Patricio Escobar hacia 1910 como parte de sus memorias, lo incluimos como Anexo 1 al final de este relatorio.

         Terminada la entrevista, Escobar le encara a Mitre y le dice con tono airado que eso no podía terminar así, sin ninguna definición ni ningún acuerdo; que la cuestión planteada era demasiado importante y debería ser estudiada con todos los comandantes y representantes de las otras naciones aliadas. Mitre no le contestó nada y prosiguió su marcha de retorno hacia su posicionamiento. Ante esa circunstancia, molesto y ofendido, Escobar procedió a enviar informes de la reunión a cada uno de los comandantes brasileños y uruguayos de la vecindad, buscando con ello la intervención de los mismos en procura de una solución conjunta que condujera a la paz deseada. La carta remitida a Tamandaré decía así: "Señor: A ningún acuerdo se ha llegado con el doctor Mitre en la Conferencia de ayer. Y que útil hubiera sido su presencia, si se hubiera quedado usted después de haber saludado al Mariscal. Si usted se hubiera quedado en el sitio de Yataity-Corá a dialogar con Mitre y con el Mariscal, muchas adquisiciones hermosas hubiéramos hecho para la paz. Sin embargo, no se portó así V.A.I.S. sino que luego de saludar al Mariscal y a mí, con decencia, cordialidad y corrección, se retiró, dejándonos solos en el sitio".

         "Conocemos nosotros los paraguayos toda la trayectoria de su vida, y reconocemos que a pesar de ser V.E. un enemigo poderoso, respetable y de cuidado, es también un hombre de trato cordial, con el cual por lo menos se puede hablar largo y tendido, y sobre todo un hombre sincero y atento, espontáneo. Es por eso que siento muy dentro de mí que no haya estado usted presente en las alternativas de la conversación de ayer, y que se haya dejado, también usted, embaucar por Mitre".

         "En realidad, el generalísimo argentino se portó más malamente que nunca, porque en ningún momento quiso hablar de la paz, ni se interesó, ni le importó nada de ella, acaso jactándose de un poderío que puede acabársele enseguida. Pero las cosas no están del todo dichas, por cuanto desde hoy, habiendo sido nombrado Embajador por parte del Mariscal, y siendo el único que puede entrar en el campamento aliado, voy a conversar nuevamente con Mitre, siempre en procura de algunos logros para la paz que todos buscamos".

         "Igualmente cuento con V.A.I.S. para interesarse a buscar la paz y ayudarme en esa tarea conversando sobre el particular con el generalísimo argentino. Porque pienso yo que si pusieran tanto V.A.I.S. como el Duque de San Cristóbal sus respectivas espadas en el asunto, se solucionarían los problemas. Llegar a la paz es un ferviente anhelo de todos y si se hicieran las bases en punto a ese hecho, estaríamos salvados. En mi carácter de Embajador y ya que por moción de Mitre y Solano López se ha propuesto una tregua y una pausa de diez días en las cosas, confío que si V.A.I.S. procurara logaremos la paz.

         "Invito pues a V.A.I. S. que de hoy en más, a las cuatro de la tarde diariamente, a aproximarse a la tienda de campaña del General Mitre para dialogar sobre tal punto. Esto es, desde el día de hoy, en los días impuestos a la tregua. A las cuatro de la tarde. Atentamente. Patricio Escobar".

         De Tamandaré, Escobar escribió en sus memorias inéditas el juicio siguiente: "Era el hombre más dispuesto para la paz. De naturaleza bondadoso, y hombre sin embargo de poca cultura, no era desde luego como aquellos grandes señores que eran Pimenta Bueno y Da Silva Paranhos, puntales de la inteligencia brasilera, pero era un hombre caluroso, culto y seguramente el más señalado para la paz".

         "El Almirante Tamandaré era el hombre que en verdad, entre los brasileros deseó la paz y la hubiera logrado por su parte, de no habérsele antepuesto en el comienzo la mentalidad sagaz y astuta del General Mitre, que lo manejaba a su antojo y lo tenía en verdad controlado en el manejo de los mandos".

         Una invitación más o menos similar le envió al general uruguayo Venancio Flores. En ella le añadía "Reconocerá V.E. que el Paraguay fue a la guerra por defender los intereses del Uruguay, su patria".

        

 

EL ENCUENTRO DE CAXÍAS CON SOLANO LÓPEZ.

 

         La guerra proseguía con el avance arrollador de las tropas aliadas. En medio del batallar de la última línea defensiva de Angostura y Piquysyry, en la que un resto de 4.500 soldados paraguayos enfrentaron a una fuerza de más de 32.000 soldados comandados por Caxías, y previendo que la ocupación de la capital sería el objetivo siguiente del avance aliado, López le ordena a Escobar que se desplazara hacia la capital para vigilar el avance y el accionar del ejército enemigo.

         Cumpliendo esa orden, Escobar se traslada hacia Asunción y durante su desplazamiento toma contacto con las avanzadas de las tropas aliadas que estaban avanzando por tierra hacia la capital. Siguiendo su larga práctica, aprovecha la obscuridad de una noche para penetrar en el campamento enemigo y en un primer informe enviado al mariscal le dice lo siguiente: "Cumplo en informar a V.E., que con fecha de ayer, logré una vez más entrar en el campamento aliado al amparo de la noche, y pude secuestrar a un centinela que en verdad no dijo nada. Pude hacerlo yo solo, evitando desde luego ser visto y ni siquiera sentido por nadie, pues el soldado-centinela secuestrado o en verdad no sabe nada o bien no quiere descubrir el plan de los suyos. He de procurar sacarle algo, para dar a V.E. alguna información. Dios guarde la interesante salud de V.E. muchos años. Patricio Escobar.

