LEYENDA DEL CHAHÄ

Versión: GIRALA YAMPEY

El agudo grito del Chahä, domina todo el silencio, o el bullicio de los esterales. En los bañados o a orillas de las lagunas y aguadas, se lo encuentra con su magnífica presencia. Un copete de Capitán semeja un pequeño gorro, un abultado plumaje realza su tamaño, y unos brazos espolones en cada ala, indica su capacidad de defensa y de ataque. Realmente tiene la prestancia de un guerrero con sus pasos de apariencia petulantes y la corneta de su altísima voz que da la alerta a todos de la presencia de algo extraño que ocurra en el estero. Todos respetan, o seguramente podrían odiar, al poderoso que parece ser el guardián bien armado de sus lugares de andanzas. Es, sin dudas, un valiente que vigila todo el movimiento de los alrededores. A veces, en altísimo vuelo, desde lo alto, lanza sus gritos como dando órdenes a sus soldados, los tetéus, alborotados ante cualquier movimiento.

Generalmente está en pareja, pero también puede encontrárselos en bandadas no muy numerosas. La pareja es fiel hasta la muerte. Son inseparables en sus paseos aéreos y en sus excursiones campestres, ayudándose en las tareas de nidificación e incubación. Las demás aves no se atreven nunca a enfrentarlos.

A pesar de todo lo dicho, la leyenda del Chahä no le es benévola. De nada le vale ser el Capitán de los esteros ni sus afectos para con su pareja, ni el regio vuelo por las alturas y la útil vigilancia que realiza, para las demás aves, para los animales y para el mismo hombre de campo.

La leyenda dice que en ocasión en que Jasy bajó a tierra había sucedido el caso. Había venido acompañada de una "Jasy tata" (estrella) también llamada "mbyja". Las visitas a la tierra las hacía Yasy (Luna) para poder alternar con los seres humanos, conocer mejor sus maneras y ver quienes eran malos y quienes buenos. Siempre que bajaba a la tierra tomaba la forma de una mujer.

Esta vez, una calurosa tarde, estaba acompañada de una pequeña muchacha. Iban por una selva muy tupida y la caminata les produjo una sed torturante, porque cuando los seres divinos adquieren forma humana, sienten sus mismas necesidades. Sobre todo la pequeña, poco acostumbrada a estas aventuras, padecía horriblemente.

Así iban orientándose hacia el gran claro de luz que veían más adelante, hasta llegar a una cañada. Allí estaban dos jóvenes muchachas que lavaban sus ropas en el charco del esteral. Jasy y su acompañante se acercaron a ellas para pedirles agua de beber, pero las jóvenes respondieron que no tenían con qué calmar la sed. Luna se alejó del lugar para seguir buscando un lugar limpio donde tomar agua, llevando de la mano a su llorosa pequeña compañera.

Ya un poco retirada de las lavanderas, éstas las llamaron mostrándoles una calabaza. Volvieron sobre sus pasos las sedientas, y cuando se aproximaron no pudieron beber de lo que les ofrecían. Eran calabazas llenas de espumas de jabón. Las malas muchachas se reían burlándose. Jasy, muda de indignación, levantó la vista hacia el ciclo, tal vez para pedir algún castigo para las malvadas muchachas.

En esas circunstancias, cruzó volando un Papagayo y le dijo a Jasy:

-Allí cerca hay un manantial, -y señaló una fuente que acababa de brotar entre los árboles. Se acercaron y bebieron de la cristalina surgente. Entre tanto, a las sorprendidas muchachas, el Papagayo les gritó:

-Para ustedes, ahí va el castigo.

De inmediato, fueron convertidas en aves. Tan rápido que apenas una de ellas pudo decir:

- "Jaha" (vamos), que, por el susto, le salió distorsionado en: "Chahä".

Las metamorfoseadas se alejaron chillando: "Chahä... Chahä...".

Por eso el Chahä vive en pareja y su carne es fofa, semejante a la espuma del jabón.

Parece ser que la original leyenda es ésa. Posteriormente, habría sido modificada por los misioneros para ser contada con el ajuste cristiano correspondiente. Habrían sido la Virgen María y Jesús los protagonistas. O, en otra versión, Jesús y San Pedro. Al ser burlados por las muchachas, Jesús, el divino perdonador de los pecados, sufrió la presión de estar entre los vivos y, violentando su naturaleza, se irritó y las maldijo. Las lavanderas, transformadas en aves de acolchados plumones, salieron gritando: "Chahä... Chahä...".

Fuente: MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY. Compilación y selección de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR - www.ellector.com.py . Tapa: ROBERTO GOIRIZ. Asunción-Paraguay. 1998 (187 páginas)

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