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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  EL CABUREI, PEQUEÑO MOLOCH DE LAS SELVAS GUARANIES - Versión de ARNALDO VALDOVINOS

EL CABUREI, PEQUEÑO MOLOCH DE LAS SELVAS GUARANIES - Versión de ARNALDO VALDOVINOS

EL CABUREI, PEQUEÑO MOLOCH DE LAS SELVAS GUARANIES

Versión de ARNALDO VALDOVINOS

 

ANDANDO por los caminos campesinos del Paraguay, es común ver en la pared de alguna casa de “media agua”, pintado en azul o negro, un letrero que dice: “Almacén Cabureí”. ¿Qué significa este nombre? Está ahí como diciendo hechicero. El transeúnte no podrá seguir adelante sin vaciar previamente alguna copa de caña, apoyado con desgarbo en el mostrador. Para que así ocurra, por otra parte, el almacenero habrá cumplido con el requisito mágico consabido. Cuidadosamente habrá guardado en algún rincón de su negocio varias plumas de cabureí. ¿Para qué valerse de otros recursos de propaganda? Las plumas del cabureí están allí para irradiar, a algunos kilómetros a la redonda, su poderosa acción de encantamiento. Ellas solas atraerán, como un imán, al cliente. De la misma manera que el cabureí sabe reunir en torno suyo, sin abandonar su solitaria quietud, a todas las aves próximas para sacrificarlas sangrientamente, como en cumplimiento de un extraño rito de simbolismo inescrutable.

Es por demás curiosa, en verdad, la vida de este pájaro. Mora con predilección en las selvas paraguayas, correntinas, misioneras y chaqueñas. Porque el cabureí tiene su medio geográfico propio que no abandona jamás. Nunca lo vi al sur de los 29 grados, dice Azara. Desde aquí hasta los asoleados límites ríograndenses se extiende el escenario de su imperio casi terrorífico.

Nadie como él posee, según nuestros campesinos, el don de la atracción y del embrujamiento. Como ubicado en la desembocadura de múltiples corrientes invisibles, las demás aves llegan hasta él para entregarse indefensas a su capricho sanguinario. Es como un monarca absoluto. Un monarca insaciable, cruel, enigmático y sañudo. Un monarca que todos los días harta su renovado apetito en un festín de luctuosos sacrificios. Con su pico filoso y casi acerado destroza las cabezas y arranca las entrañas a las avecillas que, minutos antes, cantaban al sol y a la vida en medio de la floresta acariciada por el rocío mañanero.

Y para esta diaria misa de sangre oficiada por el cabureí en el improvisado altar de un árbol cualquiera, bástale con lanzar un grito que es como una ritual voz de anuncio para la iniciación de los sacrificios. Porque el cabureí no canta, sino grita. Grita y espera. No cabe duda de que su voz sonará al oído de las demás avecillas como la nota del mismo espanto. Porque simultáneamente con aquella lúgubre vibración que atraviesa el corazón de la selva, todos los pájaros quedan entumecidos o como presos de una repentina parálisis, imposibilitados de volar, como nos ocurre en sueños de pesadilla en que, ante un supuesto peligro, procuramos desesperadamente huir sin que nos obedezcan nuestras piernas ni nuestros brazos trocados en alas muertas.

Así es el efecto que el grito del cabureí ejerce sobre los demás pájaros. El lo sabe y espera. Espera que aquéllos, saltando bruscamente de rama en rama, vengan hasta él desde todos los puntos cardinales. Y una vez que este minúsculo moloch se ve rodeado de centenares de avecillas, que ante la desesperación que les produce el holocausto próximo trinan como sofocadas, con la rapidez del rayo se lanza sobre la presa elegida y, de un picotazo, le destroza la cabeza, dejando caer al suelo el cuerpo exánime y ensangrentado.

A veces son varias las víctimas sacrificadas en esta forma. Luego el cabureí desciende hasta aquellos despojos. Y allí procede a arrancarles las entrañas, con las que sacia su voracidad. Con esto termina el sacrificio. Los demás pájaros recuperan la agilidad momentáneamente perdida. Y de nuevo el espacio vibra de trinos jubilosos. ¡Quién sabe si en su retorno a la libertad de los cielos no llevarán consigo el afán de robar la secreta energía de los vientos para huir del trágico sino que los amenaza en ese ámbito de encantamiento!

El cabureí tiene cierta noción de su criminal acción. Lo prueba esta aguda observación hecha por Daniel Granada. Enjaulado - dice - mientras se lo mira, procura no hacer caso del pajarillo que lo acompaña. Mas como se halle sin testigo que pueda impedir su acción carnicera, no tarda en apoderarse de su víctima y arrancarle las entrañas. Tiene, en suma - concluye, - todas las trazas de un criminal taimado.

Los hombres del campo atribuyen al cabureí cierto poder magnético. Para ello se atuvieron, como lo acostumbran, a la mera observación empírica. Y he aquí que esta ave carnicera de los montes guaraníes llegara a convertirse en un preciado talismán. A esa influencia confían sus secretos y tímidos deseos, no sólo los indios y campesinos, sino también ciertas gentes de la ciudad. Viene aquí la razón de por qué se le da el nombre de cabureí a los mencionados almacenes. Y también la explicación de la afanosa búsqueda de las plumas de este pájaro por parte de ciertas personas. Dos o tres de estas plumas constituyen una fortuna.

Fuente: LA INCOGNITA DEL PARAGUAY. Por ARNALDO VALDOVINOS. Editorial ATLÁNTIDA S.A. Buenos Aires – Argentina 1945 (159 páginas)

 

 

 

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