         Poco después le enviaba otro informe en el que le decía: "Tras muchas argucias y en verdad con mucho trabajo he logrado que el citado soldado hablara y por el sé, y ahora le comunico, que no solo avanza por tierra hacia Asunción todo el grueso del ejército aliado, que son cerca de cuarenta mil hombres, sino también todos los acorazados que desde días atrás remontan apaciblemente el curso del Río Paraguay, entonces estoy en la seguridad de comunicar a V.E. que nuestra muy querida Asunción del Paraguay está a punto de caer":

         La guerra pudo haber terminado en la última batalla de Angostura, pero Caxías no lo quiso así. Destrozada la línea defensiva allí establecida, el mariscal Francisco Solano López, con unos pocos oficiales y soldados de su entorno, logran escapar del duro cerco que le habían tendido, escurriéndose por una senda del bosque que bordeaba la espalda de su línea defensiva. Según lo refirió luego el propio Caxías en su orden del día, López "solo iba acompañado de 90 hombres y de estos únicamente 20 llegaron con él a Cerro León" .1 Teniendo a su disposición un cuerpo de caballería de más de 5.000 jinetes, en vez de ordenar la persecución y la captura de López, con lo que hubiera terminado la guerra, decidió avanzar hacia Asunción.

         Resulta evidente que Caxías no quiso asumir la responsabilidad de su captura y su matanza, tal como le ordenaban los términos de referencia de su nombramiento. La solidaridad y el heroísmo del pueblo paraguayo le habían impactado, conjeturamos nosotros. Vió que la guerra no era contra un tirano como se decía, sino contra todo un pueblo que combatía fervoroso en defensa de la soberanía y la integridad territorial de su patria, a pesar de la enorme diferencia del número de su dotación y del armamento que disponía.

         Y un evento inusitado y poco conocido o totalmente desconocido, pareciera confirmar esa apreciación mía. Durante el avance de sus fuerzas hacia Asunción, en medio de los intensos enfrentamientos con que las tropas paraguayas contenían o demoraban su empeño, hacia agosto de 1869, estando con su tropa en la vecindad de San Isidro del Salvador del Curuguaty, Caxías se comunica con Escobar que estaba desplazado con su regimiento frente a su unidad y le pide un contacto con Solano López. Lo relata el propio Mariscal en sus memorias inéditas que forman parte de la colección documental de Escobar. Dejó escrito al respecto: "Recuerdo a ese propósito la tarde en que me hallaba mirando distraídamente a lo lejos, pensando en todo lo que  

había sucedido desde el principio de la guerra, cuando escuché el grito de los soldados que en guaraní decían "jaque oú Caxia, oú Caxia". Así volví la mirada para ver lo que sucedía y me encontré con el mismo Duque de Caxías al lado de Escobar, y al verlos desmontados a dos pasos de mí, me incorporé para saludarlos. ¡¡Escobar había logrado traer al Comandante en Jefe del Ejército del Imperio hasta el Campamento Paraguayo!!. Bendita sea la habilidad de este hombre para haber logrado semejante cosa, que no lo hubiera conseguido ni aun el propio Berges, mi principal consejero diplomático. Escobar tomó la palabra y me dijo: "Este hombre quiere hablarle Excelencia". Desde luego nunca olvidaré ese hecho que quedó en mi alma como el mejor legado que puede darse a un Magistrado. Largo, memorable, cordial y brillante fue el diálogo con Caxías. Es lo que separa lo imprevisible con la realidad y sirve para conocer más a fondo al enemigo de la guerra. Y fue allí que Caxías me dijo que siempre que me viere en apuros, me daría tiempo para auxiliar a los restos de mi Ejército y sacarlos fuera. Desde luego aquello en un principio me molestó bastante, quizás demasiado, era como si se me tratara como a un soldado suyo, pero luego lo perdoné, pues en verdad, no me afectó en nada, nada deshonroso ya que esas palabras venían del enemigo". En verdad fue ese un gesto de gallardía y podría decirse de compasión, que mostraba que Caxías no estaba satisfecho con los objetivos y el derrotero de la guerra. Y la guerra proseguía su trágico curso. Casi cuatro años de duro y sangriento batallar tuvo que enfrentar Caxías para avanzar desde Humaitá hasta la capital paraguaya.

         Viéndolo proclive a la paz por las manifestaciones solidarias formuladas en la entrevista con Solano López, Escobar comienza a arreciarle con cartas en las que le insistía en la necesidad de terminar la guerra con el acuerdo de una paz decorosa para todos que podría lograrse con su apoyo. En su primera carta del 6 de agosto le decía: "No espere Vuestra Merced que el Paraguay pueda rendirse bajo ningún concepto. El Mariscal ha de morir con el último de sus hombres y en la última de sus trincheras. Ya lo manifestó así a Vuestra Excelencia la última vez que estuvieron juntos, así como en la carta que desde Azcurra le escribió a Vuestra Excelencia, y no espere pues por parte del Paraguay rendición alguna sino lucha hasta el final. Patricio Escobar.

         En su siguiente carta del 12 de agosto le añade: "Se que las intenciones de Vuestra Excelencia Serenísima son destruir al Ejército Paraguayo hasta el último de sus hombres y destruir todo lo que del país ha quedado, para no tener que vérselas luego con nadie. Y eso, mi querido Duque, no es pensable, por que el Paraguay no cedería ni por intermedio de ninguno de sus caudillos y por que debe persistir para gloria de Dios y de los hombres. Suyo affmo. Patricio Escobar.

         Hechas estas advertencias, en carta del 24 de setiembre, le dice suplicante: "Pido a Vuestra Excelencia Serenísima que se haga la paz, no se trata de cansancio por parte de nadie, ni cosa parecida alguna, sino que para el bien de los beligerantes el Brasil debe firmar la paz con el Paraguay. ¿Acaso Vuestra Excelencia Serenísima no ve las tantas cosas que ganaríamos si se hiciera la paz? Pido a Vuestra Excelencia Serenísima por la paz y le pido con ahínco, en bien de todos los mortales. Suyo affmo. Patricio Escobar.

         En total fueron diez las cartas que Escobar le envió a Caxías insistiéndole sobre el mismo tema.

