SAN MBIQUICHO

TRADICIÓN

Versión: VÍCTOR ABENTE HAEDO

Érase una vez un jinete que tenía fama. No se sabe cuándo, pero deben haber pasado muchos años de esto. Lo cierto es que en cien leguas a la redonda de Ñu Porá, no había quién compitiese con él en montar potros.

Era delgado, alto y moreno, de frente ancha, de pómulos salientes.

Tenía unos ojos negros, negrísimos, que corrían parejos con su también negra, larga y lacia cabellera.

Usaba chiripá y tirador flecudo.

No se le conocía nombre de pila. No sé por qué lo llamarían Mbiquicho,

Hubo por entonces un potro sobre cuyo lomo no paraba nadie.

Había volteado a todos los domadores de la comarca. Sólo Mbiquicho faltaba.

Le invitaron para que lo ensillase, y como no era su costumbre hacerse rogar, aceptó.

Era una tarde hermosa con un cielo azul y un horizonte verde. Todos los de la región se habían reunido en Ñu Porá para ver a Mbiquicho sobre el picazo cola blanca.

Amarrado al tambo, arriéndolo para después ensillarlo. Calzóse luego sus tamangos y púsose las tremendas espuelas, cuyas rodajas al rozarse producían simpático sonido.

Una vez así desató al criollo, le desabrochó el marreador y lo llevó fuera del cerco.

Enseguida prendióse con una mano de la oreja izquierda del noble bruto y con la otra de la cabecera del recado. Hízolo girar a objeto de marearlo, y antes que un segundo transcurriera, ya se lo vio encima del arrogante potro.

El picazo salió corcoveando y siguió corcoveando que era un gusto, pero al gaucho no lo movía del recado.

Cayó la noche y la silueta de Mbiquicho sobre el noble bruto perdióse en la llanura.

Pasaron días y días, y ni el moreno ni el criollo aparecían. Sólo a la tarde del octavo, cuando el sol tendía a ocultarse en Occidente, los peones de Ñu Porá divisan a los lejos ligera polvareda, luego una masa informe que se movía lentamente. Cuando la distancia se hubo acortado distinguieron a Mbiquicho y al picazo. Sólo que el gaucho delgado, alto y moreno, de frente ancha y de pómulos salientes, era cadáver ya.

El picazo volvía manso. Pero no sobrevivió ni un día al que tan férreamente se había sentado sobre su lomo.

Mbiquicho había hecho de las suyas. Desde aquel día lo llaman San Mbiquicho, y lo hicieron patrono de los domadores.

Fuente: MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY. Compilación y selección de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR - www.ellector.com.py . Tapa: ROBERTO GOIRIZ. Asunción-Paraguay. 1998 (187 páginas)

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