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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  LEYENDA DEL CHINGOLO - Versión: GIRALA YAMPEY

LEYENDA DEL CHINGOLO - Versión: GIRALA YAMPEY

LEYENDA DEL CHINGOLO

Versión: GIRALA YAMPEY

 

El Chingolo es una avecilla simpática y hogareña. Le gusta rondar por las casas, correr por los patios y picotear lo que encuentra. Generalmente la gente lo llama por otro nombre. "Rafael piruchi" (Rafael el flaquito), "Bendito sea Dios" o simplemente "Chesy hasy" (mi madre está enferma), por onomatopeya de su silbido que es agudo y potente aunque agradable. Anida hasta en los planteros de las casas construyendo un nidito prolijo y tan hermoso que da gusto mirarlo.

La leyenda cuenta que en tiempos antiguos, vivía un muchacho llamado Rafael, apodado Cachilo. Era arrogante e impetuoso, con mucha salud y energía. Un tanto alto y de canilla "po'i" (piernas delgadas). Agregados a esas cualidades, también era altanero y engreído, siempre queriendo llevarse por delante a los demás, sobre todo si el oponente era más débil. Así andaban las cosas. Alardeando bravuras, su petulancia no tenía límites. Se había vuelto pleitista y peleador. Lo único ponderable era su vocación por la guitarra, que ejecutaba muy bien. Cuando estaba con su instrumento, se tornaba más afable y parecía que la música controlaba sus ímpetus.

Un buen día, llevado por su fanfarronería, desafió a alguien a que él solo podría echar abajo las paredes que se estaban levantando para una iglesia nueva. En la disputa, de si lograría o no deshacer la pared, se le impuso su vanidad de apuesto joven, y armándose de coraje, comenzó a dar patadas y empujones a la recién construida pared hasta que consiguió derribarla. De inmediato intervino la policía y nuestro personaje fue llevado preso.

Cuando el juez analizó la causa, no le perdonó su sacrílega acción. Ordenó su encarcelamiento y engrillado. Allá estaba de penitente con su traje a rayas y su bonete de presidiario. Allí, despenando sus horas correteaba por todas partes, dando saltitos para trasladarse de un lugar a otro pues los grillos no le permitían caminar. Inquieto como era, no podía sujetarse en un sitio.

Al enterarse Tupá de que no solamente había empujado y tumbado la pared de la Casa de Dios, sino también alardeaba de haber consumado una hazaña que nadie se atrevería a hacer, se fastidió de tal manera que quiso castigarlo. Por su irreverencia lo convirtió en un pajarillo, para rebajar su soberbia de agrandado y forzudo. Además lo condenó a seguir usando su bonete de presidiario en forma de copete a rayas, para que no olvide el juicio de los seres humanos. Como los grillos le acalambraron las piernas, también le obligó a seguir caminando con saltitos. Pero, no le sacó su cualidad de cantar por haber sido buen guitarrero. Ahora es un buen padre de familia, organizado, y amigo de los hombres. El canto que le impuso dice: "Bendito sea Dios" o "Rafael Piruchi". Arrepentido de su vida anterior, es un pajarito manso y sumiso que gusta andar por las casas con su melodioso cantito.

Fuente: MITOS Y LEYENDAS DEL PARAGUAY. Compilación y selección de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR - www.ellector.com.py . Tapa: ROBERTO GOIRIZ. Asunción-Paraguay. 1998 (187 páginas)

 

 

 

 

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