         Aparentemente, las mismas tuvieron un fuerte impacto en la visión y los sentimientos de Caxías, pues como veremos seguidamente, poco después, al término de la batalla de Angostura, evita capturarlo a López y pasa directamente a Asunción donde pocos días después de ocupación resuelve dar por terminada la guerra y convoca a los aliados a la negociación de la paz con las autoridades del Paraguay.

1Thompson, Jorge. La Guerra del Paraguay. 1869. p. 330-

 

 

 

LA OCUPACIÓN Y EL SAQUEO DE ASUNCIÓN.

 

         Arrasada la línea defensiva de Angostura y consumada la capitulación suscripta por Thompson, Caxías ordena el avance de la flota con rumbo a Asunción y que el resto de su tropa lo hiciera por tierra con el mismo destino. Su objetivo era la toma de la capital. Para el efecto la escuadra brasilera desplaza sus naves hasta la entrada de la bahía asuncena y comienza allí el salvaje bombardeo de la ciudad. El estruendo del cañoneo fue ensordecedor. Al no recibir ninguna respuesta defensiva, el 1° de enero de 1869 el alto mando brasileño dispuso el desembarco de la tropa y la ocupación de la ciudad. Encontraron las calles y las casas vacías, una ciudad demolida, con sus edificios derruidos por el impacto del cañoneo. No había un solo habitante a quien someter o con quien combatir. Era que previendo la inminencia del ataque enemigo, la población de Asunción había sido evacuada a la vecina localidad de Luque. La gente abandonó apresuradamente la capital llevando consigo tan solo las cosas más indispensables para su uso.

         Escobar, por su lado, llega hasta la vecindad de Asunción en momentos en que el Comando Brasileño, después de instalada su tropa en diversos locales, ordenaba o autorizaba el saqueo de la ciudad. Para entrar en la capital, como le había pedido López, Escobar se disfraza de mendigo. Con un aspecto rotoso y sucio, con una ropa andrajosa que había conseguido, y la cabellera desgreñada y revuelta, se aproxima a los comedores aliados a mendigar por restos de comida. Fue el único testigo paraguayo que presenció lo acontecido en la ciudad en esa terrible emergencia. En su primer informe al mariscal le dijo así: "Según pedido de V.E.S. me aveciné a nuestra capital con la cara rapada y vestido de mendigo, para tratar de conocer lo más de la situación y debo confesar a V.E.S. que el espectáculo era desde todo punto de vista deplorable y lastimero, que yo, hombre habituado a toda laya de espectáculos en esta guerra cruenta, estuve a punto de soltarme a llorar, por otra parte mantendré informado permanentemente a V.E.S., de todo lo que vea"

         En otro informe le añade al mariscal: "Hoy ha empezado el saqueo sistemático de la ciudad. No han respetado ni los templos, ni las casas particulares. Si V.E.S. viera el estado del comportamiento quedaría paralizado. Para dedicarse al robo han profanado los templos, las sepulturas, han removido los muertos, han echado abajo prácticamente los cimientos de la ciudad; y todo está como si hubiera pasado por ella un torbellino. Lo que no han logrado los cañones lo han hecho unos cuantos rapiñeros".

         En un informe siguiente le relata con indignado tono: "No satisfechos de meter a saco a nuestra querida ciudad e incendiarla, hoy han salido a violar a nuestras mujeres. Jamás he visto yo espectáculo mayor de oprobio y de vergüenza. Es cosa de verse de que manera juegan y ultrajan a nuestras mujeres sin dejarlas un solo instante. Es un espectáculo de lo más sucio y grotesco, que no merece ser ni siquiera relatado. Ninguna de nuestras mujeres (que fueron capturadas y traídas prisioneras de las proximidades de la capital) ha aceptado nada de ellos de buena gana, sino que lo tomaron de manera asquerosa. Es cosa que no puede repetirse". La indignación que este informe le produjo a López se nota por la enorme mancha de su firma en la habitual nota de "Recibido" que ponía al pie de cada informe leído, producto seguramente del mazazo que con su puño cerrado hiciera sobre la tinta fresca de su ancha rúbrica.

         En otro informe le expresa a López lo siguiente: "El espectáculo de la ciudad en ruina me impresionó tanto que suplico a V.E.S. se sirva disponer de mi para otros menesteres. Hoy he asistido a la violación de la tumba del general Díaz, oportunidad en que arrancaron de su pecho sus condecoraciones. Suplico reiteradamente a V.E. se sirva destinar mi humilde persona a otras gestiones en bien de la patria, pero no desde luego que permanezca en esta ciudad que ha sido cuna y sepulcro de los míos. Dios guarde a V.E. muchísimos años más. Patricio Escobar".

         Controlada y saqueada la capital, el general Emilio Mitre fue invitado por Caxías a compartir con su tropa la ciudad ocupada. Este le contestó airado a su colega brasileño. "No quiero autorizar, con la presencia de la bandera argentina en la ciudad de Asunción, los escándalos inauditos y vergonzosos que perpetrados por los soldados de V.E. han tenido lugar". Mitre acampó su ejército en la vecina población de Trinidad y reportó a su gobierno lo acontecido. El presidente Sarmiento, que ya le había sucedido a Bartolomé Mitre en la presidencia de la República, aprobó la decisión tomada y en una carta personal le manifestó al general Emilio Mitre los juicios siguientes: "Apruebo la determinación de Ud. de no entrar a Asunción, dejando a la soldadesca brasileña robar a sus anchas. Esta guerra tomará proporciones colosales en la historia y es bueno que nuestro nombre figure limpio de reproches".2 Anticipaba esta declaración su disenso con el acuerdo de la Triple Alianza, posición esta que sería ratificada poco más tarde cuando el Ministro de Relaciones Mariano Varela de su gabinete enunciaba el principio de que "la victoria no da derechos".

