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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  MISCHA’ACHEI - ETNOLITERATURA NIVACLÉ - Texto de LENI PANE CHELLI

MISCHA’ACHEI - ETNOLITERATURA NIVACLÉ - Texto de LENI PANE CHELLI

MISCHA’ACHEI

ETNOLITERATURA NIVACLÉ

TEXTO:  LENI PANE CHELLI

 

 

 

MISCHA’ACHEI

 

 

            La lluvia se abatía sobre las casas en las que solo brillaba la luz de los fogones.

            En una de ellas y acompañado por el monótono caer de las gotas, un hombre componía su arco, y soñaba con cacería brava batallas victoriosas.

            Era de tez morena y áspera, con las piernas demasiado cortas para unos brazos desmesuradamente largos, unas manos poco hábiles para el arco, y unos pies también muy grandes que no le hacían agraciado a los ojos de las mujeres. No era alto, pero sí fuerte. Era también muy tímido.

            Las mujeres le rehuían por ello, y como la naturaleza no le había dotado de gracias ni habilidades, él se encerraba cada vez más en su timidez.

            La noche era su amiga y la sombra su refugio.

            En la soledad de Pash’e se hacía más lacerante en esa noche lluviosa. Por eso cuando la lluvia cesó, el hombre salió de la choza. Ante su vista se extendía el cielo límpido, claro y brillante. Millares de estrellas destellaban en lo alto. Admiróse el hombre y fijó la vista en su preferida y suspiró.

            Se tendió en la hierba húmeda y mirando fijamente a dos estrellitas, las Géminis, se dijo para sí:

            - Si Mischa'achei fuese mujer, me casaría con ella.

            El día se anunciaba hermoso. A la alborada había sucedido una tenue brisa que presagiaba alegría en la gente. Era día de carreras. Todos los mozos de la aldea debían participar y todas las mozas estarían allí para admirar al vencedor. Pash'e también iba a participar.

            Un hombre dio las explicaciones de rigor. Irían por el camino de los algarrobos, para volver por el que bordea la laguna.

            Se dio la orden de largada. Pash'e, con sus pies demasiado grandes y sus piernas demasiado cortas, pronto quedó atrás, y tan rezagado quedó, que se perdió en el camino. Dándose cuenta de que estaba extraviado, empezó a caminar cavilando cómo llegaría hasta la aldea. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos que no se percató de que se hallaba pisando un espinar, hasta que una enorme espina se le entró en los pies produciéndole un dolor tan agudo que tuvo que sentarse. Trato de extraerla y no lo pudo. Procuró una y otra vez pero siempre en vano.

            Ya desesperaba Pash'e, cuando escuchó unas pisadas. Pensó entonces que serían de algún otro compañero de carrera que había errado el camino, pero se sorprendió muchísimo al encontrarse con una bellísima y radiante joven que, sonriendo, se le acercaba:

            - ¿Qué te pasa que te ves tan afligido? -le dijo.

            - Me he clavado una espina en el pie y no puedo arrancármela -dijo Pash'e.

            - Yo te la sacaré, -dijo la joven. Muéstramela.

            Pash'e muestra la planta del pie en la que, como una aguja, estaba hundida la espina hiriendo la carne.

            La joven, que era una aparición celestial y que a propósito había puesto esa espina en el camino de Pash'e, pasó su mano sobre el dolorido pie y la espina se desprendió fácilmente. Se admiró el joven y preguntó:

            - ¿Quién eres? ¿De dónde vienes?

            - ¿No me reconoces? -dijo la joven. Tú me llamaste.

            - Yo no pude llamarte, porque no te conozco -dijo Pash'e.

            - Sí, tú me llamaste a la noche después de la lluvia. "Si fuera mujer la estrella me casaría con ella", dijiste.

            - ¡Mischa'achei! -exclamó Pash'e.

            - Sí -dijo la joven-, y he venido para llevarte conmigo, allá arriba.

            - No puedo -dijo Pash'e- no tengo ni armas ni vestido, ni adornos.

            - No importa, yo te daré todo. Vámonos. Tengo un caballo esperándonos.

            Y como era tímido y la joven hermosa, no se resistió.

            Durante el trayecto le advirtió la joven:

            Cuando lleguemos a la aldea, vendrá a saludarte mucha gente, uno de ellos es el principal, el te dirá: - "Bienvenido" - y tú no debes contestarle, solamente bajar la cabeza, porque si no te matará. Por tres veces te dirá lo mismo, y tres veces harás el mismo ademán. La cuarta vez sí debes saludarlo.

            La aldea de Mischa'achei, era grande, pero diferente de lo que Pash'e conocía. Casi todos sus habitantes eran aves de extrañas formas y bellas.

            Casóse Pash'e con Mischa'achei, y un día quiso ir a cazar alguna presa para su mujer. Tomó el arco y la flecha, que Mischa'achei le había dado, y llegó a una laguna. Vio en ella un pato; lo apuntó con la flecha, y dio en el blanco, pero quedó muy asombrado al oír que el pato, al sentirse herido, empezó a gritar como un ser humano. Y es que allí en la aldea de Mischa'achei los hombres eran como pájaros, como pájaros los hombres y las mujeres jóvenes, estrellas.

            Pasó el tiempo y tuvieron hijos. Mischa'achei cuidaba de su marido y Pash'e se sentía feliz. Hasta que un día llegó a la aldea Jutsaj (el carancho), quien pidió permiso a Pash'e para comer maíz. Concedióle el hombre. Mientras el pájaro se hallaba en este menester, le comentó:

            - He visto a tu madre muchas veces llorar y suspirar por ti. Acordóse entonces el hombre de su madre y se entristeció. Se entristeció tanto que deseó volver. Le pidió a Mischa'achei que le llevase a visitar a su madre, pero la mujer pensó que, si Pash'e iba, ya no volvería. Y se negó. Así que cuando volvió el Carancho, el hombre le pidió que le llevase junto a su madre, pero al subirse sobre el lomo de Jutsaj sintió un terrible miedo y se bajó.

            Su tristeza iba en aumento, y a medida que crecía, Pash'e iba perdiendo el miedo de viajar sobre el lomo de Jutsaj, pero el carancho no apareció.

            Y fue así que, cuando llegó a la aldea celestial otro pájaro, el Yit'a, el hombre le pidió que lo llevase sobre sus hombros hasta la casa de su madre. Subióse sobre el Yit'a pero este, que solo planea y se apoya, no en la tierra, sino sobre las ramas de los árboles, al llegar a una laguna cercana a la choza de la aldea de la madre de Pash'e, le instó a que saltase, pero Pash'e tuvo miedo. Volvió a subir Yit'a y volando sobre la laguna le volvió a instar al hombre que saltase, y de nuevo tuvo miedo. Después de varios intentos Pash'e saltó, pero con tan mala suerte que se ahogó.

            Esa noche, los habitantes de la aldea vieron, admirados, cómo caía una lluvia de resplandores sobre la tierra. Era Mischa'achei que lloraba la muerte de Pash'e.

Fuente: MITOS INDÍGENAS DEL PARAGUAY. Edición, compilación, traducción de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH. Editorial EL LECTOR. Director editorial: PABLO LEÓN BURIÁN. Diseño gráfico: RAFAEL VILLALBA, Asunción – Paraguay 2011 (151 páginas).

 

 

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