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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  EL MITO DE AÑÁ - Versión: RAMÓN BOGARÍN

EL MITO DE AÑÁ - Versión: RAMÓN BOGARÍN

EL MITO DE AÑÁ

Versión: RAMÓN BOGARÍN

 

Uno de los mitos mayores del panteón guaraní es Añá, encarnación del Espíritu del Mal, en oposición a Tupá, personificación del Bien, según la leyenda nativa más aceptable.

Añá, hijo de Gea, la Madre Tierra, personificación del elemento femenino, y de Tiniebla, elemento activo del principio masculino, nacido en el solar guaraní después de sepultarse el Sol en el abismo misterioso de la noche.

Por este hecho singular, Añá impera en la oscuridad, desde las ocho de la noche hasta el primer canto del gallo, hora en que se recoge en su antro tenebroso conocido bajo el nombre de Añaretá, Patria de Añá, escondida en la entraña insondable de la tierra cuya boca de comunicación con el mundo exterior, vulgo denomina "Salamanca" en su lenguaje lugareño. "Salamanca", antro siniestro donde concurren los magos, brujos y hechiceros para recibir la ciencia oculta de Añá.

Añá, dios maligno, ejerce su voluntad omnímoda desde su trono sombrío sobre todos los mortales de la tierra.

Sabio como Tupá menos un punto, reza la tradición nativa, aludiendo a la inteligencia de Añá que interviene en todas las acciones humanas con la mala intención de impedir la obra buena de Tupá.

Añaindy, ave de fuego, monstruosa, una forma de Añá, mora durante la noche oscura en la vivienda de los malos casados y alimenta la discordia con el propósito de desatar la unión de los cónyuges mediante su secreta intervención.

Un manco invisible, monstruoso también, otra forma de Añá, vive a horcajadas sobre el cuello de los recién casados y no les abandona sino después de siete años, si los cónyuges llegasen a vencerlo por sus propios esfuerzos, podrán adelantarse recién después de ese lapso de tiempo, porque la misión del ser maligno es obstaculizar al nuevo matrimonio con fines perversos para arrastrar a la relajación de la costumbre y la disolución de la sociedad conyugal.

Cuando un mortal atenta contra su propia existencia, ahorcándose, por ejemplo, o ataca la vida de su semejante, asesinándolo, se atribuye a la intervención de Añá para acelerar la consumación del delito.

Añá asiste a la mente humana en todos los momentos e impulsa a obrar mal.

Añá, dios temible, toma la forma humana y animal, y aparece durante la noche sombría a los transeúntes en los lugares inhabitados y sospechosos, ora como un hombre sin cabeza de lenguaje ininteligible; ora como un ser monstruoso que arroja fuego por los ojos y por la boca; ya como un ruido vago y confuso que rompe cl silencio de los lugares boscosos y solitarios.

Pero Añá también obra milagro como Tul . Hay gente que tiene fe en Añá y pide su protección para ganar en los juegos de azar, salir airoso en una empresa difícil y triunfar siempre en la vida como un ser afortunado.

Cuando un cazador de aves pierde la bola en los campos (proyectil), invoca la ayuda de Añá, busca una mata de paja, elige un manojo de paja y hace un fuerte nudo, diciendo más o menos así: Añá, ato tu cola hasta que encuentre mi bola; si no la encuentro no la desataré nunca más. Si el cazador encuentra la bola perdida, desata inmediatamente el nudo o sino deja sin tocarlo jamás.

Añaraity. En sentido metafórico, se refiere a un lugar oculto donde se refugian los malhechores, cuatreros y gentes maleantes.

Una tradición que llega hasta nosotros y que hemos recogido de los labios de los ancianos campesinos, cuenta que Añá vio hacer a Tupá el pajarillo más bello de la fauna guaraní, denominado mainumby, pica-flor, que raudo revolotea por el jardín, de flor en flor.

Añá puso manos a la obra, y después de haber terminado, notó que era demasiado bella; entonces, muy satisfecho Añá soltó al aire para volar; pero desgraciadamente, cayó al suelo en vez de volar, y se puso a saltar sobre el suelo grotescamente, quedando metamorfoseado en cururú, sapo.

Cuando llueve de día, y el Sol está iluminando en el horizonte, la leyenda nativa dice que Añá está casándose en su morada con grandes ceremonias.

Otra leyenda, fruto de la imaginación indígena mezclada con la del español misionero, dice que el Cusubí, torbellino, cuando se desencadena en forma violenta y amenazante, el observador debe tirarlo con un rosario bendecido de curupicay, cauchero, para apaciguar la furia, rezando al mismo tiempo, el Credo al revés, tres veces; pronto decrece la impetuosidad del remolino del viento, y aparece en el mismo lugar de Cusubí, un toro de pelo colorado que arroja fuego por la punta do los cuernos y que embiste furioso contra el dueño del rosario, repetidas veces. Si éste llegara a sacar el cuerpo siete veces del ataque del bravo toro, que es Añá vivo, se queda vencedor del monstruo que huye de la escena. El vencedor se queda dueño de los secretos providenciales del Añá, transformándose en un hombre invencible e invulnerable.

Añá, en la leyenda guaraní, simboliza a las potestades fatales de la Naturaleza, que en una forma oculta y misteriosa, arrojan los males morales sobre los destinos de la vida humana y desencadenan las fuerzas bravías y brutales del medio hostil contra los hombres que luchan por el advenimiento de un mundo mejor mediante la civilización y cultura de la sociedad ambiente.

Fuente: MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY. Compilación y selección de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR - www.ellector.com.py . Tapa: ROBERTO GOIRIZ. Asunción-Paraguay. 1998 (187 páginas)

 

 

 

 

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