         Dominada y controlada la ciudad, por orden del día n° 272 del 24 de enero de 1869, Caxías dió por terminada la guerra. Declara que ocupada la Capital de la República, correspondía iniciar las negociaciones de la paz3 Y sin esperar órdenes superiores que aprobaran su decisión, abandona su cargo de Jefe Supremo del Ejército Aliado y con un grupo de jefes y oficiales leales a él, se embarca con destino a Montevideo dejando las fuerzas aliadas a cargo de un jefe provisional.

         Hecha esta relación de la toma y saqueo de la capital, volvamos al relato de los documentos de Escobar y especialmente a la carta que le enviara a Sarmiento.

 

2Sarmiento, Domingo. Carta al general Emilio Mitre del 21 de enero de 1869. En Obras Completas. T.V. p. 126.

3Doratioto, Francisco Fernando Monteoliva (en adelante FFMDE). La Guerra Maldita. Ed. das Letras. p. 401.

 

 

ARGENTINA SE RETIRA DE LA GUERRA.

 

         Recibida la carta de Escobar del 14 de enero de 1869, a principios de febrero Sarmiento le contesta jubiloso: "Señor: Si solamente es la detención de la guerra por parte de la Argentina, yo la firmo. ¡Y que recuerden los paraguayos que le deben a Patricio Escobar que los argentinos se hayan retirado de la guerra y dejado solo al Brasil! Si esto es todo, la paz está hecha y felicidades mi querido Escobar. Se la debemos a Usted. Va la copia del original de la detención de la guerra, mi querido Escobar. Sarmiento".

         La resolución del Gobierno Argentino que Sarmiento le envió a Escobar decía así: "El Excelentísimo Señor Presidente de la República Argentina, General Doctor Don Domingo Faustino Sarmiento, por este documento firmado en el Palacio de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, siendo exactamente el día nueve de febrero del año de Dios nuestro Señor de un mil ochocientos sesenta y nueve y de común acuerdo con el Gabinete Ministerial del Poder Ejecutivo, y habiendo tenido plena seguridad con el General Patricio Escobar del adversario ejército paraguayo, mando por este propio oficio que todo ciudadano argentino que se encuentre bajo bandera en la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, abandone el territorio paraguayo, en pasaje hacia el Río Paraná y queda destruida en parte la alianza firmada entre los tres países. Es copia especialmente preparada por el Presidente de la República para el General Patricio Escobar. Sarmiento".

         Vibrando de orgullo y satisfacción por la decisión adoptada, Sarmiento le envía poco después a Escobar una apasionada carta en que le decía: "Mi querido Escobar: La guerra llega a su fin a mi juicio, por lo tanto debemos de ver la manera de saber qué cosa hacer luego. ¡Gracias a usted, sí señor, gracias a usted la Argentina se retiró de la guerra, para su propio bien, para su propia gloria, para su propia felicidad!, y eso yo le digo a todos, sí señor, a todos, inclusive a Roca. Se la debemos a usted. Sarmiento".

         El último párrafo de la carta está escrito con letras más grandes y totalmente subrayadas. Sarmiento cambia en esta carta el trato formal de señor que le daba a Escobar por el de mi querido señor o mi querido Escobar. En otra carta le reiteraba su simpatía y su emoción: "Mi querido Escobar: Yo he de suscribir la paz como Presidente de la República y de hecho, he de signar en el documento que Buenos Aires se retiró de la guerra gracias a usted, ¡Y cuántas vidas se salvaron gracias a ello, cuantas personas gracias a usted viven todavía! De haberlo conocido antes, tal vez no hubiera muerto mi Dominguito. Suyo affmo. Sarmiento".

         Dominguito era el hijo único de Sarmiento que se enroló voluntario en las filas del ejército argentino, motivado por su ardiente patriotismo. Su muerte fue causa de una intensa pena que Sarmiento la descargó con duras y fuertes recriminaciones e insultos al Paraguay y a su pueblo.

         En su siguiente carta a Escobar le decía: "Mi querido Escobar: Es justo pensar en las cosas con calma. Más aun considerando los últimos acontecimientos, y es de seguro que la guerra termina y cuando deba firmarse la paz, he de testificar en el documento que Buenos Aires se separó de la lucha gracias a su brillante consejo y a su gran prudencia. ¡Y yo que no suelo escuchar consejos! Sarmiento".

         Con estas reiteraciones quería Sarmiento testimoniar su reconocimiento a Escobar. Y a pesar de hallarse todavía estado de guerra, resuelve condecorarlo con la Gran Cruz Extraordinaria de la Orden Nacional del Mérito, la más alta que podía otorgar el Gobierno Argentino. La resolución firmada a este respecto decía así: "Con el acuerdo del Vicepresidente de la República don Nicolás Avellaneda, en uso de los privilegios y facultades que me confiere la ley de la República, como expresión merecida, nombro al Excelentísimo Señor General don Patricio Escobar, como Caballero por la Gran Cruz de la Orden del Libertador José de San Martín, desde la misma Casa Rosada, y para que a todos conste lo firmo. Sarmiento".

         Y su júbilo y su satisfacción se intensificaban día a día con los múltiples beneficios que de inmediato produjo la paz en la vida interna de su país. En el siguiente mes de abril le manda otra carta a Escobar reiterándole sus sentimientos. En la misma decía así: " Mi querido amigo: Estuve hablando con Elizalde ayer, luego de salir del Templo de la Merced, donde asistí a una misa por la Paz, y le acusé de todas las cosas que en contra nuestra hizo, en contra de Buenos Aires mismo, y en contra de los paraguayos. No tiene vergüenza el imbécil de Mitre, que se dejó llevar por el Imperio a la degollina general, y estúpidos fueron también todos los que lo siguieron. No tienen vergüenza; ¿verdad? Sarmiento".

