EN TORNO A LA CANCIÓN QUE NUNCA CESA
Por AGUSTÍN MENDOZA
Ochenta y dos poemas conforman la partitura de esta canción, donde cada poesía suena en tono propio y logra, en su conjunto, ofrecer un haz polifónico de original belleza que percute con fuerza en el ánimo del lector.
Excelente composición poética esta, la de Delfina Acosta.
El libro merece especial difusión para que sus lectores, fundamentalmente los amantes del género lírico, puedan degustar la variedad temática y el gran valor estético de su contenido.
En el inicio de su itinerario despega de suelo firme y se eleva a las alturas a través de la escalera caracol de gradas infinitas, como la vida misma. ¿La vida infinita?, ¡no! Es la infinidad de circunstancias que vive todo viajero en el trayecto de su existencia. Al ascender la helicoidal altura de los escalones para recorrer el orbe, la poeta entona sus versos con voz profética; en la subida sin pausa va sorteando obstáculos y los peligros del abismo.
De página en página va desplegando sus poemas, confiriendo a cada uno rostro nuevo, nombre y savia nuevos, animados con el soplo vivificante de su verba selecta.
En cada título la escritora sorprende con tramas que resaltan las minucias y descubren la faz oculta de las cosas con la belleza de la luz, con los silbidos del viento, con el rocío de la noche que besa las rosas del rosal; su intrépida pluma se atreve a musicalizar la misma música y hacer tangible la resurrección, cuando aclama al enfermo liberado del destino fatal de la muerte.
Su depurada técnica en la artesanía poética cuenta con admirables recursos para vestir de gala su producción literaria; su exquisita sensibilidad, combinada con la fuente natural de su rica fantasía, modela los poemas que aparcan en las páginas del libro, desde donde echan y echarán vuelos a la conquista de seguidores de la buena poesía, con extraordinarias imágenes sensoriales.
Dotada de peculiar estilo, con sello personalizado, recurre a las figuras literarias oportunas para ilustrar el esplendor de su fantasía. Delfina echa mano a la metáfora, la paráfrasis, la prosopopeya o personificación de las cosas, la comparación o paralelismo, la hipérbole o exageración, el diálogo con elementos de la naturaleza, con el espejo, con el viento. Los cambios de escenarios en que cobra vida cada poesía refleja su versatilidad y su gran talento para atraer y atrapar el gusto del receptor.
La escritora se muestra resuelta, osada y rebelde, apasionada, soñadora, sensible, patriota, portavoz de la denuncia social; con notable intuición corre el velo para proclamar la excelsa libertad que reina en el mundo de la poesía.
Transita los anchos caminos del cosmos, los vericuetos de la tierra, las avenidas y callejas de la urbe; se aventura con las olas, se interna en el mundo animal, se confina en el corazón del bosque, cuida el jardín, derrocha compasión y contrición ante el deshumano espectáculo de los niños mendicantes de cualquier esquina.
Delfina desata su ansia de poesía en todas partes y hace catarsis e ingesta de placer en La calle de la poesía.
La canción que nunca cesa es un poemario variopinto, de rico repertorio. Una breve lectura analítica nos permite categorizar los poemas en grupos de afinidad temática:
- Poesías salpicadas con alusiones religiosas: estas son elaboradas y tonificadas con el original estilo de la poetisa. Entre ellas encontramos El Dios Padre, Génesis, Vivir más vidas, Eva, Todo, Juicio final, Religión, Humanidad, etc.
- Poemas en que la escritora se identifica con la poesía: son los que reflejan el afán que la mueve para consustanciarse con la esencia de este arte. Las huellas de la identidad señalada se encuentran en Domicilio, Guitarras, Versos, Espejos, Endecasílabos, Origen de la poesía, Hormigas, Nunca más, Tú y yo, Versos para la calle; Fuego, Chispa, etc.
- Poemas que cobran vida sobre la plataforma de la naturaleza: Viento, Mariposa, Rosa, Nostalgia anticipada, Esencia, entre otros.
-Poemas sobre el amor: el más sublime de los sentimientos encuentra espacio reservado en Amor, Hombre, Hoja verde, Por ti, etc.
- Poemas varios: estos no presentan recurrencia temática y, en su heterogeneidad, deslumbran con los mensajes y la belleza de su factura poética.
Califican en este grupo: Deja (exhortación a un suicida), Nocturna, La casa (a Maribel Barreto), La hora, A Nila López, Pandemia, Cruces, Muerte, Delfina Acosta y otros.
Una pertinaz fuerza interna la empuja a identificarse con la poesía misma. La autora se fusiona, coexiste y convive con ella. Como la misma poesía, Delfina se atribuye la potestad de transmutar el universo con la vara mágica de las palabras. Ella es su alimento, su obstinación, su propio reflejo y la nutriente fundamental de su vida.
La poesía, insiste, es Dios; está en todo lugar.
En Génesis parafrasea una cita bíblica para expresar el supremo valor de la palabra y de la poesía:
Cita bíblica: Traducción
In principio verbum erat... (en el principio era la palabra),
et verbum caro factum est (y la palabra se hizo carne).
Paráfrasis de la poetisa: Traducción
En el principio fue la poesía (In principio carmen fuit).
Y la poesía se hizo carne (Et carmen caro factum est).
En el poema Chispa centellean sus versos fundidos a altas temperaturas. Son llamas vivas del alma, del sentimiento, del pensamiento...
Con estas breves reflexiones, mi voz emerge del cúmulo de lectores ignotos y silentes para ponderar y disfrutar la fruta madura de los versos de esta excelente escritora. ¡Oh, ventura! La canción que nunca cesa no tiene compás final. Es de esperar que la poeta continúe insertando nuevas poesías en nuevos pentagramas para seguir componiendo cuantiosos versos de polifonías inauditas.
Delfina Acosta, la artesana del verbo, camina su senda robando a Dios, en sus pasos, un segmento de eternidad para pervivir mañana en el mausoleo imaginario en que reposan los grandes poetas de la patria.
La canción que nunca cesa
Arandura Editorial- 2022
La calle de la poesía
A Javier Viveros
Dejemos las calles del mundo
donde solo van y vienen las máscaras engañosas,
donde el tiempo, enfermo de odio,
se carcome a sí mismo.
Vamos a la calle de la poesía.
Allí las palabras se asoman a los balcones
como mujeres de gloriosos escotes,
senos de intemperie
y cabellos de escarcha.
Poeta, no gastes las suelas de tus zapatos
detrás de sueños imposibles.
No te entreveres con las sombras
de la desdichada humanidad
que solemniza a sus desventurados dioses
con ensordecedores juegos pirotécnicos.
En la calle de la poesía
el cometa Halley aparece
con solo cerrar los ojos un instante.
Vamos a ese sitio; allí caminaremos
sobre las rojas líneas de las estrofas,
construiremos un castillo de cantos
para tendernos luego sobre la colina
más alta de la tierra y gritar al viento:
“¡Lo logramos!”
LA CANCIÓN QUE NUNCA CESA
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