         Y en otra carta de 17 de julio de 1869, le comentaba su entrevista con Almeida Castro, que había suscrito junto con Saravia el Tratado de la Triple Alianza. Le decía en ella: "Octaviano de Almeida Castro, uno de los firmantes y ejecutor del Tratado de la Triple Alianza, estuvo a verme y parece asustarse de su propia obra, porque lo he visto enfermo, agotado y nervioso. ¡Tiene miedo de su propia obra, de su propio sucio trabajo, y eso le ha de ocurrir a todos los que hicieron la firma! Recuerde que el Tratado Secreto se firmó en la casa de Mitre, en la calle Alsina 92. Y ese es el crimen que querían mantener en secreto. Sarmiento". De estas cartas y de estos juicios del entonces Presidente de la República, la Argentina y sus historiadores hasta hoy la desconocen o la soslayan totalmente".

         Preocupado por la probable continuidad de la guerra por los brasileños y por la posible suerte de Escobar, le dice al respecto: "Mi querido Escobar: ¿Se da cuenta que todo termina? Que ya no es solamente una persecución a López. Que solamente quieren una cacería. Que quieren nada más que pasar por cuchillo a toda la población. Ríndase y venga a Buenos Aires, aquí tiene amigos, puede vivir en lo de Paunero que tanto aprecio le tiene, aunque está ya muy enfermo por estos días. Sarmiento".

         En otra carta le añade; "Mi querido Escobar: hay un punto que quiero preguntarle. Si la guerra concluyera, si todo terminara y a usted lo tomaran prisionero. Y dado el gran cariño que le tienen los brasileños, ¿no les podría decir que desea guardar reclusión en Buenos Aires? Aquí nadie le molestaría, por el contrario le sentimos un raro cariño y un gran aprecio, y nada le faltaría. Piénselo, y sepa cuanto lo quiere: Sarmiento". Y seguidamente le reitera en otra carta:

         "Mi querido Escobar: Si no quiere vivir en lo de Paunero, puede vivir en lo de Juan Carlos Gómez en el Uruguay, que le hace ofrecer su residencia, en lo de Guido Spano, otro defensor de ustedes. También Alberdi tiene una casa inútil que no la emplea, el vive en París. Yo no le ofrezco nada porque no tengo casa, o puede vivir en la casa de su compatriota Gómez, en lo de Aristóbulo del Valle. Decídase y yo le espero, le puedo dar pasaporte y garantías para que nadie lo toque. Espero su respuesta. Sarmiento".

 

         Lastimosamente en la colección documental no figuran las contestaciones de Escobar. Pero estas cartas de Sarmiento muestran de por sí el inmenso interés y el hondo afecto que ganara para con Escobar por el valioso aporte suyo al retiro de la Argentina de la guerra.

 

 

 

EL CONTACTO CON EL CONDE D'EU.

 

         Al tomar conocimiento de la renuncia de Caxías, el Gobierno Imperial designa al conde D'Eu, yerno francés del Emperador para reemplazar a Caxías. El nuevo comandante asume su cargo en Luque el 16 de abril de 1869 y luego de reorganizar sus cuadros, reinicia la persecución del resto de las tropas que seguían a López. Bajo el mando de D'Eu, destaca el historiador y diplomático brasilero Joaquín Nabuco, "la guerra se convirtió en una cacería militar, en la persecución de un hombre por un ejército, siendo evidente, dadas las circunstancias, que el perseguido no caería vivo en manos de sus perseguidores".4 La suerte estaba echada. Solo faltaba la consumación de su desenlace.

         Durante su alejamiento de la capital para reunirse con la tropa de su División que había quedado un poco distante de los alrededores de la ciudad, Escobar le escribe al Mariscal: "En mi retirada desde Asunción no he hallado contratiempo alguno. He visto solamente ruinas, hambre, desnudez, desolación. Por eso, aunque pareciera a V.E. algo atrevido, pienso hacer frente al ejército aliado. Mi alma no está aún libre de los enojosos espectáculos vividos y siento en el fondo de mi ser un rencor igualmente compartido por todos los de mi División. Pido pues permiso suficiente para aplastar al enemigo o morir en la demanda, como lo he intentado reiteradas veces ante el Superior Gobierno. Dios guarde a V.E. muchos años. Patricio Escobar.

         El nuevo enemigo era el Conde D'Eu, a quien Escobar le sigue y lo marca pero no le ataca. Eso hubiera sido un simple y cruel suicidio. Con menos de 200 hombres que le quedaban de su regimiento no podía haber enfrentado a un ejército de más de 20.000 soldados bien armados. Pero le asedia con una serie continua de desafiantes mensajes con los que procuraba atraer su atención hacia su reducida tropa y darle tiempo a López para alejarse lo máximo posible de un enfrentamiento con esa poderosa fuerza. En su primer mensaje le dice a D'Eu con ofensivo tono: "Entiendo que don Pedro II estaba harto de su presencia de holgazán en la Corte del Imperio, y por ello le ordenó venir a la campaña de la Triple Alianza contra el Paraguay. Pero su Alteza Imperial Serenísima se hubiera tomado el trabajo de buscar al grueso del ejército Paraguayo, o a lo que queda de él para tener que oponerle resistencia y no donde tenga que dedicarse a la cacería salvaje de niños y mujeres. Suyo. Patricio Escobar".

         En un siguiente mensaje le añade: "Y vengo a saber ahora lo de sus actos en la ilustre ciudad de la Asunción, que no llego a comentar sino para Vuestra Excelencia Serenísima, pues es lo mas maligno y grosero que se haya tenido que imaginar jamás. Esa cobardía manifiesta de Vuestra Excelencia Serenísima, y esos hechos bochornosos de que he sido anoticiado, algunos de los cuales presenciaron mis ojos, no hacen sino poner en mucha pena en mis ojos, la poca nobleza de Vuestra Excelencia Serenísima. Suyo. Patricio Escobar".

         Y siguiendo a las huestes de D'Eu llega a Piribebuy, poco después de que las fuerzas brasileras abandonaran la ciudad para proseguir su avance hacia el norte. Desde allí le informa a López del nuevo saqueo realizado en la ciudad y del salvaje incendio del Hospital. Le cuenta que las tropas han rapiñado todas las joyas de la iglesia local y las que se habían traído de las iglesias de Asunción; que se habían incautado de todo el Archivo Nacional traído desde la capital y que él felizmente había podido rescatar a los heridos y enfermos del Hospital en llamas. Y luego prosigue su marcha con el resto de su tropa hasta las proximidades de Cerro Corá anticipándose al avance brasilero. Fue el primero en llegar hasta ese lugar. Desde allí le informa al Mariscal: "Cumplo en informar a V.E.S., mi mariscal, que, en verdad ayer a la tarde hice frente a los enemigos aliados ya en la entrada de Cerro Corá, y muy cerca del pasaje de Chiriguello y solicito a V.E. que se ponga sobre aviso y esté alerta al respecto. Voy a entretenerlos lo más que pueda, pero en verdad digo a V.E. que no veo cuanto voy a poder resistir. Tenga V.E. todo preparado para que no le ocurra ninguna sorpresa desagradable. Dios guarde para la patria la interesantísima vida de V.E.S. por muchos años. Patricio Escobar".

         En otro informe le añade:"En verdad, Roa y yo vamos a intentar detener a los enemigos en las puertas mismas de Cerro Corá, pero no estamos seguros de cuanto vamos a durar, pues nuestros enemigos avanzan incontenibles en un número desde luego desproporcionado comparado a nosotros y como siempre mejor pertrechados, pero juramos que de alguna manera hemos de evitar una rápida liquidación de la digna persona de V.E. y de los altos intereses del Paraguay. Dios guarde la interesante salud de V.E. muchos años. Patricio Escobar''.

         Buscando distraer el avance de las tropas brasileras hacia las posiciones de López, Escobar le manda a D'Eu la desafiante carta siguiente: "Mañana voy a estar con mí regimiento en la boca del Paso del Chirigüelo, esperándolo a usted, mas no para dialogar, porque no he de hacerlo nunca con usted, por no considerarlo persona muy interesante, pero sí para medir a nuestras fuerzas en claro combate, pues es eso lo que quedaría bien a Vuestra Excelencia Serenísima, mas no lo que viene haciendo hasta ahora que, desde luego, es una lástima: perseguir a mujeres y niños, enfermos, mutilados y heridos y quemar hospitales, antes que medir caballerosamente las armas en un campo de batalla como mandan los reglamentos de la guerra. Suyo. Patricio Escobar".

         Y el desigual encontronazo se produjo allí en Chirigüelo. Escobar le informa entonces a López:

         "El grueso del ejército a las órdenes de Roa ha sucumbido esta mañana de la peor manera, pues han pasado a todos por degüello. En unas horas más voy a estar donde V.E. para evitar desde luego que las cosas empeoren. Mis diecisiete hombres y yo, en algunas horas más hemos de estar al lado mismo de V.E. para poder defenderlo de cualquier circunstancia ingrata por lo que posiblemente pase ante el avance incesante y arrollador del enemigo. Creo yo que esos diecisiete hombres y yo, llenos de amor a la patria y de admiración a usted, todavía podemos hacer algo por la patria. Dios guarde a V.E. muchos años. Patricio Escobar". Todo esto es una versión totalmente distinta a la que recogen los textos históricos de nuestro país.

 

4 Nabuco, Joaquin. La Guerra del Paraguay. Ed. Belgrano. p. 233.              

 

 

 

LAS ÚLTIMAS RESOLUCIONES DE LÓPEZ.

 

         Ante las advertencias recibidas de Escobar, Solano López presiente la inminencia inevitable de su final. Ante esa perspectiva, quiere en primer lugar testimoniar su reconocimiento y gratitud a la solidaridad y a las difíciles y riesgosas funciones y enfrentamientos realizados bajo sus órdenes por Escobar con una lealtad y un heroísmo inigualado y decide ratificarle la más alta condecoración que podía concederle de acuerdo a las normas y principios vigentes, y luego, adoptar una resolución sobre su sucesión en el mando supremo de la República en el caso posible de su muerte.

         Con respecto al primer punto dicta la siguiente resolución: El Excelentísimo Señor Presidente de la República y Comandante en Jefe de sus Ejércitos, Mariscal ciudadano Francisco Solano López, en uso de las atribuciones que le confiere la ley de esta República, y considerando los múltiples servicios que a la patria en guerra tiene hechos el señor General Patricio Escobar, ilustre Jefe de nuestro Ejército, y viendo que su valor y su patriotismo merecen el aprecio y la consideración de este Gobierno, Yo, el Mariscal Presidente, acuerdo y decreto, nombrarle por este mismo oficio y por segunda vez, Caballero insigne por la Orden Nacional del Mérito con cordón extraordinario y magnífico, y para que a todos conste lo firmamos conjuntamente con el Excelentísimo Señor Vice Presidente de la República, ciudadano don Domingo Francisco Sánchez. Dado en la campaña de las Cordilleras, a los veinte y nueve días del mes de febrero del año de mil ochocientos setenta. Francisco Solano López. Domingo Francisco Sánchez''.

         Con respecto al segundo punto, formula un decreto, cuyo texto original fue conservado y nos fue facilitado por la señora Rose Marie Escobar de Caride, bisnieta del generalísimo Patricio Escobar. Este documento testimonia, no lo referido poética y bellamente por la imaginación soñadora del insigne poeta argentino Goicochea y Menéndez en su emotivo poema sobre "La Noche Antes''; que los anales históricos de nuestra patria recogen y repiten como verdad revelada, sino lo realmente registrado en

ese tenso y emotivo momento de nuestra historia. Ningún historiador paraguayo ha tenido hasta hoy acceso a este documento firmado por el glorioso Mariscal y por el Vice Presidente de la República que dice así: "El Excelentísimo Señor Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército, ciudadano Mariscal Francisco Solano López, en uso de las atribuciones que le confiere la Ley de la República, viene a nombrar por este documento, para lo que hubiere lugar, al señor General Patricio Escobar, ilustre Jefe del Ejército Paraguayo en Campaña, Presidente Sucesor de la República, para el caso de que mi muerte sucediera, y para que a todos conste lo firmamos. Francisco Solano López, Domingo Francisco Sánchez, Luis Caminos".

         Esto es parte del glorioso testimonio que Escobar nos ha legado con la colección documental que estamos revelando. Muestra este documento el inmenso sentido de responsabilidad que el Mariscal tenía sobre el futuro del país y su innegable e inigualable amor por la patria. Pero la historia no termina aquí. Queda todavía mucho por narrar como veremos en lo que sigue.

 

 

FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRÁFICAS

 

DOCUMENTOS DE LA COLECCIÓN DE PATRICIO ESCOBAR.

 

1).     DOCUMENTOS SELECCIONADOS POR JULIO CÉSAR CHÁVEZ PARA UN PROYECTADO LIBRO TITULADO "EL HÉROE DE YPECUÁ A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS".

 

1.      Informes de Patricio Escobar al General Francisco Solano López. 1864-1870. 86     pg.

2.      Acta de la Conferencia de Curuzú. IX-1866.21 pg.

3.      Borrador del Acta de Paz de la Conferencia de Yatayty Corá. IX-1866. Firmado      por Francisco Solano López, Patricio Escobar y Bartolomé Mitre. 3 pg.

4. Concordato firmado por Urquiza, José Berges y Patricio Escobar. I-1868. 3 pg.

5.      Acta firmada por Sarmiento, Elizalde, Mitre, Avellaneda y Patricio Escobar, I-         1870. 3 pg.

6.      Borrador de compromiso de Patricio Escobar a Domingo F. Sarmiento. 1-1870.2    pg.

7.      Borrador del Tratado Secreto presentado por B. Mitre. X-1866. Firmado por B. Mitre, P. Escobar, José A. Pimenta Bueno y Venancio Flores.

8.      Proyecto de nota firmada por Patricio Escobar y Pimenta Bueno. X.1866. 11 pg,

9.      Acta de Negociaciones para Itamaratí firmada por Escobar y Pimenta Bueno.

10.    Actas de negociaciones firmadas por Escobar, Pimenta Bueno y el Almirante Tamandaré.

11.    Actas de negociaciones firmadas por Escobar y Pimenta Bueno.

12.    Notas firmadas por Pimenta Bueno y José M. Paranhos.

13.    Nota firmada por Escobar, Pimenta Bueno y F. S. López.

14.    Nota firmada por el General Juan A. Gelly y Obes.

15.    Nota firmada por Bartolomé Mitre, Pimenta Bueno y Patricio Escobar.

16.    Nota firmada por Mitre, General Paunero, Pimenta Bueno, Almirante Tamandaré, Escobar y Venancio López.

17.    Nota firmada por Pimenta Bueno y Bartolomé Mitre.

18.    Los Concordatos.

19.    Nota de Mitre a Escobar. 6 de enero de 1866.

20.    Notas del Mariscal López y Bartolomé Mitre.

21.    Notas firmadas por Patricio Escobar y Pimenta Bueno. Cartas originales del general Patricio Escobar a Jefes y Personalidades de la Triple Alianza y de estos al General Patricio Escobar durante la guerra y en la preguerra.

 

1)      Con Argentinos:

         30 cartas del General Patricio Escobar al Dr. Bartolomé Mitre.

         29 cartas del Dr. Bartolomé Mitre al General Patricio Escobar.

         20 cartas de Domingo Faustino Sarmiento al General Escobar.

         1 carta del General Escobar a Domingo Faustino Sarmiento.

 

2)      Con Uruguayos:

         6 cartas del General Patricio Escobar al General Venancio Flores.

         4 cartas del General Patricio Escobar a José Sierra Carranza.

         3 cartas del General Patricio Escobar a Juan Carlos Gómez.

 

3)      Con Brasileros.

         14 cartas del Emperador Pedro II al General Patricio Escobar.

         8 cartas del General Patricio Escobar al Emperador Pedro 11.

         1 carta del Emperador Pedro II y José Pimienta Bueno al General Patricio Escobar.

         3 cartas del Emperador Pedro 11 y José M. Silva Paranhos al General Patricio Escobar.

         1 Declaración ante autoridades del Imperio por Patricio Escobar.

         12 cartas del General Patricio Escobar a Almeida Castro.

         4 cartas del General Patricio Escobar al Almirante Tamandaré.

         7 cartas del General Patricio Escobar al Conde D'Eu.

         2 cartas del General Patricio Escobar al General Osorio.

 

4)      Otros documentos.

         Patricio Escobar. Memorias de la guerra. Francisco Solano López. Diario de   Guerra y Memorias de la guerra.

         Patricio Escobar. Diálogos en la Conferencia de Yataity Corá Patricio Escobar. Defensa de los Saltos del Guairá ante la Cancillería De Itamaratí.

 

5)     Bartolomé Mitre. La Vida de Patricio Escobar.

 

 

2.      BIBLIOGRAFÍA GENERAL. LIBROS Y PUBLICACIONES.

 

ALBERDI, JUAN B. Los intereses argentinos en la guerra del Paraguay con el Brasil. 1865.

ALBERDI, JUAN B y GREGORIO BENÍTES. Epistolario Inédito. 1864-1883. 3. T. 2006.

ASHWELL, WASHINGTON. El Tratado Secreto de la Triple Alianza. En Historia Paraguaya. Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia. Vol. XLVII. 2007.

         - Historia Económica del Paraguay. T.1. 1870-1925.

         - El Pensamiento de los Partidos Políticos. 1870.1947.

BENITES, GREGORIO. La Triple Alianza de 1865 Escapada de un Desastre. 1904.

         - Anales Diplomáticos y Militar de la Guerra del Paraguay. 2 T. 1906

         - Guerra del Paraguay. Las primeras batallas contra la Triple Alianza 1919.

BEOUCHET, LIDIA. José María Paranhos, Visconde do Rio Branco.1985.

BOSCH, BEATRIZ. Urquiza y la Guerra de la Triple Alianza. En Boletín de la Academia Nacional de la Historia. 1963.

         - Presencia de Urquiza- Con una colección documental.1953

BOX, PELHAM HORTON. Los Orígenes de la guerra al Paraguay. Ed. en español. La Colmena. 1933.

BRAY, ARTURO, Hombres y Épocas del Paraguay. 1957

         - Solano López, soldado de la gloria y del infortunio..

BREZZO, LILIANA M. La Argentina y el Paraguay. 1852-1869.1997.

         - Aislamiento, Nación e Historia en el Río de la Plata. Argentina y Paraguay. Siglos XVIII-XX. 2005.

BREZZO, LILIANA M y BEATRIZ FIGALLO. La Argentina y el Paraguay de la Guerra a la Integración. 1999.

BRUGADA, ARTURO. Historia Política del General Caballero. 1925.

CABALLERO, BERNARDINO. Mensajes Presidenciales al Congreso. 1881-1886. Ed. Fundación Cultural Republicana.

CALMÓN, PEDRO. Historia da Civilizaçao Brasileira. Brasilia. 2002.

CARCAMO, RAMÓN, Guerra del Paraguay. Orígenes y Causas. 1939.

CARDOZO, EFRAIM. Vísperas de la guerra del Paraguay. B.A. 1954.

         - El Imperio del Brasil y el Río de la Plata.

         - Antecedentes y Estallido de la Guerra del Paraguay. B.A. 1961.

DORATIOTO, FRANCISCO FERNANDO MOTEOLIVA. La Guerra Maldita. Ed. das letras.

ELIZALDE, RUFINO D. El Doctor Rufino De Elizalde y su época Vista a Través de su Archivo. B.A. T. IV y V, 1874.

FAUSTO, BORIS. Historia do Brasil. Ed. USP. 2004.

FREIRE ESTEVES, LUIS, y JUAN C. GONZÁLEZ PEÑA. El Paraguay Constitucional. 1870.1920. B.A. 1921.

GARCIA MELLID, ATILIO. Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay. 2 Vol. 1963-1964.

HERRERA, LUIS ALBERTO. La diplomacia oriental en el Paraguay.

         Correspondencia oficial y privada del doctor Juan José Herrera, Ministro de Relaciones Exteriores de los gobiernos de Berro y Aguirre. 2 Vol. 1908-1911.

         - Orígenes de la guerra grande. 2 T. Montevideo. 1944.

KALLSEN, OSVALDO. Historia del Paraguay Contemporáneo. 1869-1983.

LOBO, HELIO. Antes da Guerra (A missao Saraiva ou os preliminares do Conflicto com o Paraguay). R.de J. 1914.

LÓPEZ DECOUD, ARSENIO. Álbum Gráfico de la República del Paraguay. 1911.

MITRE, B. y JUAN CARLOS GÓMEZ. Cartas Polémicas sobre la Guerra al Paraguay, con prólogo de J. Natalicio González. Ed. Guarania 1940.

NABUCO, JOAQUIN. La Guerra al Paraguay. Ed. Belgrano.

O'LEARY, JUAN E. El Mariscal López. 1920.

         - El Paraguay en la Unificación Argentina. 1926.

         - El héroe del Paraguay en el IX Aniversario de su gloriosa muerte. En Montevideo 1930

POMER, LEÓN. La Guerra al Paraguay. ¡Gran Negocio! B.A. 1968.

SCHNEIDER, LUIS. A Guerra da Triplice Alianza. (Imperio do Brasil, República Argentina, e República Oriental do Uruguay) contra o Governo da República do Paraguay. (1964-1870) 2 Vol. Sao Paulo. 1865-1866. B.A. 1907.

SOSA, JAIME. Mi Misión a Río de Janeiro. B.A.1875.

THOMPSON, JORGE. La Guerra del Paraguay. 2. T. B.A. 1869.

TJARKS, GERMAN O. E. Nueva luz sobre el origen de la guerra de la Triple Alianza. B.A.

VIANA FILHO, LUIZ. A vida do Baräo do Rio Branco. 3a. Ed.

WASHBURN C. The History of Paraguay, with notes of personal observation and reminiscentes of diplomacy. 2 Vol. Boston. 1873.

 

 

WASHINGTON ASHWELL: Cuando pararecía que la temática de la Triple Alianza se encontraba agotada, y solo se esperaba nuevas obras secundarias, el investigador miembro de la Academia Paraguaya de la Historia Dr. Washington Ashwell exhuma una serie de documentos inéditos, que viene a alumbrar en temas hasta hoy escasamente tratados por los historiadores del Río de la Plata.

Como es habitual en el autor, las afirmaciones se encuentran avaladas en documentos de primera fuente, originales valiosos que hasta hoy se encontraba fuera del alcance de la investigación.

Este nuevo cuerpo documental sobre la Triple Alianza, cartas, actas etc. producidos por los actores más relevantes del conflicto, traerá una renovación y revisión de aquella historia tradicional. Así aparecen documentos de Solano López, Mitre, Pedro II, Sarmiento y otros altos cancilleres -y funcionarios como Da Silva Paranhos, Pimenta Bueno, Almirante Tamandaré, el Gral. Paunero, Caxias y otros.

Lo más llamativo es la actuación fundamental que tuvo el Gral. Escobar, quien durante la guerra se desempeñó como el verdadero canciller, despertando por ello el aprecio de sus adversarios. Su rol principal fué la búsqueda de la paz, al que nunca se pudo llegar por el destino que le marcaron los ideólogos de la guerra, Pedro II y Mitre, quienes resolvían los problemas de sus estados con el conflicto.

Con labor de orfebre, el prestigioso académico Dr. Ashwell nos presenta en forma amena todo el trágico panorama de la guerra, en un aspecto desconocido, la gestión diplomática diferente del que conocíamos en Solano López.

La obra presenta también la gestión de Escobar en Rio de Janeiro, en el tiempo en que estuvo prisionero, donde alternó con Pedro II y otros altos funcionarios que reconocieron y admiraron en él sus dotes de hombre de la guerra y de la paz.

 

 

 

 

 

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